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Mi primo precioso

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Las primeras relaciones sexuales que recibí fueron muy dolorosas con mi amigo Nino y por esa razón dejé de tener interés en el sexo con hombres a pesar de que me atraían algunos. Aun así, encontraba la manera de disfrutar de mi otra sexualidad metiéndome cosas analmente, lo mejor es que descubrí la vaselina y que me encontré unos bolos de boliche infantil que me metía por su parte de arriba.

Me alejé de Nino y así pasaron 3 intrascendentes años, pero regresó a la ciudad la familia de mi primo Alfredo -mi Fredy precioso- después de vivir unos 8 años en un pueblo lejano. Todo ese tiempo que no lo vi se transformó en un diez y ocho añero muy varonil de ojos divinos y labios muy suculentos, aún seguía delgado pero se veía correoso de músculos; de inmediato me enamoré de él.

No pasó mucho tiempo para que se me presentara la oportunidad de ofrecerle mi cuerpo. Su papá y el mío nos invitaron a un rancho un fin de semana y también estaba invitado su hermano Javier, pero no quiso ir por tener él un partido de futbol. La madrugada de un sábado nos llevaron al rancho y nos regresaríamos el domingo. Esa noche nos acomodaron en un cuarto de cachivaches donde apenas cupo el catre (un plegable de madera con cama de lona) en el que dormiríamos juntos. El cuarto era totalmente oscuro y nos acostamos a tientas. Tan pronto nos acostamos hice como que me dormí y me acosté de lado de tal forma que mis nalgas rosaban su cadera y no sé si lo hizo con intención, pero Fredy se acomodó igual, quedando su verga exactamente tocando mis nalgas. Me dije, aquí es, y moví mis caderas hacia él ejerciendo presión. Lo que vino después me hizo sonreír de felicidad, me abrazó y se movió ondulando su cuerpo para pasar su paquete duro por mi trasero de arriba a abajo, exhalando yo un gemidito placentero.

-¿Te gusta la verga?- me dijo mientras me empujaba y me volteaba boca abajo y él se subía sobre de mí.

-Me gustas tú, Fredy. Eres precioso- Hablábamos bajo porque en otro cuarto cercano dormían los mayordomos del rancho.

-Quítate la ropa-

-Sí, Fredy- mi voz se afeminó y mientras él se levantó y se desvistió al lado del catre, yo acostado me despojé de mi ropa quedando con mis nalgas levantadas. Fredy se subió al catre y tentando mi cuerpo, lo cual me erizaba la piel, se acomodó y buscó mi culo con su pene en mano.

-No encuentro tu culo, tú ponte mi verga- me pidió.

Busqué y encontré su bichola y al tocarla se me escapó un suspiro y un gemidito. Su glande estaba más duro que una piedra y su tronco era largo, puse su verga entre mis nalgas mientras con mi otra mano separaba una de mis nalgas hasta que la coloqué justo en mi orificio.

-Aquí- le dije puta y sensualmente.

Se acostó sobre mí y mi felicidad se multiplicó, pues al ir penetrando mi culo también me abrazó y sentí su pecho en mi espalda y su respiración caliente en mi cuello. Una dicha inexplicable que me provocó estremecimientos y gemidos contenidos, mi macho lo notó.

-¿Qué tienes?- me dijo como preocupado y dejando de penetrarme.

-Estoy gozando, tonto, ¡dame más!

Y siguió entrando sin prisa hasta que su bajo vientre tocó mis nalgas.

-Que a todo dar me aprietas la bichola -me dijo al oído, quedando quieto sobre mí mientras su aliento me quemaba la nuca.

Su voz ronca me excitaba, fui yo quien empezó los movimientos sensuales, levantaba mis caderas suavemente y me revolvía como culebra bajo mi hombre. Sus gemidos me indicaban que eso le encantaba y así seguimos un buen rato.

Me cansé, pues parte de su peso lo sostenía yo y dejé de moverme. Entonces mi Fredy inició con movimientos de vaivén de sus caderas y su bichola durísima entró y salió de mi cuerpo con movimientos lentos, quería gritar de satisfacción pero contuve mi boca, mi piel se erizaba cada vez que me hundía hasta el fondo su verga tal vez por el contacto de su cabeza con mi próstata. Mi macho jadeaba y babeaba, pues yo sentía sus babas caer en mi cuello y mi espalda. Fue un largo tiempo de alucine ensartado en el palo de mi Fredy que no se cansaba de entrar y salir de entre mis nalgas, luego llegó su voluminosa eyaculación que me dejó sofocado, pues se recostó sobre mí y me apretó con sus brazos presionándome con su bajo vientre para refundir toda su verga dentro de mí. Se le escapaban gemidos largos pero silenciosos en mi oído, lo cual me hacía sentir satisfecho de causarle ese gran placer a mi primo, mi novio platónico, mi amante eterno, mi amor imposible. Una vez satisfecha nuestra ansia sexual, nos acostamos de frente y nos besamos mucho y nos acariciamos platicando de lo hermosa que fue nuestra entrega.

Al paso de los años, fui testigo de cómo su verga delgada, durísima y en extremo deliciosa, se engrosó y se enchuecó como tirabuzón, creciendo mucho más. Su cuerpo delgado y correoso fue tomando músculos por doquier llegando a ser un mastodonte precioso. Su rostro ya bonito, se tornó divino. Más de 30 años y aún mantenemos relaciones a escondidas cada vez que nos buscamos. No me explico cómo seguimos disfrutándonos mutuamente, considerando que mi Fredy fue y sigue siendo un macho tan bien hecho, digno de las más hermosas mujeres, como lo es su actual esposa. Yo no soy tan agraciado y tal vez mis nalgas tan redondas y voluminosas, así como mi piel tan fina lo siguen atrayendo; quizá la forma en que lo amo le gusta también. Suspiro y me acuerdo que hace casi un año que no lo tengo haciéndome al amor, lo extraño como siempre. La próxima vez que lo vea le contaré que hice este relato esperando que no se enoje, creo que no lo hará.

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