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Mis dos familias - 02 de 10

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Bento, el hijo de Amalia, apareció en el último momento, su madre le había avisado y venía a recibir instrucciones. Tenía unos meses menos que yo, viril donde los hubiera y tosco, casi primitivo, y servicial también, el único compañero de juegos en aquel lugar cuando no me acompañaban los amigos de la ciudad. Me saludó con esa sonrisa pícara y complice que se gasta, cuyo significado yo conocía de sobra.

-Me ha dicho mi madre que solo venís para el fin de semana, espero que nos veamos, ¿qué te parece el sábado, para beber y estar un rato?   -imaginaba cuales eran sus intenciones para ese rato y le notaba gozándolos de antemano.

-Aunque tengo que estudiar quiero salir mañana con vosotros a la mar, entonces hablaremos.

Cenamos con alguno de aquellos hombres y volvimos al pazo no muy tarde, al día siguiente teníamos que madrugar.

En la puerta del bar, al despedirnos y cuando estábamos alejándonos, escuchamos a Bento gritar.

-¡Don Fernando, mañana con ropa de agua, tendremos bravo al mar y con buenas olas!  -Don no le respondió, solo levantó la mano dando su conformidad.

Hacía bastante frío que la humedad aumentaba, dejamos el coche delante de la puerta y Don me pasó el brazo por los hombros protegiéndome. Dentro de la casa se estaba bastante bien.

-Ya que quieres venir con nosotros te levantaré temprano. -y se dirigió a la escalera subiéndolas acelerado, como si huyera de algo, ¿de mi? ¿Así iba a resultar siempre?

Me metí en la cama, quizá para él no hiciera frío, pero sentía castañetear mis dientes hasta que logré calentar las sábanas.

Mi mente viajó hasta las playas del sur, donde papá me esperaría para pasar el verano con mi otra familia, Don me lo había adelantado pero teníamos que hablarlo más despacio.

Pasaban las horas y no conseguía conciliar el sueño, Diego y Sandra Patricia eran mi recurrente pensamiento, y Don que estaba a unos metros de distancia, seguramente caliente en su cama y durmiendo. Me levanté decidido a soportar una nueva negativa y caminé por el oscuro pasillo.

-¿Me dejas dormir contigo?  -estaba leyendo en la cama, tapado y dejando ver los fuertes brazos y el marcado pecho todo cubierto de moreno pelo, colocado estratégicamente haciéndolo ver sensual e irresistible. Apartó la mirada del libro un momento para fijarla en mi figura.

-No es tu mejor idea Telmo…

-Solo dormir y estar a tu lado, ¡porfa!  -me miraba negando con la cabeza.

-Venga Don, sabes que soy friolero, y además quiero que hablemos sobre lo de ir en el verano donde mi padre. -dejó el libro sobre la mesita de noche y se le notaba lo molesto que se sentía, a regañadientes abrió la ropa de cama para que entrara en ella. Solamente llevaba su pantalón de dormir largo color celeste claro, de fina tela adaptándose a las formas de su cuerpo.

No me aproximé como en otras ocasiones, no quería que a la primera de cambio me mandara de vuelta a mi habitación, mantuve una distancia prudencial mirando las hermosos frescos del techo algo ajados.

-Explícame por qué tengo que obedeceros siempre, ¿cuándo os daréis cuenta de que soy mayor de edad y puedo hacer lo que quiera?  -mi tono era de enfado y lo acompañaba con mi gesto hosco, dicen que un ataque es la mejor defensa.

-Pensamos realizar un largo viaje en el verano y tu padre quiere que le visites, llevas meses sin que vayas allí.

-En Navidad estuve unos días, no hace un año…, si no hubiera estado enfermo también habría marchado en Semana Santa, me comprometí y siempre lo he cumplido. -nunca olvidaría que ese fue el acuerdo al que llegaron por iniciativa mía.

-Y ya veo, con esa disculpa te librarás de mi todo el verano. Podéis llevarme, otras veces lo habéis hecho. - no se trataba de que no quisiera ir, me parecía excesivo pasar allí todo el verano

-¡Ojo pequeño! Es tu padre y su familia, y te quieren. -yo también los quería, a mi padre, a Diego y también, como extensión, a su familia con la que pasaba unos días en distintas épocas del año, desde que decidió resucitar y hacernos saber que vivía.

-Mil kilómetros y todo el verano Don, ¿sabes lo que significa? Me apartas de ti y mis amigos.  -le puse cara de mártir con los ojos brillantes a punto de llorar, y lo debí de hacer bien, resultó ser él quien se moviera para pasar el brazo por mi cintura y apretarme a su cuerpo, cálido, duro, amado y querido.

-No dramatices pequeño, allí lo pasas bien y vuelves distinto, mejor, más hombre.  -me sentía tan a gusto rodeado por su abrazo, notando el calor de su cuerpo a través de la tela de mi pijama, los pelos de su pecho en mi mejilla, su olor que conservaba idéntico a cuando yo era niño, y su dura barba en mi cabeza que instintivamente me apreté contra él.

Giré la cabeza para atrás y besé su dura y cuadraba barbilla, mordiéndola a continuación.

-¿Por qué no podemos estar así siempre? Me dices que soy tu niño y me rechazas. Don te amo, quiero no amarte como tu me pides pero me resulta imposible. -abracé su duro cuerpo y pasé la mano por su gran espalda.

-Dijiste que era solo para dormir Telmo, no hagas que renuncie a mis principios. Está tu madre, es a ella a quien amo, también a ti pero de diferente forma.

-Todo eso lo se, pero yo te doy placer. Puedes tenernos a los dos.

Me empujé para que nuestras bocas quedaran a la misma altura y besé sus labios rojos.

-Sacas lo peor de mi, me vuelves loco mi precioso niño.  -le empujé para que quedara boca arriba y me monté sobre su abdomen, saqué mi chaqueta por la cabeza y oprimí mi delgado cuerpo sobre el suyo sintiendo lo hirsuto de su pelo acariciándome la piel.

Me deslicé sobre él para que mi culo se prensara contra su verga ya dura y le mordí con dulzura los labios.

-Tómame Don, hazme tuyo, quiero pertenecerte, no hay otro que me interese más. -mi deseo de él y de sexo hacía que me olvidara de los demás.

-No podemos Telmo. -aún se me resistía, era un hombre de honor y bueno al que yo deseaba pertenecer.

-Te voy a proponer un trato, haré lo que tú deseas, intentaré reconquistar a Álex, olvidaré definitivamente a Kilian y mientras tanto tú no me rechazarás. -estando sobre su pecho me sujetó las muñecas detrás de mi espalda, empezó a besarme y lamerme desesperado.

-Eres tan sucio Telmo, yo no quiero que te dejes follar por el simple hecho de hacerlo, tienes que encontrar un chico de tu edad que te ame y al que amar…, que sea interesante para ti. Y no hay otro nuevo trato, ya lo hicimos si no recuerdo mal, lo cumpliremos los dos y basta ya.

-Este verano irás donde tu padre y tratarás de verle algo positivo a ese amigo tuyo al que no quieres mirar, esas son mis condiciones, por este momento que no se repetirá. -en ese instante me volví loco, de deseo y ganas de tener a mi hombre dentro, notaba como se iba excitando, como en otras ocasiones, de alguna manera. al ponerme condiciones, se sentía justificado ante su conciencia.

Lamí deleitándome su pecho hasta que me sujetó tomando el control, empezó a besarme y a tirar de mi pantalón para quitármelo mientras mordía rabioso mis pequeños pezones, quizá expresando su venganza por haber perdido, y sin saber el placer que me daba.

Me quitó el pantalón y se desprendió del suyo, ya desnudos intentaba establecer el mayor contacto posible con su piel, sentirlo en todo mi cuerpo, resultaba explosivo tener a un macho maduro y excitado queriendo darme placer, y además era mi amado, mi hombre único y verdadero hasta el momento.

Aplastaba mis nalgas con sus enormes y fuertes manos mientras me aferraba a su dura verga queriendo llegar a ella con la boca, la más hermosa, gruesa y grande de todas las que había probado, con las venas henchidas de sangre, resaltando su glande colorado y brillante de la humedad que le salía, oloroso y dulce a mis labios.

La introduje en la boca aspirando su fragancia y frotándola con la lengua para sacarle el caldito caliente que me gustaba tanto, me sabía dulce y su volumen era el perfecto para el tamaño de mi boca, no cesaba de lubricar y olía a un ligero sudor y a su hombría.

Después de unos minutos chupándole la polla me dio la vuelta colocándome sobre él para que le siguiera mamando y poderme hacer lo mismo. Su lengua llegó a mi ano y tuve un escalofrío.

-Sí, sí…, Don cómeme el culito como tu sabes. -podía sentir la humedad de su lengua en mi anito apretando, con la fuerza bruta que ejercía para penetrarme como sabía que me gustaba, y tenía que dejar de chuparle para gemir y y sollozar de placer. Me encantaba que me comieran el anito desde que me lo hiciera Diego por primera vez.

Don era el macho genuino y perfecto que conocía las necesidades de un muchacho como yo, al que ya había explorado y sabía donde arrancarme el placer.

Forzaba a mi ano para que se abriera a su ávida lengua a la vez que sentía las cosquillas de su barba en mis nalgas y a la entrada del culo.  Durante minutos me perforó con la lengua rígida y caliente, a veces ancha para pasarla a todo lo largo del perineo y la raja de las nalgas haciendo que tuviera continuos estremecimientos.

-Méteme la verga Don, ya la necesito dentro.

-Espera tengo que dilatarte más. -metió los dedos sin resistencia, yo sabía que estaba preparado para recibir su polla por gorda y larga que fuera, lo sentía por las pulsaciones ansiosas de mi culo esperando que lo ocupara con algo más consiste que su lengua.

-¡Que rico tienes el culito pequeño! Desde siempre lo he querido y ahora, otra vez vas a ser mío. Voy a ponerme un condón.  -la palabra me hizo daño, lo quería en vivo y al natural para sentirle todo lo posible.

-No, por favor, no te lo forres.  -no atendió mi ruego y abrió el cajón de la mesita, pero para sacar un frasco de crema que cogió con los dedos índice y corazón.

-No quiero desgarrarte, esto te abrirá lo suficiente. -lo fue aplicando con la punta de los dedos frotando en la entrada del ano y dentro del recto, sentía como se abría ansioso queriendo que algo me penetrara.

Me colocó arrodillado y él entre mis piernas, deseaba follarme de perrito y me dispuse a colaborar para que fuera preciso, abrí las piernas y las dejé flojas para que él las guiara a la altura de su polla. Entró el gordo glande y el resto resbalo invadiéndome todo el recto, el placer fue tan grande que puse los ojos en blanco y respiré agitado, ya sudoroso y temblando.

A partir de ese momento yo resultaba su hembra e hizo lo que deseaba.

-Te voy a domar pequeño, vas a hacer lo que yo quiera por última vez. A los chicos perversos como tu los se controlar. -no podía contenerme del placer que sus profundas estocadas me producían y lloraba gimiendo en un monocorde sonido.

-Más, más, más, haré todo lo que quieras pero fóllame, mátame de placer.

-¿Te gusta peque? ¿Me sientes?

-Sí, sí, Don, lo haces muy rico amor, no seas complaciente, trátame como a un puto. Yo soy tu puto.  -notaba como mis palabras lo excitaban haciendo que su verga se volviera más dura y larga.

Cuando se cansó de darme verga por detrás, arrodillado o cabalgándome de pie, flexionando las rodillas y tirándome del pelo, montándome como si fuera una yegua, me dio la vuelta sin sacarla de mi culo para colocarme con las piernas en los hombros.

Me gustaba porque a la vez de follarme el culo me besaba y veía la lujuria asomada a sus ojos. Esa loca lujuria que yo conseguía generar en él, y que aunque no lo quería reconocer, ni mi madre lo lograba a pesar de su sensual hermosura.

Después me follaba de costado para descansar, mientras aprovechaba para girar la cabeza y abrazado a su cuello exigirle la boca y sus besos.

Eran minutos que se volvían segundos de enorme placer que no debían terminar nunca, hasta que comencé a sentir una sensación de gusto exquisito en el culo que irradiaba hasta mi pene engordando como nunca lo había visto.

En ese momento podía sentirme orgulloso de mi verga temblorosa al aire, notando como sin tocarme el orgasmo me venía irrefrenable.

Sujeté mi pene para aliviarle de los temblores que lo movían al igual que mis muslos y piernas.

-No, espera a correrte sin tocarte, quiero que sufras la espera. -mis manos se inmovilizaron a la vez que aceleró las entradas de su verga hasta sentir como mi vientre se movía convulso marcando mis abdominales, y sin tocarme comencé a eyacular sobre las sábanas. Tensé el cuerpo para soportar los golpes de los tendones en las piernas, mirando asombrado la distancia a la que llegaba mi semen.

Don continuaba dándome profundas embestidas por atrás perforándome el culo, me mordió la oreja y habló entre jadeos.

-Me voy a correr en un instante, no aguanto más nene, donde lo quieres. -era un detalle exquisito ofrecerme su semen de esa manera. Le respondí aún agitado y sin llegar a recobrar la consciencia.

-En la cara, córrete en mi cara.  -salió de mi culo y me montó colocando la punta de la verga en mi mejilla, cerré los ojos y le sujeté los testículos para que sacara todo el semen que pudiera.

La leche le salía caliente y los regueros me cayeron sobre la mejilla y los labios, tenía la boca cerrada para que todo cayera en la cara, después de vaciarse pasaba el glande aplastando la venida contra mis labios hasta que abrí la boca para recibir la verga mojada de sus jugos.

Disfrutaba arrastrando la leche de mi cara con la verga hasta la boca, y poco a poco me iba comiendo todo el esperma que me entregaba, el sabor resultaba dulzón y agradable para mi, rico como todo el que había comido de mis otros amantes.

Había limpiado con la lengua todo el semen que había tirado y me abracé a su pecho temblando, miserable de mi, deseándole de nuevo.

Me sentía abrazado y querido a pesar de todo, estaba detrás de mi con todo su peludo cuerpo pegado a mi espalda.

-Ya has conseguido lo que deseabas, ahora tu tienes que hacer tu parte.  -me sentía herido por sus palabras, era cierto que yo lo deseaba pero él también lo había gozado.

                           ———————————

Nuestra vida cambió como de la noche al día cuando nos trasladamos a vivir a la casa de don Fernando, me inscribió en otro colegio, a uno donde muchos de los niños eran increíblemente guapos, ricos y bien vestidos, o esa impresión tuve al principio.

Me destinaron una preciosa habitación con balcón al jardín desde donde podía ver el agua azul de la piscina, las hermosas flores y plantas que cuidaba un hombre bastante joven con esmero y cariño, con criados para todo, pero mi madre ahora estaba aún menos tiempo conmigo, progresivamente se involucraba más y más en los negocios de Don, y él, al contrario, se dedicaba más a cuidarme.

Me esperaba cuando regresaba del colegio, o me recogía a veces, y me lleva a las clases particulares de guitarra e idiomas, me acompañaba a hacer mis deberes pasando muchas horas a mi lado, se convertía en algo más que un padre para mi y todo el mundo lo veía de esa forma, en realidad mis amigos creían que lo era aunque les extrañaba que le llamara Don.

Cada día que pasaba ocupaba un trocito más de mi corazón y se entregaba a su devoción por mi, yo pensaba que él hubiera deseado tener hijos y volcaba en mi todo el amor que guardaba.

Entonces conocí a Carla y mis demás amigos, ella resultó mi confidente y entre los mejores o íntimos estaba Kilian. A Álex lo integró Carla que lo conocía de antes. Este era el chico perfecto, maduro, aburrido y viejo desde niño. A Carla le encantaba, en realidad a todo el mundo y para ciertas cosas era un genio, y a mi me resultaba odioso por su excesiva y amable perfección que abrumaba.

Como a los doce años empecé a darme cuenta, en el aspecto sexual, de que Carla no me importaba, y sí muchísimo Kilian y algunos otros compañeros de curso. Quizá si Álex hubiera sido diferente me hubiera fijado en él en otro sentido, pues guapo lo era a rabiar aunque sus facciones lucían duras.

Resultó un descubrimiento progresivo. Me quedaba absorto contemplando los cambios que se producían en ellos, en las duchas después del ejercicio deportivo y hasta vestidos llamaban mi atención imaginando lo que escondían sus ropas.

Y todo ello para mi resultaba normal al comienzo, no me sentía cohibido al mirarles, era como cuando un pintor observa a sus modelos desnudos, y luego comencé a sentir cosas raras, como  que la verga se me ponía dura y la piel se me erizaba.

Mi interés paso de mis compañeros a otros hombres mayores, profesores y padres de mis amigos, y sobre todos ellos Don, lo miraba de forma diferente, analizando todas sus reacciones por pequeñas que fueran, como movía las pestañas o los labios cuando comía, verle en bañador en la piscina era lo máximo hasta que comencé a imaginar lo que guardaba tras la ropa en su entrepierna, todo eso añadido a la admiración que despertaba en mi, a nuestro constante relación y contacto me hicieron desearlo, amarle aunque eran sentimientos que no llegaba a comprender muy bien.

Con trece años mi curiosidad sobre lo sexual y los hombres aumentó exponencialmente, hasta entonces para mis trabajos utilizaba el ordenador que Don tenía en su despacho y por Navidad me regaló mi primer portátil. Resultaría un bombazo poder entrar en internet a curiosear y saber lo que pasaba en el mundo, además de las conversaciones que ya teníamos entre los chicos en el colegio.

Como consecuencia de las calenturas que la observación de fotos y videos, gays y heteros de cualquier tipo producían en mi libido, comencé a tocarme, iba un poco retrasado porque hablando con Kilian, para esa edad, él ya se masturbaba, claro que él tenía hermanos mayores y ellos le enseñaban.

Me perdía en las imágenes que pasaban en la pequeña pantalla de mi portátil y no me daba cuenta de que era la hora de la llegada de Don y que tenía que haber comenzado mis deberes.

Ansioso de excitación, me saqué el penecito que tenía entonces, no soy bien dotado de pene aunque si de testículos, como no podía manejarlo bien me bajé los pantalones y slip y empecé a moverme el pene como uno de los chicos le hacía al otro en el video, era pura imitación y me gustaban las sensaciones que sentía.

Al chico se le tensaba el abdomen y el otro aceleraba los movimientos de la mano, me detuve un momento expectante, sintiendo que algo iba a suceder viendo las expresiones de sus caras hasta que de la polla del masturbado comenzó a salirle la leche.

Justo en ese instante sentía el carraspeo de Don avisándome de su presencia, sin darme tiempo a subirme los pantalones y solo estiré la camisa para taparme el pene. No era por vergüenza, Don me había visto desnudo en numerosas ocasiones, me había bañado, puesto supositorios, era por el sentimiento de culpa al pensar que estaba haciendo algo que no estaba bien.

Me puse absolutamente rojo y bajé la cabeza sintiendo como Don se aproximaba, acercó una silla para sentarse a mi lado y suavemente me sujeto la barbilla y me obligó a levantar el rostro. Cerré los ojos para no enfrentarme a los suyos que imaginaba acusadores.

-Abre los ojos y mírame Telmo.  -no podía, de verdad que prefería morirme a mirarle.

-Lo siento Don, no quería y…, de verdad que no lo volveré a hacer.

-Mírame Telmo.  -abrí los ojos y los suyo no me miraban acusadores como yo imaginaba, solo veía las ternura de siempre y cierto alegre regocijo, me bajo de la silla para abrazarme entre sus piernas, los pantalones se habían caído a mis pies y se inclino para subírmelos.

-Abróchalos y ahora hablaremos.

-No te enfades Don, ya te he dicho que no volverá a suceder. -volvía a preocuparme al entender que podría querer que lo habláramos con mi madre.

-¿Tú me ves enfadado o molesto? Lo que has hecho es normal Telmo, ya tienes edad para sentir curiosidad por estas cosas. Me besó en la frente y me sentó en sus rodillas, hacia algún tiempo que ya no me cogía sobre sus piernas.

-Lo que estabas mirando es una relación entre chicos, ¿te gustaba lo que hacían?  -además de sorprenderme con mi pene en la mano y masturbándome, se había dado cuenta de que lo que miraba era un video de dos muchachos y eso ya no sabía que consecuencias tendría.

-Me gusta Don, pero no te enfades conmigo, por favor, Carla dice que eso es de mariquitas. -tuve que ocultar la cara en su cuello, sentía que se me iba a derretir del calor que sentía.

-¿Has hablado con tu amiguita de esto?

-A veces hablamos entre nosotros y con Kilian de estas cosas.

-Bien, bien haces muy bien al hablar con tus amigos sobre lo que podáis sentir, y a partir de ahora quiero que me preguntes todas tus dudas, no deseo que te sientas culpable por algo que no es malo.  -sus abrazos conseguían llevarse todas mis preocupaciones liberándome.

Me habló durante mucho tiempo de estos temas, riéndose a veces de mis apuros en las duchas cuando veía desnudos a mis compañeros.

-¿Te pasaba a ti lo mismo Don?  -entonces su abrazó aumentó en dureza como queriendo protegerme de todos y todo.

-No exactamente igual, pero era muy parecido, no tenía con mis compañeros el problema que tu tienes, y tenía otros, no debes  preocuparte, solamente consúltame tus dudas y las resolveremos, ¿de acuerdo?

A partir de aquel momento le consultaba todas mis dudas por íntimas y nímias que fueran llegando a tener más confianza con él que con Carla. Él a su vez iba instruyéndome en lo que sentía y haciéndome entender mi sexualidad homosexual e insistiendo en que no debía avergonzarme por ser de esa manera.

Continuará…

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