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Dominado por mis alumnos

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Hola a todos de nuevo. Os escribo para contaros una de mis últimas experiencias, siempre con todo el morbo que pueda transmitiros.

Actualmente trabajo de profesor, y llevo un par de años dando clase en el turno nocturno de un instituto de mi ciudad. Es un turno más tranquilo y con alumnos ya mayores de edad, así que me lo paso bastante bien.

Si habéis leído alguno de mis relatos anteriores, recordaréis lo mucho que me pone las situaciones morbosas, con exhibicionismo y algo de riesgo de ser pillado. Me pone tanto que a veces me descontrolo. En esta ocasión, me encontraba un sábado en casa y me fui excitando, así que decidí ir a un bar de ambiente a ver si encontraba una buena polla.

Con el calentón encima me fui al bar tradicional más clásico de Murcia y que me pillaba cerca de mi casa. Iba tan excitado que conforme entré, subí directamente las escaleras hacia la zona del cuarto oscuro. Al entrar hay una pequeña habitación con unos sofás y una tele en la que ponían una porno y a la izquierda, tras una cortina, un largo y oscuro pasillo, algo estrecho, con unas puerta en un lado que daban a unos pequeños habitáculos.

Como yo ya había estado en esta zona, conocía la dinámica, y lo que buscaba era el morbo del sexo en público, así que entreabrí la cortina y vi que en el fondo del pasillo, se podían vislumbrar la silueta de dos tíos de pie. Con la polla dura como una piedra y casi jadeando, me metí dentro y fui directamente hacia ellos. No podía apreciarles la cara, pero parecían jóvenes y yo esa noche buscaba polla.

Ni corto ni perezoso, me situé entre los dos. Ellos tampoco podían ver mi cara, así que no había lugar para timideces. Acerque mis manos a sus respectivas pollas, que entre los pantalones se notaban ya duras y empecé a masajearlas mientras oía a sus respectivos dueños exhalar aire con satisfacción. El de mi derecha puso su mano en mi culo y comenzó a amasarlo con aprobación y en unos segundos metió la mano por dentro del pantalón, sorprendido de que no llevará ropa interior:

—Qué preparado viene este, joder...

Como habíamos subido de nivel, me lancé a sacarles las pollas fuera de sus pantalones. La del de mi derecha era magnífica, de las que me gustan a mí, larga y recta, dura como el acero y circuncidada. Se me hacía la boca agua al notar su calor y los latidos de sus venas. El de mi izquierda la tenía algo más corta pero muy ancha, ya húmeda. Su grosor me hizo descartar metérmela por el culo, me habría partido en dos.

Me encantaba sentir su excitación mientras los masturbaba suavemente, como suspiraban y me animaban entre dientes: "Así, así...". De vez en cuando, la cortina se movía y alguien se asomaba, nos animaba y entraba gente a alguna cabina. Estaba muy animado aquello.

Uno de los que se asomó se acercó a nosotros y sin llegar a tocarnos, se sacó la polla y empezó a pajearse delante de nosotros. Como estaba a contraluz no podíamos verle la cara, pero sentía su ávida mirada fija en nosotros.

Yo notaba que los últimos resquicios de autocontrol me abandonaban y tener público era lo que me faltaba. Empecé a gemir y a decirles guarradas a mis dos sementales a los que aún no había visto la cara:

—Vaya dos pollas tenéis, cabrones, me estáis poniendo a mil, quiero sentirlas dentro, quiero que me folléis la boca hasta que me ahogue, que me reventéis el culo con estas pollas que tengo en la mano, folladme como a una perra, qué pollas, joder... Mirad cómo le gusta a ese la paja que os estoy dando, le encantará ver cómo me las trago... Dadme más polla...

Durante varios minutos continuamos así, con sus gemidos cada vez más elevados y otros tíos que pasaban por el pasillo viendo lo que hacíamos. Ya no podía más, así que me arrodillé de golpe y tirando suavemente de sus pollas hacia mí, empecé a chuparlas, lamiéndolas bien salivadas. Las recorría enteras con la lengua mientras las masturbaba con las dos manos, lamiendo también sus huevos.

El olor de sus pollas, de mi saliva y la situación hizo que cada vez chupara más fuerte, hasta que el que tenía la polla más gorda aprovechó que la tenía dentro y de un golpe de cadera me la metió hasta el fondo. La náusea me llegó, pero me aguanté. Eso es a lo que había venido, lo que me había buscado. Con todo ese pollón dentro, con la mandíbula casi desencajada, empezó a follarme la boca con profundidad, bien duro, mientras me cogía la cabeza con las dos manos y me embestía sin parar.

Las lágrimas me llegaron a los ojos, y en algunos momentos la asfixia me llevaba al séptimo cielo. Yo no dejé de masturbar la otra polla con mi mano derecha, mientras con la izquierda terminaba de sacarme la polla para tocarme. El que me follaba la boca, me la sacó durante un segundo a la vez que me decía:

—Esto es lo que querías, ¿verdad? Así te gusta, sentir la polla bien dentro, puta, comer polla hasta el fondo, ¿eh?

Yo, con la cara empapada de mis lágrimas y de la saliva que me rebosaba de las comisuras de la boca, solo pude asentir y murmurar un "¡sí!" entrecortado por su polla que de nuevo me metió hasta la garganta, continuando la follada. Yo solo tenía ojos para el tipo que se pajeaba delante de nosotros, y para los que iban pasando hacia los cubículos del lado. Me encantaba exhibirme, la leve humillación de que cualquiera que pasara viera como un completo desconocido me follaba la boca mientras tenía otra polla en mis manos, indefenso ante los embates que me hacían atragantarme y me llenaban de saliva.

Oía entre las embestidas al otro, el que estaba pajeando, que comentaba como tragaba y lo mucho que me gustaba, a la vez que acercaba su polla a mi cara para darme unos firmes golpes con ella, lo que me ponía frenéticamente cachondo. La polla de mi boca a veces no llegaba a moverse, su dueño me la mantenía metida hasta que empezaba a asfixiarme y solo cuando me agitaba en el suelo, y empezaba a ver borroso, la sacaba un instante para que tomara aire. Me estaba destrozando la mandíbula, pero a la vez me encantaba. ¡Y encima con público! Estaba en la puta gloria.

En un momento, noté cómo se hinchaba aún más esa polla en mi boca, sabía lo que venía ahora, así que apreté el ritmo, sumando el movimiento de mi cabeza a sus embestida, y pronto comencé a notar los chorrazos de su corrida en mi garganta, lo que hizo que me atragantara aún más, pero siguió follándome la boca mientras gruñía a voz de grito y me sujetaba la cabeza con sus manos. No dejé escapar ni una gota, y cuando después de varios minutos en que continué chupando, la sacó ya flácida, comencé a dejar caer su semen mezclado con mi saliva por todo mi cuello y mi cuerpo, dejando mi camiseta para el arrastre y frotándomelo todo mientras me giraba hacia el que nos miraba, para que pudiera contemplarlo todo a placer.

El tipo cuya polla me había comida, me dio un último golpe con ella en la cara, se subió el pantalón y se dirigió hacia la salida. Yo no solté en ningún momento la otra polla, así que rápidamente me la metí en la boca para empezar una nueva mamada, que fue correspondida con nuevos gemidos y suaves embestidas de esa polla. Tras lo anterior, ya eran dos tipos los que se masturbaban viéndonos, y se entreveían los perfiles de algunos más por detrás. Excitado, incrementé el ritmo de la mamada al chico.

—¡Joder, qué bien la chupas, cabrón! -me dijo él con voz de satisfacción.

Yo, de rodillas ante él, desnudo de cintura para bajo, la camiseta y la cara empapadas de semen y saliva que aún me goteaban por la barbilla, y con tantos desconocidos mirándome en esa situación, saqué su polla de mi boca y con la voz ronca de excitación le pedí mirándolo a los ojos:

—Fóllame.

El cogió mis manos y tirándome suavemente de ellas me dijo:

—Vamos a una cabina y te follaré hasta que te reviente.

Pero ya estaba en éxtasis y había perdido los frenos, así que me resistí y le dije sosteniéndole la mirada:

—No, aquí. Reviéntame aquí. Que lo vean todos.

Supongo que estas alturas él también había perdido toda inhibición, así que sacó un condón que se puso mientras yo me levantaba y me apoyaba en la pared, abriéndome el culo con una mano. Noté como se acercó a mí, su respiración en mi nuca y sus manos que abrieron bien mis nalgas. Sentí la cabeza de su polla presionar mi culo y de una embestida, metió más de la mitad.

Yo me quedé quieto ante el dolor inicial y empecé a jadear, pero él lo ignoró y comenzó a taladrarme sin demasiada piedad. Me murmuró al oído entre embestidas:

—¿No era esto lo que querías? ¡Pues toma, cabrón!

Tarde unos instantes en acostumbrarme, pero pronto el placer superó al dolor y mis jadeos se alternaban con mis peticiones de que me diera más y más fuerte, entre gemidos. Él apretaba con sus manos mis nalgas o me cogía por la cintura. A veces o un un par de dedos me restregaba la corrida que tenía en mi cara y me hacía chuparlos. Yo lo hacía obediente mientras me masturbaba con una mano.

En un momento giré la cabeza hacia atrás y pude ver a varios mirones disfrutando del espectáculo de como un chico desconocido me hacía polvo el culo mientras yo lleno de otra corrida, le pedía más caña, desnudo e indefenso. Era demasiado, así que comencé a correrme salvajemente en el suelo, mientras gemía y gritaba como un poseso.

Aquello debió gustarle a mí semental, porque noté como sus embestidas arreciaban y cuando yo estaba debilitado por mi corrida, sacó su polla rápidamente, me giró de golpe hasta que caí de rodillas y quitándose el condón me soltó una enorme cantidad de leche en la cara y en mi boca, que abrí casi inconscientemente. Mientas sus borbotones me seguían cayendo, me decía:

—¿No querías que te vieran? ¡Toma tu premio! ¡Que los vean todos!

Cuando paró de manar semen, me fue restregando su polla por toda la cara, embadurnándose aún más. Yo me dejaba hacer extasiado y miraba a nuestro público, que incluso se lanzó a dar algunos aplausos. Yo, con una sonrisa de placer, me quedé ahí, desnudo y de rodillas en el suelo manchado, disfrutando del momento entre las tinieblas del fondo del pasillo.

El chico que estaba conmigo, me ayudó a levantarme y me llevó a uno de los cuartitos para limpiarnos. Yo llevaba mis pantalones en la mano y mientras sacaba un paquete de pañuelos, encendí con el codo la suave luz del cuartucho y miré sonriente a mi acompañante. Pero la sonrisa se me heló en la cara cuando al fin vi su cara. Uno de mis alumnos de ese curso, un chico que venía poco a clase porque lo compaginaba con el trabajo. Marcos no sé qué...

Él, al verme, también se quedó boquiabierto. Hubo un breve instante de parálisis, tras el que yo me puse como pude el pantalón corto y salí huyendo del cuarto y del bar. Me fui limpiando la cara por el camino, y dado el estado de mi camiseta, rogué por no encontrarme a nadie por el camino de vuelta a casa.

Tuve suerte, llegué sin incidentes y tras darme una ducha, me metí a la cama. Estaba nervioso porque soy muy discreto en mi trabajo con mi gustos sexuales, y empecé a temer que me descubrieran y los rumores. Ese grado de exposición me inquietaba, pero recordando los sucesos de la noche, fue inevitable excitarme por lo bien que me lo había pasado, la magnífica polla de Marcos y la enorme follada de boca y culo que me había llevado. Tuve que masturbarme y me corrí entre jadeos rememorando la noche.

Cuando el lunes llegué por la tarde al instituto, estaba muy nervioso. Confiaba en que Marcos mantuviera su dinámica absentista, pero al entrar en mi aula, mi gozo en un poco, lo veo sentado en la última fila, donde lo hacía cuando venía, junto a su compañera habitual. Procuré no mirarle mientras daba clase, pero notaba sus ojos clavados en mí. Es normal, me dije, estoy dando clase... Pero hacía el final de la clase, vi como mientras me miraba fijamente, estrujaba su paquete por encima de los ajustados vaqueros que llevaba.

De golpe, el recuerdo de su polla, larga y dura, en mi boca mientras arrodillado me miraban devorársela, me vino a la cabeza. Perdí el hilo de la explicación, y él se dio cuenta. El resto de la clase lo hice lo mejor que pude, porque insistió en repetirlo varias veces.

Cuando acabé, salí disparado sin apenas despedirme a mi departamento, temiendo lo peor y la vergüenza cuando corriera la voz. Mi compañero de departamento no estaba, así que pude intentar tranquilizarme a solas. Lo peor de todo, es que realmente estaba excitado. Su recuerdo y el morbo de la situación me habían puesto algo cachondo y aproveché para acariciarme disimuladamente. Los acontecimientos del sábado me llegaban de nuevo y me parecía paladear ese semen otra vez, con esas dos pollas para mí solito.

En ese momento llamaron a la puerta, y sin esperar respuesta, veo la cabeza de Marcos asomarse. Vio que estaba solo y entró. Lo saludé con un escueto "Hola" y él respondió. Antes de que yo pudiera levantarme o moverme para siquiera intentar disimular mi erección que se podía ver fácilmente, él empezó a preguntarme una batería de dudas sobre la clase que acababa de dar. Mientras le respondía, se sentó en la mesa, lo que dejaba su pierna cerca de mi mano, y conforme yo le contaba los pormenores de la Revolución Francesa sobre la que me preguntaba, sin interrumpirme y a centímetros de mi cara, comenzó a frotarse la polla, que pronto se veía dura en todo su esplendor.

Mis ojos no se iban de su paquete, pero no paré de darle la explicación. Él me hacía preguntas pero tampoco paraba de acariciarse la polla... La situación me estaba poniendo a mil y se me enronquecía la voz de lo cachondo que me estaba poniendo. Puse la mano hacia su muslo y la dejé allí, sin moverla unos instantes, y él, sin cortarse un pelo, la tomó con su mano y la llevó a su polla. Comencé a frotarla, sintiendo su dureza y sus latidos de excitación. El entrecerró los ojos y comenzó a suspirar. Yo no podía dejar de tocarla, y acercando mi silla, hundí mi nariz en su entrepierna, comenzando a lamerla por encima del pantalón mientras él me acariciaba la cabeza.

Sentirla a través del pantalón fue muy morboso, pero pronto no fue suficiente. Necesitaba esa polla, saborearla, comérmela y que me follara la boca urgentemente. El hecho de que en cualquier momento pudiera entrar mi compañero u otro alumno, no hacía nada más que excitarme aún más. Era un riesgo enorme, pero no podía resistirme.

Marcos me apartó y se puso de pie. Me dijo:

—Voy al baño del pasillo derecho.

Y se fue. Yo me quedé unos segundos sopesando el riesgo, pero en el fondo sabía que no había decisión posible. Con la polla marcándose en mi pantalón, salí y me dirigí hacia los baños. La puerta de unos de los váteres estaba cerrada cuando entré, pero en ese momento se entreabrió. Yo me metí dentro, y allí estaba Marcos, con los pantalones bajados y la polla en la mano, dura y brillante. Yo solo pude caer de rodilla al suelo y comenzar a chupársela como si no hubiera un mañana, me la tragaba entera, se la lamía y chupaba sus huevos con devoción. La recorría con mis manos acompasando la mamada y me la restregaba por la cara, impregnada de saliva y líquido preseminal.

En ese momento de éxtasis, oímos que la puerta se abría y alguien orinaba en el cubil de al lado. Yo me quedé paralizado, intentando no hacer ruido. Si nos descubrían así, me hubiera costado caro. Pero Marcos cogió mi cabeza entre sus manos y en silencio pero firmemente empezó a follarme la boca. Yo sin poder hacer otra cosa, me dejé hacer y comencé a disfrutar de la follada en profundidad, del morbo, del peligro y de la saliva que me caía por la barbilla.

A veces Marcos no sacaba la polla, y yo notaba como me asfixiaba, pero no podía moverme mientras oía como en el cubil de al lado un desconocido meaba. Aguanté y Marcos finalmente la sacó para que yo tomara aire, pero enseguida siguió follándome. El de al lado acabó y salió. Yo seguí chupando polla, embelesado por la situación, cuando Marcos empezó a susurrarme cerca del oído que si era bueno me daría mi premio, pero tenía que ser obediente todos los días. Sin sacarme la polla me dijo:

—¿Vas a ser bueno?

Yo asentí con ella en la boca y noté un salivazo en mi cara, que él me restregó con su mano, mientras aceleraba el ritmo. Sus jadeos fueron creciendo y pronto empezó a correrse dentro de mi boca. Yo lo paladeaba brevemente y me lo fui tragando, porque era demasiado para tenerlo en la boca. Cuando paró de correrse, la sacó y me la dejó a la altura de los ojos. "Límpiala bien" me ordenó, a lo que yo obedecí inmediatamente, sin dejar ni gota.

Cuando finalicé, se la guardó en los pantalones y comprobando que no había nadie más en los servicios, salió y se fue. Yo me quedé en el suelo, excitado y satisfecho, así que con el sabor de su semen aún en la boca, me masturbé hasta correrme entre gemidos ahogados.

A partir de ese día, ir a trabajar fue bastante más excitante. Él acudía a clase, sentándose en su sitio de siempre y con su compañera de siempre, pero dos o tres veces por semana me pedía cita para una tutoría, o me pillaba en el baño, o me indicaba que lo siguiera a algún aula vacía. Yo habitualmente le hacía una buena mamada o me follaba bien el culo, siempre era activo conmigo. Follamos en clase, en el aparcamiento, en los baños o incluso en algún despacho vacío. Cada vez que me hacía un gesto sutil, ya estaba yo cachondo perdido. Llegamos a hacer un 69, completamente desnudos en el escenario del salón de actos una noche que ya estaba casi cerrado el instituto. Una vez incluso le hice una mamada impresionante mientras conducía hacía su casa.

A veces sospechaba que su compañera intuía que había algo entre los dos, pero tampoco me preocupaba demasiado mientras no imaginase ella las burradas que hacíamos cuando estaba caliente y él me ordenaba algo. Y es que el cabrón me tenía dominado.

Una tarde me envió un mensaje antes de clase y me dijo, me ordenó realmente, que me pusiera lencería femenina debajo del vaquero, que me iba a dar una sorpresa. Me quedé algo chocado, incluso temeroso de lo que tuviera en mente, pero solo tenía que pensar en su rabo para que me tuviera completamente dominado. Bajé a una tienda de lencería y compré un tanguita negro de lo más sexy me costó bastante ponérmelo porque, pese al temor por lo que pudiese pasar, estaba tan cachondo que no me cabía la polla. Fue muy excitante verme con él puesto delante de mi espejo.

Cuando llegué al instituto, jadeaba más que respiraba de la excitación que sentía. Aunque la erección era evidente, trataba de disimularla llevando la cazadora en la mano. No vi a Marcos hasta la cuarta hora, y di la clase como en una nube mientras él me miraba fijamente y sobaba su polla con disimulo. Conforme sonó la campana, se acercó a mí y me dijo que lo acompañara.

Inmediatamente recogí todo y fue tras él. Subimos a la última planta y buscó un aula que ya sabíamos que estaba vacía toda la tarde. Yo ya tenía la polla como una roca y se notaba incluso algo de líquido a través del pantalón. Andaba como un zombie detrás de él, solo podía pensar en su polla y en la follada que me iba a dar.

En cuanto entramos, él se giró y me ordenó que le enseñara si había cumplido sus instrucciones. Me quité los pantalones y pudo ver el tanga negro que me había puesto, dejando al descubierto mis nalga y mi polla que ya soberanía por la parte superior. Me hizo quitarme la camiseta también y él abriéndose la bragueta me invitó a que fuera a por mi premio.

De rodillas, sintiéndome en éxtasis por la excitación de estar totalmente desnudo menos un tanga y sometido a una polla de un alumno, comencé una mamada intensa, deleitándome mientras me restregaba su polla por la cara y la sentía latir. Marcos me dijo:

—Qué bueno, sí, sigue así… Aquí tienes tu premio por ser obediente… Pero aún no te he dado tu sorpresa por tu ropita de hoy. ¿La quieres?

Yo chupaba obediente y sin sacármela de la boca le miré a los ojos y asentí con la polla aún dentro mientras farfullaba un “Sí”. No tenía claro qué sería, y en parte lo temía, pero estaba demasiado cachondo para ser cuidadoso a esas alturas

Noté como hacía algo con las manos y de repente se me paró el corazón. La puerta del aula se abría a mis espaldas y oí unos pasos que entraban. Intenté levantarme y girarme, pero Marcos me contuvo con sus manos. Solo pude girar el cuello para ver a su compañera de clase, Susana, que entraba con una gran sonrisa en la cara mientras me miraba, de rodillas, desnudo excepto con un tanga femenino y con la polla de otro alumno en la boca.

—Vaya, vaya, profe… Tú sí que sabes ganarte a los alumnos -dijo mientras se reía-.

Susana era una chica rubia, de la edad de Marcos y con un buen cuerpo, especialmente sus dos tetas que siempre lucía con atrevidos escotes, y que más de una vez me habían hecho perder el hilo de una conversación.

Yo iba a intentar decir algo, pero Marcos me metió la polla de nuevo en la boca y empezó a follármela suavemente, cogiéndome la cabeza entre sus manos.

—Por mí no os paréis, chicos, seguid a lo vuestro -dijo ella.

Yo aún no sentía que mi corazón hubiera vuelto a latir, pero las folladas cada vez más profundas del rabo de Marcos y la mirada fija de Susana, tuvieron un efecto inmediato en mí. En un minuto empecé yo mismo a acompasar las embestidas de Marcos con mi cabeza, poniendo mis manos en sus nalgas para que empujara más, mientras le sostenía la mirada a ella.

—Mira como se pone, ¿lo ves? Como te dije, le encanta esto y más si hay público -le decía Marcos a Susana -. Es mi puta particular. ¿A que sí, profe?

Yo gemía y asentía como podía porque no quería sacarme su polla de la boca y seguía mirándola.

—¿Quieres probar a hacérselo ella? Hemos visto como te gustan sus tetas.

Yo de nuevo asentí. Susana entonces se bajó los pantalones y las braguitas que llevaba. Pude ver su culito, redondo y prieto, y sentándose en una mesa, entreabrió las piernas y me indicó que me acercara. Marcos me cogió de las manos y de rodillas ante ella empujó mi cabeza hacia su coñito, depilado casi del todo y que olía deliciosamente.

Comencé a comérselo suavemente, primero los labios, pequeñitos y duros, y luego en el clítoris, donde aumente la intensidad jugando con mi lengua y los labios. Ella comenzó a gemir y debía de gustarle, porque pronto estaba empapado de sus fluidos y se retorcía de gusto. En uno de esos movimientos, su espalda se arqueaba y el ojete de su culo quedó a mi alcance. Me lancé a lamerlo y a meterle la lengua, a lo que ella respondió con un gritito y algunos espasmos de placer mientras me apretaba la cabeza con su mano.

Estuve alterando coño y culo un rato, hasta que sentí un golpe en mi cara. Me giré y ahí estaba la polla de Marcos reclamando atención, así que me lancé a dársela, mientras Marcos gruñía lo puta que era y como me lo comía todo. Sus embates eran muy intensos, me producían arcadas y me lloraban los ojos, como me gusta, incluso me asfixiaba con ella durante varios segundos.

—Mira Susi, cómo le gusta esto -oí decir a Marcos -. ¿A qué te gusta, profe?

Sacó un instante su nabo de mi boca, lo justo para que yo articulara “Sí, más” y siguió dándome caña. Fueron varios minutos, donde con la bajo la atenta mirada de Susana, que se acarreaba junto a nosotros, me sentí en la puta gloria. Ella me animaba a seguir:

—Joder, sí que le gusta la caña… ¡vamos profe, toda dentro!

Marcos me la sacó y me dijo entonces:

—Ahora vamos a probar ese culo vestido con tanga.

Me puso a cuatro patas y sin quitarme el tanga, solo apartándolo, me metió su polla lubricada por mi saliva. Me hizo un poco de daño al principio, pero pronto el placer ocupó su lugar. Con una mano dirigió mi cara al coño de Susana, y reanudé mi comida, haciéndole un recorrido completo desde el culo hasta el clítoris, mientras ella me llenaba de sus fluidos que se mezclaban con mi saliva que ya me llenaba la cara.

Los gemidos de Susana cada vez eran mayores. Una mínima parte de mí temía que llamaran demasiado la atención, pero en realidad yo iba hace mucho sin frenos, así que seguí hasta que noté como se corría, aumentando la lubricación y los líquidos que recorrieron mi cara.

Al notar esto, Marcos aumentó el ritmo, yo me balanceaba ante sus embestidas y lo oía gemir cada vez más fuerte. De golpe la sacó y se puso de pie a mi lado gruñendo “¡Toma, toma, cabrón!”. Su corrida cayó sobre mi cara, ya completamente empapada gracias a Susana y a mí mismo. Abrí la boca y saboreé lo que pude con la lengua, mientras sentía la enrome cantidad de semen que Marcos expulsó. Estaba excitadísimo.

Ellos cayeron de rodillas, agotados, a lo que yo aproveché para restregare bien sus fluidos por todo mi pecho mientras me masturbaba con la otra mano. Duré poco, entre espasmos solté una buena cantidad de leche que fue a parar al charco que ya habíamos creado en el suelo.

Los tres estuvimos así un rato, recuperándonos.

—Espero que mi sorpresa te haya gustado -me dijo Marcos.

—Desde luego ha sido una grata sorpresa, eso seguro -respondí sonriendo yo.

Poco a poco los tres nos fuimos limpiando y recogimos y limpiamos un poco el aula, que olía a sexo como un burdel de carretera. Dejamos las ventanas abiertas para que se ventilara y nos fuimos de allí discretamente.

El resto de aquel curso fue muy animado. Marcos y yo repetíamos con frecuencia y a veces se nos unía Susana, que se inició en el sexo en público y me dejó hacerle su primer anal. Fue un año genial.

Espero que os haya gustado la experiencia.

Ya sabéis, comentarios, opiniones, propuestas y experiencias a [email protected]

Un saludo.

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