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El Campamento - Parte 1

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CAMPAMENTO – PARTE 1

Mi cuerpo temblaba de emoción mientras esperaba mi turno para subir al bus.

Desde muy pequeño siempre me habían gustado los viajes y mucho más si se trataba de viajes entre amigos y sin mis padres. Como era normal, a mi edad no había tenido muchas oportunidades de tener viajes de ese tipo, al menos no por más de un día, por eso este viaje me tenía muy emocionado.

A pesar de tratarse de un campamento de la escuela, la experiencia prometía muchas aventuras. Podría compartir cabaña con mis compañeros de aula, hacer natación en el rio y fogatas a la luz de la Luna… De sólo pensar en todas las cosas que íbamos a hacer, mi cuerpo temblaba de emoción.

―¡Adrián! ¡Ven! Siéntate aquí― gritó Pablo apenas subí al bus.

Sin perder tiempo corrí hasta la parte posterior del vehículo, donde se encontraban mis amigos, y me senté entre dos de ellos.

―¡Este campamento será lo máximo! ―exclamó Arturo, quien se encontraba sentado a mi derecha, con sus ojos brillando de emoción.

Al menos yo no era el único emocionado.

―Miren esto ―susurró Cristian, abriendo un poco su mochila delante de nosotros, sólo lo suficiente para que podamos ver el paquete de revistas eróticas que llevaba bien escondidas envueltas en una toalla.

―Full porno clase A ―bromeó, guiñándonos el ojo.

―¡Perfecto! ―exclamó Arturo, aún más emocionado ahora.

―Oigan muchachos… ¿y qué haremos con él? ―preguntó de pronto Pablo, señalando con la mirada al pequeño Jordán, sentado solo, dos filas delante de nosotros.

―Hasta ahora no puedo creer que nos haya tocado compartir cabaña con ese tonto―se quejó Cristian.

―Bueno, tuvimos suerte que nos pusieran a los cuatro juntos, no podemos quejarnos por eso ―añadí, tratando de calmarlos un poco, aunque yo tampoco me encontraba muy contento por aquello.

La selección de compañeros de cabaña se había realizado un par de semanas atrás y por fortuna me había tocado con tres de mis mejores amigos, lo único malo es que el quinto seleccionado había sido Jordán, un antisocial y solitario compañero de aula que a nadie parecía agradarle.

No entendía muy bien por qué aquel chico no se incluía con el resto del aula. No era desagradable de apariencia como para que la gente no quiera acercarse a él. Lo más probable era que tuviera traumas sociales debido a su baja estatura y su piel pálida, o por ser poco atlético y algo torpe… Escuché en algún lado que todo aquello puede crear complejos en las personas…

Sea como sea, tener a Jordán en la misma cabaña con nosotros nos ponía a todos incómodos y ninguno de mis compañeros tenía la intención de ocultar su molestia frente a él.

Todo el viaje hacia el campamento nos la pasamos bromeando y jugando, riendo como locos. Era inicio perfecto para aquella emocionante aventura.

Al llegar al enorme terreno donde se realizaría el campamento, nos formaron a todos en filas, de acuerdo a la cabaña a la que pertenecíamos.

A cada grado se le había asignado cinco cabañas, con cinco alumnos en cada cabaña.

Mis amigos y yo estábamos en la tercera cabaña de nuestro grado. Las cinco cabañas estaban divididas entre hombres y mujeres. Tres cabañas para los hombres, ya que éramos más, y dos para las mujeres. Obviamente las cabañas de las mujeres se encontraban muy lejos de las de nosotros.

―¡Presten atención! ―exclamó el director del colegio, haciéndonos callar a todos de inmediato.

―A cada grado se le asignarán dos consejeros, un hombre y una. Ellos serán responsables de ustedes y deben obedecerles en todo ―explicó el director.

Todos nos miramos entre nosotros, preguntándonos quien nos tocaría como consejero.

―Estos jóvenes son ex-alumnos del colegio que se ofrecieron como voluntarios para ayudarnos con el orden, démosles un aplauso por su ayuda.

Entonces un grupo de jóvenes, entre hombres y mujeres, empezaron a pasar frente a nosotros, entre aplausos y silbidos de todos los alumnos.

Uno a uno los jóvenes fueron asignados a cada grado, empezando desde el primer año hasta llegar a nosotros.

―Ángel y Sara serán los consejeros para Quinto de secundaria ―anunció el director y dos jóvenes dieron un paso al frente.

De inmediato mis compañeros empezaron a mandar silbidos para Sara y las chicas para Ángel. Ambos se veían muy jóvenes, no debían tener más de veinte o veintiuno años.

Sara tenía el cabello largo y la piel morena, con una silueta que de inmediato hizo alborotar las hormonas de todos los adolescentes presentes.

Ángel tampoco se quedaba atrás. Su porte atlético, sus brazos fuertes y su sonrisa de niño lo hacían lucir muy atractivo, lo que provocó de inmediato los suspiros de las chicas.

Luego de unos minutos más de introducción, todos nos dirigimos hacia nuestras cabañas en forma ordenada.

Cristian fue el primero en entrar a la nuestra y de inmediato tomó posesión de la mejor cama del lugar. Arturo entró segundo, Pablo tercero y yo entré cuarto… Jordán, como era de esperarse, fue el último en ingresar y sin decir una palabra se ubicó en la única cama libre que quedaba.

―¿A qué hora es la cena? ―preguntó Pablo, mientras acomodaba sus cosas.

―¿Ni siquiera son las tres y ya estás pensando en la cena? ―replicó Cristian en tono burlón.

―Es que nos dieron libre hasta la hora de la cena, para acomodar nuestras cosas… estaba pensando que podíamos ir a dar una vuelta para conocer el lugar y ver donde se están quedando las chicas ―explicó Pablo y todos asentimos con miradas maliciosas.

De inmediato todos dejamos lo que estábamos haciendo y nos dispusimos a salir.

―¿Vienes con nosotros? ―pregunté a Jordán, quien aún no había dicho una sola palabra desde que llegamos.

De inmediato todos mis amigos se volvieron a mirarme, como si hubiera hecho algo realmente malo.

Jordán se volvió y me quedó mirando sorprendido, creo que él tampoco se lo esperaba.

―¡Claro que no! ―interrumpió Cristian de inmediato― ¡Sólo nos arruinará el paseo!

―No lo vamos a dejar aquí solo ―increpé, sintiendo pena por el pobre muchacho.

―Vamos… él ni siquiera quiere ir… seguro que ni le gustan las mujeres… ¿o sí? ―preguntó Cristian con tono burlo, acercándose y poniendo su mano sobre la cabeza del pequeño.

De inmediato Jordán reaccionó y quitó el brazo de Cristian de forma brusca, provocando la ira de mi amigo, quien frunció el ceño y se acercó más a él,  visiblemente ofuscado.

―¿Todo bien por aquí? ―interrumpió de pronto una voz, sobresaltándonos.

Sin esperar respuesta, Ángel entró en la cabaña y se puso junto a Jordán, mandándole una mirada dura a Cristian.

―¿Estás bien? ―preguntó Ángel, esta vez directamente a Jordán.

―Sí ―susurró el muchacho suavemente, pero se veía sumamente molesto.

―Nosotros ya nos íbamos ―dije y de un tirón saqué a Cristian del lugar.

Todos salimos corriendo de la cabaña, sin ningún rumbo fijo.

―¿Por qué lo invitaste? ―me reprochó Cristian cuando nos detuvimos.

―Me dio lastima… pasaremos cuatro días conviviendo con él, deberíamos intentar llevarnos bien, ¿no crees?

Cristian me miro molesto y luego cambió de tema.

Toda aquella tarde nos la pasamos de aquí para allá, corriendo y jugando hasta que nos obligaron a regresar a la cabaña para alistarnos para la cena.

Al llegar encontramos a Jordán sobre su cama, leyendo un libro, totalmente concentrado.

―Hora de la cena, Jordán ―le dije, apenas entré por la puerta.

―Sí, gracias ―contestó tímidamente, y luego volvió a su libro.

Todos mis amigos me quedaron viendo nuevamente, pero sólo los ignoré y me preparé para la cena. Realmente no me importaba lo que ellos pensaran, no me gustaba la idea de ignorar a Jordán por los siguientes cuatro días.

Aquella primera noche nos la pasamos conversando y bromeando hasta tarde. Si no hubiera sido porque Ángel vino a hacernos callar, nos hubiéramos amanecido conversando.

Al día siguiente las actividades empezaron muy temprano, y como ya me lo esperaba, mis amigos se la pasaron ignorando a Jordán todo el día, como si no existiera, lo que me hizo sentir más lastima por él.

A pesar de pertenecer a la misma cabaña, y la misma aula, Jordán pasó su desayuno y su almuerzo solo, en una mesa apartada de los demás, haciéndome sentir aún más culpable.

Entonces decidí que debía hacer algo para que aquel chico no pasara la cena también solo, si era necesario me sentaría a comer con él, sin importar lo que mis amigos pensaran.

Pero cuando llegó la hora de la cena no pude encontrar a Jordán por ningún lado, no se encontraba en el comedor, lo que me pareció muy extraño.

―Ahora regreso ―me disculpé con mis amigos ―, voy al baño.

Decidido a hacer que las cosas cambiaran con Jordán, me dirigí de regreso a la cabaña, caminando con cuidado para no caerme en la oscuridad.

A pesar de que el lugar tenía postes de luz cada tres metros, a veces era difícil ver por donde caminaba, es más, me costó algo de trabajo encontrar la cabaña en aquella oscuridad.

Luego de algunos minutos perdido, por fin encontré el camino correcto, pero una sombra a lo lejos hizo que me detuviera.

Le tomó unos momentos a mis ojos acostumbrarse a la oscuridad, pero cuando por fin lo hicieron pude reconocer a Jordán a lo lejos, saliendo de la nuestra cabaña.

Por un momento pensé que se dirigiría hacia el comedor, pero el camino que tomó era diferente. Tal vez él, como yo, también se encontraba algo perdido en la oscuridad y no sabía por dónde estaba el comedor, así que decidí seguirlo.

Pero luego de unos minutos le perdí el rastro en la oscuridad. Lo último que pude ver fue que se dirigía hacia las cabañas que se encontraban en el centro del campamento, donde se estaban quedando los consejeros y el personal del colegio.

Caminé por unos minutos entre las cabañas, tratando de hacer el menor ruido posible, pero no pude encontrar rastro de él, parecía que se había esfumado en el aire.

Entonces un pequeño sonido llamó mi atención en medio de aquella sinfonía de grillos que llenaban el ambiente. Era un sonido diferente que despertó más mi curiosidad y me hizo seguirlo hasta una cabaña que parecía tener una pequeña luz encendida dentro, aunque era casi imperceptible desde afuera.

Motivado por la curiosidad me asomé por la ventana, levantando el protector que la cubría para poder observar con mayor claridad.

Entonces me quedé helado por lo que vi… Ángel, el joven consejero de mi año, se encontraba de pie en medio de la cabaña, completamente desnudo, dándome la espalda.

Su cuerpo brillaba con la pequeña luz de la vela que tenía encendida, como si se hubiera echado aceite sobre toda su piel, o como si estuviera cubierto en sudor. Su cuerpo se movía y se contraía, su respiración era agitada pero parecía estar haciendo todo lo posible para no hacer ruido.

Entonces, con un rápido movimiento, Ángel se dio vuelta y me di cuenta que no se encontraba solo… Entre sus brazos estaba Jordán, completamente desnudo, inclinado hacia el frente y con su culo pegado a la pelvis del consejero.

Mi cuerpo se estremeció por la sorpresa… ¡Ángel se estaba follando a Jordán!

Asustado, di un paso hacia atrás y me volví hacia el otro lado, tratando de calmarme para no ser descubierto.

Respiré profundo muchas veces y luego di un paso al frente, listo para salir corriendo, pero la imagen del cuerpo desnudo de Jordán se había quedado grabada en mi mente y me estaba impidiendo alejarme…

Sin entender porque… quería ver más… quería seguir viendo…

Con sumo cuidado volví a levantar el protector y me asomé nuevamente por la ventana.

Ángel se encontraba ahora sentado sobre una silla y el pequeño Jordán estaba subido sobre él, dándome la espalda, acomodándose para recibir el enorme pene de Ángel en su delicado culito.

El cuerpo pálido de Jordán, y su figura delgada, hacían un contraste sensacional con el cuerpo fornido y grande de Ángel. Lo más impresionante era que a pesar de que Jordán era bastante delgado, sus nalgas se veían perfectamente bien formadas, o al menos así parecía a esa distancia.

Jordán rodeó con sus brazos el cuello de Ángel, mientras éste lo sujetaba de las nalgas y lo hacía sentar suavemente sobre su pene, agarrándolo con fuerza, apretando de vez en cuando sus blancas y tiernas nalgas.

A pesar de que no lo creí posible, el enorme pene de Ángel logró entrar completamente en el pequeño trasero de Jordán, y pronto el pequeño empezó a subir y a bajar con suavidad, lanzando gemidos cada vez más fuertes.

Desde donde me encontraba podía ver las piernas de Ángel temblar con cada subida y bajada que daba el pequeño. De vez en cuando el consejero le abría las nalgas completamente, dándome una mejor visión de su pene entrando en aquel rosado agujero.

Sin darme cuenta mi pene empezó a erectarse y pronto estuve tan duro que mi pantalón estaba a punto de explotar

Entonces Ángel levantó a Jordán en sus brazos, sin sacarle su pene, y lo recostó sobre una mesa, iniciando luego un mete y saca brutal que me dejó boquiabierto.

No sé si lo que más me excitaba era ver aquel pene duro entrar en aquel culito tan estrecho o el rostro de placer que tenía Jordán…. Aquel muchacho la estaba pasando de lo mejor, se encontraba en completo éxtasis y no parecía importarle el dolor que aquel enorme pene le debía estar causando al entrar en su ajustado agujero.

Me quedé prendado de aquella escena por varios minutos, con una mano metida entre mis pantalones, masturbándome, incapaz de resistir la tentación a pesar de que me encontraba al aire libre.

Entonces sin poder contenerlo, me vine dentro de mis pantalones, provocándome sin duda el mejor orgasmo que había tenido hasta esa fecha.

Luego de recuperarme de la tormenta de sensaciones que me provocó aquella fantástica eyaculación, me di cuenta de lo que había hecho….

¡Me había masturbado viendo a dos hombres tener sexo!

Avergonzado, y todo mojado, regresé corriendo a la cabaña, de frente al baño a cambiarme de ropa y a darme un baño para despejar mi cabeza.

Pero por más que intentaba no podía sacarme de la cabeza la imagen del pene de Ángel entrando en Jordán, y su rostro de satisfacción…

Sin darme cuenta, con solo pensarlo, volví a tener una erección, pero esta vez no pude terminar ya que mis compañeros entraron de improviso en la cabaña.

―Hey ¿Qué pasó contigo? ¿Por qué no regresaste? ―preguntó Pablo.

―Me sentía mal ―contesté sin saber que más decir.

―No te perdiste de nada bueno… la comida es horrible ―se quejó Arturo.

―Bueno hora de una ducha ―exclamó Cristian y todos empezaron a sacarse la ropa frente a mí.

Por primera vez en mi vida empecé a observar el cuerpo de mis amigos mientras se desnudaban.

Cristian tenía el mejor cuerpo de los tres, algo en lo que nunca me había fijado antes.  Su cuerpo era fibroso y marcado, debido a todo el ejercicio que siempre decía que hacía. Su alta estatura lo hacía ver muy fuerte y varonil.

Pablo, por otro lado, no tenía nada de fibroso, al contrario, era algo más gordito, con piernas anchas y un trasero grande que jamás me había dignado a apreciar en el pasado.

Arturo era un intermedio entre los dos, ni tan fornido ni tan gordito, una perfecta combinación de ambos cuerpos, con unas nalgas que para mí sorpresa empezaron a ponerme el pene duro nuevamente.

¡¿Qué diablos me estaba pasando?! ¿Por qué ahora miraba con deseo a mis amigos?

Me sentía muy confundido… Era como si se me hubiera caído una venda que había llevado en los ojos toda mi vida y que me había impedido ver las cosas claramente.

Entonces la puerta de la cabaña se abrió nuevamente y Jordán entró en silencio, sin siquiera mirarnos, y se dirigió de frente al baño.

A pesar de que intenté no mirarlo, no pude evitar que mis ojos siguieran y registraran todo su cuerpo, en especial aquellas nalgas blancas que había visto hace poco en todo su esplendor.

―Bueno ¿Quién va primero? ―preguntó Cristian.

―Hay que regirnos ―dijo Arturo, y todos se volvieron hacia mí.

―Yo ya me di un baño ―respondí nervioso.

Mis tres amigos empezaron a discutir para ver quien entraría primero, mientras mis ojos seguían inspeccionando sus cuerpos semidesnudos, apreciando ahora los paquetes que escondían entre sus pantalones.

―Yo gané ―exclamó Cristian―. Iré primero.

Entonces todos empezaron a quitarse lo poco que les quedaba de ropa, quedándose completamente desnudos frente a mí.

Había visto a mis amigos desnudos muchas veces en el pasado, pero en ese momento me sentía como si fuera la primera vez que los veía, ya que era realmente la primera vez que observaba a detalle cada centímetro de sus cuerpos.

Cristian, quien era el menos pudoroso de los cuatro, fue el único que no se envolvió de inmediato con una toalla, al contrario, se quedó completamente desnudo frente a nosotros, con su toalla sobre sus hombros, dejando a la luz un suculento pedazo de carne que colgaba provocador entre sus piernas.

Por casi un minuto entero no pude despegar mis ojos de su pene semi-erecto, balanceándose de un lado a otro con cada paso que daba. Era como si aquel pene tuviera algún tipo de campo de atracción que me impedía separar la vista de él. Felizmente mi Cristian pareció no notar mi poco discreta mirada.

Luego de unos minutos más, Jordán salió del baño y se dirigió hasta su cama, empezando a sacarse la ropa también.

Todos los demás lo ignoraron como siempre, pero yo por más que lo intente no pude, mis ojos se iban hacia su cuerpo, motivados por aquellas imágenes que aún se repetían en mi cabeza.

Me costó mucho lograr tranquilizarme y hacer que se me bajara la erección, y una vez que todos terminaron de bañarse y cambiarse todo fue más fácil.

―Hey chicos… a que no saben que tengo aquí ―exclamó Arturo, sacando dos termos de su mochila.

―¿Café caliente?

―Nooo… ―susurró y luego abrió uno de los termos y se lo extendió a Cristian.

―¿RON? ―exclamó éste al oler el líquido que había dentro del termo―… eres un genio.

―¿Nos pondremos a tomar aquí? ―pregunté preocupado.

―¿Por qué no? Una vez que se vayan todos a dormir, nadie nos escuchará.

Mi cuerpo se estremeció al pensar en lo que pasaría si tomaba demasiado y mis inhibiciones desaparecían por completo… Como me sentía en ese momento, seguramente terminaría agarrándoles el pene a todos mis amigos, arruinando mi vida por completo.

¡NO! ¡No debía tomar! ¡Debía intentar mantenerme lo más sobrio posible!

Sin perder tiempo, mis amigos bajaron los colchones de las camas y los pusieron contra una esquina de la cabaña, haciendo un círculo, y en el medio pusieron los dos termos con un pequeño vaso, perfecto para que aquello durara por varias horas.

Con discreción me volví hacia la cama de Jordán, pensando si debía invitarlo de nuevo a unírsenos o si era mejor dejarlo fuera de aquello. Era claro que él no tenía ninguna intención de hacer amistad con ninguno de nosotros, ya que ya se encontraba acostado en su cama, dándonos la espalda. Lo mejor era dejarlo solo… ya que seguramente estaba pensando en el enorme y jugoso pene que se acababa de comer hace unos minutos.

Me costó mucho trabajo y una gran imaginación para poder inventar excusas y evitar tomar como todos los demás, pero luego de pasada la primera hora, ya ninguno de mis amigos estaba lo suficientemente sobrio para darse cuenta de mis intenciones.

―¡Te toca! ―exclamó Cristian, quien se encontraba sentado junto a mí―… tienes que contar tu más oscuro secreto…

Mi mente de inmediato escogió el más reciente de todos… mi creciente y recién descubierto deseo por los hombres.

―No… no tengo secretos ―contesté, incapaz de ocultar mi nerviosismo.

―Vamosssss ―exclamó Cristian, rodeando con su brazo mi cuello―… todos hemos contado… tú también tienes que contarnos el tuyo…

El calor de la mano de Cristian, tan cerca de mi rostro, empezó a calentarme. Ahora con sólo sentir cualquier contacto con su piel mi cuerpo empezaba a arder por dentro.

―Pues… ―empecé, mientras intentaba buscar alguna historia que contarles―… Una vez observé por una ventana a dos personas mientras tenían sexo.

―Noooo… ¿En serio? ―exclamaron Arturo y Pablo casi al unísono.

―¿Qué tal estaba la flaca? ¿Le viste todo? ―preguntó Cristian de inmediato, acercando su rostro hacia el mío, poniéndome aún más nervioso.

―Sí, le vi todo… tenía un buen culo ―contesté, visualizando las nalgas redondas y blancas de Jordán en mi mente.

―Uy… una culoncita ―exclamó Cristian, apretándome con su brazo más hacia él.

Sin poder aguantar más su cercanía, me puse de pie de inmediato, con la intención de ir hacia el baño.

Entonces Cristian me sujetó del brazo para detenerme.

―¿La flaca era tan culoncita como tú? ―dijo y luego me dio una sonora nalgada con su mano libre.

Mi cuerpo se estremeció cuando sentí su mano sobre mis nalgas y me quedé helado, sin saber cómo reaccionar…

¿Realmente era culoncito? ¿Acaso a Cristian le gustaban mis nalgas?

―No jodas ―respondí, avergonzado por haber sido nalgueado frente a mis amigos y porque parecía que me había gustado.

Sin volverme a mirar a nadie, seguí mi camino hacia el baño, escuchando las risas de mis amigos detrás de mí.

Me tomó varios minutos calmarme y bajar la erección que me había ocasionado sentir la mano de Cristian sobre mi culo. Una vez que me sentí más relajado, regresé a donde se encontraban mis amigos.

En sólo un par de minutos todo aquel incidente de la nalgada quedó olvidado y todos siguieron comportándose como siempre, como si nada hubiera pasado, todos menos Cristian, quien se encontraba muy callado, algo bastante extraño en él.

El tiempo continuó pasando y uno a uno empezamos a caer dormidos, ahí mismo donde estábamos. La borrachera que se habían pegado apenas les dejaba mantenerse conscientes.

Sin decirle nada a Cristian, me recosté sobre el colchón junto a él y le di la espalda, tratando con todas mis fuerzas de relajarme para poder dormir un poco.

Entonces sentí que Cristian se acostó a mi lado y empezó a girarse de un lado a otro, como si quisiera acomodarse, luego se giró hacia mí y acercó sus labios a mi oído, tan cerca que su aliento cálido hizo que mi cuerpo temblara.

―Perdona por haberte nalgueado ―se disculpó susurrando y luego acercó su cuerpo un poco más hacia el mío ―, estoy algo tomando.

―No te preocupes ―le respondí suavemente ―. No pasa nada.

―A veces cuando estoy tomado no sé lo que hago ―volvió a decir y entonces sentí su mano posarse sobre mi cintura suavemente, con timidez.

Mi corazón empezó a latir con fuerza al sentir su mano sobre mí, pero no estaba seguro de lo que eso significaba, si había sido un movimiento premeditado o sólo un reflejo…

Entonces Cristian pegó de golpe su cuerpo contra el mío y de inmediato pude sentir su enorme pene apretarse contra mis nalgas.

Mi piel se puso de gallina cuando sentí su pedazo de carne duro y caliente, chocar contra mis nalgas y moverse ligeramente de un lado a otro.

―Pero es que de verdad que tienes un buen poto ―susurró Cristian en mi oído, casi inaudiblemente, con la voz tan apagada que por un momento dude si realmente había escuchado bien.

Entonces Cristian bajó su mano hacia mis nalgas y las apretó sin ningún tapujo, con firmeza, haciendo que soltara un gemido ahogado que fue más de sorpresa que de excitación.

Mi corazón latía fuerte dentro de mi pecho. Mi cuerpo estaba tan caliente que parecía que mi piel ardía en fiebre. Lo único que quería era que siguiera tocándome, que su mano siguiera apretando mis nalgas, que me quitara el buzo que llevaba puesto para poder sentir su mano directamente sobre mi piel.

Pero Cristian no volvió a moverse, se quedó quieto, con su mano quieta aún sobre mis nalgas, y luego de unos  segundos lo escuché roncar junto a mi oído.

Por un momento pensé que podía estar fingiendo, así que no me moví, esperando que empezara a mover su mano nuevamente, pero luego de algunos minutos de espera no resistí más y me volví hacia él, encontrándolo profundamente dormido, con su rostro pegado contra el colchón.

Me quedé observándolo por unos segundos, analizando su rostro por primera vez, concentrándome en las pecas marrones que adornaban su nariz y sus labios carnosos que ahora se encontraban entre abiertos, aplastados sobre el colchón.

Cristian era muy guapo. Nunca me había percatado de ello. Era muy guapo y con un cuerpo muy sexy.

Entonces con la mirada empecé a recorrer su cuerpo y me detuve en su entrepierna, donde aún se podía ver un bulto grande, luchando por mantenerse despierto.

Mi piel se puso de gallina nuevamente cuando la idea de tocarlo pasó por mi mente.

¿Realmente sería capaz de eso? ¿Tocarle el pene a mi amigo mientras dormía?

Pero en ese momento mi calentura era mucho mayor que mis escrúpulos y no pude resistirme a la tentación.

Con suma suavidad empecé a acercar mi mano hacia su bulto hasta posarla encima de él sin llegar a tocarlo, pero tan cerca que pude sentir su calor por sobre la tela de su buzo.

Luego de darle una última mirada a su rostro para cerciorarme que seguía durmiendo, bajé completamente mi mano sobre su pene y pude sentirlo con claridad, aún duro y caliente.

Con cuidado empecé a masajearlo, acariciando cada centímetro que tenía a mi alcance, tratando de recrear su forma en mi mente usando el tacto.

Luego de algunos minutos aquello dejó de ser suficiente…

Quería más… quería sentir su calor… su piel…

Luego de darle otra mirada a su rostro, empecé a tirar de su buzo hacia abajo, centímetro a centímetro. Me tomó algunos minutos pero al fin la cabeza de su pene quedó a la luz.

Al parecer el muy pendejo no llevaba puesto ropa interior.

Sin poder contenerme más metí mi mano y sujeté su pene con suavidad, terminando de sacarlo de su escondite.

No podía creer el tamaño que tenía… Con mi mano apenas cubría parte de su tronco y ni siquiera parecía estar completamente erecta.

Me sentía súper extasiado con aquel pedazo de carne caliente entre mis manos, derramando sus líquidos sobre mis dedos. Era una sensación increíble.

Me pasé varios minutos jugando con su pene en mi mano, recorriendo cada centímetro que tenía a mi alcance, pero pronto eso también dejó de ser suficiente para mí…

¿Y si se la chupo? Nooo… ¿Cómo se la voy a chupar? ¿Y si se despierta? No creo… si no se ha despertado hasta ahora dudo que lo haga si me la meto en la boca… Está muy borracho.

Se la chupo sólo un poquito… la cabecita, para saber a qué sabe… Debo aprovechar porque tal vez nunca tenga una oportunidad como esta… ¡Es ahora o nunca!

El debate en mi mente no duró mucho. Luego de unos minutos de pensarlo ya me encontraba deslizándome hacia abajo, tratando de moverme lo más lento posible para no hacer ruido y despertar a alguien más.

No fue tarea fácil, pero al fin quedé a la altura de su pene y mis ojos brillaron al verlo tan cerca, jugoso y duro, tan apetitoso que me pareció increíble no haberme dado cuenta antes de lo que rico que se veían los penes.

Con lentitud acerqué mis labios hacia la cabecita y su aroma a hombre llegó de golpe a mi nariz, haciéndome estremecer nuevamente. Era una mezcla de sudor, jabón y un olor leve a semen que reconocí de mis largas sesiones de pajas en el pasado.

Su olor no era nada desagradable, así que continué acercándome hasta que mis labios se posaron sobre la cabecita y pude sentir sus líquidos impregnándose en ellos.

De inmediato pase la lengua sobre mis labios y pude sentir el sabor salado de sus líquidos y quedé prendado de su sabor… ¡Quería más! ¡Quería sentirlo todo!

Sin esperar más me metí la cabeza en la boca y empecé a mover la lengua sobre ella, tratando de saborear todos sus líquidos, tratando de tragarme todo lo que podía; luego fui más allá y me metí la mitad de su tronco.

La tenía muy grande, tan grande que no cabía completa en mi boca. Ya su pene se encontraba atascado en mi garganta y aún faltaban unos centímetros para que mi nariz tocara su pelvis.

Como pude empecé a saborear todo su pene, metiéndolo y sacándolo de mi boca con lentitud.

Me embriagaba su sabor salado, el calor que irradiaba, su increíble dureza. Estaba embelesado con su pene y no podía dejar de saborearlo.

Pronto dejó de importarme el resto de las personas en aquella cabaña y me incorporé sobre Cristian, poniendo mi cabeza entre sus piernas para poder comerme mejor aquel suculento pedazo de carne.

Se la chupé por un largo rato, completamente emocionado. Recorrí con mi lengua cada centímetro de su tronco, cada pliegue de su piel.

Si hubiera sido por mí hubiera continuado haciéndolo toda la noche, pero aquel hermoso pedazo de carne no pudo aguantar más y explotó dentro de mi boca de repente, llenándome por completo de su leche caliente y sabrosa.

Por la sorpresa estuve a punto de escupir todo su semen sobre él, pero luego de pensarlo bien decidí que era mejor no hacerlo, ya que sería muy difícil de explicar al día siguiente, si Cristian despertaba con el cuerpo cubierto de su semen.

No, no podía dejar rastro de mi travesura, así que no tuve otra opción que tragarme toda su leche.

Luego de venirse, Cristian continuó durmiendo como si nada hubiera pasado, completamente inconsciente.

Sin poder aguantarme más, le levanté con cuidado y sin hacer ruido me dirigí hacia el baño, cerrando la puerta suavemente detrás de mí. Luego, de un tirón, me bajé los pantalones y me hice una de las mejores pajas de mi vida.

Luego de limpiarme, me quedé mirando mi reflejo en el espejo del baño por un largo rato.

Mi rostro estaba rojo como tomate y había rastros de semen en las comisuras de mis labios.

¿Cómo había llegado hasta ese extremo? ¡Le había chupado el pene a mi amigo borracho y encima me había tragado todo su semen como si fuera lo más normal del mundo!

Pero lo peor de todo, lo que más me preocupaba, era que lo había disfrutado muchísimo.

¿Quería decir eso que era gay? ¿Cómo no me había dado cuenta de eso antes? ¿Por qué ahora?

No podía negarme a mí mismo que había sentido un gran placer al chuparle el pene a mi amigo, o al ver a Ángel metiéndole su enorme pedazo al pequeño Jordán. No podía negar todas las pruebas que tenía frente a mis ojos, todo lo que Cristian me hacía sentir.

Era gay, ya no me quedaban dudas, pero ¿Qué haría ahora? ¿Se lo podría contar a alguien? No, tal vez era muy pronto para eso…

Todo lo que había vivido hasta ese momento en aquel campamento me tenía muy confundido. Sólo una cosa estaba clara en mi mente ahora. ¡Quería probar más! ¡Quería experimentar más!

Ahora que ya sabía lo que se sentía chuparle el pene a un hombre quería volver a hacerlo, y no sólo eso… quería ir más allá… quería sentir un pene dentro de mí… quería saber lo que se sentía ser penetrado, lo que Jordán sintió con Ángel… Quería poner el mismo rostro de satisfacción que aquel pequeño puso cuando recibió ese enorme pene en su culo.

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