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Visitas a mi vecino (el mareo)

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Eran las cinco de la tarde cuando empezamos a comer.

A James, se le antojó comer paella; y no sé, como a esas horas, Pedro consiguió que nos hicieran un par de paellas en un restaurante de carretera.

Luego, volvimos a repartirnos en los coches; y a Chencho y a mi nos dejaron en Príncipe Pío.

Cuando llegué a mi casa, no había nadie; mi abuelo había salido.

Así que, le llamé al móvil.

-”Abu” ¿dónde estás?

-¡Hola, hijo! ¿Ya has llegado? Estoy en el parque dando una vuelta y me he encontrado a Tomás y a D. Carlos. Estamos aquí, de cháchara. Que pronto habéis llegado ¿no? Te esperaba más tarde.

- Si “abu”, hemos llegado pronto, porque Loren no se encontraba muy bien y hemos decidido venirnos.

- Yo tampoco estoy muy bien, hijo. Me ha dado un mareo y me he caído; pero no me he hecho nada ¡eh!…

Tomás me ha dado una pastilla y se me ha pasado.

Pero, ¡venga! Si ya estás en casa, vamos para allá…

Solo eran las siete y media.

Me dí una buena ducha y me tumbé encima de la cama a esperar a mi abuelo.

Apenas unos minutos y escuché sus llaves abriendo la puerta.

- Pasen ¡por favor! Están en su casa

Cuando le vi, me pareció que estaba un poco pálido

- ¿Estás bien, “abu”?

- No te creas, hijo. Todavía estoy un poco mareado ¡eh! Además, me siento muy cansado.

- ¡No te preocupes Diego! No es nada importante, dijo Tomás; pero le conviene descansar.

Mi consejo es que se acueste ahora y ya, hasta mañana. Ya verás como se levanta hecho un chaval.

- Si, hijo. Voy a acostarme, que estoy cansado y es lo que mas me apetece... ¿te importa?

- No “abu” ¡para nada! Si yo tengo que repasar unas cosas del cole... y seguro que también me acuesto pronto.

- Eso es lo mejor, dijo Tomás.

- En la cocina tienes una tortilla de ajetes y unas croquetas para cenar.

- Vale “abu”

Entré en la habitación con él y le ayude a acostarse...

D. Tomas y D. Carlos esperaban en la puerta, pendientes de nosotros.

- ¡Bueno, “abu”!, ¡que descanses! Y, si algo, dame una voz; que ya sabes que tengo el oído muy fino ¿vale?

- Vale

Al salir de la habitación D, Tomás volvió a decirme que no debía de preocuparme, que el mareo le venía del oído y no tenía ninguna importancia. Pero, enseguida me echó mano al culo... y D. Carlos se quedó mirándonos.

Este cabrón no se cortaba ni estando D. Carlos presente. Quería follarme allí mismo, estaba claro. No podía imaginar que D. Carlos se prestara a ello. ¡Con lo serio que era!...

...y me deje llevar... para ver que ocurría, entre otras cosas.

D. Tomás, había empezado a chupetearme el cuello y me tenía cachondo perdido. Y D. Carlos empezó a manosearme y a meterme la mano bajo los pantalones del chándal para tocarme el rabo.

Luego D. Tomás me arrinconó junto a la puerta del salón y rodeándome la cintura con los brazos, me metió las manos por detrás y las abandonó entre mis nalgas buscando mi próstata. Estos pantalones se lo ponían muy fácil... y terminó quitándomelos.

Luego, cogió una camiseta sin mangas que me había dejado en el sofá y me la tiró para que me la pusiera; y acercándose me dijo en voz muy baja

- Quiero ese culo al aire...

Por su parte, D. Carlos empezó a comerme la polla... y susurrando, dijo:

- ¡Mmmm!… ¡que rica!…

... ¿estás recién duchado, verdad?... hueles fenomenal.

D. Tomás, a mi espalda, no dejaba de chupetearme y presionar sobre mi ojete. Temía que se me escapara algún gemido que pudiera despertar a mi abuelo y me contenía todo lo que podía, pero no podía evitar retorcerme de gustó.

Estos dos cabrones me tenían en sus manos.

Menos mal, que el suelo del salón es de moqueta y apenas se oían nuestros movimientos. Pero, terminamos en el suelo.

Yo, sujetado por D. Tomás con los brazos bajo las axilas, para así, poder seguir comiéndome el cuello y las orejas... y D. Carlos arrodillado, comiéndome el rabo

¡Como me manejan!, pensaba…

D. Carlos, me levantó las piernas... y D, Tomás aprovechó para soltarme, y uniéndose a él, rápidamente, ponerme con el culo en pompa mirando al techo.

Me abrieron las piernas a tope; y a comérmelo como locos.

¡Ahy!, cabrones… decía mentalmente

¡Que par de lenguas!… estos cabrones necesitan comer, ¡está claro!

Luego sentí sus dedos, entrando y saliendo de mi culo, con cierta prisa, insistentemente, como si no pudieran contener las ganas de follarme.

Y ¡claro!, enseguida sentí el pollón de D. Tomas, que se colocó sobre mi y me la enchufó hasta el fondo.

¡Ffffffffffff!... ¡que gusto! Me llenaba por completo el cabrón. La dejaba un ratito quieta y luego empezaba a bombear, poco a poco. Con ritmo. Pero, cuando menos me lo esperaba, empezó a galopar a todo trapo...

¡Como me gusta!... ¡que vicio, mas rico!

Así estuvo el cabrón, dándome cera, hasta que se corrió dentro de mi. Por lo menos, un cuarto de hora.

D. Carlos le miraba y se masturbaba mientras galopaba desenfrenadamente. Pero se percató del final y se colocó un preservativo, que en cuanto me descabalgó le animó a metérmela de igual modo, sin ningún temor.

Tenía un estilo muy distinto, pero el pollón era similar; o, quizás un poco mas gordo, porque después de estar D. Tomas, dándome a fondo, volví a sentir mi culo completamente lleno.

Este empezó pegándome fuerte, ya de entrada, y me cogió de las caderas para sentir mi culo en sus ingles cada vez que embestía, hasta que D. Tomás le advirtió, que se oía demasiado.

Entonces, paró y sugirió que nos fuéramos a su casa a seguir con la jodienda. Allí no tendríamos ningún problema.

Pero yo me negué, muy a mi pesar.

Entonces decidió terminar con más tranquilidad y empezó a darme por el culo sin hacer ruido. Pero a mi, ya, se me había cortado el rollo.

El simple hecho de pensar que podía aparecer mi abuelo por la puerta, no me permitía disfrutar de ese rabo. Y les pedí que se fueran.

Lo entendieron perfectamente... y, quedamos en montar “una buena” en casa de D. Carlos.

Les acompañe a la puerta y les despedí con cuidado de no hacer demasiado ruido y luego fui hasta la habitación de mi abuelo a ver si dormía.

Afortunadamente, mi abuelo dormía como un angelito y yo subí a mi cuarto a darme otra ducha y meterme en la cama.

Eran las 21:35 y estaba muy cansado.

Por la mañana, me desperté a las 8:00 y oí a mi abuelo trajinando en la cocina, de la que salía un olor riquísimo.

- Pero, ¡bueno! ¿qué haces tú a estas horas de pie?, me dijo mi abuelo

- Es que ayer, al final, me acosté pronto. Estaba muy cansado y no mire los deberes. Me acosté y punto.

- ¿Y entonces?

- Se los pido a Chencho. Me los pasa y hago “copy – paste”. Luego los imprimo, y ya los tengo. Tranqui “abu”, que está todo controlado.

- En mis tiempos no podíamos hacer eso ¡eh!

- Bueno “abu”, no empieces…

- ¡Por cierto!, ¿no tenéis hoy entrenamiento?

- Si ¡claro!. Todos los lunes. Ya lo sabes

- Pues a lo mejor me acerco a veros un rato

Salí de la cocina y

- ¡QUE ES ESO QUE HUELE TAN BIEN!

- ¡UNAS PERAS AL VINO TINTO CON CANELA PARA EL POSTRE!

Empecé vestirme y volví a bajar a la cocina.

- ¿Quieres que baje a por porras?, o ¿te preparo unas tiras de pan con mantequilla?

- Lo segundo “abu”, que hoy quiero llegar pronto.

Después de desayunar, cogí la mochila y me fui al cole.

Me encontré con Edu en la puerta.

- ¿Has visto a Loren?

- Le estoy esperando. Pero todavía no ha llegado... ¿por?

- Me ha dicho que quería pedirte, que nos dieras un masaje a los dos después del entreno.

Me miró muy serio y...

- ¿Ah, sii?, no me ha dicho nada.

Era evidente que a Edu, no le caía muy bien. Pero yo sabía algo, que el no sabía.

- Si no te importa, voy a esperarle contigo ¿puedo?

- No sabía yo, que fueras amigo de Loren. ¿Hace mucho que os conocéis?

- No. No hace mucho. Pero, si. Nos conocemos muy bien. Puedes creerme.

- ¿Y tu?, ¿de que le conoces?

- Es de mi barrio. Su padre es amigo mio.

- ¡Ah!…

En esto llegó Chencho.

- ¿Que haces aquí?

- Estoy esperando a Loren...

- Pero... ¿te ha dicho que viene?…

... porque creo que está muy cansado ¡eh!

- ¿Tu crees?

- ¡Hombre! ¿A ti que te parece?

- Pero, Edu me ha dicho que si venía; y Edu, que nos miraba como el que mira a una pelota de ping-pong, de un lado a otro, dijo:

- ¡Un momento! Que yo no he dicho que viniera ¡eh! Lo que he dicho es que, estoy esperándole.

-¡Ah!, o sea, que... ¿entonces no sabes si va a venir?

- Hoy tenemos entrenamiento ¿no? Tiene que venir.

- Si, ¡claro!

Y Chencho me cogió del brazo y me arrastró con él a dentro.

- ¡Venga!, que este no está al corriente del tema.

Estuve hablando ayer por la noche con él y me dijo que querían llevárselo a Nueva York. Por lo visto, los productores quieren hacer una peli con él. Pero está indeciso porque dice, que lo único que tiene claro, es que no dejan de follárselo todos...

Después de la primera clase. Nos vestimos y salimos al campo a pegar unas patadas; pero fue por poco tiempo, porque enseguida llegó el entrenador y nos puso a bailar como a él le gusta.

Vi a mi abuelo sentado en la grada y le hice una seña con la mano; y en cuanto pude, fui a saludarle.

- ¿Que?, al final te has decidido ¡eh!

- ¡Si, hijo, si! ¿Has visto que buen día se ha quedado?

- Fantástico “abu”

- ¡Ah!, antes de que se me olvide. Me ha dicho D. Carlos, que si puedes, vayas a echarle una mano esta tarde, que ha comprado un mueble en IKEA y no sabe montarlo.

- ¡Vale, “abu”! Dile, que luego me paso… a la hora de la siesta ¡eh!

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