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Mis dos familias - 05 de 10

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Javier me esperaba en la salida de pasajeros después de dos tediosas horas de viaje. Al salir del aeroplano sentía el cambio del aire más caliente, y pensé que allí se podría vivir todo el año en bañador.

Esperaba que su familia estuviera con él esperándome pero estaba solo. Nos miramos un segundo y dejé el carro con las maletas para correr a abrazarle.

-¿Como ha resultado el viaje, bien? ¿Te has mareado?

-Papá todo bien, estupendo.  -me llevó hasta el aparcamiento donde tenía estacionada una furgoneta de color verde botella,  con la mitad de ella abierta para cargar bultos grandes.

-Querían venir a buscarte, pero tu vuelo llegaba con retraso y es hora de las comidas, verás que aquí todos trabajamos.

-Os ayudaré papá, colaboraré en lo que pueda.  -me miró, creo que complacido.

-No será necesario, tenemos más gente en estas épocas.

-Quiero ser uno más, sin privilegios. -sonriente me dio una palmada en la pierna.

-De acuerdo, le diré a Diego que tiene un ayudante, te va a deslomar, luego no te quejes.

Tenían el comedor lleno, y como el sol lucía esplendoroso, también las terrazas descubiertas tenían numeroso público, en el comedor uno de los camareros se desplazó hacía nosotros cuando entramos, sabía que se trataba de Diego por las fotos que me había enseñado. Vestía un pantalón blanco ajustado como el resto de los chicos camareros, con un mandil negro atado a la cintura dándole dos vueltas, con un gran bolsillo para guardar la libreta de notas y otros elementos para su trabajo.

No era mucho más alto que yo a pesar de sacarme dos años de ventaja y resultaba más llamativo y guapo que en los fotos, delgado y por la camisa sin mangas se le veían los brazos fuertes con tendones muy marcados y un culito respingón y alto, apretado en aquel pantalón ajustado. Después vería que era un rasgo común de su familia.

Nariz un poco aguileña, ojos color miel clara envueltos en largas pestañas, moreno de pelo corto y ensortijado, boca generosa, grande de labios gruesos y turgentes, moreno, casi negro y sonreía acercándose.

-¡Llegaste!  -me asombré del recibimiento, me abrazó golpeándome la espalda y me quedé algo frío y sorprendido.

-Diego, vuelve al trabajo, luego podréis hablar.  -se hizo a un lado, una chica joven y una señora, más o menos de la edad de mi madre esperaban, la chica vestida con pantalón corto y camisa como la de su hermano, Sandra Patricia resultaba un reflejo de su madre en joven, rostros redondos más bajas que yo y rellenitas de carne pero muy bien colocado todo.

Luz María resultaba la antítesis de mamá en lo físico, después vería que también en lo familiar, me envolvieron las dos a la vez en un abrazo que por poco me sacan las lágrimas.

Me llevaron a una mesa y enseguida me dejaron, Javier tenía que ir a la cocina y Sandra a la barra del bar, se quedó conmigo Luz y me preguntó si quería comer algo, ellos lo harían cuando el trabajo aflojara. Como me sentía ligeramente emocionado le dije que esperaría para comer con ellos.

-Entonces ven, vamos a llevar tu equipaje a la habitación y podrás cambiarte de ropa si lo deseas.  -en el camino repartió alguna orden entre el personal de las terrazas.

Las habitaciones estaban en el primer piso, en el pasillo se detuvo ante una de las puertas.

-Dormirás con Diego, hay muchas habitaciones pero con el personal temporal que hay ahora, están todas ocupadas, ¿no te importará? -había otras cinco o seis puertas en el pasillo.

-No te preocupes Luz, a veces he estado de campamento y se lo que es compartir. -me miró un instante de arriba abajo volviendo a sonreír como hacían los tres, dejando ver la blanca dentadura deslumbrante.

-No lo dudo mi niño, tienes a quien parecerte. -la habitación no era muy grande pero suficiente, con dos camas y un armario amplio empotrado en la pared, una pequeña mesa que servía de escritorio con una silla de brazos, dos pequeñas butacas al lado de la ventana-balcón y muchas estanterías con objetos que supuse pertenecerían a Diego.

-Puedes colocar tu ropa en esta parte del armario y ya te dejo, nos veremos abajo, curiosea lo que quieras, no hay puertas con candados.  -dejó salir una carcajada y volvió a darme un corto abrazo.

-Queremos que te sientas bien, a gusto como en tu otra casa.  -la vi desaparecer dejándome solo y la puerta sin cerrar.

Lo primero que hice fue acercarme al balcón y correr el ligero visillo, tenía el mar y la playa a mis pies, había bastante gente con sombrillas cerca de la orilla, lucía el sol y abrí una las hojas, me llegaba el murmullo de las voces y los gritos de los niños corriendo por la arena. Me gustaba el lugar.

Coloqué mi ropa, algo apretada por falta de espacio y subí las maletas al altillo del armario, con el día que hacía decidí ponerme un pantalón de color gris perla, suelto y ancho hasta las rodillas y una playera de rayas anchas verticales, todo fresco y veraniego aunque el verano llegaría en unos meses.

Pasé por el resto de las habitaciones sin entrar, todas ellas eran muy parecidas a la de Diego salvo una, las más alejada, espaciosa, grande y con enorme cama matrimonial, supuse que sería la de mi padre y su mujer, la mitad daban a la playa y las otras al parking trasero y un edificio bajo que estaba abierto y del que vi a dos chicos sacando cajas con bebidas.

Cuando al fin bajé, más que nada impelido por el hambre, Luz me estaba esperando.

-Iba a subir a buscarte. -aún había clientes comiendo y me llevó hasta un lateral de la barra de bar, había un pequeño comedor y ya estaban sentados los tres, y algún otro miembro del personal de servicio, como si todos ellos formaran parte de la familia. Mi padre se puso de pie señalándome.

-Mi hijo, Telmo estará unos días con nosotros y no quiero que le hagáis trabajar demasiado y luego no quiera volver.  -me saludaron inclinando la cabeza entre risitas y alguno, los más próximos, se levantaron para darme la mano.

-Ven a mi lado Telmo. -Diego me reclamaba y a uno de sus lados tenía un asiento vacío esperándome, enfrente de mi padre y su mujer.

La comida resultó grandiosa, por la cantidad y calidad, Luz me pedía que le acercara el plato cada vez que me lo veía vació, haciéndome pensar que terminaría gordo como un cerdito cuando me marchara.

Después se pusieron todos a recoger los comedores y repartirse el trabajo, yo estaba de mero espectador hsta que Diego se me acercó.

-Esto te resulta aburrido pero será el primer día, mañana me acompañaras en mis labores y podrás entretenerte. Ahora vamos para arriba a por un bañador y nos damos un baño en la playa que a la noche volverá la faena. -comenzó a andar y le seguí detrás de él.

Cogí mis utensilios de limpieza y me encaminé al baño, uno particular para nosotros dentro de la habitación y me alegre de no tener que esperar el turno con otros usuarios.

Diego se había comenzado a quitar el uniforme y me lo quedé mirando, tenía un pecho delgado y marcado con los pectorales altos, sin vello salvo el que se le veía salir de las axilas, negro como el de la cabeza, luego siguió con el pantalón quedando con un calzoncillo de pata y flojo, se le notaba la polla danzando al moverse y sentí curiosidad por verla, me daba la impresión de que era grande.

Tampoco podía dejar de comparar el color de nuestras pieles, la mía parecía leche a su lado. Me sorprendió mirándole y me enseñó los blancos dientes en una sonrisa extraña.

-¿No ibas a lavarte la boca? -quedé un poco impactado mirando mi neceser en las manos.

-Comparaba el color de las pieles, pareces casi negro.  -soltó una risa alegre.

-Soy moreno y tomo mucho sol, pero algún miembro de color habrá habido en mi familia.  -pasé al baño y comencé a cepillarme los dientes, cuando él entró, a través del espejo le podía ver, se había quitado toda la ropa y detrás de mi se encerraba tras el cristal de la ducha.

Giré la cabeza para observarle detalladamente, había imaginado bien, su verga colgaba ostentosa junto con sus testículos y en reposo resultaba más larga que la mía erecta, una gran mancha de negro y brillante pelo le cubría el pubis y algunos pocos subían hasta el ombligo.

Había quedado paralizado, mirándolo el movimiento de campana que hacía el pene y los testículos al moverse, reanudé la limpieza y desvié la mirada intentando evitar que se diera cuenta de mi curiosidad por el sensual espectáculo que me ofrecía.

No se el por qué, terminé de enjuagarme y me lave la cara, había terminado pero no marchaba a la habitación, esperando que saliera y verle al secarse, comenzaba a sentirme algo excitado, sensación que aumentó cuando salió y vi que él también lo estaba.

Recorría la toalla por el torso, la cara y el pelo que le había quedado revuelto, la deslizó por la cara hasta el cuello y cuando los ojos aparecieron detrás de la felpa me miraban atentamente.

-Voy a hacerte una pregunta pero no quiero que te molestes.  -miré por última vez la oscilante polla a la vista, la toalla tapándole el abdomen hasta llegar a sus ojos que parecían muy claros rodeados por las largas pestañas.

-¿Te gusta la verga?  -era lo que menos esperaba oírle preguntar y me puse intensamente rojo, sentía ardiéndome a cara y sin saber lo que responderle hasta que le solté la verdad, aunque creo que no me oyó y lo adivino por mis labios al moverse.

-Sí, me gustan.

-Tienes que disimular un poco.  -sonreía muy gracioso.

-Si te molesta podemos pedirle a tu madre que me ponga en otra habitación.  -me había dado la vuelta para mirarme en el espejo, estaba como un cangrejo recién cocido.

-Ni lo pienses hermanito. -expresión que sería costumbre en él para referirse a mi.

-No me molesta en absoluto, aquí hay mucho de eso y otras cosas realmente malas, ya verás cuando vengas en el verano, podrás divertirte lo que quieras, con mujeres y si te van los hombres los tendrás a montones.  -me pasó un brazo por los hombros sin dejar de secarse y volvió a la habitación seguido por mi.

Se colocó un bañador, largo de pata, en colores brillantes con braga de nailon interior.

-Aún no es el momento de enseñar lo que se tiene, ¿y tú, no te colocas un bañador?  -me di cuenta de que él estaba preparado y yo no.

-Puedes desnudarte delante de mi, total tenemos lo mismo.  -y en un acto de absoluta desvergüenza se bajó al bañador a medio muslo dejándome que volviera a verle su entrepierna. -reíamos al unísono y comencé a quitarme la ropa ya tranquilo y sin dejar de reír por su ocurrencia.

También Diego me observaba al desnudarme.

-¡Joder! Vaya huevos, son el doble que los míos. -me los señalaba riendo y consiguiendo que me sonrojara de nuevo pero reía con él.

Las barreras y tabúes había caído entre nosotros, me gustaba su camaradería y el que, en principio, me aceptara sabiendo mis gustos sexuales.  Ese día paseamos por el borde del mar, como haríamos otras tardes, nos bañamos y jugamos en el agua, y me presentó a algunos amigos que jugaban al fútbol y se bañaban. Soy un buen nadador pero de piscina, y el mar me inspira respeto, y procuro no a alejarme de la orilla.

Le ayudé y a veces creía que entorpecía el trabajo pero cuando hacía algo mal él se reía sin darle importancia, lo estaba pasando realmente bien aunque me acordaba de casa. No volvimos a hablar sobre el tema, pero aprovechaba cualquier ocasión que se me presentaba para mirarle y excitarme con su cuerpo viril y formado aunque estuviera delgado.

Tenía mucho éxito entre las chicas, sus amigas y las camareras, me daba cuenta de como las metía la mano para agarrarles las tetas disimuladamente en cualquier descuido que tuvieran.

Faltaban dos noches de pasar con ellos antes de que volviera, habían trabajado hasta tarde, más de las doce y Diego desapareció, pensé que habría ido al almacén trasero para recoger bebidas y reponer en las neveras para el día siguiente y salí para buscarlo y ayudarle.

Escuchaba el ruido de las olas al besar la arena y algunas voces de gente retrasada en la playa, la parte posterior del almacén estaba alumbrada y me dirigí allí entre los montones de cajas que había.

No escuchaba mover cajas pero si ruido de chapoteo y y suaves gemidos, de repente averigüe de lo que se trataba. Diego estaba sentado sobre unas cajas con las piernas colgando, con los pantalones del uniforme bajados y a su lado una de las camareras con las tetas fuera de la blusa. Diego se las acariciaba mirando al techo, y de él eran los suspiros cuando la chica que le masturba, ahora si pude ver su verga en su máximo esplendor, bajaba la cabeza para chupársela sorbiendo muy fuerte de la punta.

Fue ella la que notó mi presencia, parado como una estatua, sin perder de vista aquella barra de carne, no muy gruesa pero larga, abrazada por los labios y ceñida con una mano,  la otra bajo sus huevos sujetándolos.

-Creo que tenemos visita.  -Diego me vio entonces, me miraba fijamente y me alargó la mano.

-Hermanito, ¿has venido a ayudarme?, ven toca estas tetitas tan suaves.  -sujetó uno de los pezones y debió hacerle algo de daño, o lo contrario, por el gemido que dio la muchacha. No podía dejar de mirar sus manos resbalando por el largo tronco de carne.

-Me parece que al chico le gusta más lo que tengo entre las manos que mis pechos. -se río alegre y desenfadada sin importarle que yo los hubiera sorprendido, pero me moría de vergüenza por lo que había dicho y lo que pudiera pensar Diego, me día la vuelta y salí corriendo.

Escuchaba los pasos de Diego detrás de mi llamándome, pero no me detuve hasta que entré al restaurante y unos minutos más tarde entraba él. Solamente estaban Javier y Luz preparándose y apagando las luces y se quedaron sorprendidos al verme a mi primero y seguido a Diego.

-¿Qué sucede Telmo? Creía que estabas en tu cuarto.  -no fui yo el que le respondí, no hubiera encontrado las palabras para justificarme y fue Diego quien acudió en mi ayuda.

-Estábamos haciendo una carrera en la playa y Telmo ha llegado primero, ya nos vamos a descansar.  -sin hablar me encaminé a las escaleras y Diego me siguió.

Me sentía abochornado y humillado a pesar de reconocer que la chicha no había hablado de mala fe, y también por haberles interrumpido el acto sexual. Entré al aseo rápidamente y me dispuse a lavarme la boca para dormir.

Diego se apoyó en el quicio de la puerta observándome y lentamente se me acercó por detrás hasta quedar pegado a mi, pasó los brazos por delante de mi cuerpo abrazando mi pecho.

-No tienes que preocuparte hermanito, no ha pasado nada.  -apretó ligeramente mi vientre llevándome hacía él y quedando muy unidos, sentía el bulto de su polla sin endurecer sobre mis nalgas y su aliento en mi cogote, no lo esperaba y me besó el cuello para seguido morderme el cuero cabelludo con los labios.

-Necesitas que te quieran y me tienes a mi para lo que desees.  -no pude evita un hondo suspiro y tiré la cabeza hacia atrás depositándola en su hombro, entonces me besó la oreja y jadeé un poco alto excitado. Necesitaba a alguien que me abrazara y quisiera, Diego tenía razón.

Quitó sus manos  de mi tripa para llevarlas a la cinturilla de mi pantalón y tiró de ellos cayendo a mis pies, inmediatamente hizo lo mismo con los suyo y pude entonces sentir el calor de su piel contra la mía y su verga todavía floja entre mis piernas. Metió una pierna suya entre las mías pidiéndome que las abriera. Su polla empezaba a endurecerse y podía sentir todo su calor y fuerza pasando por la raja de mis culos.

-¡Ah! Diego.  -me aparté un poco para meter la mano y sujetar aquel caliente palo entre mis nalgas.

-¿Te gusta?  -solo le dije que si moviendo la cabeza y mordiéndome el labio inferior.

-¿Quieres que te la meta?  -entonces me asusté un poco, primero porque no quería romper mi promesa a Don, y segundo porque era virgen y Diego no lo sabía.

-No, eso no, si quieres te la chupo.  -se quedó un instante paralizado, pero cuando vio mi intención de arrodillarme ante él para empezar a mamarle la verga me sujetó.

-Como tu quieras pero vamos a la cama, será mejor.  -me dejé guiar y cuando estuvimos al lado de la suya me quitó la camisa, me dio una visión rápida y acercó la boca para empezar a lamerme las tetillas, después de besarlas, lamerlas y morderlas con los labios me dejó tumbado en la cama, se quitó la camisa que llevaba y admiré su cuerpo que me parecía majestuoso y grande a pesar de que se insinuaban las costillas en el el pecho.

No creía que a Diego le gustaran los chicos después de lo que le había observado pero allí estaba yo totalmente entregado a sus caricias y besos, sentir su polla caliente rozándome la piel me volvía loco y estiré la mano para agarrarla con fuerza.

-Déjame que te mame.  -levantó la cabeza y me miraba notándosele la lujuria en la mirada, con cierta risa y burlona coquetería al sentirse deseado.

-Déjame a mi hermanito, de esto se más que tu, te voy a mamar la polla como nunca lo ha hecho nadie, y también tu rico culito. -y me dio un beso en los labios, rápido pero me encantó, él no sabía que aún estaba muy verde en todo eso aunque lo sospechara.

Me dirigía para colocarme en la postura mejor y meter la cara entre mis nalgas y tuve que morder la almohada cuando comenzó a lamerme el hoyito e intentar penetrarme el culo con la lengua. Con la cara apoyado sobre la cama y elevando el trasero, cogí con las manos mis culos para abrirlos tirando de ellos y dejarle lugar para que entrara.

Suspiraba, jadeaba y gemía ante el placer que Diego me daba, respetó mi decisión y no intento penetrarme, salvo con la lengua que me invadía, haciendo que conociera ese placer maravilloso y sublime de sentirte follado por una juguetona lengua, si hubiera querido penetrarme no hubiera podido oponerme por lo caliente y entregado que me tenía.

-Ahora viene la siguiente función, tu culito me ha encantado, y esa polla tan rica que te veo quiere que la atiendan.  -no me parecía justo que él me diera placer y no se lo devolviera, aunque me sentía impresionado de lo diferente que resultaban Kilian de Diego.

-Te la mamaré yo, eso lo se hacer bien.

-Los dos a vez, colócate encima de mi, la cama no es grande.  -así lo hice colocando mis piernas a los lados de su cabeza y tumbado sobre él, con la punta de su verga justo a la entrada de mi boca para que pudiera empezar a jugar con ella. Diego tenía mi pene sobre su boca y mis testículos en la frente, me abrió las piernas para jugar a la vez en mi ano con los dedos.

Claro que con Kilian nunca habíamos hecho esto, mejor dicho nunca me había lamido el culo ni la polla como me estaba haciendo Diego, dándome a conocer placeres hasta ahora ocultos y sin descubrir por mi.

No podía dejar de gemir aunque quería tener su polla en la boca, Diego era un maestro mamándome la verga y jugando con los dedos húmedos en la entrada de mi ano, mis huevos extraordinarios tenían que gustarle mucho por las veces que los besaba pasándoles la lengua.

No paraba de manosearme logrando que me contrajera temblando, abrió un poco sus piernas y pensé que me invitaba a hacerle lo mismo que él me estaba dando y me chupe los dedos para pasárselos por la entrada del culo. Solamente una vez se lo toqué a Kilian y me apartó la mano. El ano de Diego estaba caliente y se movía como llamándome.

Era la primera vez que alguien me trataba como a un igual, aunque realmente solo había estado con Kilian y resultaban tan distintos. Apretó el glande entre el paladar y la lengua y pensé que me corría de gusto, sintiendo como avanzaba la leche a lo largo del canal del pene. Quise avisarle por si no le gustaba recibir el esperma en la boca.

-Diego creo que me corro, sácala.  -lo hizo pero fue para, entre risas, excitarme más apretando el dedo en la entrada del culo sin meterlo.

-Hazlo hermanito, no pienses en nada. -y volvió a meter el glande chupando y batiéndolo con la lengua en la boca, lanzándolo contra el paladar en un juego desconocido que logró que me viniera. Pensaba que los abdominales me estallaban por la presión que sentía en el vientre y le llené la boca de leche.

Siguió lamiéndomela, pero más suave acompañando mis sucesivos disparos de semen que se volvían más débiles hasta terminar rendido y agotado, pero tenía en mis manos su verga esperando que la atendiera y lo hice ensayando lo que acababa de aprender.

No me pidió permiso, y permití que la metiera hasta el fondo de la boca y allí me regalara su semen que no podía tragar todo como sí hizo él con el mío. Se la continuaba lamiendo dejándola limpia y recogiendo la saliva envuelta en semen que había caído en su vello hasta que se le fue bajando la hinchazón y quedar con el pene rojo o negro, porque era difícil distinguirlo.

Para mi, que nunca me habían chupado la polla ni comido el culo, había resultado genial y sabía que lo echaría de menos cuando marchara. Por otro lado pensaba que Diego tenía mucha práctica en chupar vergas y quizá en otras cosas.

-Vamos a tomar una ducha rápida, hemos sudado.  -le seguí admirando su lindo y duro trasero.

-Es increíble la leche que tiras, pensaba que no podría con toda. -yo pensaba lo contrario, que era poca la que eyaculaba a pesar del tamaño de mis testículos.

-Gracias Diego.  -sin responder me abrazó pasando con suavidad las manos por mi espalda, envueltas en la espuma de gel hasta llegar a mis nalgas, y me besaba con dulzura los labios envolviéndolos en los suyos gordos y jugosos.

Continuará…

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