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La despedida de soltera de mi madre

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Mi madre convocó a toda la familia un día, para decirnos que decidió volver a casarse, después de llevar muchos años divorciado de mi padre.
Natalia me preguntó si mi madre estaba enajenada y grillada como para reincidir en el matrimonio casi a sus sesenta años, pero yo le advertí que a mí me parecía genial, no le haría nada mal tener una buena compañía a su lado. El mejor pretendiente era un tal Alessandro, un hombre de su edad, que a mí me parecía muy atinado, casi apto para mi madre. Le comenté el asunto a mi padre por teléfono y estuvo carcajeando largos minutos.

Una semana antes del evento, mi madre y sus amigas decidieron salir de cachondeo y jolgorio a festejar la despedida de soltera y, como sabían que iban a embriagarse y emborracharse con alcohol, me rogaron si podía ser su personal "chaffeur" esa divertida noche. Natalia marchaba en aquellos días al interior, invitada al convite de boda de una amiga, por lo tanto, a mí me daba igual cualquier lugar para pasar la noche. Un amiguete me dejó su minivan, donde podría traer sanas y salvas a las putonas amigas de mi madre.

Hacía bastantes años que no veía a algunas de ellas. Recordé los muchos pajotes que me había hecho cuando era adolescente, espiando a esas lobas libidinosas que por entonces usaban minifaldas, tacones altos, labios pintados de rojo, blusas ceñidas, tetas sueltas y el pelo muy suelto. Desde mi visión de adolescente calentorro, eran todas unas depravadas guarras muy follables…Esa noche en cuestión me sorprendió encontrarlas tan bien conservadas, bastante apetecibles varias de ellas, pese a estar todas rozando los sesenta años como mi madre… Todas estaban divorciadas o eran viudas, a ninguna de ellas la esperaba un marido en su casa. Por eso mi madre me advirtió que algunas se quedarían a pasar la noche en casa de ella, a posteriori de la fiesta.

La reunión se hizo en la casa de Giuliana, una veterana bastante castigada por los años, pero que todavía parecía tener las mismas hormonas de una guarrona de veinte años. Apenas me vio se me abalanzó encima y me comió la boca en un lascivo beso de lengua que me puso loco y con una tremenda y brutal erección…

Otra de las invitadas era Escarlata, una señora rubia que me había provocado dolorosas erecciones en mi adolescencia, cuando se cruzaba delante de mi vista vistiendo vaqueros muy ceñidos a su escultural cuerpo. Todavía mantenía un cuerpo increíble, con unas curvas perfectas y seguía moviendo ese redondo culo como cuando era más joven. Mi rabo comenzó a agitarse apenas la vi en la reunión. También estaba Soraya, una morenaza que temblaba la tierra cuando era joven y que se mantenía igual de sensual tal como la recordaba. Cuando se acercó a darme un beso con sus labios carnosos, directamente posó su mano en mi entrepierna y mi rabo agradecido volvió a revolverse. Me guiñó un ojo y me dijo que alguna vez podríamos vernos a solas, si mi esposa no se enteraba…Otra de las presentes era Nicolette, la mas lujuriosa de todas; a quien recordaba como una guarrona muy depravada que le hacía subir la temperatura a todos los machos que se le cruzaban en su camino. Llevaba un vestido corto que acentúaban sus largas piernas enfundadas en medias de nylon. Sus sexys tacones de aguja eran tremendos y terminaron por endurecer mi rabo dentro de mis vaqueros…Las demás amigas también estaban muy follables y fornicables. La única que parecía una señora que llevaba bien su edad, era mi madre, que estaba muy feliz y divertida de estar en ese grupo de viejas locas y festejar su propia locura y enajenación tan delirante de querer reincidir en el matrimonio…

Después de saludar a todas quise volver a casa, pero todas insistieron en que me quedara para estar cerca de ellas. Habían contratado los servicios de unos strippers y pretendían que yo estuviera presente por si algo raro sucedía. Me senté a cenar en medio de esa docena de festivas, jocosas e imprudentes maduras y realmente la pasé muy bien. Sentía que más de una mano se estiraba por debajo de la mesa para acariciarme la entrepierna… La cena estuvo regada por unas cuantas botellas de rojo vino de marca extranjera y cuando me di cuenta, todas esas señoras tan cachondonas estaban al borde de una brutal merluza y cogorza muy desmedida y exorbitante Pronto aparecieron los strippers y las señoras comenzaron a delirar como locas desatadas, incluyendo a mi propia madre; algo que me resultó desconocido para mí…

Los strippers comenzaron su show y las señoras se transformaron en una banda de locas que aullaban y ululaban como salidas lobas en celo y se comportaban como auténticas guarras libidinosas. Presas del alcohol y de su fuerte embriaguez y enajenación alcohólica comenzaron a bailar como posesas y salidorras provocando a los strippers y pude ver que, mientras alzaban sus vestidos durante el baile, algunas de ellas no llevaban ropa interior… y lo que era mas cachondo y sexy, algunas de ellas llevaban el coño muy bien depilado…En algún momento Giuliana, la anfitriona, arrastró a uno de los strippers ya desnudo y se encerró con él en su dormitorio. Unos minutos más tarde, un concierto de gemidos indicó que ese pibe estaba disfrutando de una buena veterana caliente… El resto de las amigas deliraban, coreando los gemidos y aullidos de Giuliana.

Mi madre estaba bastante excitada y hasta casi diría algo pasada de alcohol, pero se comportaba como una perfecta dama. De repente Soraya se arrancó la falda, dejando a la vista de sus amigas ese lascivo culo redondo y con un rápido movimiento se sentó a horcajadas sobre uno de los strippers , clavándose en su rabo erecto hasta el fondo.
Las demás amigas comenzaron a alentarla, mientras Soraya se deslizaba sobre el enorme pollón de ese tío y se movía sobre él alocadamente.

Nicolette se acercó a mí, diciendo que yo debía guardar el secreto de todo lo que había visto esa noche. Le aseguré que no habría problema, pero aproveché para decirle que debería darme algo a cambio.
Ella miró hacia abajo y descubrió mi erección; apoyó su mano sobre mi rabo y me susurró al oído que me daría algo a cambio que jamás olvidaría.

Entonces Nicolette tomó mi mano y me condujo al jardín del fondo. Allí me dio la espalda, se levantó su prqueñovestido, dejándome ver que ella tampoco llevaba ropa interior y se apoyó contra una pared.
La tomé por las caderas y me hundí en su humedecido coñote de un solo embate. Nicolette gimió y comenzó a mover su culo contra mi verga. La así por las tetas y me sorprendió la firmeza que tenían. No podía creer que esa mujer tan sensual tuviera casi sesenta años…

Mientras la fornicaba con fiereza recordé los mil pajotes que me hacía mirando sus largas piernas. El calor de su embriagador coño me envolvía. De repente Nicolette tembló y abrió la boca, aullando mientras acababa en un orgasmo brutal. La sujeté con firmeza y me hundí por última vez en su acalorado coñote, sintiendo que me vaciaba en ella. Después de llenarle el coño con mi última gota de pastosa lefa, Nicolette se desprendió de mi rabo y me besó de una manera tierna y sensual al mismo tiempo. Me aseguró que estaba arrepentida de no haber intentado arrebatarme la virginidad cuando ella era más joven…

Volvimos al interior, para encontrar que ahora Anaïs se había quitado sus ajustados pantalones y estaba con su pecho apoyado contra un sillón, a cuatro patas, mientras recibía desde atrás la gruesa verga del segundo stripper. Anaïs jadeaba enloquecida mientras recibía ese embate. Lo cual volvió a empalarme casi al instante, recordando cómo me calentaba su culo y todas sus curvas en el pasado.

Sentí una mano que se deslizaba desde atrás por mi cintura y terminaba acariciando mi bulto. Era Chanel. Otra fulana muy interesante; la divorciada más reciente de todo el grupo. Se la notaba muy caliente y… todavía bastante sobria. Tomó mi mano y me arrastró a la habitación de Martha. Me hizo sentar en la cama y desprendió el cierre de mis pantalones, encontrando enseguida mi rabo siempre erecto. Se puso en cuclillas y zambulló su cabeza sobre mi vientre, comiéndose mi rabo de semental entre sus carnosos labios. Jamás se me había ocurrido pensar que Chanel podía chupar un rabo de esa manera. Era algo increíble. Me hizo eyacular en menos de tres minutos y me sonrió complacida mientras se tragaba hasta la última gota de mi leche…

Chanel me dejó sentado en el borde de la cama y salió del dormitorio; pero unos segundos después entró la rubia Anaïs, todavía desnuda de la cintura para abajo, mostrando la lefa fresca que se deslizaba entre sus muslos. Sonrió al ver mi verga semi erecta y dijo que el stripper le había parecido un poco flojo: solamente le había provocado dos orgasmos. Se acercó más y me susurró al oído todavía mantenía su culo intacto y que siempre había pensado en mí para terminar con su virginidad anal…

Al escuchar eso mi verga dio un salto y quedó apuntando hacia el techo. Anaïs ronroneó y subió a la cama, poniéndose a cuatro patas. De la mesa de luz de Anaïs sacó un pote de gel lubricante y se metió un par de dedos bien cargados dentro de su ojete. Me arrodillé entre sus muslos incitantes y le pregunté si le gustaba bien duro. Anaïs largó una carcajada, diciendo que ésa era la única forma que conocía para fornicar bien y a tope…

La penetré de un violento golpe, haciendo que Anaïs se impulsara hacia adelante y gritara a todo pulmón, sintiendo que mi verga le llenaba ese apretado culo virgen en una sola estocada, hasta el fondo, a lo bruto…

Enseguida la amiga de mi madre comenzó a balancearse, empalándose cada vez más y más en mi verga dura y ahora un poco dolorida. Después de una buena follada anal, Anaïs dijo que estaba por orgasmar, que la sensación de tener mi pollón clavado en su caliente culo era increíble. Un intenso orgasmo le recorrió el cuerpo y entonces eso aceleró mis embates, haciéndome eyacular también a mí en ese goloso trasero…

Cuando salimos de la habitación, los tres strippers ya no estaban; pero, viendo que también faltaban algunas señoras, me imaginé que los strippers habían sido sorteados en alguna especie de rifa y que ahora estarían disfrutando de alguna concha madura, pero todavía en carrera.
Mi madre estaba sentada en un rincón conversando con una de sus amigas formales, que parecía alucinada y atónita con el lujurioso comportamiento de las locas del grupo. Las demás estaban en distinto estado de desnudez, la mayoría con manchas de lefa fresca en sus ropas, sus cabellos o sus rostros.

Giuliana apareció otra vez vestida y anunció que ya era hora de terminar el cachondeo y retirarnos. Fui reuniendo a las señoras que estaban muy ajumadas por el alcohol y las acomodé en la minivan. Dejé en primer lugar a mi madre en su casa y luego comencé a llevar a sus amigas a la seguridad de sus casas.

Chanel se despidió diciéndome que todavía sentía mi lefa hirviendo dentro de su coño enardecido y excitado y que antes de irse a la cama se masturbaría pensando en mí…

Nicolette me aseguró que me llamaría para que la llevara a fornicar; no le había alcanzado solamente con chuparme el rabo… Me comió la boca de una manera infernal y se despidió dejándome saludos para mi mujer…

Giuliana también me comió la boca en un beso de lengua profundo que me dejó loco y me puso otra vez la verga a punto de estallar. Me dijo estaba satisfecha de haberme entregado su culo virgen y que debíamos repetir el encuentro alguna vez, en algún hotel donde pudiéramos follar por horas sin que nada nos importara. Con eso me volvió a dejar loco…

La última que quedaba a bordo de la minivan era Soraya, esa morenaza libidinosa que siempre me había calentado tanto.  Estaba despatarrada en el último asiento, desmayada. Me detuve frente a su casa y me acerqué a despertarla. Sus piernas abiertas dejaban ver su pubis depilado brillando en la oscuridad. Sus labios vaginales dilatados dejaban salir la lefa que había depositado uno de los strippers en el fondo de su coño…

Me dediqué a acariciarla, mientras hundía mis dedos en el fondo de su dilatada vagina. Soraya gimió con los ojos cerrados y de repente susurró muy suavemente, pidiéndome que la follara. Levanté sus piernas hasta mis hombros y la penetré lentamente, comenzando a follarla con delicadeza, mientras sentía el calor y la humedad de esa hermosa vagina que parecía pertenecer a una chica de veinte años.

Soraya siguió gimiendo todo el tiempo. Antes de vaciarme dentro de ella, me pareció que su respiración se agitaba y se quedaba unos segundos quieta, dándome a entender que ella también había orgasmado…

Entré a su apartamento usando sus llaves y la dejé tumbada en la cama, todavía desmayada, pero con una expresión de relajación absoluta en su sensual rostro de madura enloquecida….

Cuando llegué a mi casa caí rendido en mi propia cama. Amanecía cuando sonó el teléfono en la mesa de luz. Era mi mujer, que todavía a esa hora estaba disfrutando el convite con sus amigos.

Me preguntó cómo me había ido con aquellas maduras embriagadas y lascivas. Le dije que la cena había sido excelente, porque una de ellas era una cocinera excelente; pero el resto de la reunión me había resultado soporifera y muy tediosa, escuchando anécdotas y mil chaladuras repetidas, perennes y muy trilladas de esas maduras enloquecidas, achispadas, bebidas y ajumadas, que aún y además me trataban como si yo fuera un adolescente…

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