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El diario de Claudia: terminé violada y bañada en semen

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Era verano; la noche era cálida, con una humedad abrumadora, así que tuve que desnudarme para poder dormir; me encanta dormir desnuda, con a suave brisa del aire acariciando mis nalgas. Ahora me sentía fresca, libre y finalmente me quedé dormida. No sé cuánto tiempo había pasado, lo único que recuerdo es que aún dormida empecé a sentir una caricia suave sobre mis labios. ¿Eran otros labios? ¿una mano? ¿un dedo? Seguía con los ojos cerrados, fuese lo que fuese, se sentía bien y simplemente lo dejé seguir; pasaron los minutos y ahora sentí un gotita de algo aceitoso en mi labios, al mismo tiempo que “eso” tocaba mis labios húmedos con más fuerza, casi empujando, como si tratase de separar mis labios. La brisa del aire fresco me había adormecido completamente, ofreciendo poca resistencia; entonces pasó: ingenuamente separé los labios, al mismo tiempo que los humedecía con la lengua, en ese instante, como una serpiente al acecho, la “cosa” se introdujo en mi boca. Abrí los ojos con cierto pánico. “¿Es una pesadilla?” No, no lo era. Frente a mi había un hombre, de casi uno ochenta de alto, de piel oscura, completamente desnudo, sonriente. Entonces me di cuenta que lo que tenía en mi boca era su verga gigante, casi monstruosa, de al menos 30 centímetros (quizá más), tan gorda como una lata de cerveza; metió toda esa cabeza que parecía un mazo entre mis labios.

Mientras reaccionaba me di cuenta de otras cosas extrañas: seguía siendo yo, Claudia, la chica trans, con verga y todo pero ahora también tenía un par de hermosos senos, gigantes, redondos, con pezones rosados, completamente duros. ¿Qué diablos estaba pasando? Tenía el cuerpo de una completa bimbo, delicioso, suave, lleno de curvas.

“Tiene que ser un sueño, pero me encantan mis tetas” pensé sonriente...

Mi cuarto lucía diferente: era como una suite penthhouse de lujo, con alfombras, espejos, una cama inmensa y todo eso.

Mi misterioso visitante me tomó de la mano, ayudándome a poner de rodillas; yo solo obedecía, sin inmutarme, sin cuestionar. Una vez de rodillas, él nuevamente puso la punta de su pene frente a mi cara.

“Abre la boca” Ordenó.

Su verga se veía absolutamente candente y deliciosa: negra, venosa, con una cabeza ancha, casi parecía la verga de un caballo. Sin pensarlo, abrí lo boca, lo tomé entre mis labios y con un movimiento rítmico empezó a violar mi boca. Yo hacía un esfuerzo por mantenerla abierta, y de ese modo, lentamente, hizo desaparecer esos casi 35 cm de carne en el fondo de mi garganta. Cerré los ojos solo para poder disfrutarlo. No sé cuánto tiempo estuve así. Solo quería gozarla.

Al abrir los ojos el panorama había cambiado: ya no éramos solo él y yo; de pronto la inmensa habitación se veía repleta de hombres, todos desnudos, todos morenos, todos hermosos, alto, fuertes.

“Esta es tu noche” me dijo mi primer amante. “Es la noche en la que te conviertes en la mayor puta de todas, la reina de las putas” “Vamos a cogerte sin piedad hasta que pidas basta”

No sé qué hice para ser elegida pero yo estaba más que feliz con la oferta.

“Háganme todo lo que quieran” dije en tono retador.

De inmediato trajeron un mueble acolchado con patas largas. Entonces, usando correas de cuero me amarraron por las cuatro extremidades, tobillos y muñecas, a las patas del mueble; simplemente no podía moverme; mis piernas quedaron expandidas, abiertas como una V invertida. Sabía lo que pasaría, así que simplemente esperé pasiva, sin ofrecer resistencia.

El primero en cogerme (¿debería decir violarme?) fue el hombre con pene de caballo. Lubricó mi huequito, por ahora bastante estrecho. Me tomó de las caderas y suavemente empezó a empujar…

“mierda, qué rico que se siente”

Solo para que entre esa cabeza gigante fue como sentir un puño entrando; una vez dentro, empezó a empujar… poco a poco su verga desaparecía en mi cuerpo desnudo. Al cabo de un rato, los 40 cm desaparecieron por completo. Sentía mi recto completamente hinchado, a punto de explotar. Era realmente como tener sexo con un caballo. Como había espejos por todos lados podía ver, con gran detalle, mi propia violación. Debo decir que se veía rico, como si fuese tu propia porno. Una vez dentro solo quedaba taladrarme.

“Viólame negro”

Y así lo hizo, su verga dura entraba y salía si parar de mi boipussy… era imparable… y yo no quería que pare, para nada; cada vez me penetraba más rápido, más fuerte, más brutalmente. Sentía como que en cualquier momento los ojos me iban a saltar o su pene saldría por mi boca. El tipo este concluyó su faena lanzando un chorro gigante, casi media jarra de semen dentro de mi recto; me había inundado por completo con su leche.

Yo estaba en éxtasis pero deseosa de más aún.

Como él parecía ser el líder del grupo tenía que cogerme primero; ahora que ya lo había hecho dio una señal al resto de hombres en la sala.

“Es toda suya. Acábenla” ordenó.

Todos se apresuraron a ponerse en fila, mientras que masajeaban y lubricaban sus vergas.

 “¿Sabes cuántos somos Claudia?”

“¿Cuántos?”

“Al menos 300, quizá un poco más”. “Para ser una verdadera puta debes tomarlos a todos” “¿Te atreves?”

“Mándalos. Que todos me cojan” Respondí desafiante. Sabía bien que era una puta así que decidí demostrárselo.

Apenas llegó el primero de la fila me di cuenta de algo: “carajo, ¡TODOS tienen vergas que parecen de un caballo!” Siempre había escuchado sobre la reputación de la gente de color y sus mazos gigantes pero esto era simplemente el paraíso. Sus penes eran negros, con la punta ligeramente rosada, estaban llenos de venas hinchadas de sangre, más parecía un brazo, con el puño cerrado, colgándole entre las piernas, 30 a 40 centímetros de carne, llenos de leche de proteínas.

Cada uno empezó a circular, primero por mi culo, y luego por mi boca y garganta. Me agarraban del trasero, empuñaban sus vergas y sin mucha delicadeza me la metían hasta que sus bolas raspen mis nalgas. Cada vez que llegaban hasta el fondo sentía esas cabezas gigantes y ese cuello venoso sobar todo mi interior. Me cogían una y otra vez, sin parar, sin descanso, sin piedad. Luego de terminar con mi trasero se acercaban a mi boca y me forzaban a hacerles una garganta profunda. Tarde o temprano, terminaban disparando su deliciosa carga de semen en mi ano, o mi garganta, o mi cara. A través de los espejos podía verlo todo: mi cuerpo desnudo, extendido sobre el taburete, mis piernas y brazos atados, mis violadores, los penes que se introducían por todos lados.

Perdí noción del tiempo. Me habían cogido al menos 100 hombres, por ambos orificios.

“Aun puedo, aún puedo”

Cuando llegué al cachero 150 todo mi cuerpo estaba bañado en semen. Mi boipussy estaba TAN abierto que fácilmente podrían haberme cogido tres simultáneamente. Mi garganta estaba adormecida por todos los penes que había mamado; tenía tanto semen en la cara que apenas podía ver, solo me esforzaba por tragarme cada gota que chorreaba hacía mis labios. Yo lloraba, no de dolor, sino del placer infinito que sentía.

A la mitad del grupo hicieron un alto para cambiar mi posición. Apenas podía pararme así que tuvieron que ayudarme; el semen seguía chorreando de mi culo. Trajeron una camilla, parecida a la que usan los ginecólogos. Me echaron boca arriba, y luego colocaron mis piernas abiertas sobre los soportes de acero, asegurándose que queden lo más abiertas posibles. Mi cabeza quedó descansando sobre un soporte acolchado, con el cuello ligeramente doblado hacia atrás. Querían asegurarse que seguiría chupando vergas.

Llegó el siguiente grupo: otros 150 negros con vergas gigantes.

“Tengo que seguir. Soy una puta y se los voy a demostrar”

Nuevamente el trabajo en pares: mientras un me perforaba por abajo, otro lo hacía por arriba. Era incesante, era ardiente. Era surreal. Ninguno decía una sola palabra, eran como máquinas para coger, solo perforaban, depositaban su leche en mi cuerpo y desaparecían. De vez en cuando alguno de los que ya me habían tomado se acercaba, se masturbaba y esparcía todo su semen donde mejor les parezca; eran increíbles, cada uno lanzaba chorros de medio litro o más.

Ya iban 280. Solo 20 más. Pronto acabarán. Me seguían violando.

Mi vagina anal era ya un cañón – completamente expandido, ensanchado, lleno de semen.

Cuando parecía que terminaríamos vi a un grupo de ellos aproximarse hacia la cama con algo extraño; era un envase plástico grande conectado a una manguera; dentro del envase había un líquido lechoso. “¿Será lo que estoy pensando?” De inmediato salió la verga que tenía en la garganta y en cambio colocaron un extremo de la manguera en mi boca (mientras tanto seguían cogiéndome por atrás); tenía un orificio de casi una pulgada de ancho. “Abre”

Obedecí. Uno de los asistentes abrió una especie de válvula…era lo que pensaba: semen. Al menos cinco litros de semen aún tibio. “¡Mierda!, ¿están locos?” Pero antes que pudiera terminar el pensamiento un rio de esperma empezó a brotar de la manguera. Pensé que me asfixiaría: el semen salía y salía cada vez más e iba directo a mi garganta; no me quedaba otra más que tratar de tragarla lo más rápido que pudiera; lo que no se desparramaba sobre mi cara, cabello y cuello. ¡Me estaban ahogando con semen! Sin embargo, debo admitir que siendo yo una adicta al semen empecé a disfrutar la tortura: tragué y tragué y tragué todo ese esperma de cientos de desconocidos. Acabé con toda la botella en mi interior.

Al mismo tiempo también llegó mi último violador. Lo había logrado: me habían cogido 300 hombres, por atrás y por arriba, y me había tragado todo su esperma. Era en verdad, la puta más grande de la historia.

“Lo lograste. Sí que eres una puta de verdad” Me dijo el líder del grupo.

“Terminaremos con un tributo a tus virtudes de puta”

¿A qué se refería con tributo?

Entonces, uno de ellos me tomó de la cintura, ahora sí cargándome delicadamente como si fuese su diosa; caminamos hacía una esquina de la habitación donde había una especie de jacuzzi, llena de agua. “¿Me van a bañar?” Pero al observar más de cerca me di cuenta que el jacuzzi no estaba lleno de agua sino de SEMEN. “¿Qué diablos?” El hombre que me cargaba suavemente se inclinó y me depositó en el interior del depósito… ¡me estaba bañando en esperma! Podía sentir como todo ese líquido espeso y semiacuoso empezaba a cubrir mi cuerpo desnudo: mis piernas, estómago, espalda, senos, brazos, cuello…hasta que finalmente contuve la respiración y sumergí por completo mi cabeza en ese caldo de proteínas; sentía todo mi cuerpo flotando en ese semen divino…lo sentía en cada centímetro de mi piel. Una vez sumergida abrí la boca para dejar pasar un chorro a mi interior… quería tener ese esperma en absolutamente todo mi ser. Estaba en tal éxtasis que finalmente me quedé dormida en ese medio lechoso.

Finalmente algo me despertó. Y al hacerlo me di cuenta que estaba en mi verdadera habitación, en mi departamento, desnuda.

¿Qué diablos había pasado? Qué tal sueño para tan real. ¿Me fumé algo o qué? Trate de pensar sobre lo que había pasado, así que me senté al borde de la cama. Al hacerlo siento que algo chorrea por mi cuello; salto de la cama, me dirijo al espejo y al mirarme me quedo paralizada: mi rostro estaba completamente cubierto de semen...

Claudia

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