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El sagrado compadrazgo, sexo e infidelidad

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No podía ser, pero ahí estaba, desperté y el simplemente me sonrió y me dio un beso muy tierno en la espalda, ambos estábamos totalmente desnudos, pero él actuaba como si esto fuera ya cotidiano.

Me levanté y con cierto pudor me cubrí aunque era claro que ya me conocía muy bien, me metí a bañar salí cubierta con la toalla y con las ideas más claras me senté en la cama diciéndole que eso había estado mal y que no se repetiría, él sonrió y se sentó junto a mí, me empezó a besar mi espalda y aunque trataba de evitarlo la verdad me gustaba, sus labios me encantaban, cuando me quitó la toalla sabía que era suya, me recostó y casi jugando me acariciaba todo mi cuerpo, no hablaba, simplemente parecía querer memorizar cada parte de mí.

Cuando me mordió mis pezones simplemente exploté, lo acariciaba y el me demostraba su maestría para hacerme suya, movía su lengua y succionaba mi clítoris de tal forma que gritaba como loca, me vacié y el disfrutaba verme así, se paró y me senté, y dócilmente me jalaba la cabeza para chuparle la verga que dicho sea de paso estaba muy buena, me giró e hincada esperé paciente que se jugueteara con mi boyo para luego meterme su fierro de un solo tirón, empezó a moverse con ese ímpetu que tanto me gusto... burlón me susurraba “y eso que ya no querías”.

Yo simplemente cerraba los ojos y mordía la almohada, el movía su verga de una forma que me volvía loca, me volteó y jaló mis piernas se las puso al hombro y me volvió a penetrar, sentía lo grande de su pitote y me vaciaba como loca, pasó un buen rato, sudábamos copiosamente y él se vació dentro de mí, sacó su verga y me jaló, me tragué las ultimas gotas de semen que le salían, se metió a bañar y luego lo acompañé. En silencio nos lavábamos el uno al otro y nos dimos un beso apasionado como despedida. Me vestí y él me esperaba acostado en la cama, le dije que me saldría primero y nos despedimos.

Llegué a la casa y mi marido algo malhumorado me reclamó porque no le había hablado, busqué la respuesta más estúpida y él la creyó pues dejó de pelear, me llevó a comer y la vida continuó para mí como la amorosa esposa, pero al otro día al despedirlo me quedé sola y encerrada en mi recamara trataba de acomodar mis ideas, era su amigo, cuando me lo presentó era un estudiante pero pude ver que tenía buen cuerpo y era guapo, pasó el tiempo en que nuestra amistad se fortaleció aunque no podía negar que cuando podía le veía y me gustaba más, nos casamos y él también, su esposa era muy agradable y ya en confianza pude saber que él era muy buen amante... llegaron los hijos y nos hicimos compadres.

Por alguna razón nos distanciamos y ellos se fueron de la ciudad un buen tiempo, mi marido empezó a tener problemas con la bebida y discutíamos mucho nuestra vida sexual se volvió una ruina y me dediqué a ser una obsesiva ama de casa, los años pasaron y un buen día en un centro comercial alguien tocó mi hombro y al voltear un abrazo espontáneo me esperaba. Era él, mi compadre, pese a los años seguía conservándose muy bien y la playera no ocultaba que estaba más musculoso y la verdad me encantó que me abrazara, abrazó igual a mi marido y quedamos de vernos pronto. Estuve pensando en él y le hablé, quedamos de vernos y ya en el café me enteré que estaba solo en la ciudad. Al despedirnos, por error nos tocamos los labios y eso puso el asunto algo tenso...

En la noche mi marido quiso sexo y no dejé de pensar en el compadre mientras éste me montaba, peleamos en la semana y enojada me salí de la casa, él sabía que siempre acababa en la casa de mi amiga Lety, pero esta vez no sería así. Me fui a un motel y después de tomarme unas copas llamé a mi compadre, él muy relajado entendía que solo quería platicar, pero luego de un rato de platica me empezó a acariciar las piernas sobra decirlo que no tardé en darle la pauta y él simplemente empezó su labor, me besó y la batalla empezó, la ropa cayó rápido y me desnudó completamente, estábamos parados y sus manos enormes y ásperas recorrían, mis pechos y mi sexo, sus besos en mi cuello y espalda me derritieron.

Acostarme y dejar que se comiera mi boyo fue algo increíble, ya cuando al fin se sacó su verga la encontré enorme y preciosa, me la ofreció y me la traté de meter los más posible en mi boca le di una buena chupada, cuando se colocó sobre mi abrí dócil las piernas y él me la enterró de un golpe, suspiré y me entregué al placer, sabia como mover a una mujer y hacerla disfrutar. Después de darme una buena cogida me dejó montarme para que se vaciara, nos entregamos a una tierna sesión de besos y caricias dejando todos nuestros jugos regados en la cama. Me sorprendió cuando sentí que tenía parada la verga de nuevo, me puso de perrita y me cogió así, me acostó y siguió dándome así por atrás, se vino y nos quedamos dormidos....

Una cosa es clara, me encanta estar del lado de las infieles, aunque este hombre sea mi compadre.

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