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El diario de Claudia: dando servicio a los vecinos

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Esta historia está inspirada en hechos reales. Yo diría que casi 70% reales.

Mi casero, José, era un tipo divorciado, quizá en sus 50s quien, a pesar de sus años y vida sedentaria podría decirse que se mantenía en forma. Como todo casero de edificio entretenía sus días espiando la vida secreta de sus inquilinos; hace tiempo que se había dado cuenta que, por las mañanas yo salía con camisa, corbata y maletín y por las noches era Claudia, con tacones altos, minifalda y cartera. Él no se hacía rollo por ello; en realidad, con el tiempo, y viendo lo increíblemente guapa que se me veía como Claudia empezó a buscar excusas para “acercarse” más y más a mí. Eventualmente se “destapó” por completo: le atraían las chicas trans, así que empezó a ofrecer descuentos en la renta por algún tipo de “servicio” – que podían ser desde masturbarlo, dejarlo que me de sexo oral o incluso, dejarme que me coja (¡por un buen descuento claro!).

El tipo llegó a “encariñarse” tanto conmigo que incluso más de una vez me hizo algo de publicidad por mis servicios de puta, consiguiendo nuevos clientes en el barrio. Era divertido en verdad.

Justamente así se dio esta historia. Un fin de semana se dio una fiesta tipo bacanal en uno de los departamentos un piso encima del mío; sabía que allí vivía un tipo en sus 30s que trabajaba en un banco local. Era de esos tipos que se divierten haciendo fiestas y borracheras para sus amigos (y podían ser algo ruidosos de vez en cuando). Esa noche no había planeado salir a ningún lado así que me quedé en casa, vestida en un babydoll negro muy sexy mientras veía algo de porno (claro). De pronto, como a las 11 de la noche alguien toca mi puerta.

-¿Quién podría ser a esta hora? Me pregunté.

Era José. ¿Qué diablos quería a esta hora?

-¿Qué pasa?

-“Hola nena, solo quería avisarte de algo: ya sabes que arriba están de fiesta, puros hombres, con plata. Uno de ellos bajó a mi oficina y me preguntó si por aquí se puede conseguir una chica que ofrezca, ya sabes, “ese tipo de servicios”; de inmediato me acordé de ti”

-“Vaya, gracias, supongo” dije con una sonrisa. “¿Tomarían una trans?”

-“Sí, sí Claudia, no hay problema; les hablé de ti y me dijeron que te pase la voz. Hay buen billete”. “Así como estás se te ve preciosa amor”

-“OK, avísales que estaré por allí en 15 minutos; quiero alistarme un poco”

Él salió corriendo.

De inmediato afiné mi maquillaje (labios de color rojo fuego), me puse mis tacones de stripper que tanto adoro, una braguita elástica más sexy y una batita corta de seda (no podía subir las escaleras solo en baby doll, ¿no?). Como siempre, un par de traguitos para relajarme y humedecer la garganta. Lista. Me miré al espejo: “eres una diosa del sexo Claudia”.

Subí las escaleras y pude ubicar la fiesta rápidamente por la música en alto. Un último acomodo de mi cabello y bata. A tocar el timbre de la puerta. A los pocos segundos se abre por completo.

-“Hola amor, soy Claudia. ¿Quieren compañía?” dije con una sonrisa pícara.

El tipo me quedó mirando de pies a cabeza.

-“¡Wow! Hola mami, pero claro pasa cariño, te estábamos esperando. Sí que eres preciosa”

Me tomó de la mano y me hizo pasar a la sala. Al entrar me di cuenta lo que me esperaba: 10 tipos, entre sus treintas y cuarentas, en pleno ambiente de fiesta, con varios tragos encima. Aparte de música tenían luces a colores, esas en tono azul y rojo, como una disco; al fondo, una TV gigante pasando porno.

-“Ahora entiendo por qué me necesitan estos tipos” me dije.

-“Bueno, ¿qué quieren hacerme? Estoy abierta (bien abierta) a sus sugerencias. Pero ya saben, tengo un precio”

-“Claro amor” dijo alguien, “no te preocupes por eso. Si te portas bien tendrás el doble de lo que acostumbras”

-“Ok trataré de ser una chica muy mala entonces” ¿Qué tal si van mostrándome lo que tienen debajo de esos pantalones?”

De inmediato, como colegiales que obedecen a la maestra empezaron a abrirse los pantalones. Mientras tanto, de manera sensual, me saqué la bata, quedándome solo con el babydoll negro.

“Qué rica que esta” llegué a escuchar.

“¿Alguien me ofrece un trago?” Reclamé. De inmediato me pasaron un vaso de wisky, mi favorito. Me lo mandé de un solo trago. Era hora de trabajar.

“¿Qué tal si se sientan todos en fila en ese sillón largo, con sus vergas afuera, debo hacer una inspección oral”

Así lo hicieron. Entonces, como una buena puta que busca complacer a sus clientes, me arrodillé entre las piernas de cada uno de los 10 y le ofrecí una primera mamada bien húmeda. A medida que iba de uno de uno, estos entraban en una especie de éxtasis. Habían vergas de todos tipos, algunas de tamaño promedio, otras deliciosamente grandes; debo confesar abiertamente que ADORO mamar verga: me aloca, me desespera, podría pasármelas toda la noche simplemente chupándolas una tras otra sin parar; me encanta esa sensación de tener la boca llena, con esa textura tan rica que tiene la piel de un pene, y luego frotarla con la superficie de mi lengua. De solo recordarlas me da un cosquilleo en el ano.

Como buena viciosa me di tres rondas de mamadas; entre una verga y otra me daban un trago de cerveza para humedecer la boca. A medida que el alcohol aumentaba en mi sangre me alocaba más y más, desinhibiéndome por completo, despreocupándome totalmente de todo, haciéndome más salvaje. Empecé a meterme dos vergas a la vez, las quería todas al mismo tiempo. Sus piezas entraban una tras otra en mi vagina oral, yo como siempre, estaba en completo éxtasis.

Luego que todos tenían las herramientas completamente lubricadas era momento de preocuparse por mi trasero. Me saqué la tanga que llevaba puesta, exponiendo mis partes. Trajeron al centro un sofá-cama largo, tapizado y sin espaldar. ¿Qué tenían en mente? Entonces, alguien se apareció con una corbata…”ok, ya sé que se viene?”

Muy dócilmente me puse en cuatro patas sobre el banco y dejé que me cubrieran los ojos; yo solo les daba una sonrisa pícara y un pedido para más wisky.

“Te vas a emborrachar amor”

“Está bien, creo que lo voy a necesitar.

Como buena chica abrí las piernas y la boca.

“¡Estoy lista chicos!”

De inmediato y como en un ejército sincronizado, empezaron a tomar turnos, tanto en mi boipussy como mi vagina bucal…las vergas entraban y salían incesantemente de mis agujeros…algunos me lo metían con fuerza casi brutal, otros lenta pero deliciosamente; al mismo tiempo, varias manos me tomaban de la cabeza para forzarme a mamar hasta el fondo de mi garganta…felizmente tengo mucha práctica y puedo hacerlo sin dificultad.

“¡Vamos chicos, parecen colegiales! ¡Cójanme como una verdadera puta!” les decía en tono de reto.

“Te vamos a violar perra puta”

Como tenía los ojos vendados toda la experiencia era totalmente sensorial – sentía vergas largas y duras perforando mi cuerpo ahora casi desnudo, me sentía empalizada por esos pedazos de carne, era maravilloso.

Para entonces ya varios habían explotado: por momentos un chorro de semen caliente salpicaba mi rostro, bañándolo; de igual modo, empezaba a sentir baños de esperma en mi recto. Pedí que me sacaran la cubierta…me encanta ver venir la leche sobre mi cara; obedecieron, claro, y siguieron dándome más semen.

El tiempo pasaba; los chicos no se rendían; el trago seguía corriendo, igual que el semen. Me habían cogido en todas las posiciones posibles: como perrita, de espaldas, de pie, recostada contra la mesa, sentada sobre sus vergas. Faltaba una más para mi.

“¡Quiero cuatro a la vez!” Reclamé

Me refería claro, a dos atrás, dos adelante.

Si no lo han experimentado, nunca podrán imaginarse el placer casi divino de una doble penetración anal: tener dos vergas adentro, peleando entre ellas por mi hueco, sentir la piel y las venas frotando con fuerza las paredes de mi recto, y mi boipussy estirándose hasta el límite, ahorcando esos penes deliciosos.

“¡Vamos, de inmediato perra!”

Nos ubicamos en el sofá, con mi cuerpo encima del tipo con la verga más larga, casi 28 centímetros. Lentamente me senté encima de su pieza, clavándomela hasta que sus bolas tocaran mis nalgas; yo gemía de placer, suspiraba, casi desmayándome. De inmediato me recosté sobre su pecho, ofreciendo mi culito para los demás; le tocaba ahora a la segunda verga: bien lubricada y dura, esta empezaba a empujar mi hueco, tratando de darse un espacio…

“empuja papi, empuja, mételo todo por favor” rogaba yo. Realmente, estaba rogando por esa otra verga.

Una vez que la ancha cabeza ingresaba el esto era más fácil: tomando mis caderas con ambas mano solo quedaba empujar con fuerza hasta meterlo totalmente.

“¡Oh my god!!!!” ¡mierda, sí, así, así!!” gritaba como loba desesperada.

Después del primer par los siguientes fueron más “fáciles” …cada uno de los nueve restantes se tomó el turno para metérmelo hasta el fondo; al mismo tiempo, dos vergas luchaban también por entrar a mi boca…yo las chupaba como su fuesen los últimos penes en el mundo; cuando podía, me las arreglaba para coger otras dos vergas en cada mano…atendiendo a seis al mismo tiempo.

El espectáculo era digno de una película porno: como una máquina solamente diseñada para ser perforada las vergas entraban y salían de mi cuerpo, una tras otra, tras otra, tras otra. Simplemente no quería parar; mientras eso pasaba, chorros de esperma salado caían por todos lados: dentro de mi culo, en cara, pelo, cuello, manos. Poco a poco me iba cubriendo por una capa densa de semen caliente.

Toda la sesión debió durar unas cuatro horas, no lo sé, solo me pareció una noche muy larga (y no quería que acabe). Los había exprimido hasta la última gota. Como ya es casi típico en mí, había terminado completamente bañada en esperma, y eso me alocaba. Todos estaban totalmente satisfechos. Y eso se vio en la paga: ¡una súper paga!

Me arreglé lo mejor que pude; eran las 3 am, ¿quién podría verme a esta hora en los pasillos del edificio? Pensé, así que aún con semen en cara, cuello y piernas, con mi bata en la mano, y con paso bastante ebrio, salí del departamento para dirigirme al mío. Casi llegando a mi puerta descubro que el siempre chismoso de mi casero me espiaba desde una esquina. Solo le sonreí, mientras me llevaba unas gotas de semen a mi boca.

Claudia

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