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En un hotel de Madrid

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Jenna vive en Liverpool, estudia telecomunicaciones y habla inglés, español, alemán y ruso. Jenna tiene sólo 20 años y lleva 3 trabajando para pagarse sus estudios. Jenna es inteligente, ambiciosa y guapa. Muy guapa.

Jenna quiere triunfar en la vida, llegar lejos. Y no le importa los obstáculos que deba saltar para lograrlo. Hace 6 años que viene todos los veranos a España a perfeccionar su español. Y desde entonces todos los veranos queda con Pedro, con el que desata toda su pasión.

Pedro es un buen chico, currante, amable, simpático… y tiene una polla de 23 cm que la vuelve loca. El año pasado, Jenna llegó a Madrid en avión. Sabía que Pedro la esperaba y estuvo todo el viaje inquieta. Sólo pensar en lo que podía ocurrir la hacía empaparse. Pero Pedro quería hablar con ella…

Jenna decidió meterse un vibrador con mando a distancia que Pedro la regaló el año anterior. Accionó el botón y tuvo que apretar los dientes para no delatarse. Así aguantó el viaje, pero al levantarse pensó que sus piernas no aguantarían. ¡Qué manera de temblar!

En el aeropuerto estaba él, sonriendo, esperando. La besó y Jenna no aguantó más. El contacto con su cuerpo, su lengua en su boca y su olor penetrante a “macho ibérico” provocaron que se corriera salvajemente entre las vibraciones tormentosas de su regalo.

Jenna sintió una necesidad imperiosa de ir al baño: necesitaba limpiarse y quitarse cuanto antes el vibrador o sino sus jugos serían más que visibles ante todo el mundo. Ya en el baño y cuando se estaba despojando del empapado tanga, alguien entró y la agarró por detrás.

Jenna se relajó al oír la voz de Pedro pidiéndola calma. Más Jenna no quería calma. Jenna quería, más bien necesitaba acción.

-Vaya Jenna, sí que estás mojada, no sabes el tiempo que llevo deseando volver a saborear tus jugos.

-Sácame de aquí, por favor. Vamos a un hotel, o a donde sea. No puedo esperar más.

-Tranquila cielo. Ya está todo pensado.

Pedro había reservado un hotel cerca del aeropuerto y tenía preparada una sorpresa en la habitación…

Un grito ahogado de sorpresa y admiración salió de la garganta de Jenna cuando abrió la puerta 327 de aquel hotel madrileño. Al lado de la cama esperaba una botella de champán y unas cerezas: sus dos pequeños pecados. En la cama esperaba el mismo vibrador anal con el que tanto disfrutaba Jenna cuando Pedro la llenaba el coño de polla y el culo de látex. Pero lo mejor era que la habitación estaba empapelada con las fotos que ambos se sacaron el año anterior: Unas fotos con las que tantas veces se había masturbado en las largas noches de soledad. Jenna sintió sus pezones duros, apretados, encarcelados en un sostén que debía quitarse. Su coño rozando su pantalón palpitaba nervioso, segregando líquidos que ahora sí que saltaban a la vista. A Jenna le temblaba todo. No recordaba cuándo fue la última vez que estuvo tan cachonda.

Pedro, que estaba tanto o más caliente que su querida amiga, la desnudó, besando cada parte de su cuerpo. Sus pechos duros, mordiendo esos pezones que suplicaban clemencia. Recorrió con su lengua toda su tripa mientras Jena jadeaba sabiendo que se acercaba el momento deseado. Llegó Pedro a su coño y se paró a contemplarlo; mojado, abierto, esperándole. Jenna se corrió por segunda vez a los pocos segundos de sentir la lengua de Pedro en su clítoris. Necesitaba la polla de Pedro dentro de ella. Se levantó y tras una breve mamada, se insertó el falo ardiente hasta lo más hondo de su interior. Cabalgó con locura, sin ningún tipo de control de sus movimientos. La droga que era para ella esa polla nubló cualquier juicio que tuviese…

Perdió Jenna la cuenta de los orgasmos que tuvo. Aunque más bien fue uno prolongado en el tiempo que estuvo Pedro dentro de ella. Cuando Pedro sintió que no tardaría en correrse se levantó apartando suavemente a Jenna, tumbándola en la cama boca arriba. apoyó las piernas de Jenna en sus hombros y en esa postura metió el pequeño vibrador anal en su culo lubricadísimo con los jugos que resbalaban desde el coño. Jenna, al sentir entrar el aparato en su culo, dio un respingo y esperó la entrada del pollón de Pedro, sintiéndose plena con sus dos agujeros completos. El coño de La preciosa chica comenzó a sufrir espasmos de placer y poco después, entre gritos y jadeos mutuos una mezcla de líquidos emanó del interior de Jena. Los dos amantes cayeron derrumbados, satisfechos y abrazados cayeron en los brazos de Morfeo.

Al despertar, Jenna se acordó del SMS de Pedro “Tengo ganas de verte. Debemos hablar. Besos”

-Bueno Pedro, ¿Qué es lo que tenías que decirme?

-Simplemente que te quiero…

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