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Verónica, una lectora que se convierte en uno de mis relatos

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Hace alrededor de unos tres meses que comencé a compartir algunos relatos por este medio.  He publicado 15 relatos y aproximadamente un cuarto de millón de lectores los han leído según las estadísticas de este medio, mas sin embargo fue hasta hace un mes y medio que comencé a recibir algunos correos electrónicos relacionados a mis relatos.  Algunos fueron para felicitarme, otros para llenar ciertos cuestionamientos, también hubieron esos que de alguna manera intentan recrear el sexo de una manera cibernética, la cual es respetable pero de la que personalmente no profeso.  Pero un día me escribió Verónica, de quien originalmente pensé se trataba de otra chica que gustaba del sexo cibernético, hasta que me demostró que realmente ella buscaba un encuentro personal.

Aquí les comparto este relato desde el primer correo electrónico, hasta el día que nos encontramos en un hotel de la Florida.  Y es así como comienza esta nueva historia:

Correo electrónico de Verónica:

Sr. Antonio Zena, le felicito por su don de narrativa.  He leído todos sus relatos y me han gustado mucho.  Me identifico con Nadia, creo que esa es una buena historia.  Gracias por compartirnos sus experiencias.

Verónica

Otro correo electrónico de Verónica:

Sr. Antonio Zena, se que ha de ser un hombre muy ocupado y disculpe que le moleste con esta nota.  Me gusta como usted escribe y déjeme decirle que siempre estoy pendiente de sus escritos. Hay algo de usted que me atrae sin conocerlo, pero parece ser una persona muy culta y me gustaría realmente conocerlo más.

Verónica

Mi respuesta:

Verónica, gracias por tomarte el tiempo en leer mis relatos y te agradezco tus notas.  No sé que más quisieras conocer de mí, pues creo que mis escritos me delatan de la persona que realmente soy.  Una vez más, agradezco tu tiempo.

Tony

Correo de Verónica:

Sr. Zena, gracias por contestar mi correo.  Créame que me he puesto nerviosa al leerlo, pues llegué a pensar que realmente usted no era una persona real.  Tengo una idea de cómo usted es, pero me gustaría saber cómo es personalmente.  Me podría regalar una foto suya.

Verónica

Mi respuesta:

Verónica, realmente no tengo amigos cibernéticos y soy muy discreto a través de estos medios.  Para darte una idea, mi nombre real es otro y Tony Zena es simplemente un seudónimo que uso.  No me gusta compartir fotos, ni te aconsejo a ti que lo hagas.  Vivimos en un mundo bastante complicado y peligroso.  Hay que tener mucho cuidado.

Correo de Verónica:

Sr. Zena, gracias por su honestidad y yo quiero ser honesta con usted.  Realmente me gustaría conocerlo personalmente.  No soy muy bonita como las mujeres que describe en sus relatos, pero tampoco me considero fea. Vivo en xxxxxxx, Florida, tengo 18 años y estoy en mi primer semestre en un colegio comunitario.  Por alguna razón me atraen los hombres mayores.  Le envío mi foto para que me conozca y vea que le hablo en serio.  Realmente me gustaría saber cómo es usted.  Regáleme su foto, no sea malo.  Esto siempre quedara entre usted y yo.  Se lo prometo.

Verónica

Mi respuesta:

Verónica, eres una chica muy bonita.  Sin intención de ofender, pero pareces una niña de 15 años.  ¿Segura que tienes 18? ¡Yo tengo mis dudas!  Mira, eres una chica muy atractiva, ¿segura te quieres involucrar con alguien de mi edad? ¿Qué pasa con los chicos de tu edad?

Correo de Verónica:

Sr. Zena, gracias por su cumplido y como le dije, me atraen los hombres mayores y que sean altos.  Le parecerá chistoso, pero yo soy chaparra, apenas me acerco a los cinco pies (metro 52cm), pero me gustan los hombres altos y usted se describe de una altura de 6 pies (metro 82cm).  No sabe como espero sus respuestas, pues pienso que me regalará su foto.

Mi respuesta:

Verónica, es muy halagador de tu parte que muestres interés en mi sin conocerme, más que por mis relatos.  Te envío mi foto adherida a esta nota, y quizá de esta manera rompas ese idilio que te has formado de mí.  Si ya no me vuelves a escribir, te entenderé.

Correo de Verónica:

Sr. Zena, déjeme decirle que usted es un hombre muy guapo.  Ahora entiendo el por qué de la suerte con las mujeres.  Definitivamente me gustaría conocerlo personalmente y ver si el destino tiene una aventura para usted y yo.  Dígame Sr. Zena, que me haría si nos encontráramos a solas.

Mi respuesta:

Verónica, no soy el tipo de hombre que me gusta el sexo cibernético.  Infortunadamente no le encuentro sentido y hasta me parece patético.  Respeto los gusto de los demás, pero esto no es lo mío.

Correo de Verónica:

Sr. Zena, disculpe, no fue mi intención.  Yo tampoco quiero sexo cibernético.  Me gusta lo que usted dice en unos de sus relatos, que no le gusta ni masturbarse usted mismo, pues es como intentar hacerse cosquillas uno mismo.  Siendo honesta con usted, yo si me masturbo y desde que leo sus relatos lo hago más a menudo.  Me identifico con Nadia en su historia, pues al igual que ella sigo siendo virgen, nunca he tenido penetración de ninguna clase y por eso que esa historia me gusto mucho.  Realmente quisiera conocerlo personalmente y tener una experiencia como la que tuvo Nadia con usted. ¿Qué dice?

De esta manera, hubo decenas de correos electrónicos con Verónica.  Al igual que ella, yo estaba pensando en mi seguridad, pues uno nunca sabe con quien realmente se comunica por estos medios.  Creo que tomamos todas las prevenciones correspondientes y después de enviar otras fotografías mostrando a la vez el periódico local y sus fechas, nos dimos el teléfono celular y nos comenzamos a hablar.  Al otro lado de la línea se podía escuchar la voz de una niña que al principio me pareció extremadamente tímida, que no encontraba relación entre sus correos electrónicos y la chica con la que hablaba.  La del teléfono parecía ser muy tímida.

Después de algunos días de hablar y enviarnos correos, Verónica se fue abriendo y sintiéndose más libre en hablar.  Debo decir que se comunica mejor en ingles, pues a pesar que es mexicana de nacimiento, ella domina mucho mejor el idioma de Shakespeare, pues vino a este país con apenas 3 años.  Me cuenta de su intimidad, me da a saber que se masturba diariamente y que imagina que soy yo quien me la cojo y le quito la virginidad.  Dice que nunca se ha penetrado o la han penetrado con nada y que la única ocasión que estuvo a punto de conocer el sexo anal, fue con un su noviecito que por la inexperiencia de su edad, no sabían lo que hacían y que fueron interrumpidos pues sus hermanos hacían acto de presencia en aquel momento.

Hemos venido platicando por algunos días de cómo hacer que nuestro encuentro suceda y finalmente lo concertamos para las últimas fiestas de acción de gracias que celebramos aquí en el país.  Obviamente, ella no iba al colegio toda aquella semana, pero me dijo que los únicos días disponibles eran; lunes, martes y miércoles.  Los demás días, toda su familia se encontraría de vacaciones para aquella semana.  Me da los nombres de algunos hoteles alrededor de donde vive, y también agrega que solamente podría salir esos días entre las 8 de la mañana hasta las 3 de la tarde, pues sus padres deben encontrarla en casa.  Nos ponemos de acuerdo y aquel día lunes, salí en horas de la madrugada rumbo a esta ciudad del estado de la Florida, lo cual me tomaría alrededor de 6 horas conduciendo.

Llegué, y para eso de las 8:30 de la mañana, ya me había registrado en el hotel y le envío un texto diciéndole que ya estaba ahí, y por eso de la seguridad de ambos, habíamos acordado encontrarnos en el restaurante ubicado en el mismo hotel.  El viaje fue bastante cansado, pues con ese afán e imaginar que me estaría cogiendo a esta bella chica que se describía como virgen, pues como que eso me reanimaba después de un viaje en coche sin descansos, pues solamente pare un vez para llenar el tanque de gasolina.  Le pido de favor a la recepcionista del restaurante que alguien vendrá en busca de mí y le doy los detalles, y al igual le envío por texto los detalles a Verónica.

Obviamente como siempre en la vida, esos minutos se tornan largos, al punto que pensé que todo aquello era una broma y que esta chica que se identificaba con el nombre de Verónica, debería estarse burlando de mí por el plantón  que me había dado.  Ya un poco desesperado, de repente vuelvo a ver en dirección a la entrada y veo a esta niña que está siendo dirigida hacia mi mesa.  Me levanto para saludarla, y Verónica parece una muñeca, una chica muy linda cuyas fotos no le hacían realmente justicia. Su cabello suelto, lacio, largo y negro le llegaba hasta los glúteos. Ojos redondos y oscuros y bien delineados, cejas bien recortadas, nariz diminuta y puntiaguda, y en sus labios había un roció rojo y fresco.  Para aquel instante me presenté con mi verdadero nombre, pero Verónica y que cuyo nombre es realmente Verónica, siguió llamándome Tony, pues creo que ya era cuestión de costumbre.  Llevaba una blusa roja y una falda blanca por arriba de su rodilla, y pude observar que sus piernas eran proporcionalmente simétricas a su lindo y pequeño cuerpo, pero bastante gruesas.  Estimé que entre sus piernas y trasero, ahí se acumulaban proporcionalmente el peso de esta muñeca que no debería de pesar más de 110 libras.  Nos saludamos con un corto beso por sobre los labios, y supe que aquello vendría a convertirse en una realidad.

Quizá por el tiempo que teníamos en comunicarnos a través de correos electrónicos y el teléfono, la plática fue mas de confianza y llevadera.  No sucumbimos al tema sexual, fue más que todo un ambiente para romper el hielo.  Obviamente los dos nos extendimos cumplidos el uno al otro y quizá lo único sexual que llegó en los primeros minutos, fue cuando Verónica al verme comer un coctel de frutas y tomar jugo de toronja, me recordó lo que algunas veces las muchachas con las que he tenido sexo oral y he hecho parte de mis relatos, algunas enfatizan el sabor a frutas que tiene mi esperma: Quizá sea por eso.  –dijo verónica en referencia.  Lo demás fue más trivial, quizá porque sabíamos que eran las nueve de la mañana y tendríamos hasta las tres de la tarde para saciarnos nuestros instintos.  La verdad que la primera hora de conocernos fue una que parecía una entrevista entre un escritor y lector.

Después de consumir algunos jugos y frutas, la invito a pasar a mi habitación de hotel y le vuelvo a recordar que no se sienta obligada a nada, que si ella no lo desea, puede retirarse a su casa y que no habría problema.  Me aflige y me desespera con su silencio, pero después de una pausa responde con un afirmativo diciendo: Pasemos.

Debido a la temporada festiva, no pude reservar una habitación regular, y tuve que alquilar una suite la cual cuenta con un baño bastante grande y un jacuzzi que realmente invita a darse un delicioso masaje.  Vamos por los pasillos hablando y haciendo algunas bromas y es en el ascensor donde la plática se vuelve seria y donde cada quien comienza a poner las reglas a seguir:

—¿Estás en algún control de natalidad?

—No. –contesta ella.

—¿Estás nerviosa?

—¡Un poco!

Me le acerco y la abrazo y siento que su cuerpo tiembla y se estremece contra mi pecho.  Huelo su perfume, me gusta con luce y huele su cabello, levanto su infantil rostro y de nuevo le doy un beso por sobre los labios.  Ella corresponde y abre la boca, como invitándome a penetrarla con mi lengua.  No es posible, pues el ascensor para y otros huéspedes lo abordan.  Verónica me ha tomado del brazo y pienso que las personas que han abordado el ascensor han de pensar que es mi nieta, o que quizá soy un pervertido que le gusta asaltar cunas.  Como sea, es una sensación extraña estar llevando del brazo a una chica que literalmente puede ser mi hija y Verónica con su rostro infantil y su diminuto pero bien formado cuerpo, realmente aparenta tener, trece o catorce años.

Llegamos al piso donde esta mi habitación, los pasillos parecen vacíos y me tomo la libertad de llegar a su bien pronunciada cintura con mis manos.  De nuevo ella me corresponde invitándome a besarla y esta vez sí es un beso francés y lo alargamos por algunos segundos.  Sé que sigue nerviosa, pues siento ese temblar de su cuerpo.  Abro la habitación, la invito a pasar y veo que le agrada, sus ojos me lo expresan con su brío.  De nuevo comienzo a establecer lo que yo espero y también espero que ella me comunique lo que espera de nuestro encuentro, así de esa manera no incomodar al otro:

—¿Tienes algunas condiciones, reglas que seguir?

—¿A qué se refiere?

—Cosas que a ti no te gustan… hay mujeres que no les gustan que les acaricien los senos porque les da mucha cosquilla, otras no quieren saber nada de sexo oral… cosas por el estilo.

—Yo estoy como su personaje Nadia, no se mucho…

—Nadia no quería ser penetrada en su vagina hasta llegar a casarse.  ¿Tú esperas lo mismo?

—Quizás no… yo quiero conocer todo lo relacionado al sexo junto a usted.  Usted sabe de lo que habla y ya lo ha vivido.  Tengo la mente abierta para lo usted me quiera enseñar el día de hoy.

—Me parece que no tienes muchas excepciones. Dime, ¿cuándo te viene tu periodo?  ¿Eres regular?

—La próxima semana, entre cinco días… y si, mi periodo es muy regular.

—Bueno, tus posibilidades de salir embarazada son muy mínimas, pero de todas maneras creo que debes tomar la píldora del siguiente día para más seguridad.  ¿Sabes de la píldora?

—Sí, he escuchado sobre el tema.

—Bueno, en ese caso y con todo bien claro, lo último que me gustaría ver, es tu identificación, tu licencia de conducir.

—¿De veras la quieres ver?

—Verónica, ¿tu sabes cuantos años de cárcel son para alguien que tiene sexo con una menor de edad?

—Pero es muy decisión mía…

—Aunque así sea.  Si eres menor de 18, no puedes dar consentimiento.  La ley no lo ve así.

Verónica saca de su bolso su identificación y confirmo que hace cuatro meses que cumplió su mayoría de edad.  En este caso, Verónica es la chica más menor con la que me involucro sexualmente.  La invito a que se sienta cómoda, le muestro toda la habitación, abrimos la ventana que tiene vista al mar.  Creo que es Verónica la que se siente más desesperada para que yo tome los pasos a seguir, pues de alguna manera yo vengo siendo el alfa.  La invito a que pasemos a la jacuzzi a relajarnos, pongo a los propulsores de presión a funcionar, el agua es tibia, relajante y tomo la iniciativa de removerle su blusa roja.  Lleva un sostén de color negro, y descubro que tiene una serie de cristales adornando el ombligo, lo cual hacen extremadamente sensual su cintura pronunciada y que realmente me ha abierto el apetito sexual.  He removido su sostén y descubro unos preciosos pechos con una enorme areola un poco más oscura que su piel clara, sus pezones están erectos y realmente me invitan a comerlos y a succionarlos.  No quiero ir a prisas y solamente los beso delicadamente y mientras los acaricio por unos segundos y con un gemido tímido de Verónica, le he bajado su falda y donde queda expuesta con tan solo su bikini diminuto negro y sus zapatos de tacón alto también negros.  Les doy una vista a sus hermosos y redondos glúteos, los cuales me vuelven a pensar que se trata de una pequeña niña por la proporción de su tamaño, pero que realmente son atractivos y al tocarlos están firmes y duros.

Verónica me mira esperando ver alguna señal de aprobación.  Yo lo intuyo y le digo que tiene bonito cuerpo.  Realmente es una mujer exquisita y quizá la única comparación que pueda recordar y que muchos lectores puedan relacionar, es el recuerdo de esa actriz mexicana, que mucha gente alega que para obtener esa cintura perfecta debió mandarse a remover algunas costillas.  Verónica no le tiene que envidiar nada a nadie.  Cuando ella se describió que no era una chica bonita más que regular, realmente es la única mentira que me ha dicho.  Verónica es una mujer muy linda y quizá el morbo que ahora siento por ella, es que parece ser una niña menor de edad.  Quizá se haya molestado porque se lo repetí en varias ocasiones y a esa edad, las mujeres quieren sentirse mujeres y que no las comparen con una niña.

Me gustó el olor que emanaba su cuerpo y aunque quería totalmente desnudarla y mirar su panochita y ese camino que separa sus bonitas nalgas, me contuve un momento y de esa manera me comencé a desvestir ante ella.  Esta vez no llevaba mis acostumbrados bóxers, los que realmente me gustan.  Esta vez llevaba ropa interior estilo bikini, pues he recibido halagos de algunas mujeres y me dicen que les ha encantado verme el paquete contenido en esa pequeña ropa.  Obviamente lo tengo ya manchado con mi líquido seminal, pues es una delicia desvestir a Verónica y descubrir su rico y juvenil cuerpo.  Ella continúa a la par mía viéndome que me desnudo y la invito a que me quite mi última prenda.  Tímidamente me asiste y queda ante sus ojos mi verga completamente erecta y con hambre de desvirgarla toda.  Para este tiempo ya tenía alrededor de un mes de no tener sexo con una chica, así que mi pene estaba con la potencia, con la presión de liberar aquella erupción adentro del cuerpo de Verónica.

Ella parece no creérselo.  No sé si está sorprendida que tiene un pene enfrente y no está acostumbrada a ver un pene real, o si el tamaño le ha sorprendido, pero posteriormente descubro que fue una combinación de los dos.  Lo toma entre sus pequeñas manos y descubro aquella observación óptica o ilusión óptica, donde mi glande se mira más grande que su puño cerrado. Me he puesto de rodillas y le he removido sus zapatos de tacón alto y lentamente veo caer su bikini negro y está completamente desnuda.  Aprovecho para besar su ombligo y al ponerme de nuevo de pie y alzarla entre mis brazos para hundirnos en la jacuzzi, me doy cuenta que descalza Verónica, apenas me llega cerca de mi pecho.

A Verónica le gustan los besos y tan pronto nos hundimos en la pileta, ella se sentó sobre mis rodillas y frente a mí, nos comimos a besos por largos minutos.  Podía sentir la entrada de su vagina golpeteando mi glande, pero quería que aquella penetración fuese algo muy especial para Verónica, que tuve que contenerme y esperar el momento apropiado, aunque intuía que Verónica estaba con esa ansiedad de ser penetrada.  Me he dado gusto mamando sus pechos, lo cuales los encuentro con esa paradoja de ternura y dureza de la juventud, parecía que se los habían mandado a hacer.  Parecían simétricamente perfectos para el cuerpo de Verónica, que simplemente porque conocía su edad no consideré que fueran la obra maestra de algún cirujano plástico.  Verónica simplemente gemía mientras le devoraba las tetas y con mis dos manos masajeaba sus glúteos y de vez en cuando mis dedos pasaban sobándole su rico y virginal ano.

Los primeros cuarenta minutos en la habitación del hotel, fueron ese reconocimiento del cuerpo de Verónica, quien a cada beso en su cuello o pezones los decibeles de sus gemidos se elevaba. Llegó el momento que me senté a la orilla de la pileta y donde mi pene quedaba erecto y expuesto a la superficie.  Verónica intuía lo que yo deseaba y se ha acercado y primeramente lo toma con sus manos y luego lo lleva en contra y en medio de sus pechos. Juega con mi pene de esta manera hasta que intenta llevarse mi glande a su boca.  Sus dientes me lastiman, pues su boca va acuerdo a su cuerpo y mi glande es todo lo que puede absorber.  De todas maneras, ver a Verónica con mi verga en su pequeña boca, es una escena que me he jurado debo repetir.  Ella ha intentado darme placer, al punto que me pide que me vaya de espaldas sobre la tarima del jacuzzi, la cual imagino ha sido diseñada para estos menesteres, pues creo que los que se encargan en visualizar esta industria, intuyen claramente que a estas habitaciones no solamente se viene a dormir y que más bien se viene a fornicar.

Salimos del jacuzzi y nos secamos el cuerpo.  Verónica sigue con su maquillaje intacto, pues en la pileta solamente la mitad de nuestros cuerpos se ha sumergido.  Pasamos a la habitación de la suite, la cual es una cama redonda y muy amplia.  El espaldar es un espejo cuyo reflejo debe ser muy diáfano, pues se mira que está bien pulido. Verónica se sienta y me mira.  Sabe que ha llegado el momento de perder su virginidad.  Vuelvo a su cuello y nos acostamos y me he colocandome por sobre de ella.  Miro sus ojos que irradian lujuria, ya no siento ese temblar nervioso de la primera hora.  Ella ha abierto las piernas pero mi pene erecto y macizo cae por esa zona del Monte Venus y ni tan siquiera amenazo con acercarme.  Vuelvo a sus pechos, pues he descubierto que ha de ser una de sus zonas erógenas.  Gime profusamente cada vez que le mamo los pezones, cierra los ojos y frunce los labios.  Sé que quiere gritarme que me la coja, pero se reserva, pues ella me conoce a través de mis escritos, y sabe que yo hago las cosas a su tiempo.  Bajo por su ombligo y poco a poco he ido besando las entradas marcadas y muy sensuales de su pelvis.  Parece que su tratamiento para remover sus vellos es de cera, y se lo ha hecho recientemente pues su piel en la zona es muy tersa.  Su panochita, la cual es realmente pequeña, pues no recuerdo vulva más pequeña que esta, está completamente a disposición mía.  Puedo observar que sufre de una calentura sexual, pues sus jugos vaginales son obvios a simple vista.  Verónica sabe a dónde se dirige mi lengua, pero yo solamente la amenazo, la dejo que coma ansias.  Regreso a sus pecho y bajo a su panocha varias veces, hasta que de repente gime profundamente al sentir que mi lengua recorren los labios de su vulva.  Tiene un olor exquisito, tiene un sabor riquísimo.  Parece que el mismo perfume que usa, se ha rociado alrededor de su panocha.

Me doy gusto en oler y saborear esa rica panocha. Puedo ver como se le han erizado su entrepierna, puedo escuchar sus gemidos más elevados cada vez que succiono su clítoris y apretó sus dos pezones con mis manos.  Intuyo que está cerca de esa erupción sexual que ha soñado, pero hago una pausa para liberarla de esa presión y prolongar su deleite. Entonces se me ocurre ponerla en una posición que muy poco práctico, pero que la chica que me pedía hacérselo, los describía con una sensación profunda y con orgasmos pausados.  Aquella chica también era una chica “petit”, pequeña, aunque no tan pequeña como Verónica.

Me siento a la orilla de la cama y la invito que venga sobre mis piernas frente a mí.  Ella asiste y como es pequeña y con poco peso, aquella faena se hace simple de maniobrar. 

Mi pene toca la entrada de su panocha y por primera vez, sus fluidos vaginales y los seminales que yo produzco se unen y se mezclan.  Mi glande solamente roza la entrada de su vulva, y de esta manera, con movimientos lentos le pongo mi glande sobre su clítoris y los masajeo con el movimiento de mis manos. 

Verónica se esta deshaciendo, lo veo en sus ojos oscuros, en la forma en que me mira, que presiento que me quieren decir: Como me estás haciendo sufrir de tantas ansias.

Llega el momento esperado y pongo mi glande en la entrada de su vulva y por la posición que estamos, pues ella mantiene el equilibrio tomándome del cuello, soy yo quien tiene el control de la penetración.  No me preocupo de lubricantes, Verónica y yo nos estamos deshaciendo. Gime al sentir que mi glande está en su entrada, sabe que es el momento y siento su inquietante respiración en mi cuello.  Da un gemido de dolor al empujar mi glande, el cual se siente con mucha presión en el hueco reducido de Verónica. 

Creo que esta es la posición donde hay una penetración completa, y aunque no se puede hacer mucho movimiento y eso es de considerarlo con un chica virgen y de vientre reducido, lo compensa el hecho que hay una comunicación más palpitante entre los dos sexos, además que la mirada de tu pareja queda frente a la tuya.

Poco a poco se ha deslizado mi verga en la cavidad exquisita de Verónica y por el gemido que dio le he preguntado: ¿Te duele mucho? – Ella que por primera vez expresa la emoción con algunas palabras y dice que le ha dolido un poco, pero que a la vez esta delicioso.  Ella me ha besado y en aquella posición nos mantenemos mientras le beso el cuello, masajeo sus glúteos y le he puesto mis dedos también para masajear su rico culo.  Ella solamente suspira y de vez en cuando veo sus ojos que irradian placer al sentir mi verga completamente hundida en su vagina.

Si la posición que he descrito no permite mucho movimiento, pero permite sentir plenamente ese vibrar de su vagina y la contracción cuando Verónica aprendió a apretarme la verga.  Al igual yo contraía mi musculo, para que ella lo sintiera vibrar adentro de ella y me dijo al oído: Tony esto esta delicioso.  Realmente estaba delicioso y aquellos mensajes con nuestros sexos siguió por varios minutos cuando de repente siento el abrazo y las uñas de Verónica apretar mi espalda y a Verónica decir: Tony, Dios mío, me vengo, me vengo.

Debo decir que aunque no me permitía hacer mucho movimiento, hay el suficiente espacio por mandar una leve descarga con el movimiento de la pelvis.  No sé cuanto duro su orgasmo, pero con Verónica nos unimos en un beso tan largo como su orgasmo.  Culminaba con su respiración profusa y volvía a la calma, y yo seguí mandándole ese vibrar de contracción de mi pene y ella se mantuvo con leves gemidos y minutos después explotó con otro orgasmo: Tony, Dios… me vengo otra vez, que rico Tony que rico.

De aquella manera llegó a su tercer orgasmo y fue luego a este ultimo que me dijo que quería sentir que yo me viniera en ella.  Fue en ese momento al cambiar de posición que descubrimos que su vulva tenia evidencia de un leve sangrado, el cual concluimos era producto de su himen roto.  Fue al baño brevemente, se ha limpiado y se ha puesto en posición de perrito, pues ella quiere sentir que yo también me voy.

Aquello me ha desconcentrado y mi verga se ha puesto flácida y me toma alguno minutos e recobrar la erección, y lo logro fácilmente al ver a la pequeña Verónica con su rico culo expuesto en la posición de perrito, dispuesta a recibir mi verga en el pequeño orificio de su panochita. Comienzo a taladrarle su panocha, al principio algo lento, pero fui tomando velocidad con el tiempo.  Ella me miraba por el espejo que era a la vez el espaldar de la misma cama y yo podía ver su rostro que dibujaba el placer de la faena.  Con mi dedo pulgar comienzo a masajear su rico culo y ella solo gime y veo que frunce sus labios en una expresión totalmente exquisita de volver a ver.  Yo golpeteo su concha con mi verga, mientras mi pulgar penetra su ano y comienzo también ese movimiento de metérselo y sacárselo.  Aquello la habrá excitado tanto que en diez minutos estaba teniendo un orgasmo divino y espectacular y fue cuando explotó gritando: No pares, que rico, me estás haciendo correr otra vez…¡que rico Dios mío!

Verónica queda con un temblor que ya he visto en otras chicas y gime aun más cuando le penetro violentamente.  Aquel sonido, su jadeo me elevó a ese espacio y viendo su rico y precioso culo que parece ser de una niña de quince años, no tuve otra alternativa que dejarme caer y me vine con una tremenda eyaculación.  Los dos estábamos respirando profundamente y Verónica se ha ido buscando mi verga y la ha besado, quizá por la curiosidad de confirmar que mi esperma sabía a jugo de fruta: ¡Es cierto, sabe a jugo de naranja!

Continúa

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