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Ahora somos amantes

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Acabo de terminar mi turno de guardia en la clínica, y el doctor más guapo de aquí me sigue fascinando. Seducirlo me tomó más tiempo del que pensé, porque el tipo tenía una férrea voluntad de serle fiel a su esposa, pero finalmente sucumbió y hace poco que hasta nos escapamos para pasar un fin de semana fuera de la cuidad, en donde pude tenerlo para mi solita; aunque hasta eso me resultó difícil, ya irás sabiendo por qué, mi amor.

Te platiqué de la vez que me encerré con él en el baño de médicos, una madrugada mientras cubríamos la guardia que a mí como enfermera me corresponde hacer dos veces por semana, y al doctor H. una vez en el mismo periodo. Esa noche pude disfrutar de su miembro haciéndole una mamada que terminó siendo una lluvia dorada, cuando H. me obligó a recibir su orina en mi cara. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que un hombre orinara sobre mí, cuando, en una fiesta con amigos de mi universidad, terminé tan borracha que le permití a dos chicos que descubrieran el gozo de empaparme vaciando el contenido de sus vejigas en mi cara. Yo aprendí a disfrutar de eso, gracias a mi profesor de química de la prepa, que como sabes, me trataba como su esclava y me introdujo en varias prácticas sexuales poco convencionales, enseñándome así las delicias del lado oscuro de mi sexualidad.

Luego de esa noche en la clínica, el doctor H. habló conmigo y me dijo que se sentía muy mal por su esposa, que la amaba y que pensaba que le estaba haciendo mucho daño al permitirse hacer cosas sexuales conmigo. Lo compadecí en ese momento, pero también le dije que no mezclara sus sentimientos con la atracción que pudiera sentir hacia mí -Son dos cosas muy diferentes, y cuando puedas por fin separarlas, verás qué feliz puedes ser. Ah, y no creas que te vas a librar de mi lloriqueando porque tienes miedo de serle infiel a tu esposa, que lo sepas de una vez, me encantas y terminaremos cogiendo tarde o temprano-.

Al día siguiente, mientras estaba en mi casa a punto de ir a trabajar a la clínica, recibí un mensaje de H. "Oye, Dulce, si tienes libre el fin de semana me encantaría que me acompañaras a Cuernavaca, ya renté una casa para que pasemos un par de días juntos, espero tu respuesta". No pude evitar sonreír y hacerlo sufrir un poco, porque no le contesté el mensaje, de hecho, la respuesta se la di personalmente cuando entré a su consultorio y luego de entregarle unos documentos agregué -Ah, y ya sabes que la respuesta es sí ¿pasas por mí a mi casa o dónde te veo?-. El doctor H. sabía dónde vivía porque una noche, cuando él recién entró a trabajar a la clínica, pasó a dejarme a mi departamento luego de que fuéramos a un bar con algunos compañeros más.

Aquella vez del bar, fue idea de la jefa de enfermeras, una divorciada muy alegre, quien organizó a las chicas, a algunos médicos y un par de internos para ir a beber al centro de la ciudad. En el lugar pusieron música para bailar, así que uno de los internos, un chavito bastante guapo, me invitó a bailar con él. Ponían una salsa que bailamos como cualquier otra de las parejas en la pista, y yo noté que el doc. H. no me quitaba los ojos de encima, ponerme un vestido cortito para ir al bar había dado resultado, y cuando comenzó la siguiente canción, le propuse a mi pareja de baile que siguiéramos -Pero agárrame bien, que no te de pena- le dije al chico que hasta ese momento había mantenido una respetuosa posición para bailar-¿así está bien, compañera?- me dijo, rodeándome un poco más por el talle y bajando su mano hasta donde empieza la curva de mis nalgas -así está mejor, no seas tímido conmigo- le contesté y encantada, me puse a bailar muy pegada a su cuerpo aprovechando cada oportunidad de frotar su entrepierna con mi muslo. Cuando terminó la canción, cambiaron el ritmo de la música y pusieron algo electrónico, muy propicio para el cachondeo. Me puse de espaldas a mi pareja y comencé a frotar descaradamente mi culo en su verga, subiendo y bajando, mientras lo tomaba de la nuca poniendo los brazos detrás de mí en una invitación a asomarse a mi escote y dejando que él pasara constantemente sus manos por mis costados, acariciando tímidamente el borde de mis tetas.

Cuando regresamos a la mesa para beber algo, Sarah, mi compañera de piso en la clínica, que sabía lo loca que yo estaba por el doc. H. se dirigió a él y en tono de burla le dijo -Le están comiendo el mandado, eh doc. jajaja- H. solo sonrió y se echó hacia atrás en su asiento, sonrojándose. Luego mi compañero de baile quería un poco más y me extendió la mano para acudir a la pista nuevamente. La música electrónica seguía sonando y bailamos tan pegados que sentía su aliento en mi cara cada vez que yo prácticamente me embarraba en su pecho, entonces aproveché que accionaron las luces estroboscópicas para sobarle la verga, que ya estaba durita bajo el pantalón y él se dejaba hacer, orgulloso de su conquista, sin saber que todo lo que yo le hacía era para provocar al insensible de H. que continuaba sentado en la mesa, viendo cómo otro disfrutaba de mí.

Cuando nos fuimos a sentar luego del sugestivo baile, aproveché que había un lugar vacío al lado de H. y me puse ahí. Alex (que así se llamaba el interno con el que bailé) tomó una silla frente a nosotros y comenzó un vano intento por sostener una conversación estando la música sonando a tope. Me acerqué al oído de H. y le dije -Voy a salir a fumar ¿me acompañas?- Hacía meses que no fumaba, pero no se me ocurrió un pretexto mejor, y afortunadamente H. asintió y salimos de ahí, dejando a Alex con dos de mis compañeras que regresaban del baño y se habían acomodado junto a él en la mesa.

-¿tú no bailas?- Le pregunté al doctor H. mientras compraba un cigarro "suelto" en las afueras del bar.

-No se bailar. Vine con la intensión de conocer mejor a mis nuevos compañeros de trabajo, pero ahí no se puede ni platicar. Por ejemplo, no sé cuántos años tienes

-Vaya, debes estarte aburriendo. Y tengo 22.

-¿Ves?  ni siquiera sabía eso de ti. Y no me aburro para nada, el espectáculo es algo digno de verse

-Bueno, no te enteras de más cosas porque no quieres, y tampoco e unes al espectáculo, nada más porque no quieres.

-Jaja, no es eso, es que en serio, eso de bailar no se me da

-¿Y qué piensas hacer? ¿quedarte ahí sentado mientras los otros nos divertimos?

-Pues es mi mejor opción, es eso, o ir a un lugar que me gusta y que está aquí cerca, pero supongo que a ti no te laten ese tipo de lugares.

Yo me entusiasmé pensando que subjetivamente se refería a un hotel, pero me decepcioné al darme cuenta que me llevaba a otro bar cuando le dije que si él quería lo acompañaba un rato -A ver qué tal se pone-

-¿tomas cerveza?- me preguntó cuando llegamos a la barra de un lugar algo extraño pero agradable, una vieja casona donde en cada nivel ponían una música diferente, entre el punk, electrónica y pop británico. El sitio era frecuentado por pintorescos personajes con los pelos de colores parados en sendos copetes y usaban abrigos de cuero con púas. Luego subimos hasta uno de los pisos en donde ponían música ochentera, algo más tranquilo, así que me sentí muy a gusto, ponían música que me gustaba y además el volumen no era tan alto. Y sí, sí me gusta la cerveza.

-De haber sabido que te gustan estas cosas, te hubiera aceptado la invitación nada más a ti, esto está muy bueno- Le dije a H.

-Ah, pues es que hemos hablado tan poco, que no nos hemos conocido bien. Pero cuando quieras, venimos otra vez.

-Sí, me gustaría. Pero déjame decirte algo antes, no sé cómo lo tomes, pero no me voy a andar con rodeos, a mi esas cosas me dan flojera. La verdad es que me gustas desde que empezaste a trabajar en la clínica.

-...Ah... Bueno... perdón, es que no me lo esperaba

-¿No he sido obvia este tiempo? ¡Rayos! te di mi número de teléfono el primer día ¡sin que me lo pidieras! me la paso entrando y saliendo de tu consultorio meneando el culo solo para que me notes, cada maldita guardia me abro la blusa para que se te antojen mis tetas ¿y vienes a decirme que no te lo esperabas? No sé si enojarme contigo o conmigo.

-No, Dulce, no digas eso. Lo que pasa es que...

-¿Qué pasa contigo? Dime, porque esto me está volviendo loca. Hace semanas que no dejo de pensar en la manera de acercarme a ti. Y tú, pareces de piedra. Hace rato prácticamente tuve que fajar con Alex enfrente de ti para llamar tu atención ¿Es que no te gusto ni un poquito?

-Dulce, me encantas. Eres muy guapa y la verdad es que disfruto mucho de tu compañía y cada vez que entras a mi consultorio, tengo que aguantarme las ganas de besarte. El problema es mi mujer, el problema, Dulce, es que soy casado y le soy fiel a mi esposa.

-Ah, con que es eso. Pues déjame decirte que la fidelidad a mí me vale madres ¡es un puto cuento! Pero, te entiendo. Te entiendo, pero no comparto esa estúpida y barata idea. ¿tomamos una más y regresamos con los chicos? Le dije a H. y luego vacié mi cerveza de un trago. Me invitó una ronda más y nos largamos de ahí. Yo me sentía molesta y rechazada. Pero en el fondo, el hecho de que H. hubiera aceptado que le gusto, me hacía sentir mejor. La verdad, no sé por qué era tan importante para mi entonces, supongo que empezaba a enamorarme. Y si era así, a la mierda con el amor.

De vuelta al bar donde estaban mis compañeros, me encontré con Alex, que bailaba con dos chicas desconocidas cerca de donde estaba nuestra mesa y me jaló del brazo para que bailara con ellas. Estuvimos bailando y tomando alternativamente durante otro par de horas, tal vez más. Mis compañeras y los otros muchachos se fueron y me quedé en el lugar solo con H. y con Alex. Y seguí bailando con las dos chicas que se acercaron a nuestra mesa. La mezcla de las cervezas que me invitó H. y los incontables tragos de whisky que acababa de tomar, me hicieron efecto y poco antes de irnos, una de las nuevas amiguitas de Alex comenzó a bailar sensualmente delante de mí, y yo le seguí la corriente, borracha como estaba, la comencé a acariciar mientras seguíamos bailando hasta que la tuve muy cerca y cuando trató de besarme, no me opuse. Alex festejó nuestro beso como un loco, dando un alarido de lujuria. Luego decidí que era suficiente, ya estaba borracha y comenzaba a hacer esas cosas de las que una se arrepiente a la mañana siguiente, y además tenía muchas ganas de estar con el doc. H., así que volteé a verlo y le hice señas para que nos fuéramos. Salí a la calle apoyándome en él para poder caminar hacia su coche, me sentía muy mareada, pero estaría bien, era cuestión de una hora para reponerme, máximo. Así que H. y yo nos metimos en su auto, en donde estuvimos un buen rato escuchando música con poco volumen y platicando, mientras poco a poco, me iba recuperando de mi embriaguez.

El doctor H. demostró que hablaba en serio cuando dijo que le era fiel a su esposa y durante el tiempo en su auto, me trató con una monástica castidad -¿Sabes cómo llegamos a tu casa, mujer? Te llevo- me preguntó viendo el reloj, seguramente tenía que regresar a su casa con su esposa. Le indiqué el camino hasta mi departamento, que estaba a unos 10 minutos de ahí. Cuando me iba a bajar de su coche, puse mi mano en su mejilla y le di las gracias por cuidarme, y sobre todo por no dejarme sola con el calenturiento de Alex. Y cuando me acerqué para despedirme de H., no pudo soportar tenerme tan cerca y terminó besándome en la boca. -¿Seguro que no quieres pasar?- le pregunté luego del beso -Seguro. Pero eso no quiere decir que si no estuviera casado no aceptaría- -Si no estuvieras, pero lo estás- Y volví a besar su boca y siguiendo un impulso, me monté sobre sus piernas mientras continuaba el beso. Él permaneció inmóvil, apenas correspondiendo a mi lengua que insistía en frotarse contra la suya. Y cuando bajé mis manos hasta el cierre de su pantalón en busca de su verga, H. me detuvo tomándome por las muñecas -Dulce, no, por favor, tengo que irme- no podía creer lo que me decía, pero respeté su decisión y me quité de encima suyo para luego descender del auto y ver cómo se alejaba, dejándome ebria y excitada afuera de mi edificio. -Tú te lo pierdes-

Durante los siguientes días, cada intento que yo hacía para acercarme al doctor H. él lo evadía magistralmente y sin embargo, algo en su trato hacia mi iba cambiando y fue así hasta el día en que lo hice eyacular dejando que frotara su verga entre mis nalgas mientras me sometía sobre su escritorio y días más tarde pasó lo del baño de médicos. Pero yo tenía ganas de mucho más. Así que su propuesta de la escapada de fin de semana era un buen augurio para mis intenciones.

Semanas después, un sábado muy temprano por la mañana pasó por mi casa y salimos rumbo a Cuernavaca, en donde él había alquilado una cabaña bastante mona, en unas villas de lujo, en donde además nos tenían preparada una sesión en el spa del lugar, que me pareció muy cursi al principio, pero que resultó ser muy agradable.

Dejamos nuestras pequeñas maletas en la salita de la cabaña y salimos a desayunar. Conozco pocas cosas peores que tener sexo con el estómago vacío, así que me aguanté las ganas que tenía de que H. me cogiera. Solo era cuestión de tiempo. O al menos eso pensaba, porque cuando estábamos por terminar el desayuno, como si fuera alertada por alguna capacidad extrasensorial, su esposa lo llamó por teléfono y él se retiró para atender la llamada, con la actitud de un niño asustado que es sorprendido en flagrancia haciendo una travesura. Para entretenerme mientras H. regresaba, me puse a llenar un formulario que el mesero vino a dejar frente a mí. -¿Les molestaría dejar esta ficha en la caja del restaurante luego de llenarla, señorita? es para especificar el servicio de masaje y poder darle el servicio que ustedes se merecen-. Me dijo el mesero con una cortesía distante. El formulario entre otras cosas, traía un apartado para elegir el género del masajista que se le asignaría a cada miembro de la pareja hospedada. Yo, a modo de inocente venganza contra H. por dejarme sola, marqué "Masculino" en la columna dedicada a mí y también en la de él; y en la opción "Sesión conjunta o sesión individual" marqué "individual"; de tal forma que cuando nos dispusimos a recibir nuestros respectivos masajes, una amable chica nos indicaba que nuestros masajistas con gusto nos recibirían a cada quién en un cuarto separado.

Luego de quitarme la toalla en la que me envolví para salir de una breve ducha previa, el hombre que me esperaba preparando sus manos para el masaje, amablemente me pidió que me recostara boca abajo en la mesa de masaje y que me quitara la toalla cuando estuviera lista; cuando lo hice, él cubrió mis nalgas desnudas con una toallita doblada. Mi masajista era un hombre maduro, yo le calculé unos 60 años, tal vez un poco más, con un cuerpo esbelto, aunque se le notaba un poco la barriga. Comenzó a frotar mi espalda con un aceite que se iba poniendo caliente con la fricción de las manos del hombre sobre mi piel.

-¿Le parece bien la presión que hago, señorita? -me preguntó el hombre mientras comenzaba a darme un rico masaje en la espalda y los hombros.

-Está perfecto, nunca me habían dado un masaje, y es muy rico.

-Ah, vaya, pues me esmeraré para que nos acompañe nuevamente, señorita.

-Gracias, pero ¿sería mucha molestia si nos tratamos de tú?

-Ninguna molesta, ¿cómo te llamas?

-Dulce ¿y tú?

-Sergio. Mucho gusto Dulce. Oye, con todo respeto, tú y tu marido parecen recién casados, me sorprendió que eligieran la sesión individual.

-Jaja, no, solo somos amigos, buenos amigos, ya sabes

-Claro, ya veo. Oiga ¿Y no se ha animado su amigo a pedirle que sea su novia? Con todo respeto, usted es una mujer muy bonita

-Gracias por el halago, Sergio, no, no me lo ha pedido y ya me estás hablando otra vez de usted ¿en qué quedamos?

-Perdón, es la costumbre, no todos los clientes nos dan esa libertad. Y es más raro aún que una clienta elija a un hombre para el masaje.

-Oh, qué mal, yo la verdad, si alguien va a tocarme y verme sin ropa, prefiero que sea un hombre, aunque pensándolo bien, me da lo mismo.

-Pues te agradezco que me brindes la oportunidad de darte el servicio. Vamos a empezar ahora con las piernas ¿te parece bien?- y se acomodó poniéndose de rodillas sobre la mesa de masaje, subiendo mis tobillos en sus muslos -¿te puedo preguntar a qué te dedicas, Dulce? por tu carita parece que fueras saliendo de la prepa, con todo respeto.

-Estoy por terminar Psicología y soy enfermera, trabajo sobre todo en las tardes y cubriendo guardias. Tengo 22 años. Oye, eso que haces en mis muslos se siente muy bien- Y era verdad, el aceite hacía que sus manos resbalaran deliciosamente hacia la cara interna de mis piernas y cada vez que Sergio empezaba otro movimiento, era más delicioso que el anterior.

-Sí, supongo que por tu trabajo pasas mucho tiempo de pie, tienes muy tensas las piernas- Sus manos, en pausados movimientos fueron subiendo hasta entrar en ocasiones debajo de la toalla que me cubría las nalgas.

-Sergio... Esa parte no está en el servicio ¿o sí?- Le dije para calar su reacción, pero la verdad es que me estaba gustando mucho que lo hiciera.

-Oh, discúlpame si te ofendí, no es mi intensión, es solo que los glúteos son el músculo más voluminoso del cuerpo y por eso requieren atención, si te molesta, puedo saltarme esa parte, no quise molestarte.

-Sólo bromeaba, hombre, puedes seguir, tú eres el maestro en esto y lo haces de maravilla, es más, quita la toalla para que no te estorbe, no me da pena que me veas.

-¿Segura? Bueno- y descubrió mis nalgas para comenzar a sobarlas cubriéndolas de aceite. Poco después, aunque yo estaba disfrutando mucho de sus manos, Sergio me pidió que me diera vuelta y me pusiera boca arriba.

-¿Tan rápido? ¿No puede durar más esta parte? es que se sentía muy rico- ...¿Rico? puff,  la verdad era que estaba poniéndome cachonda...

-Lo lamento, pero es que estoy coordinado con el masajista que atiende a tu marido, quiero decir, a tu amigo, y es importante que los dejemos listos para el vapor al mismo tiempo. Además estoy seguro de que te gustará el masaje en el otro lado de tus piernas, con todo respeto.

Aunque habitualmente me depilo completamente, ese día había puesto especial cuidado al depilar totalmente mi coño, preparándome para mi fin de semana con el doctor H. y noté que Sergio observaba fijamente a esa parte de mi cuerpo mientras comenzaba a masajear mis muslos, desde la rodilla hasta mi pelvis.

-¿Qué pasa, Sergio? ¿nunca te había tocado darle servicio a una clienta depilada?

-Oh... Nnn.. No, perdón, ya sé que no es correcto, pero, ya que estamos en confianza, permíteme decirte que tu amigo es un tonto si no te hace su novia, nunca había visto a una mujer tan hermosa y menos, había tenido la fortuna de atenderla como masajista, con todo respeto.

-Pues ya ves, así es la vida, querido amigo, nadie sabe lo que tiene... Oye, tenías razón, el masaje también está muy rico de este lado de mis piernas- El contacto de sus manos me seguía excitando, y si a eso le sumamos que para esa fecha, yo llevaba semanas sin tener sexo, y limitando mis masturbaciones a mi clítoris, porque tenía la romántica idea de reservarle el interior de mi vagina a H. pues, cuando las manos del masajista se acercaban a mi vagina, no pude evitar ponerme a mil de caliente y levantar levemente la cadera, ofreciéndole mi vulva a sus dedos, que discretamente la tocaron solo un par de veces. -¿puedo ponerme algo debajo de la cabeza? Quiero ver cómo lo haces, Sergio, si no te molesta- le pregunté y en seguida me alcanzó la toalla que me había quitado cuando entré a la sala de mesaje -Gracias, corazón, eres un amor- Y con la cabeza levantada, no solo vi a Sergio continuando el rico masaje, sino que también noté que algo se abultaba en la entrepierna de su holgado pantalón blanco. -Oye, no me puedo aguantar la curiosidad, Sergio. ¿Alguna vez has hecho que una clienta tenga un orgasmo con tu masaje? Lo pregunto porque eso que haces me está poniendo algo inquieta. No quiero decir que dejes de hacerlo, es solo una pregunta sin ninguna intención más que la de saber- Sergio se turbó un poco, pero me respondió -Una vez, hace muchos años, cuando esto de los masajes se puso de moda entre la gente rica, y yo apenas empezaba en el negocio, tenía una clienta que me pedía servicio a domicilio una vez a la semana, supongo que tenía un fetiche, porque siempre quería que le diera masaje en los senos y luego de un rato, se ponía toda roja de la cara y notaba cómo tocaba su vagina hasta tener un discreto orgasmo. Le gustaba tanto que, una vez lo hizo estando su marido presente, ve tú a saber qué otras perversiones tenían entre los dos, porque el tipo no dijo nada, aun cuando era claro lo que yo le estaba haciendo sentir a su mujer- y le respondí que no me sorprendía -¿te puedo pedir algo, Sergio? algo que quede entre nosotros. Quiero probar, hazme lo mismo que a tu clienta ¿se puede?-

Desde que Sergio vertió el aceite en mis senos, mis pezones reaccionaron poniéndose duros ante el tibio estímulo, y para cuando mi nuevo amigo comenzó a masajear mi busto, todo mi cuerpo desprendía un incontrolable deseo de ser poseído. En una de las piernas de Sergio, que las tenía abiertas por haberse puesto, digamos, montado sobre mi abdomen para complacer mi petición, noté que su verga, ya hinchada, dejaba una manchita de líquido pre seminal en donde estaba la punta. -Ya te ensuciaste- le dije, señalando con mi índice la húmeda marca en su pantalón y luego extendí mi mano para sentir la dureza de su pene. -Mira cómo estás, Sergio. Como tú dirías, con todo respeto, tienes una verga bastante grande, qué rico- El estupor del masajista terminó cuando me dispuse a jalar de las cintas que colgaban al centro del elástico de su pantalón, haciendo que se le bajaran y liberaran un hermoso pito, largo y curvado hacia arriba, teniendo en la base una densa mata de rizos negros que me hicieron cosquillas en la nariz cuando me incliné hacia él para metérmelo en la boca. Estuve succionando el líquido saladito que despedía el orificio del glande y usándolo para lubricar mi lengua que le daba vueltas saboreando la punta, mientras el masajista permanecía quieto contemplando mi boca en acción.

Luego de eso, Sergio me pidió que me detuviera -Es que no es correcto, Dulce, además mi jefe me mata si sabe que te estoy haciendo esto- Paré de mamarle la verga y sin decirle nada todavía, tomé la botellita de aceite que estaba cerca y puse un poco del contenido en mi mano y empecé a frotársela en el miembro, luego de unos segundos en los que lo miraba a los ojos sonriéndole de manera coqueta mientras lo masturbaba, le dije -No te preocupes, si tienes miedo de que te regañen por lo que me haces ¿qué te parece si tú no haces nada y yo lo hago todo?- y me incorporé hasta invertir nuestras posiciones y quedar sentada sobre el hombre, que empezaba a disfrutar lo que yo le hacía -Además, por cómo me has tratado, supongo que puedo confiar en ti y- me puse en cuclillas, a la altura de su cadera -me parece que eres un tipo bastante saludable, así que voy a dejar que me la metas sin condón- y acomodé la punta de su fierro entre mis nalgas, apuntando directamente hacia mi ano -el único problema es que me vas a tener que coger por atrás, porque mi panochita se la estoy reservando al hombre que me acompaña ¿te parece bien?-  y me senté despacio, haciendo que su verga aceitada se deslizara fácilmente en mi recto. La curvatura de la herramienta de Sergio, hacía que la punta rosara la pared posterior de mi vagina cada vez que entraba y salía de mi intestino, brindándome fuertes oleadas de placer que aumenté cuando mi amante me ayudó poniendo sus manos para que apoyara las mías mientras me daba unos sentones bastante fuertes en su verga.

Luego de temerme ensartándome en su palo un buen rato, Sergio eyaculó abundantemente en el interior de mis entrañas. Luego, me bajé de encima suyo y me puse de pie al lado de la mesa, cuando le pedí que me ayudara a limpiarme, él aprovechó para meterme un dedo en el ano mientras lengüeteaba la entrada de mi coño con la experiencia de un hombre que ha vivido muchos años y sabe cómo darle placer oral a una mujer. Cuando yo estaba por venirme, el leve sonido de un cronómetro de cocina rompió el encanto. Y aunque le pedí que no parara, Sergio, muy apenado, abandonó su posición de rodillas debajo de mí y se apuró a encubrir todo lo que pudiera delatar que se había salido del estricto papel de masajista conmigo. -De verdad lo siento, Dulce. Quería que te vinieras tan rico como yo, pero es que si no...- Lo interrumpí poniéndole un dedo en los labios -Está bien, me gustó mucho de todas formas, si puedo, mañana regreso para que saldes tu deuda-

Envuelta nuevamente en mi toalla, Sergio me condujo hasta un cuarto muy bonito con acabados de madera, que olía delicioso, me senté en la banca que había dentro y a los pocos segundos entró H. acompañado por su masajista, quien nos indicó que tendríamos una sesión de 15 minutos en el cuarto de vapor y que por razones de salud, nos pedía que no excediéramos ese tiempo -Y para su comodidad, esta es la válvula que regula la salida del vapor. Yo vendré a tocar la puerta cuando se haya agotado el tiempo. Bienvenidos y espero que lo disfruten- y salieron los masajistas del cuarto, cerrando la puerta, que H. aseguró por dentro.

-¿Qué tal, Dulce? ¿te está gustando?

-Más de lo que te imaginas, aunque te extrañé- Le dije descubriendo mi cuerpo desnudo y brilloso por estar aún cubierto de aceite y acercándome a donde H estaba sentado.

-¿No entraste a la regadera? Todavía traes el aceite ¿por qué no usas la de aquí?-

-No seas tonto, le pedí a mi masajista que me dejara entrar así y también le pedí la botella, mira- Le dije sacando el frasco de aceite de debajo de la banca.

-Estás loca, Dulce, jaja, y me encantas- Me tomó por la cintura para acercame a él y besarme en la boca. Luego de darme un breve pero intenso beso, me miró con ojos tristes y continúo diciendo -¿Sabes algo? mientras me daban el masaje estuve pensando mucho

-¡Bravo! Oye y ¿no te dolió?-

-No, tonta, pienso mucho más frecuentemente que tú. Pero, ya en serio, es que no quiero que te alejes, pero tampoco quiero hacerle daño a mi esposa. De verdad no sé cómo hacer eso de separar mi amor por ella y lo que siento por ti.

-¿Entonces?- Le dije comenzando a sentirme triste.

-Entonces. No quiero que te sientas mal, pero, acabo de hablar con ella y me di cuenta que venir aquí fue un error- Tomó mi mano al ver que su respuesta en verdad me entristecía, lo que no ayudó casi en nada a mejorar mi ánimo

-Entiendo perfectamente lo que quieres decir y...

-Espera, no he terminado. Dulce, aprecio mucho que te hayas fijado en mí. Pero no quiero serle infiel a mi esposa, así que...

-¡No digas pendejadas! "no quiero serle infiel a mi esposa", sí claro ¡Mearte en mi cara luego de la mamada que te hice el otro día no cuenta! ¿verdad? Que te vengas en los calzones porque te masturbé entre mis nalgas, tampoco es infidelidad. Qué congruente.

Luego de un breve silencio, H. me respondió una de las estupideces más grandes que he escuchado en mi vida -Dulce, es que aún no lo hemos hecho, quiero decir, no hemos cogido, eso para mí es infidelidad. Así que para evitar malos entendidos, te voy a proponer que a partir de ahora, seamos amigos, solo amigos. Sin tus juegos ni nada ¿está bien?

-¡Claro que no está bien! Pero si eso te tranquiliza, yo acepto. Solo que con una condición. Déjame seguir con eso a lo que llamas "mis juegos". Al fin y al cabo, tu definición de infidelidad está definitivamente ligada a lo que hagas o dejes de hacer con la polla. Cosa que me parece bastante idiota, pero te lo voy a perdonar, porque me gustas y porque soy muy buena gente.

-Bueno, pero tampoco te pases de la raya, besarnos de vez en cuando estará bien, fajar y esas cosas, no tan bien, pero lo haremos; nada más, todo lo demás queda fuera del trato.

-Bueno, lo que me pides es sumamente estúpido y soy sumamente intolerante a las estupideces, pero solo por tratarse de ti, acepto. Ahora, acuéstate, que voy a "jugar" contigo y el aceite... Ya sé, ya se, ni siquiera te voy a agarrar la verga, esa te la jalas tú si te dan ganas, o le llamas a tu esposa para que venga a chupártela, a ver si lo hace mejor que yo. Ándale, acuéstate, que se acaba el tiempo-. Él se acostó sobre la banca, boca arriba y no dijo nada cuando le quité la toalla que tenía atada alrededor de la cintura. Antes de embadurnarle el tórax con el aceite, desactivé la válvula que dejaba salir el vapor, no me gustaba para nada estar en medio de la niebla, sudando como un minero.

Estuve acariciando su cuerpo, deslizándole mis manos lubricadas con el aceite y cumpliendo mi parte del trato de no tocar su miembro, que en cuestión de minutos dejó el estado de reposo para erguirse deliciosamente ante mí, que aguanté no sé cómo, las ganas de tocarlo. Luego de extender las toallas sobre el suelo del cuarto, le dije que quería acostarme junto a él -Aunque sea, me vas a abrazar ¿no?- H. se recostó como se lo pedí, puso la espalda en las sábanas y yo me acosté de frente totalmente encima de él y empecé a moverme despacio, frotándole mis tetas llenas de aceite contra su tórax y sintiendo su verga resbalando por mis muslos, cosa que me puso muy caliente y seguí moviéndome así, mientras comenzaba a besarle la boca.

-Así que esto no cuenta como infidelidad según tú- Le dije dejando escapar luego un gemidito porque estaba sintiendo muy rico.

-No, no cuenta.

-¿Y si me besas en el cuello?

-Vamos a ver- me abrazó y me besó como se lo sugerí, haciéndome sentir aún más cachonda -No tampoco cuenta

-¿y si te beso así?- y muy despacito lamí varias veces sus labios cerrados, sin dejar de deslizarme sobre su cuerpo cada vez más rápido.

-Oh, Dulce. Detente.

El resbalar de mis tetas contra el pecho de mi amante comenzó a hacer un ruido muy excitante y cuando H. empezó a mordisquear mi labio inferior me hizo gemir, y gemí aún más cuando me dejó ir su muy lubricado índice por el ano, mientras sus manos me separaban las nalgas. Yo abrí un poco más las piernas sin dejar de moverme fuertemente sobre él y cuando quise bajar mi mano con la intensión de masturbarme; sucedió... su verga aceitada me penetró accidentalmente, hundiéndose hasta el fondo de mi lubricadísima vagina y tomándonos por sorpresa a los dos. En ese instante me detuve, sintiendo su verga dentro de mí y mirando a H. con los ojos muy abiertos, inhalé ruidosamente con la boca entreabierta. Pero en seguida, cerré los ojos y saqué su miembro de mi cavidad solo para ensartarme de nuevo lentamente en él, con las nalgas y el coño bien apretaditos. Estuve empalada en el miembro de H. moviéndome para disfrutarlo por unos 3 minutos, que era lo que nos quedaba desde nuestro acoplamiento accidental hasta que escuchamos el leve toquido en la puerta con el que el masajista indicaba el final de la sesión en el cuarto de vapor.

-Un momento. Vamos a enjuagarnos y salimos en seguida, gracias-. Respondí al llamado del otro lado de la puerta y sin decir nada más, me levanté con cuidado de mi lugar haciendo acopio de todas mis fuerzas para torturar a H. dejándolo a media cogida y sin eyacular, aunque yo también sufriera.

Llevamos a cabo la descompresión de nuestro acto sexual, enjuagándonos en silencio bajo la regadera. Yo no estaba segura de cómo seguirían las cosas entre nosotros ahora que por accidente habíamos cruzado una barrera, que aunque a mí me pareciera tonta, para H. era muy importante. Pero de lo que sí estaba segura era de que no me arrepentía de haberlo hecho; realmente deseaba que pasara y ahora que por fin H. me había penetrado por primera vez, quería seguir repitiendo, aunque fuera por accidente.

Luego del vapor, nos llevaron a meter los pies a unas tinas de agua conectadas a unas maquinitas que me parecieron inútiles, pero ese tiempo nos sirvió para hablar con calma de lo que acababa de suceder, llevándonos a intimar en algunos asuntos de nuestras fantasías y frustraciones. Así me enteré que luego de su embarazo, la esposa de H. jamás le permitía eyacular dentro de ella, aun cuando usara condón. También me di cuenta que H. no cabía de culpa al principio de nuestra plática por haberse permitido romper sus reglas, pero lo alenté a cambiar su estado de ánimo y poco a poco volvió a ser el mismo tipo que me gustaba tanto. Luego se acercó la anfitriona del spa del hotel y nos dijo que la tina de hidromasaje estaba lista. Y dirigiéndose a mí, dijo -Su esposo ha reservado para ustedes nuestro paquete sin límite de tiempo en un jacuzzi privado, que también incluye una botella de vino de cortesía que personalmente elegí para ustedes, esperando que sea de su agrado. Si gustan acompañarme, los espero en la siguiente puerta-

-Jaja siguen pensando que somos marido y mujer. Espero que eso no te haga sentir mal-. Le dije a H. una vez que nos acomodamos sentados de lado a lado en la tina de hidromasaje. -No me siento mal en absoluto. Me llevaste más allá de mis límites y no sé por qué, pero ahora me siento mucho mejor-. Destapamos la botella y junto con el vino empezamos también una deliciosa serie de besos que continuó hasta que volví a sentirme húmeda. El alcohol nos desinhibió a ambos y para cuando las caricias que nos hacíamos estaban en su apogeo, me alejé gateando hasta el extremo contrario de la tina y una vez ahí, paré las nalgas fuera del agua con las piernas un poquito separadas y con mis dedos abrí los labios interiores de mi vagina, dejando expuesta mi entradita, luego miré por encima del hombro a H. que continuaba en su lugar estimulando su verga con una mano -Ya no aguanto, mi amor. Métemelo- H. se hincó detrás de mí, y luego de tomarme por la cintura, me dio las metidas de verga que yo llevaba semanas esperando. Los chasquidos que emitía mi empapada cavidad al ser penetrada se mezclaban con el sonido de mis gemidos y los guturales quejidos que el placer que le daba mi coño sacaban de H. -Dame más duro- le pedí y después de tomarme de los hombros, me ensartó su fierro hasta el fondo una y otra vez, haciéndome gritar hasta que me corrí intensamente minutos después. Luego, quise montar a mi hombre, que recibió mi vagina cuando me abrí de piernas encima de él una vez que se había sentado en el fondo de la tina. -Vas a hacer que me venga, Dulce- me avisó luego de un rato de estarlo montando, con toda la intensión de que le ayudara a sacarme su verga del coño. -Oh, ya no aguanto, Dulce, quítate- y trató de despojarme de mi ansiado premio, pero no se lo permití y seguí montada en él y estrechando mi canal para exprimir su verga. Me acerqué a su oído y le susurré -Dámelo todo, mi amor ¿hace cuánto que no eyaculas dentro de tu esposa?- -No, Dulce, por favor ah, ya no aguanto- -Yo sí voy a dejar que te vengas dentro cuando quieras, papito- y luego de agarrarme con ambas manos de su cuello, cambié mis sentones por un frenético movimiento de cadera de adelante hacia atrás, obligando a  que el vientre de su verga hiciera fricción contra la misma pared de mi vagina que Sergio había estimulado. Poco después, los dos alcanzáramos nuestro clímax casi al mismo tiempo.

Pasamos el resto del día encerrados en la cabaña fornicando como posesos, primero en la salita, en cuanto entramos, luego me dio por el culo en la cocina a la hora de comer y terminamos con otra intensa cogida en la cama como un matrimonio feliz. Al día siguiente, me desperté antes que H. y comencé a mamar su verga mientras él seguía dormido, despertando solo para empujarme con una mano en la nuca hasta hundirme su miembro ya erecto en la boca, haciendo que me atragantara con su semen cuando eyaculó. Antes de retirarnos del hotel, tomamos un baño por separado, con la intensión de que él pudiera lavar cualquier rastro de mi aroma que su esposa pudiera percibir. -Voy a la tienda, guapo, no tardo- Le avisé desde afuera del baño y me encaminé a la recepción del hotel pensando en encontrar a Sergio para disculparme con él por si estaba esperando a que cumpliera mi palabra de regresar. Encontré a mi masajista tomando café en una salita para empleados.

-Hola, Sergio. Pasaba a despedirme y a agradecerte por las atenciones.

El hombre me sonrió, haciendo que las arrugas en sus ojos parecieran más profundas, denotando su edad, y eso me gustó. -Que tengan feliz viaje y por acá los esperamos pronto.

-Gracias, querido amigo. Nos queda algo pendiente, pero de eso hablaremos después-. Se despidió de mi sin poder evitar sonrojarse cuando me le acerqué para besar su mejilla. Regresé a la cabaña y H. ya estaba listo, cuando entré me miró -¿Nos vamos?

Así fue mi primera vez con mi médico favorito. Espero que te haya gustado lo que te platiqué, mi amor. Mi vagina te manda un apretoncito rico y húmedo por si te tocas pensando en mí.

Dulce F.

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