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El diario de Claudia: terminé mamándosela a mi nuevo jefe

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Hace tres meses atrás conseguí un nuevo empleo, el cual era perfecto para mi ya que me dieron toda la libertad de ir a trabajar como Claudia, y no David.  Estoy muy feliz ya que ahora puedo ser una chica sexy los 24/7 de la semana; claro, no puedo usar mi “ropa de trabajo nocturno” en absoluto pero se encontrar bien el límite entre lo sexy, lo sugestivo y lo mínimamente formal al momento de vestirme: falditas a la altura de mis muslos, blusas o tops usualmente de lycra elástica, bien apretada, tacos no menos de 10 cm de alto. Me encanta poder maquillarme en las mañanas para ir a laborar. El trabajo es a tiempo parcial, paga regular (saco más en mis “otros” negocios) en una compañía de envío de paquetes y esas cosas; para variar, la mayoría de empleados y trabajadores son hombres, pues hay mucho de llevar y cargar cosas. Ya saben.

Felizmente además no hubo mucho rechazo por parte del personal: todos ok (claro, salvo uno que otro amargado), nada de ofensas ni cosas por el estilo.  En realidad supongo que al verme tan linda y sexy algunos de ellos estaban más que felices de tenerme cerca.  O muy cerca. Mi jefe es un tipo de casi 45, creo que divorciado, “interesante”, y al parecer, bastante liberal, tanto así como para contratarme.  Me llama constantemente a su oficina para usarme como secretaria (supongo que soy la “secretaria ejecutiva” con las que muchos hombres tienen fantasías).  Ya había notado que me daba esa mirada lasciva de vez en cuando, fijándose en mi trasero, mis piernas o mis labios. Sé bien cómo piensan los hombres y puedo detectar el deseo de inmediato. Sabía que en algún momento “algo pasaría”. En realidad, yo no me oponía, al contrario.  Y así pasó.

Tres semanas atrás, Christian, mi jefe, me pidió apoyarlo con la organización de varios documentos que necesitaba procesar; solo había que ordenarlos, pero eran bastantes, por lo que tomaría algo de tiempo; con la promesa de un pago extra (¿cuál sería?) acepté. Siendo pasadas las 5.30 pm la mayoría de empleados se habían retirado; yo seguía en la oficina de Christian, dedicada a mi tarea, mientras él, a unos metros, trabajaba en su laptop.  Para evitar el silencio de la tarde, puso algo de música suave en su estéreo; su oficina estaba en el tercer piso, lejos del ajetreo de la recepción y otras oficinas administrativas.  En pocas palabras, estábamos solos. Yo notaba sus miradas de reojo, sobre todo a mi trasero cada vez que doblaba mi cuerpo para sacar un documento de los cajones inferiores del archivero. Sabía que me deseaba.

“Oh, pobre hombre, voy a sacarlo de su miseria existencial” me dije mentalmente. “Es momento de ser Claudia, la zorra de la noche.”

Fingiendo una duda me acerqué a su escritorio para mostrarle unos papeles; él giró su silla hacia mí y yo, pendeja como siempre, me paré, de costado, entre sus piernas, como “quien no se da cuenta.” Incliné mi cuerpo para apuntar al papel y al hacerlo quedé a unos 20 cm de su rostro. Él se veía inquieto, sin saber cómo reaccionar; mi cabello, largo y ondulado casi le rozaba la nariz.  Sin que se diera cuenta, suavemente abrí mis piernas de modo que ahora mi pierna derecha rozaba su bragueta; el pobre tipo quedó paralizado - literalmente, no se movió (“normalmente” uno reaccionaría retrocediendo para evitar cualquier “malentendido”); tomé eso como un “sigue adelante” de su parte, así que abrí más las piernas...ahora ya no rozaba su pantalón, ahora apretaba contra su pene. Yo seguía hablando como si nada pero de inmediato sentí como su verga empezaba a crecer y endurecerse.  “Nadie puede resistirse a mis encantos.”  Ahora ya se notaba un buen bulto en su pantalón; lo tenía en mis redes.

No quise alargar más el momento, así que dejé el papel a un lado y con mi mano derecha apreté más y más su pieza.

“Algo me dice que quieres jugar un poquito, o no?”

“Eh, no lo sé, ¿qué quieres decir, qué quieres hacer?”

Entonces me di cuenta que Christian nunca había estado con una trans.  Esos son los que me encantan ya que me dejan todo el poder.

Me le acerqué más aún y le dije susurrando al oído: “amor, aparte de ser una buena secretaria puedo ser también una buena puta. Tu puta. ¿Quieres probar?”

“Claro, muéstrame” contestó algo inseguro.

De inmediato giré por completo su  silla, me puse de rodillas frente a él, solté su cinturón, luego el cierre del pantalón y metí la mano bajo su calzoncillo para buscar el pedazo de carne que escondía ahí dentro. Las venas recién empezaban a llenarse así que antes que crezca por completo me la metí, de un solo bocado, hasta el fondo de mi boca.

“¡Wow!”  gritó el pobre…”¡qué salvaje!”

Una vez entre mis labios, empecé a masajear su pene con mi lengua...podía sentir cómo, poco a poco, empezaba a crecer y endurecerse dentro de mí boca...era como una planta creciendo en cámara rápida.  Aguanté la respiración para mantenerlo completamente dentro, como protegiéndolo...seguía creciendo más y más;  cuando terminó me estaba tragando unos 25 centímetros de carne blanca, incluso la punta raspaba las paredes de mi garganta.

Christian estaba en completo éxtasis.  Algo me dice que no había tenido mucho sexo desde que se divorció; se le veía aguantado; se bajó por completo el pantalón, se recostó en el espaldar del sillón y cerró los ojos.

“Haz tu trabajo”, me dijo.

De inmediato dejé de ser Claudia la secretaria y me transformé en Claudia la puta, y como tal, empecé a mamársela; como me he vuelto una experta garganta profunda me dediqué por completo a chupársela en toda su longitud; su verga entraba y salía sin parar de mi boca, cada vez más cubierto de saliva espesa, cada vez más resbaloso.  Acomodé mi cuello para asegurarme que entre todito (chicas, ya saben, el truco está en el cuello): con cada metida sus bolas golpeaban mi mentón; de vez en cuando me detenía por unos segundos con su verga completamente en mi esófago, para tenerlo dentro mío; como siempre pasa, mi boca se había transformado en una vagina hambrienta. El tipo se retorcía de placer; con sus grandes manos agarró mi cabeza y empezó a empujarla hacia abajo; realmente lo estaba gozando.

Sabía que no duraría mucho así que empecé a succionar cada vez más fuerte y más rápido.  “Vaceate papi; dame tu leche” alcancé decir. Christian gemía y gemía cada vez más intensamente: “ok perrita” ….y no pasaron ni dos minutos cuando sentí un chorro de esperma caliente que inundaba mi garganta; empezó a disparar semen como si no lo hubiese hecho en un año...casi con convulsiones.  Antes que se le acabe toda, saqué su verga de mi boca y me la apunté a la cara: “báñame amor”...la leche salpicó mis párpados y mejillas, mientras un brote de ella salía por el costado de mi boca; el pobre estaba en éxtasis total.

Con semen aún en los labios le di un beso con lengua...no tuvo problemas en probar su propio esperma, es más, creo que le gustó.  Seguí chupándosela hasta sacarle la última gota, no quería perder nada.

Aquella tarde no pasamos del sexo oral (lo dejé seco para que pueda más), pero no ha sido la última; en menos de una semana me pidió “nueva ayuda” fuera de horas de oficinas y ahora sí terminé en el suelo, en cuatro y con el trasero en alto mientras Christian me cogía por detrás; lo hace bien para ser un novato; a la fecha ya son cuatro tardes de “horas extras.”  Felizmente, no nos han descubierto (aún), a pesar de momentos riesgosos como la semana pasada que se la chupé mientras me escondía debajo de su escritorio.  A veces creo que también tiene ganas de mamármela, lo noto en sus ojos.  Hasta ahora dejo que me coja sin “nada a cambio” - es como un snack para mi, algo para que la vida de oficina sea menos aburrida y para no olvidarme que, después de todo, soy una puta.

¿Será el único en cogerme en el nuevo empleo?

Claudia

(9,10)