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Un hondureño en el paraíso

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Regularmente no soy precavida. En mi vida he estado con cientos de tipos de distintas razas y colores. Me han cogido hombres de color con monstruosos pitos, hombres rubios, trigueños, morenos, de tipo asiático y hasta argentinos que me han hecho gritar de placer. Pero no había vivido un momento así, tan inusual, curioso y que al final me ha alegrado los días.

Hace dos meses me di una vuelta por una casita que está cerca del lugar en donde vivo. Mientras estuve casada le dediqué más tiempo y dinero. Amigos míos y hasta ex novios me ayudaron a arreglarla. Allí he vivido momentos de intenso placer y lo bonito del lugar es que no hay casas cerca, es decir, no hay nadie que me esté espiando y se entere de mi vida. Es decir, mis gritos y gemidos de placer se han quedado allí.

Subí al auto y me fui hacia allá. Iba un tanto distraída. Aunque el divorcio para mí fue un alivio, también he tenido más responsabilidades. Me están construyendo un sitio web con tips de cocina y también se alargó mi horario de clases pero eso es lo que me hace feliz.

Me sorprendí mucho cuando llegué a la casa. Allí, a dos o tres metros de la puerta de entrada yacía un joven, larguirucho, mulato y se veía extremadamente cansado. Su ropa estaba maltratada y sus zapatos rotos. Olía profundamente a sudor y aunque reconozco que en un principio tuve miedo, sentí mucha pena por él, pues se notaba que había caminado por varios días.

El tipo me miró asustado cuando despertó, pues le estuve hablando y pidiéndole que despertara. Creo que pensó que era un ángel, porque se quedó viéndome con una fascinación que no podría explicar. En realidad andaba como siempre lo hago, un short de mezclilla, una blusa ajustada y unas sandalias. Le pedí que se levantara y me dijera si necesitaba algo.

Me dijo que se llamaba Marvin y era hondureño. Que ya llevaba varios días caminando, sólo que el grupo con el que venía fue asaltado y les dejaron sin dinero. Se separó del grupo y a través de "aventones" había llegado a Veracruz. Planeaba seguir su camino hacia el norte del país pues tiene más de 10 años que no ve a su padre. Su madre murió cuando paría a su quinto hijo.

Sentí mucha pena por él. Me dijo que tenía 19 años y que necesitaba llegar al norte del país para cruzar la frontera. Le ofrecí apoyo a cambio de que no me hiciera daño. En realidad el tipo no tenía ni la intención ni las fuerzas para hacerme daño, además de que siempre cargo una pistola de descarga eléctrica para evitar algún desaguisado.

Abrí la puerta y le ofrecí entrar. La casa estaba muy caliente pues vivo en un lugar de mucho calor, tanto que ese día la temperatura era de unos 36 grados con sensación térmica de 45 grados.

Encendí el aire acondicionado y le acompañé para que se enjuagara la cara y se aseara un poco. No había mucho qué preparar allí. Encontré algo de ropa y unos zapatos que le quedaron bien, pues los trabajadores que habían estado allí habían dejado algunas pertenencias. Encontré unos chocolates y le prepará agua de sabor.

Más tarde, el joven llegó ya aseado, fresco y con otro semblante aunque el cansancio lo vencía. Le pedí que se quedara mientras iba a hacer algunas cosas.

Me fui de compras y llevé lo que debía llevar, leche, huevos, carne, refrescos, pan de caja, jamón y llené la alacena. Marvin estaba encantado y sus ojos reflejaban dulzura. Jamás me sentí en riesgo con él pues se portó como un caballero y reitero que me miraba como si hubiera caído del cielo.

Era martes y yo le ofrecí quedarse hasta que se sintiera mejor. Me dijo que quizá en dos o tres días continuaría su camino, pues tenía la urgencia de ver a su padre. Me dijo que estaba en Los Ángeles y me hizo algunas preguntas. Yo he estado varias veces en Los Ángeles y le di algunos datos que serían muy útiles y hasta puse a varias amistades a indagar sobre el paradero de su papá

Esa noche le dejé todo preparado y volví a mi casa. Atendía a mis hijos y como a las 23:00 horas llamé por teléfono a Marvin, pues en esa casa puse un teléfono celular fijo. Aunque creo que lo asusté un poco, descolgó el teléfono y atendió mi llamada. Le pregunté que como estaba y me dijo que bien, que había dormido toda la tarde y que se sentía mucho mejor.

Le comenté que iría a verle para llevarle más ropa y dos pares de zapatos que dejó mi ex esposo y que curiosamente eran del número 28 y que le quedarían perfectamente.

Tomé el auto y fui hacia allá. Como siempre ando muy fresca en casa me puse un vestido corto de vuelo y unas sandalias. Llegué y abrí la puerta y lo vi tomando un poco de refresco y mirando televisión.

"Espero que te sientas bien, te traje más ropa y zapatos", le comenté. Él sonrió y me devolvió una sonrisa llena de agradecimiento. Me senté un rato pues él estaba viendo una película.

Me sirvió un poco de refresco y continuó hablando sobre su vida, sobre todo de su familia. La conversación se extendió por más de una hora y cuando me di cuenta ya casi iba a dar la 1:00 de la mañana. Yo me levanté del sofá y lo vi como un niño que se ha quedado abandonado y volví a sentarme a su lado para tratar de consolarle. Le puse una mano en su hombro y lo animé a que siguiera adelante y que allí no estorbaba, sino que podía quedarse todo el tiempo que quisiera. Torpemente trató de darme un abrazo de agradecimiento y nuestras caras chocaron y sus labios quedaron muy cerca de los míos.

Yo tengo 44 años y me cuido y me veo joven, pero el chico apenas tenía 19 y la escena era rara, él acercó sus labios y me besó. Yo correspondía al beso, primeramente porque seguía conmovida por lo que le ocurría y segundo porque soy una hembra muy caliente. Los besos eran torpes en un inicio y aun así yo sentía las menos rasposas del jovencito en mis brazos y en mis rodillas que fue lo primero que se le ocurrió tocar de mi cuerpo.

Decidí entrar en acción para que el momento no se volviera más incómodo. El chico estaba agradecido y cuando froté mi mano en la zona de la cremallera vi que su agradecimiento había crecido y lucía bien. Le pedí que me tocara y acariciara pues ya no me estaba gustando que fuera tan respetuoso cuando lo que quería era lo contrario. Estaba completamente sorprendido cuando lo besé y me monté en sus piernas para comenzar a frotarlo. Por fin puso su mano en mi culo y vagina y se sorprendió que llevara una tanguita que apenas cubría lo necesario.

Le pedí que apagara la luz. Yo le había quitado su playera y en lo que fue al interruptor yo me quité el vestido y quedé casi desnuda. Sólo era cuestión de que me quitara la tanguita. Acarició mis redondos senos y apretó mis pezones que ya estaban duros y excitados. Los besó, lamió y mordisqueó y yo ya estaba llena de deseo y seguía frotándome en su pito cubierto por el pantalón. Además, el tipo olía bien, a jabón perfumado. Era alto, quizá de 1.85 y muy flaco, pero su rostro era bello y sus ojos tristes.

Me besó en el cuello y eso me puso a punto. Comenzó a introducir sus dedos en mi vagina y yo estaba ya demasiado caliente. Seguía moviéndome con frenesí y volviendo a besar sus labios gruesos. Me hizo a un lado y procedió a quitarse el pantalón y yo toqué su verga. Estaba completamente duro y larga. Me acomodé en cuatro y comencé a chupar su pene. Eso lo enloqueció. En eso he sido experta siempre y el joven no podía resistirse. Por unos 10 minutos metió y sacó su pito de mi boca y yo lo masturbé, lo lamí y seguí jugando con su aparato en mis manos, hasta que en algún momento hizo su cabeza hacia atrás gimió y salieron las primeras gotas de semen. Después salió una buena descarga que cayó en mi rostro y yo le seguí masturbando y exprimiendo hasta que no salió más leche.

Sin encender la luz fui al baño y me enjuagué mi rostro. Fui de nuevo a su lado y me senté. Siguió acariciándome. Cuando me di cuenta su pito ya estaba erecto nuevamente y muy duro, así que aproveché para montarme en él y poco a poco me fue penetrando hasta que yo comencé a gemir al sentir ese garrote.

Me moví con intensidad y él seguía apretando con su mano izquierda mis pechos y con la otra me sostenía del culo. Estaba muy excitado y yo lo seguía motivando arqueando mi cuerpo y aprovechando su pene el cual estaba hasta adentro de mí.

Lancé un descomunal gemido y el me penetró más duro y más rápido. Le pedí que cambiáramos y que me lo metiera de a perrito y así lo hizo. Sentía como esa máquina entraba a excitar todas mis entrañas. Con uno de mis dedos yo me frotaba el clítoris mientras me seguía penetrando. No lo hacía con dureza para lastimarme, sino que su macana estaba realmente dura. Él comenzó a gemir y de repente lanzó una nueva descarga, ahora en mi culo.

Para la tercera vez él se puso encima de mí y fue muy delicado, pero yo le pedí que me arremetiera más duro y así lo hizo. Volvió a tener otra buena descarga y para ese entonces yo estaba saciada. Había tenido suficiente pito y era hora de parar.

En los siguientes días cogimos muchas veces y la verdad yo quedé fascinada, pues el tipo no ha dejado de ser sencillo, tímido y bueno y sin que yo se lo pidiera comenzó a arreglar la parte del patio y ha hecho un trabajo excelente. Le pedí que se quedara a vivir allí y aunque aceptó, sí tuvo que partir hacia Estados Unidos para ver a su padre. Prometió volver y yo lo esperaré, pues ha demostrado ser una buena persona y en lo que pueda le ayudaré a resolver su situación legal, pues ha sido bueno y tiene muchas ganas de salir adelante.

¿Que si estoy enamorada? Quienes me conocen me han dicho que sí. En realidad no creo que sea para tanto, lo que sí puedo decir es que el chico es dulce y no es aprovechado. Sé cuidarme y sé cuidar lo que tengo y si él me puede ofrecer su macana para pasarla bien lo aprovechará, hasta donde llegue, pero eso sí, jamás me imaginé que yo, una chef pudiera ganarse el corazón y sobre todo, transformar la vida de un ser que llegó a mi casa casi a punto de morir.

Y de verdad, su pito está para chuparse los dedos y para chuparlo siempre, pues sí que sabe dar batalla y me tiene totalmente fascinada.

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