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Primera cita - campamento - Parte 3

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Cuando salí de la ducha, Pablo se encontraba sentado sobre mi cama, con la mirada perdida en el suelo. Incluso cuando me acerqué hacia él, no se atrevió a levantar la mirada.

―¿Qué sucede?― le pregunté, sentándome a su lado.

―No puedo creer lo que acabo de hacer… ¿En que estaba pensado? Ahora todos se enterarán de que me gustan los chicos ―exclamó preocupado, agarrándose el rostro con sus manos.

―Hey tranquilo. Yo no voy a decir nada a nadie ―intenté calmarlo.

―¿En verdad? ―preguntó, mirándome por primera vez.

―Claro… no te preocupes ―afirmé con una sonrisa―. Además fui yo quien te provocó.

Pablo me quedó mirando por un segundo y luego sonrió.

―Eso no es del todo cierto ―dijo, despertando mi curiosidad.

―¿Qué quieres decir?

―Realmente crees que me paseé desnudo frente a ti sólo por buscar mi short ―contestó con picardía y luego metió su mano debajo del colchón y sacó su famoso short negro.

―Vee… ¿Tú lo escondiste? Espera… ¿entonces te estabas paseando desnudo para provocarme?

Pablo sonrió pícaramente y asintió con la cabeza.

¿Cómo no me había dado cuenta de eso?

Al parecer ver ese hermoso culo blanco me había entorpecido.

―Lo siento ―dijo, pero no sonó arrepentido.

―No entiendo… ¿Cómo sabías que eso lograría calentarme?

―No lo sabía, por eso sólo me desnudé y dejé que mi culito hiciera todo el trabajo…

Pablo soltó una carcajada luego de decir eso y luego bajó la mirada avergonzado.

―Ya veo… entonces te arriesgaste.

―Es que verte salir del baño con Jordán sembró la duda… así que decidí tomar el riesgo ―explicó.

―¿Qué tiene que ver Jordán en todo esto?

―Jordán es gay… Te lo estabas tirando en el baño, ¿No? ―dijo tranquilamente, como si aquello fuera muy obvio.

―NO… ¡claro que no!… No estábamos tirando… Además, ¿Cómo estás tan seguro que Jordán es gay?

―Mi radar… es bastante obvio ―contestó.

―El radar de nuevo… ¿De qué radar hablas? ¿Qué es eso?

Pablo se rió de mi pregunta y luego precedió a explicarme.

―Para los gays es fácil detectar a otros gays, es como si tuviéramos un radar que puede identificar quienes son de nuestro equipo.

―Ahhhh ya entiendo ―contesté más tranquilo, satisfecho de poder entender por fin de qué había estado hablando Jordán hace un rato.

―Espera, ¿entonces no te estabas tirando a Jordán en el baño? ―preguntó preocupado.

―No, sólo estábamos conversando.

―Vaya… entonces sí que me arriesgué contigo… Cuando te vi salir del baño con Jordán, pensé que eras de esos heteros que se tiran gays de vez en cuando y no quise perder la oportunidad de probar.

Las palabras de Pablo provocaron una sonrisa en mi rostro. Realmente mi amigo tenía un lado oculto muy interesante.

Todo tenía sentido ahora, aunque me pareció raro que aún después de habérmelo follado, Pablo siguiera pensando que yo era hetero.

―¿Tu radar no te dice nada sobre mí? ―pregunté curioso,

―No, ¿Por qué? Tú eres…

El rostro de sorpresa de Pablo era genuino, realmente no tenía idea de que a mí también me gustaban los hombres

―Sí, pero es algo nuevo para mí… tú fuiste mi primera vez ―dije, sintiéndome algo avergonzado a hacerle esa confesión.

―¿En serio? Wow… Nunca lo hubiera imaginado… te vez tan… hetero…

No supe si tomar eso como un cumplido o como una crítica, así que sólo atiné a sonreír.

Ambos nos quedamos en silencio por un momento y luego Pablo me besó de nuevo, deslizando con su suavidad sus labios sobre los míos, jugando con su lengua, muy suave y sensualmente.

No había duda, Pablo era un excelente besador.

―Entonces si me la meterás de nuevo, ¿no? ―susurró en mi oído, encendiéndome nuevamente.

―Claro que sí, no estoy loco para dejar escapar tremendo culo. Me encanta…

Pablo se excitó con mis palabras y empezó a besarme con más pasión, mientras recorría con sus manos mi entrepierna.

Pero el sonido de pasos acercándose hacia la puerta de la cabaña nos alertó, haciendo que nos separáramos de inmediato. Unos segundos después Jordán entró por la puerta, seguido por Cristian y Arturo, quienes no lucían nada contentos.

―¿Cómo les fue? ―pregunté, tratando de disimular mi nerviosismo.

―El maldito nos hizo cargar baldes enormes de agua… me duelen mis brazos horrible ―se quejó Cristian, dejándose caer sobre su cama.

―Estoy exhausto ―suspiró Arturo, dirigiéndose hacia el baño.

Ahora que todos se encontraban en el cuarto, y despiertos, no me atrevía a volver a hablar con Pablo, y mucho menos con Jordán, así que traté de concentrarme en otras cosas, para dejar que el tiempo pasara.

A las seis en punto, el director volvió a nuestra cabaña para escoltarnos hasta la cena y asegurarse de que no nos escapáramos.

Los cinco nos vimos obligados a sentarnos juntos, con el director rondándonos cada cinco minutos, lo que causó un silencio sepulcral en aquella mesa. No sé si fue por la presencia de Jordán o por la mirada que el director nos mandaba cada vez que pasaba, pero todos lucíamos muy incomodos.

Luego de la cena, todos nos quedamos lavando platos y ollas, pero como Cristian, Arturo y Jordán ya habían ayudado temprano a cargar agua, el director nos obligó a Pablo y a mí a quedarnos hasta el final, limpiando la cocina también, después de que todos ya se habían retirado a sus cuartos.

―Esto es inhumano… más parece una prisión que una escuela ―se quejó Pablo, mientras trapeaba el suelo de la cocina.

―Recuérdame darle un lapo a Arturo si se le ocurre otra brillante idea como la de anoche.

―Ni siquiera me acuerdo de lo que pasó anoche ―continuó Pablo―, sólo me quedó la resaca.

Entonces el director entró en la cocina, seguido de cerca por Ángel.

―Uno de ustedes venga conmigo ―dijo y luego nos miró a ambos, esperando que alguno se ofreciera, pero como ninguno lo hizo, molesto levantó su mano y señaló a Pablo ―Tú, ven conmigo. Me ayudarás a llevar las bolsas de basura hasta el contenedor.

Pablo no se quejó, pero la expresión que tenía en su rostro hablaba por si sola.

―Tú termina de limpiar la cocina y luego derechito a tu cabaña. Tu consejero se quedará contigo a asegurarse de que termines de limpiar todo ―dijo, señalando a Ángel, quien dio un paso al frente de inmediato.

Mi corazón dio un vuelco al ver a Ángel parado frente a mí… Aquel chico que había visto desnudo, follandose a Jordán… El mismo chico que Jordán había ofrecido para que sea mi primera vez, mi primer pene...

Las fantasías en mi cabeza hicieron que me sonrojara y bajara la mirada al suelo, avergonzado, y ni si quiera me di cuenta en qué momento el director y Pablo se alejaron del lugar.

―Ya no te falta mucho ―comentó Ángel―, continua.

Haciendo un tremendo esfuerzo para no pensar en su cuerpo desnudo, tomé el trapeador que Pablo había dejado y continué con su trabajo.

―Nunca en tu vida has trapeado un piso, ¿Verdad? ―dijo de pronto, obligándome a mirarlo.

―Nunca tuve la necesidad ―contesté tímidamente.

Ángel soltó una risa suave y luego caminó hacia mí, poniéndome aún más nervioso de lo que ya me encontraba.

―Déjame enseñarte como se hace ―dijo y luego se paró detrás de mí y estiró sus manos hacia el frente para coger el mango del trapeador, atrapándome entre sus duros brazos.

Mi cuerpo se estremeció al sentir el suyo tan cerca, y mucho más cuando sentí algo duro presionando en mi espalda.

―¿Lo ves? ―dijo, mientras movía el trapeador de un lado a otro.

―Sí… gracias ―susurré tímidamente, tan nervioso que mis rodillas parecían temblarme.

Entonces Ángel me dejó libre y dio un paso hacia atrás, dándome algo de espacio.

―Si fueras tan bueno con el trapeador como lo eres espiando a las personas por la ventana, esta cocina estaría ya limpia.

Mi cuerpo se congeló al escuchar sus palabras.

¿Lo sabía? ¿Cómo lo supo? ¿Me había visto? No… estaba muy ocupado… entonces sólo quedaba una explicación… ¡Jordán!

Entonces Ángel se soltó a reír, asustándome aún más.

No entendía bien de qué se reía o qué pensaba hacer después. Lo único que rogaba es que no se pusiera violento, porque con el tremendo cuerpo que tenía no me podría defender de él.

―Tranquilo, Adrián ―dijo entonces, aun sonriendo―. Jordán me contó todo y no estoy molesto, al contrario, me alegra que hayas disfrutado del show.

Mi cuerpo seguía aún petrificado. No tenía idea de qué decir, si disculparme o a agradecerle… Estaba muy asustado.

Entonces Ángel empezó a caminar hacia mí, mirándome tan fijamente y con tanto ímpetu que de forma instintiva empecé a retroceder y a retroceder hasta que mi espalda chocó contra una de las paredes, impidiéndome seguir escapando.

―¿Me tienes miedo? ―preguntó sonriendo, sin dejar de acercarse.

Su mirada era muy intensa y me tenía completamente intimidado.

―No… no… claro que no… es sólo que… ―empecé a decir pero no fui capaz de completar la frase porque Ángel pegó su rostro al mío, tan cerca que pude sentir el calor de su aliento en mi frente.

―Eres muy guapo, ¿Te lo han dicho? ―comentó, restregando su nariz sobre mi frente y mi pelo, olfateando lujurioso.

―Gracias… ―alcancé a decir, casi sin voz.

―Pero lo que más me gusta de ti son esas preciosas nalgas que tienes ―dijo y de un solo movimiento me tomó de la cintura y me dio vuelta, dejándome ahora con el rostro pegado contra la pared.

No me atreví a quejarme o a hacer algún comentario, ya que estaba aún muy asustado.

Ángel me sujetó con ambas manos de la cintura, mientras sus labios recorrían mi nuca de arriba abajo, dando esporádicas mordidas a mis orejas, provocándome pequeños espasmos de placer cada vez que lo hacía.

Entonces empezó a bajar sus manos, ambas al mismo tiempo, con mucha fuerza, apretando luego mis nalgas sobre mi buzo, fuerte, muy fuerte, tanto que no pude evitar soltar gemido de dolor.

―Ouh… despacio… ―susurré, esperando que mi suplica lo hiciera disminuir su fuerza, pero él continuó como si nada, y entonces de un tirón me bajó el pantalón hasta los tobillos.

Ya sin obstáculos, Ángel empezó a recorrer con sus manos mis nalgas desnudas, apretándolas con mucha fuerza, haciendo que me mordiera los labios para evitar quejarme por el dolor.

―Que rico culo tienes… ―me susurró al oído, haciéndome estremecer.

Sus manos empezaron a abrir y a cerrar mis nalgas, dándome pequeñas nalgadas que me hicieron empezar a arder la piel, pero no de dolor sino de placer.

A pesar de que no estaba del todo cómodo con su forma brusca de tratarme, aun así lograba excitarme.

―Quiero comerme este culo ―susurró nuevamente en mi oído y luego su rostro se alejó de mi nuca.

Entonces sentí su respiración sobre mis nalgas y mi cuerpo dio un salto de la impresión. Mi piel se puso de gallina al sentir que se encontraba cerca de mi culo, con sus labios casi tocando mi piel.

Entonces Ángel empezó a dar pequeños besos, lamidas y mordiscos a mis nalgas, mientras me seguía dando sonoras nalgadas.

Todas las sensaciones que estaba provocando en mí me tenían extasiado. Lo único que quería era que siguiera, que me nalgueara más fuerte.

―Que rico culo tienes ―repetía una y otra vez mientras me lamia y mordisqueaba a su gusto.

Entonces sentí sus manos nuevamente sujetar mis nalgas con fuerza y luego las abrió de par en par, dejando mi ano expuesto. Luego pude sentir la calidez de su aliento inundando mi agujero y mi cuerpo volvió a estremecerse.

Todo aquello me estaba volviendo loco, tanto que tuve que taparme yo mismo la boca para evitar lanzar gemidos en voz alta.

Entonces Ángel empezó a recorrer mi ano con su lengua, moviéndola con rapidez de un lado a otro, inyectando una ráfaga de nuevas sensaciones que hicieron temblar mis rodillas.

¡Aquel chico era un genio! Ahora entendía porque Jordán me lo había recomendado.

Ángel me comió el culo por un largo rato, lamiendo y mordisqueando cada rincón mis nalgas, cada centímetro de mi piel, haciéndome conocer placeres que nunca antes había sentido, llevándome a la gloria.

―¡Chúpamela! ―me ordenó luego, poniéndose de pie.

Sin perder tiempo me arrodillé frente a él y de un tirón le bajé los shorts que llevaba puestos, dejando al descubierto su enorme verga, jugosa y caliente.

Mi corazón empezó a latir con gran rapidez al tener aquel pedazo de carne frente a mi rostro, parecía que iba a desmayarme de tanta emoción.

Sin querer hacerlo esperar, me metí su enorme pene en la boca, o lo que alcanzaba, y empecé a chuparlo y a lamerlo con gran esmero, tratando de darle todo el placer que él me acababa de dar en mi culo.

Pero para Ángel mis esfuerzos no fueron suficientes y luego de unos segundos sujetó con fuerza mi cabeza y empezó a penetrarme la boca con fiereza, sin importarle que estuviera casi asfixiándome.

Su pene era enorme y con lo rápido que se movía no me daba oportunidad de respirar, además de que mi garganta se encontraba totalmente llena por aquella enorme verga.

Por más que quise aguantar un poco más, no pude y terminé tirándome para atrás con fuerza para liberarme de las manos de Ángel, quien no se vio muy contento por ello.

―Ven ―ordenó, extendiéndome la mano para ayudarme a levantar.

Aún algo asustado, le extendí mi mano y él tiró de mí con fuerza hasta hacerme parar, luego me dio vuelta y me puso contra la cocina.

―Espera ―dijo y luego fue hasta el otro lado de la cocina y trajo una silla y la puso junto a mí. ―Sube tu pierna aquí ―ordenó.

Yo sólo me dediqué a obedecer a lo que él me decía, aunque aún no se si fue por miedo o por excitación.

Entonces Ángel empezó a comerme el culo nuevamente, regresándome a aquel estado de euforia en el que me había tenido hace unos momentos, haciendo que olvide por completo todo lo demás.

Mi cuerpo temblaba al darme cuenta de lo que estaba a punto de suceder… Estaba a punto de probar mi primer pene ¡Ángel me iba a penetrar! Me iba a meter su pene en mi culito y por fin conocería ese placer que tanta curiosidad me causaba.

Preocupado porque alguien entrara a la cocina, empecé a recorrer con la mirada todo el lugar, atento a cualquier señal de que alguien se acercaba. Fue allí cuando vi mi reflejo en una bandeja de metal que se encontraba colgada del techo.

Me encontraba con un pie en el suelo y el otro sobre una silla, inclinado hacia el frente y con el culo levantado para que mi amante pudiera disfrutar de él.

A pesar de que la imagen era muy excitante, también me hacía sentir como una puta, abierta y lista para ser penetrada por su marido.

―Muy bien, putito―dijo Ángel, despegando su cara de mi culo―. Ahora si te la voy a meter toda ―amenazó y luego pude sentir la cabeza hirviendo de su pene apretarse contra mi agujero.

Mi corazón empezó a latir con fuerza al sentirlo a punto de entrar. Mi cuerpo temblaba de la emoción y del miedo.

Entonces un ruido fuera de la cocina nos asustó a ambos y a la velocidad del rayo nos vestimos y salimos del lugar como si nada hubiera pasado.

―¿Aún sigues aquí? ―preguntó el director al vernos salir de la cocina.

―Sí, señor, acabo de terminar ―contesté nervioso.

―Justo estaba yendo a dejarlo a su cabaña en este momento ―explicó Ángel, apretando suavemente mi hombro con su mano.

―No es necesario que lo acompañes, Ángel, él puede regresar solo. Necesito tu ayuda con unos asuntos.

Ángel se volvió a mirarme con una intensa expresión de decepción en su rostro.

―Está bien ―contesté, y decepcionado me despedí―, buenas noches.

Caminé lentamente hasta salir de la cocina, sintiendo la mirada de Ángel sobre mí todo el tiempo.

No podía negar que también me sentía decepcionado por no haber podido sentir su pene dentro de mí, pero en cierto modo también me sentía algo aliviado. Ángel era un genio cuando de dar placer se trataba, pero su forma dura de actuar no me hacía sentir cómodo. Tal vez aún no estaba listo para estar con alguien como él.

En mi camino de regreso a la cabaña, me puse a repasar todo lo que había sucedido en esa cocina, sonriendo al recordar el placer que me había dado y lo mojado que sentía mi culo en ese momento.

Al llegar me asomé por la ventana para ver si Jordán se encontraba allí dentro. Tenía que hablar con él enseguida, tenía que reclamarle por haber traicionado mi confianza contándole todo a Ángel.

Con suma discreción le hice señas al pequeño para que saliera de la cabaña y afortunadamente entendió a la perfección mi mensaje.

―¡Cómo fuiste capaz de contarle a Ángel sobre mí! ―le reclamé apenas salió, y luego lo jalé hacia unos arbustos donde la luz no llegaba.

―Lo siento… lo siento… pero quería darte una sorpresa. Me di cuenta de que te gustó la idea de que Ángel te penetrara, lo vi en tus ojos. Así que le dije que se acercara a ti de forma discreta. Pero cuéntame, ¿Qué pasó?

―Nada, no pasó nada ―contesté algo molesto.

―¿No quisiste que te penetrara?

―No… bueno sí, estuvo a punto de hacerlo pero el bendito director llegó a interrumpirnos.

―Ohh… ya veo… ¿Pero no pudieron hacer nada de nada?

―Sí, algo… él me chupo allí atrás y yo le chupe su pene.

Jordán esbozó una sonrisa pícara al ver el rubor en mis mejillas.

―Es muy bueno en eso, ¿no? Te hace ver las estrellas.

―Siii ―suspiré al recordar el placer que me dio―… es un genio dando placer.

Ambos soltamos una risa al recordar lo bueno que Ángel era en la cama, recordando nuestras propias experiencias con él. Era extraño como ambos habíamos compartido el mismo hombre y no sentíamos ninguna rivalidad o celos. Al parecer la calentura y el morbo eran más fuertes que todo lo demás.

―Es el mejor amante que he tenido ―concluyó, perdiéndose en sus eróticos recuerdos.

―Sí, lo hace muy bien pero es algo bruto para tratar. Casi me asfixia cuando se la chupe.

Jordán sonrió divertido.

―Sí, a veces puede ser algo tosco, pero a mí me encanta que me someta.

Ambos nos reímos fuerte, olvidando que se suponía estábamos tratando de ocultarnos de los demás.

―¿Adrián? ―escuché de pronto la voz de Cristian.

―Sí, soy yo ―contesté, saliendo un poco de la oscuridad donde estaba para que pudiera verme.

―¿Qué haces? ―preguntó y luego vio a Jordán junto a mí y su expresión cambió de inmediato ―Será mejor que entres porque se supone que estamos castigados y no podemos salir.

―Sí, ahora voy ―dije y luego me volví hacia Jordán, quien tenía en su rostro la misma expresión que Cristian puso cuando lo vio.

―OK, suficiente… ¿Qué diablo les pasa a ustedes dos? ¿Por qué se tienen tanta cólera? ―pregunté, realmente intrigado.

―Eso no es de tu incumbencia ―respondió tajante.

―Hey… no te pongas así conmigo… recuerda que me debes una por haberle contado a Ángel sobre mí, cuando ambos dijimos que no diríamos nada.

Jordán se quedó en silencio, sin tener argumentos para protestar.

―Está bien, pero si le dices que yo te conté te friegas conmigo ―amenazó.

Intrigado, afirmé con la cabeza.

―Cristian y yo crecimos en el mismo barrio, nos conocemos desde que éramos niños.

― ¿En serio? ¿Por qué nunca nos dijo nada?

―Porque en esos tiempos ambos éramos más que amigos…

Mi corazón se detuvo cuando entendí la insinuación de Jordán… Acaso Cristian también era…

―Quieres decir que…

―Cristian y yo solíamos besarnos cuando éramos niños, íbamos a todos lados juntos, dormíamos juntos, y aunque éramos muy pequeños para tener sexo, fue con él que desperté mi apetito sexual.

―No te lo puedo creer… ―suspiré aún impactado por la noticia.

Si lo que Jordán decía era verdad, eso quería decir que lo que Cristian me hizo esa noche no fue producto de la borrachera, sino de sus deseos ocultos.

Una pequeña sonrisa de felicidad se dibujó en mi rostro ante aquella pequeña posibilidad.

―Pero… ¿Qué fue lo que sucedió entre ustedes? ¿Por qué ahora no se pueden ni ver?

Jordán bajó la mirada un segundo intentando que no viera la tristeza en sus ojos.

―Su mamá nos encontró un día desnudos, besándonos y se volvió loca. Luego de eso se mudaron al otro lado de la ciudad y no lo volví a ver hasta inicios de este año, cuando me cambiaron a este colegio ―explicó, y pude sentir la congoja en su voz.

―¿Han hablado de lo que sucedió? ―pregunté luego de un momento, esperando que Jordán siguiera con ganas de responder a mis preguntas.

―Lo intenté pero él no quiere hablarme. Me ignora y me trata como… bueno ya has visto como me trata.

―Entiendo ―susurré y coloqué una mano sobre su hombro.

Entonces Jordán levantó la mirada hacia mí y sus ojos brillaron de forma diferente.

―¿Puedo? ―preguntó y de inmediato entendí a lo que se refería.

Con una sonrisa asentí con la mirada y luego Jordán se empinó sobre sus pies y me besó suavemente, con ternura, como si estuviera sólo acariciando mis labios con los suyos.

Motivado por la calentura del momento, deslicé mis manos por su espalda hasta su trasero, tocando por primera vez aquellas bonitas nalgas que sólo había visto de lejos.

Ambos nos acariciamos y nos besamos por un largo rato, escondidos bajo la oscuridad de los arbustos disfrutando de nuestros cuerpos por primera vez.

―Siempre he quise hacer eso ―dijo Jordán cuando nos separamos.

Yo sólo atiné a sonreír, contento por haber tenido la oportunidad de tenerlo en mis brazos aunque sea por un momento.

―Ahora mejor entremos. Con la suerte con la que estamos hoy seguro el director no demorara en aparecerse por aquí.

Ambos regresamos en silencio hasta la cabaña, a paso lento, y al entrar nos separamos y nos dirigimos a nuestras respetivas camas.

Aquella noche nadie quiso conversar o jugar, todos estábamos tan exhaustos que nadie tuvo ganas de proponer algo, y todos nos fuimos a dormir temprano.

Al día siguiente, el director mismo vino a darnos los buenos días y a asegurarse de que participáramos en todas las actividades de la mañana, aun tratándonos con dureza.

Toda esa mañana, en medio del montón de actividades planeadas por la escuela, yo me la pasé mirando de lejos a Ángel y a Cristian, siguiendo cada uno de sus movimientos, buscando alguna oportunidad para estar a solas con alguno de ellos.

Con Ángel teníamos un asunto pendiente y me urgía completarlo lo antes posible, pero como era el consejero de todo el quinto año era casi imposible encontrarlo solo o tener el tiempo suficiente para terminar con nuestro asunto.

Con Cristian era un tema completamente diferente. Me sentía mal por la situación que había entre él y Jordán y quería ver si existía alguna forma de solucionar ese asunto. Sólo necesitaba un momento a solas con él para poder conversar, realmente no me gustaba verlo con esa actitud.

Pero por más que traté no fue posible quedarme a solas con ninguno de ellos. Lo máximo que conseguí fue pasar dos segundos a solas con Ángel en el baño, los cuales él aprovechó muy bien para agarrarme el poto todo lo que pudo.

Aquella noche era la noche central de todo el campamento y el colegio había organizado una enorme fogata con fuegos artificiales y un mini concierto para todo el alumnado, así que luego de una temprana cena, todos fuimos a arreglarnos para el gran evento.

Las cosas dentro de mi cabaña ya no eran las mismas. Luego de todo lo que había sucedido, mis amigos se comportaban diferente. Ya nadie ignoraba a Jordán y lo trataban como uno más del grupo, todo menos Cristian.

Pablo había cambiado un poco su forma de ser conmigo, ahora se le veía siempre avergonzado y callado cada vez que yo estaba cerca.

Cristian tampoco era el mismo, había dejado de ser ese chico hablador de siempre, relajado y seguro de sí mismo, y ahora se la pasaba callado, lanzándome por ratos miradas extrañas cuando pensaba que no me daba cuenta.

Realmente extrañaba a Cristian, al Cristian de antes, el que me abrazaba de la nada y que me hacia reír todo el tiempo con sus bromas.

Cuando terminamos de arreglarnos, todos nos dirigimos al centro del campamento donde se realizaría el evento, reuniéndonos con el resto del alumnado.

Todos los consejeros estaban presentes con nosotros, todos menos Ángel, a quien no lograba ver por ningún lado.

―¿Adrián? ―escuché de pronto la voz de una chica, una compañera de mi salón.

―Hola Sara, ¿qué tal? ―le saludé cordialmente.

―Bien, todo bien ―contestó fingiendo una sonrisa cordial y luego cambió su expresión ―. El consejero quiere que vayas a tu cabaña ahora mismo, necesita tu ayuda con algo.

Apenas escuché el mensaje, mi piel se puso de gallina. Ángel me había mandado llamar y quería que vaya de regreso a mi cabaña. En ese momento nadie podía estar en las cabañas, todos debíamos estar en el evento, lo que significaba que estaríamos completamente solos y que nadie llegaría a interrumpirnos…

Mi corazón empezó a latir fuerte cuando me di cuenta de lo que eso significaba.

―Gracias, Sara ―respondí y luego empecé a caminar de regreso a la cabaña.

En los bordes del evento uno de los profesores me detuvo, ya que se suponía que no debía pasar de regreso a las cabañas, pero sólo bastó con decirle que mi consejero me había mandado a llamar para que me dejara pasar sin hacerme problemas.

Mis piernas temblaban mientras caminaba en la oscuridad, pensando en sí realmente quería que eso sucediera… si realmente me iba a gustar ser penetrado por alguien tan dominante con Ángel…

Las dudas hicieron que me detuviera frente a la puerta, quedándome inmóvil allí por casi un minuto entero.

Cuando por fin decidí no entrar y alejarme, alguien me tomó del brazo y me jaló hacia dentro de la cabaña.

―Cristian ―susurré apenas lo reconocí―, pero ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está el consejero?

―No hay ningún consejero ―explicó él, nervioso―. Yo inventé todo eso para poder hablar contigo a solas.

Sus palabras desataron un ligero cosquilleo en el estómago, junto con una extraña sensación de alegría.

―Sí, dime… ¿Qué sucede?

―Lo que sucede es que… bueno, quiero saber que te contó Jordán de mí ―dijo y su mirada se veía suplicante, no había rastro de molestia o enojo en su rostro.

Me quedé paralizado un momento sin saber que decir. Jordán me había pedido explícitamente que no le contara nada a Cristian y no era mi estilo fallar a mi palabra, pero por otro lado el rostro suplicante de mi amigo era muy difícil de ignorar.

―¿A qué te refieres? ―pregunté, haciéndome el tonto ― ¿Qué tenía que contarme?

―Olvidalo… olvídalo… ―dijo de pronto, pero en su rostro pude ver que había algo más que quería decirme.

―Adrián… ―dijo entonces, mirándome de frente, dejando de lado los nervios que tenía hace unos momentos―. La otra noche… la noche que nos pusimos a tomar y dormimos en la misma cama…

Mi cuerpo se heló al darme cuenta de que se refería a la noche en la que le chupé su pene mientras dormía. ¿Acaso se había dado cuenta de eso?

―Yo recuerdo todo lo que pasó esa noche ―continuó, sin quitarme la vista de encima.

Mi rostro palideció con sus palabras. ¡Se había dado cuenta! ¿Qué haría ahora? ¿Cómo me excusaría?

―No quiero que pienses que soy un mañoso o un pendejo que manosea a sus amigos cuando esta borracho ―siguió diciendo y entonces entendí a lo que se refería. Él no estaba hablando de la chupada que le di, sino de la agarrada de nalgas que él me dio antes de quedarse dormido.

―No soy así, nunca lo ha había hecho antes, es sólo que… bueno… es que tu…

―¿Yo qué? ―pregunté, sin entender a qué se refería. ¿Acaso fui yo quien lo provocó?

―Tú me gustas, ¡¿Esta bien?! ¡Me gustas mucho!

Me quedé inmóvil, sin saber que decir y nuevamente el cosquilleo en mi estómago regresó más fuerte que nunca.

―Lo lamento… Si no me quieres volver a hablar yo lo entenderé ―dijo, bajando la mirada, avergonzado.

Con una sonrisa leve en mis labios, caminé hacia él y  tomé su rostro con ambas manos.

―Tú también me gustas ―susurré y luego le planté un beso en los labios.

El cuerpo de Cristian empezó a temblar cuando junté mis labios con los suyos, al parecer lo había tomado por sorpresa, pero no le duró demasiado ya que luego de unos cuantos segundos empezó a besarme apasionadamente, acariciándome mi rostro y mi espalda con sus manos.

―No puedo creerlo ―suspiró en mi oído y luego continuó besándome.

Mi cuerpo temblaba con cada beso que me daba, con cada caricia, de manera muy diferente a como temblaba con las caricias de Ángel o Pablo. Había algo más que calentura entra Cristian y yo, lo que hacía todo eso mucho más placentero.

Las manos de mi amigo empezaron a bajar por mi espalda tímidamente, como si estuviera tanteando mi reacción, pero como no hubo ninguna protesta de mi parte continuaron su camino hasta llegar a mis nalgas, sujetándolas suavemente, con ternura, dando pequeños apretones que aceleraban mi respiración.

―Me encantas ―susurró y luego empezó a besarme el cuello y la barbilla, deslizando sus labios por mi piel tan suavemente que me hacía suspirar, me encendía por dentro.

Entonces sus manos se deslizaron hacia el frente y empezaron a desabotonar mi pantalón, siempre lanzando miradas rápidas a mi rostro para cerciorarse de que estuviera de acuerdo.

Le tomó sólo un momento liberarme de mis prendas y luego empezó a acariciarme ya las nalgas desnudas, haciéndome suspirar con cada rose de sus manos.

Sin querer quedarme atrás, desabroché también sus pantalones y se los bajé completamente, sujetando de inmediato con ambas manos aquel duro pene que ahora se alzaba libre de su prisión.

Ambos nos acariciamos desnudos por un buen rato, disfrutando de nuestros cuerpos al máximo.

Entonces Cristian hizo una pausa y se volvió para mirarme.

―¿Estás seguro de esto? ―preguntó.

Sus palabras me hicieron esbozar una sonrisa y estuve muy seguro de lo que quería en ese momento.

―Hazme tuyo ―le susurré y vi su rostro encenderse con una sonrisa.

Con suavidad, Cristian empezó a guiarme hasta su cama y ambos nos tumbamos sobre ella sin dejar de besarnos y acariciarnos.

Con un movimiento rápido me subí sobre él y empecé a deslizarme hacia abajo hasta llegar a la altura de su pene, que se encontraba tan jugoso y ardiente como lo recordaba.

Sin mucho preámbulo me lo metí en la boca y empecé a chuparlo con muchas ganas, subiendo y bajando, lamiendo cada centímetro de su tronco. Luego bajé hasta sus huevos y empecé a darles besos y a lamerlos suavemente, lo que no había tenido oportunidad de hacer aquella noche.

Cristian suspiraba con cada lamida que le daba, cada vez que me metía su pene en la boca, podía ver en sus ojos todo el placer que sentía.

Luego de un largo rato disfrutando de aquel rico pedazo de carne, Cristian me agarró con sus brazos y me tumbó en la cama, boca abajo, subiéndose sobre mí y presionando mis brazos con los suyos contra la cama.

Con sumo cuidado empezó a besarme la nuca y el cuello, recorriendo con su lengua suavemente mi piel, haciéndome suspirar y gemir calladamente. Luego empezó a bajar por mi espalda, con su lengua recorriendo toda mi espina, dando pequeñas mordidas de vez en cuando que me hacía aullar de placer.

Entonces sentí sus labios empezando a recorrer mis nalgas y mi piel se puso de gallina de inmediato. Sus caricias me hacían suspirar. Su lengua parecía generar electricidad cada vez que tocaba mi piel.

Luego con sus manos sujetó mis nalgas y las empezó a abrir suavemente, dejando al descubierto mi hoyito.

Cristian introdujo su lengua entre mis nalgas y empezó a lamer cada rincón de mi ano, provocándome espasmos de placer que me tenía extasiado.

Era una delicia.

Luego de un momento, mi ano nuevamente se encontraba mojado y listo para ser penetrado, pero esta vez no tenía ninguna duda al respecto. Quería sentir un pene adentro pero más que todo quería que sea el pene de Cristian. Quería que fuera él quien me penetrara por primera vez.

―Si te duele me avisas ―dijo mi amigo en un susurro y luego se recostó sobre mí, poniendo su pene en la entrada de mi ano.

El calor y la dureza de su miembro me hicieron estremecer el cuerpo entero. La emoción parecía desbordarse por mis poros.

Entonces poco a poco Cristian empezó a empujar su pene y mi ano empezó a ceder.

―Ouh… me duele ―exclamé al sentir un dolor punzante en mi culito y Cristian se detuvo de inmediato.

―Lo siento ―se disculpó.

―Sigue,  creo que puedo aguantar ―le dije, deseoso de seguir sintiéndola.

― ¿Estás seguro? ―preguntó él preocupado y al ver la sonrisa en mi rostro, continuó con su trabajo.

Poco a poco aquel enorme pene empezó a abrirse paso dentro de mí, generando muchas sensaciones nuevas, y a pesar de que el dolor aún no cedía, también podía sentir un placer extraño que me hacía querer más y más.

Cuando por fin todo el pene de Cristian entró en mí, se dejó caer sobre mi espalda y me dio varios besos en la nuca mientras me susurraba lo mucho que le gustaba.

Por algunos segundos ambos disfrutamos sin movernos de aquella conexión de nuestros cuerpos. Su pene duro y caliente se encontraba completamente dentro de mí, podía sentirlo palpitar, llenándome de una cálida sensación que me generaba un gran placer.

Entonces Cristian se incorporó y empezó a sacarlo lentamente y luego a volver a meterlo poco a poco para que no me doliera.

Luego de unos cuantos minutos de un vaivén lento, empezó a aumentar el ritmo, entrando y saliendo con más rapidez y fuerza, haciendo chocar su pelvis contra mis nalgas en cada una de sus embestidas.

―Cambiemos ―dijo de pronto y sin sacarme el pene de mi culo me giró sobre la cama hasta quedar boca arriba, luego subió mis piernas sobre sus hombros.

―Así puedo verte cuando te la meto ―dijo y empezó a moverse nuevamente.

La sensación era diferente en esa posición. Su pene entraba de forma diferente y me provocaba más placer que en la otra pose.

Cristian se abrazó a mis piernas y empezó a penetrarme más y más rápido, con fuerza. Podía ver el placer en su rostro, la pasión con la que me follaba.

Entonces entendí aquel placer que había visto en el rostro de Jordán y Pablo, el placer de sentir un pedazo de carne hirviendo taladrándote el culo. Jordán tenía razón, era la mejor sensación del mundo.

Luego de un largo rato en esa pose, Cristian me giró nuevamente y me puso en cuatro patas, sujetándome de la cintura con ambas manos para ayudarse con la penetración.

―¡Que rico culo tienes! ―exclamaba mientras me penetraba, jalándome de la cintura y haciendo chocar mis nalgas contra su pelvis.

Después de una larga sesión de sexo, Cristian no pudo aguantar más y se vino dentro de mí, llenándome por dentro de leche caliente que terminó por coronar aquella noche de nuevos placeres.

Cansados, ambos caímos rendidos sobre la cama.

―Eso fue increíble ―susurré agitado, tratando de recuperar el aliento.

―Sí… increíble ―contestó él, más agitado que yo.

Sin decir una palabra ambos nos abrazamos y nos quedamos en silencio, descansando después de tanto placer.

―Adrián… ―dijo de pronto Cristian―, te gustaría… no sé, ir al cine conmigo el domingo… si no estás muy ocupado.

―¿Me estas invitando a salir? ―le pregunté con una sonrisa, divertido al ver la cara de vergüenza que llevaba.

―No me hagas hora ps… estoy hablando en serio ―contestó con su rostro rojo de la vergüenza.

―Sí, claro… me gustaría.

Cristian dibujó una bella sonrisa en su rostro y luego me envolvió en sus brazos y me llenó de besos el rostro.

Para cuando regresamos al evento, ya estaban terminando los fuegos artificiales y el concierto estaba por comenzar.

―¿Dónde estaban? ―preguntó Pablo, mirándome con sigilo, como si sospechara algo.

―Que te importa ―le contestó Cristian y pasó su brazo sobre mis hombros y me atrajo hacia él, de forma cariñosa, como nunca lo había hecho.

―Hey Pablo ―exclamé―. Recuérdame que te presente formalmente a Ángel, estoy seguro de que los dos se llevarán muy bien.

Pablo asintió con la cabeza sin entender bien el significado de mis palabras

Entonces Jordán apareció entre la multitud y se acercó a nosotros, trayéndonos unos vasos con gaseosa que los profesores estaban repartiendo.

―Gracias, Bro ―dijo Arturo cuando recibió el suyo.

Jordán repartió los vasos y recibió las gracias de todos, hasta que llegó a Cristian y ambos se quedaron en silencio.

―Gracias Jordán ―dijo Cristian de pronto y le extendió la mano.

Jordán me miró confundido pero no dudó en estrecharla, con una gran sonrisa dibujada en sus labios.

Al final de aquel campamento, regresé a mi casa totalmente cambiado, con un nuevo amigo y un posible novio. Como lo imaginé antes de subirme a ese bus, aquel viaje fue el más emocionante de mi vida.

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