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Mis dos familias - 06 de 10

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Estábamos tumbados cada uno en nuestra cama, él con las manos bajo la nuca y vestido con un pantalón flojo y corto, mirando al techo y yo lo miraba a él. Solo le había dado las gracias cuando verdaderamente quería que notara como me sentía por lo que me había hecho gozar.

-¿Tienes algún amigo allá?  -pensé en Kilian, quien se podría asemejar en algo a lo que preguntaba.

-Sí, tengo un amigo.

-¿Solo uno? -me levanté sobre el coco para mirarle mejor.

-Solo uno, ¿cuántos quieres que tenga?  -giró la cabeza para verme, mostraba los dientes sonriendo con picardía.

-Parece que por allí los chicos son muy frío, aquí tendrías montones detrás de ti, tu estás como una golosina para comer. -se detuvo un momento y no supe contestarle.

-¿Hacéis cosas? ¿Como lo de ahora?  -había cogido la misma postura que yo, de costado y mirándome.

-Se la chupo y le masturbo hasta que se viene. -parecía que se metía en mi mirándome con asombro.

-¿Y él a ti? -me sentía cohibido pero me decidí a que conociera mi frustración, y más habiendo sentido y disfrutado lo que él me hizo.

-A veces me mira mientras me masturbo.  -creí ver la ira en su mirada.

-Mal asunto…, ¿por qué no quieres que te la metan? ¿No te gusta?

-Es una promesa que he hecho, y no se si me gusta, nunca me lo han hecho y de verdad lo deseo.

-¿Una promesa eh? Vamos a dormir mañana será un día duro.  -apagó la luz y poco después escuchaba su regular respiración, hasta que cerré los ojos rendidos por lo activo que había resultado el día.

Pasó la jornada siguiente y no me comento nada sobre la noche pasada, después de cenar salió del restaurante y no lo volví a ver hasta muy tarde cuando entró en la habitación, lo había estado esperando, con la ilusión de que se repitiera lo mismo y me hiciera sentir tan feliz, sin encender la luz se desnudó y se metió en su cama.

Podía habérselo pedido yo, él dijo que estaba para mi si lo necesitaba, pero él no quería, lo hizo por lástima al verme herido con el comentario de aquella muchacha, y hasta quizá se había molestado por pedirle que no me follara.

Solo Kilian me lo pedía, aunque él no participara o lo hiciera solo para su placer.

La tarde anterior había preparado mis maletas y teníamos que salir temprano, mi vuelo era a primera hora de la mañana.  Después de los abrazos, Diego se mantuvo alejado, montamos en la furgoneta y en el momento de arrancar gritó.

-¡Te esperamos en el verano!

                           ———————————

El tiempo pasaba y los años transcurrían, volví a la playa aquel verano y lo pasé muy bien aunque lo de Diego no volvió a repetirse, cada vez que volvía lo encontraba más varonil y atractivo, incluso más trabajado el cuerpo.

El último verano descubrí su secreto que tan celosamente guardaba, indagando al verle actuaciones extrañas que presagiaban una segunda vida paralela, y nocturna hasta altas horas de la noche.

Me puso bajo la protección de una amigo suyo cuando salíamos de noche. Era gay igual que yo, bastante amanerado y obvio, y parecía encontrarse a gusto conmigo. Diego desaparecía, y ese amigo me acompañaba de vuelta al restaurante. Diego volvía a nuestra habitación, algunos días, cuando yo estaba dormido.

-Voy a preguntar una cosa y no quiero que Diego se entere, ¿puedo confiar en ti? -terminaban de dejarnos solos en un bar, sin decirme donde iba como hacía siempre, desde que Javier permitió que saliera de noche, aprovechaba que me gustaba bailar para escabullirse.

Con el volumen de la música Manuel no me había escuchado y me sujetó aproximándose a mi oido.

-¿Qué decías?

-¿Donde marcha Diego con esos dos cuando nos dejan?

-No se nada, a mi no me preguntes.

-Venga Manuel, no te hagas el tonto, esto sucede muchas veces.

-¿Por qué no le preguntas a él si lo quieres saber?

-¿Será porque ahora te tengo a ti cerca? No te hagas de rogar. Dímelo de una vez.

-No me volverá a hablar en la vida.  -comenzaba a vislumbrar que estaba vencido.

-Te hago una mamada si me lo dices, ¿te encantaría verdad?

-Telmo, ¡joder! no me hagas esto, no juegues con mis sentimientos.

-No se enterará, y si lo hace le diré que te lo he sacado a la fuerza.  -parecía seguir dudando, dejamos de bailar y llegamos hasta la barra.

-¿Y bien? Estoy esperando. ahora no tienes disculpa, tu sabes a donde van.

-A un bar, van a un bar. -hablaba como si le estuviera sacando las tripas.

-¿A un bar? ¿y que hacen allí?

-De esta me degüella, me corta los huevos para comérselos en picadillo…., bailan, striptis…, ya sabes.

-¿Qué? -me costaba creerlo aunque su cara y su voz no mentían.

-Trabajan un número de strippers.

-¡Llévame!

-¡No, tu esas loco, está en una zona mala de la ciudad y lejos de aquí, necesitaríamos un vehículo.  -Manuel si que ponía cara de loco y asustado.

-Hay taxis, lo pago yo, vamos ahora mismo. -le empujé hacia adelante haciendo que caminara.

No solamente pague la carrera del taxi, también el acceso que era realmente caro,

aunque no pusieron pegas para dejarnos entrar.

No pedimos la consumición porque el espectáculo que íbamos a ver había comenzado, nos quedamos en un pasillo de pié, en un escenario elevado bailaba un grupo de tres chicos, otros dos utilizaban barras verticales y horizontales para estirar los cuerpos y mostrarlos. Miré de pasada el local, pensaba que fuera un antro de gays pero también había mujeres como espectadoras.

A pesar de la escasa iluminación distinguí a Diego, era el que bailaba en el centro y a su amigo Julio a su lado, a Esteban no conseguía encontrarlo, las caras de los que utilizaban las barras no se veían muy bien.

Entendía ahora el porque Diego había empezado a frecuentar el gimnasio, y su cuerpo había cambiado logrando mayor robustez y marcado de abdomen y piernas. El baile continuaba en una explosión de sensualidad que tenía a los clientes con la boca abierta. Lo hacían muy bien, no sería extraño que también recibieran clases de baile.

Se acercaron al borde del escenario y hombres y mujeres comenzaron a acercar las manos para acariciarlos llevando billetes entre los dedos, los metían en su breve tapa rabos aprovechando, el que podía, para meter la mano dentro.

Para el colofón del número bailaban los cinco rítmicamente moviendo acompasados los cuerpos, en un juego de luces se quitaron el tanga, de un breve triángulo por delante, que llevaban dejando a la vista sus penes.

Llamaba poderosamente la atención el de Diego, los agitaban con el baile para que se movieran, y empezaron a escucharse agudos silbidos cuando se apago la luz y fueron sustituidos por un grupo de chicas para realizar el mismo número.

Nos acercamos a la barra y Manuel pidió algo para beber.

-¡Joder! ¡Era cierto!  -lo acababa de presenciar y no lo podía creer.

Con la poca luz que había, algo más cerca de la barra de bar, nadie se fijaba en nosotros,  comencé a buscar entre toda aquella gente, ahora entretenida con la exhibición de las chicas, a Diego y sus amigos.

Comenzaba a perder las esperanzas y en una esquina, enfrente de nosotros vi a Julio y Esteban, hablaban con tres hombres fornidos riendo mientras bebían. Si ellos están ahí, Diego no podía estar muy lejos, seguí la linea de la barra  hasta dar con él, no estaba muy lejos de sus amigos pero él hablaba con una pareja, él calvo o con la cabeza afeitada y ella con el pelo rubio en rulos muy largos.

Hablaban animadamente, y primero la mujer y luego el hombre bajaron las manos para colocarlas en el paquete de Diego, reían haciendo comentarios y cuando terminaron la bebida la mujer lo abrazó por la cintura y los tres se dirigieron a la salida.

Me despreocupé de lo que pasara con sus amigos, ya había visto bastante.

-Volamos Manuel, es muy tarde, no quiero que mi padre se de cuenta de que no estoy en casa. -debía ser una buena hora donde los clientes se intercambiaban y había bastantes taxis, no tuvimos que esperar mucho.

-¿No le dirás nada, verdad?  -Manuel me miraba contrito.

-Ha sido muy fuerte.  -me refería a la segunda parte, a lo que vi en la barra del bar, y lo que imaginaba que sucedería con la pareja que salieron con Diego.

-Renuncio a que me la mames si no hablas con Diego de esto.  -dejé escapar una risa.

-Tampoco te la iba a mamar marica, ya has tenido un buen espectáculo que te he pagado. -le golpeé en el brazo como una broma.

-Lo prometiste, pero no me importa si nos olvidamos de esto.

Habíamos llegado, pague el viaje y me despedí con otro golpe de mano, sin hablar, escapando rápidamente a mi habitación procurando que nadie me viera.

Me lavé la boca y como hacía bastante calor abrí un postigo de la ventana para que entrara el aire del mar. No me podía dormir dando vueltas a todo aquello en mi cabeza, tampoco quería que el sueño me venciera, estaba dispuesto a esperarle y preguntarle lo que era todo aquello.

El ruido de las olas me servía de sedante, también las luces y sombras que se formaban al cubrir las nubes la luna llena, pasaron unas dos horas, igual eran menos pero me había traspuesto en varias ocasiones y los ojos se me cerraban involuntariamente cuando Diego llegó.

Lo primero que hizo fue ir al baño, le escuchaba como frotaba con el cepillo sus dientes, luego el correr del agua lavándose las manos, se quitó toda la ropa menos un slip blanco que brillaba cuando entraba la luz en el cuarto, se quedó unos segundos enfrente de mi cama mirándome y me vio con los ojos abiertos.

-¿Aún no te duermes?, ¿me esperas para te lea el cuento de Blancanieves?  -quería buscar las palabras que había ensayado y ahora no recordaba.

-Te he visto, a ti y tus amigos.  -se colocó con las manos en las caderas.

-¿Y qué? ¿Te gustó acaso el numerito, o fue más el ambiente lo que llamó tu atención?  -entonces supe que él conocía que los habíamos seguido.

-¿Manuel?

-¿Quién si no? Es amigo mío y espera mis favores, puedes imaginarte cuales. -hablaba cínicamente, como si no le importara que yo lo supiera o fuera un sueño de mi imaginación.

Se sentó sobre la cama, a mi costado, y se inclinó acercando la cara a la mía, sentía su aliento con olor a pasta dentífrica con sabor a menta, tan cerca que nuestros labios estaban a punto de rozarse, con la mano derecha me sujetó la cara, con el dedo pulgar en una mejilla y los otros en en la contraria, apretando hasta conseguir que mi boca se abriera como la de un pez.

-¿Por que…, por qué haces eso?  -logré que los sonidos salieran de mi garganta.

-¿Bailar desnudo, o follarme a las viciosa y putos que solicitan mis servicios? -que me confirmara lo que imaginaba logró que comenzara a llorar y no le respondí.

-No lo entenderías niño rico. Ahora atiende lo que voy a decirte. Nunca, nunca, nunca, vuelvas a poner tus pies en un lugar como ese. -se inclinó y posó los labios sobre mi nariz y luego sobre mi boca. Fue todo muy rápido y preciso y me soltó igual que me había agarrado.

-¿Es por eso por lo que nunca has vuelto a besarme como aquella vez? -no atendió a mi pregunta.

-Deja de llorar, te sienta mejor la risa y estas más guapo hermanito.

Durante muchos meses, aún después de mi vuelta a casa ese verano, estuve pensando en aquello y dándole vueltas en mi cabeza y no encontraba respuestas.

En mi vida del colegio las cosas no cambiaban o al menos no lo notaba. Comenzaba a darle la razón a Don cuando me decía que era bastante caprichoso, porque lo de Kilian no dejaba de ser eso, me había encaprichado del chico más atractivo, admirado y solicitado de los que conocía, estaba claro que no teníamos futuro pero me gustaba y mientras pudiera lo disfrutaría como fuera, tampoco tenía a otro.

Dejó de molestarme tener que compartirlo con Samay, les preocupaba más a Carla y a Álex, pensaban que se burlaba de mi. No me detenía a analizarlo tan siquiera, reconocía que resultaba un narcisista enamorado de si mismo y dudaba que quisiera a Samay o a mi, pero éramos sus conquistas incondicionales.

Álex cumplía los años, dieciocho. Nos estábamos haciendo mayores y le seguiríamos los demás muy pronto, era nuestro último año en el colegio y luego cada uno iría a la Uni que escogiera y posiblemente y nos separaríamos.

Organizaron una gran fiesta en su casa a la que estábamos invitados todos los del colegio, inclusive invitaron a nuestros padres. Los señores Quijano de Piélagos querían presentar oficialmente a su hijo a la crema de la sociedad, y para ello abrían las puertas de su enorme mansión, que ocupaba dos manzanas en el centro de la ciudad, como centro de esparcimiento para el acontecimiento.

Carla llevaría a su nuevo y flamante novio, lo cierto es que se había enamorado y en parte me venía bien, tenía de quien ocuparse y olvidarse un poco de mi. Francisco me caía bien. Al principio no entendía la relación de su chica con un muchacho como yo, los celos le mataban hasta que Carla le confesó que no era un competidor para él, ella sabrá exactamente lo que le dijo pero desde ese momento todo cambió entre nosotros y nos hicimos amigos.

Mi madre enloqueció cuando recibieron la invitación y no le veía el sentido, habían estado otras veces invitados en su casa y ellos en la nuestra, Fernando tenía relación de negocios con el padre de Álex. Quizá fuera porque, aprovechando la ocasión, presentaría un desfile de ropas en uno de los salones y así proporcionar más empaque al evento, ella siempre en sus negocios.

Me compró ropa nueva de fiesta, como si el agasajado fuera a ser yo.

La merienda la sirvió un catering en los jardines, para ello habían instalado unas carpas blancas. Llegamos Don y yo, a mi madre no la había visto en todo el día ocupada en su desfile y Don me dejó para hablar con el padre de Álex.

A pesar de conocer a muchos de los invitados me sentía solo hasta que Carla me agarró del brazo. Sirvieron un cóctel con bebidas de colores, con canapés que llevaban en bandejas un ejercito de camareros. El desfile resultó un éxito para mi madre, aplaudido a rabiar por mis compañeras, vestidas con sus mejores galas para la ocasión.

Cuando terminó hicieron que Álex subiera a la pasarela y también lo aplaudieron, como si fuera uno de los guapos modelos que antes caminaban por ella, en realidad no era un Brad Pitt que me volvía loco, pero podía pasar por un Ben Affleck si no eras muy exigente.

Vestía muy elegante con pajarita roja y camisa de botonadura a perlas, y posiblemente lo fueran, con las cejas muy tupidas, seguro que se las mandaba arreglar en el entrecejo, y no dejaba de sonreír como si fuera el rey Luis, o rey Sol pavoneándose ante su corte de vasallos en Versalles, ensayó unos compases de baile acompañado por dos de los modelos, y arrancó más aplausos entre las chicas y algunos chicos.

-Está guapísimo, ¿verdad Telmo?  -miré a mi amiga que se lo comía con los ojos y le hice una mueca a Francisco señalándola como si estuviera loca.

-No logro entenderte Carla querida, nos ves guapos a los dos y somos totalmente diferentes.  -no me respondió mirando la pasarela.

-Mira, nos saluda a nosotros.  -efectivamente su mirada estaba clavado en nuestro grupo moviendo la mano, ¿esperando qué?

-Porque os quiero a los dos, sois mis mejores amigos y porque aunque distintos los dos sois guapos, ¿a que es verdad Francisco? -miré a su novio que sonriendo se encogía de hombros.

Dejé de prestarles atención cuando vi a Kilian al lado de Samay, no me cogía de sorpresa, no iba a estar al lado de un maricón notorio, y menos en esta ocasión donde cualquiera podría pillarle. Carla había seguido mi mirada.

-¿Otra vez?

-Ante era tu amiga, no hace nada malo Carla, ella resultará tan víctima como yo.

-¡Pues que se joda! -recapacitó para darse cuenta de que ese deseo podría servir perfectamente para mi.

-Perdona es que no te entiendo, no os entiendo a ninguno de los dos, ella puede tener a cualquier chico y tú deberías mirar un poco más a Álex.

-Siempre volvemos a lo mismo, tu amigo no parece tampoco muy animado si tu no estas a nuestro lado. -esa era la verdad Álex tampoco se decidía a proponerme salir o por lo menos a intentarlo.

-No lo conoces siquiera un tanto así, -y se señalaba la uña del dedo meñique-, te respeta y no quiere interponerse entre tu y Kilian. -en parte me enorgullecía que Carla lo defendiera de ese modo, ya que conmigo hacía lo mismo.

Desde que había prometido a Don mirarle con otros ojos lo había hecho y tenía que admitir, aunque fuera contradictorio, que Álex era un chico que destacaba, en todos los sentidos, buenos y malos según mi parecer, pero quizá yo estuviera loco y me gustaran los riesgos y chicos malotes como Kilian.

Se acercaba la Navidad y ya también había cumplido mis dieciocho, con una fiesta menos ostentosa que la de Álex pero entretenida y de solo jóvenes en una disco.

Empezaban las vacaciones y tenía que comprar regalos para llevar a mi otra familia, iría a pasar con ellos una semana, Carla me acompañó y empleamos la mañana gastando mis exiguas reservas ahorradas con esfuerzo, lo reconozco, soy un comprador compulsivo, dejamos los paquetes en su casa y fuimos a comer a un restaurante barato del puerto.

-Parece que te gustan las playas del sur y sus calores. -pensé que había cierta sana envidia en sus palabras.

-En esta época no es para tanto, me gusta, sí, y no son las playas y el buen tiempo lo que más me llama, nunca pensé que pudiera tener dos familias y se hacen querer, son alegres, trabajadores, viven. Si no tuvieran tanto trabajo te llevaría conmigo, las temporadas de vacaciones son las más ocupadas.

Al salir del restaurante nos encontramos de frente a Álex, llegaba cabizbajo por la acera, y si no hubiera sido por Carla, no nos hubiéramos visto.

-¡Alex, chico vas como dormido! -se dieron un fuerte abrazo y besos, yo también lo abracé, él apretó sus brazos en mi espalda más fuerte que lo que yo hacía. Hablamos unas palabras, sobre todo Carla queriendo saber de donde venía.

-Tengo que recoger a Fran, os vais a tener que quedar solos y por tus paquetes no te preocupes te los llevaré más tarde a tu casa.  -nos dio un beso a cada uno y se alejó sin dejarnos tomar una opción distinta. Álex y yo sabíamos que había empleado ese truco para dejarnos estar a solas.

-Nuestra amiga parece que no puede vivir sin Francisco.  -soltó una pequeña risa.

-Sí, me da envidia, no se si tendrás que hacer alguna cosa o has quedado con alguien… -se interrumpió, siempre se detenía en medio de las frases.

-Tengo toda la tarde libre, ¿y tú?. -lo veía sonreír como el día del desfile, allí no resultaba tan tímido.

-Ya ves, nada urgente a la vista, iba hacia el barco para ver algunos problemas que han surgido… Todo eso puede esperar, yo…, yo. Bueno, vamos a andar hace frío.

Frío y mucho oleaje que saltaba por encima de los diques.

-Querían salir mañana hacia Lisboa, si no mejora tendremos que retrasarlo.  -paseábamos embutidos en nuestros abrigos, con las manos escondidas en los bolsillos hasta llegar a la playa, no se podía pisar la arena, una suave llovizna producida por las olas del mar lo mojaba todo.

-¿Quieres tomar un café, una infusión? -lo sujeté del brazo para que corriera, alguna de las olas limpiaba el viejo paseo al caer son sordo estruendo, me dio la mano y avanzamos corriendo, sorteando el agua que salpicaba los adoquines cuando la ola se estrellaba con atronador ruido.

Llegamos debajo de la marquesina de la entrada del bar y nos cobijamos en el lateral cubierto, estábamos agitados por la carrera, con la cara mojada y riendo, no nos habíamos soltado las manos y tiró ligeramente de mi quedando de frente.

-Telmo yo…, yo… -le temblaba la voz como si fuera un chiquillo.

-¿Qué, Álex?  -tardó unos segundos en levantar la vista decidido a hablar.

-Yo, bueno, no se si te habrás dado cuenta, me gustas Telmo, desde hace mucho tiempo.  -esperé ligeramente impresionado, expectante, parecía que el chico se decidía a expresar sus sentimientos.

-Ya se que estas con Kilian pero Carla opina, ¡oh, bueno!…, piensa que tengo que decirte lo que siento, bueno pues eso…, te quiero Telmo. -había vuelto a bajar la cabeza y apretaba frenético de nervios mi mano. Aquel chico desenvuelto de hacía unos días, ante cientos de personas, parecía un flan tembloroso ahora.

Con la otra mano le sujeté la barbilla  para que alzara la cara y me mirara a los ojos, para descubrir al Álex niño, tierno y con miedo a pesar de lo importante que era su familia y que él me había parecido hasta ahora. Él, con los ojos nublados parecía a punto de que le diera un colapso.

Me hubiera gustado abrazarle y decirle que si, que yo también le quería, darle lo que deseaba escuchar de mi boca, pero no lo sentía de esa manera y no debía crear en él expectativas que no estaba seguro de poder cumplir, le acaricie la mejilla ante su mirada turbada.

Le abracé por la cintura y él se quedó rígido, esperando.

-Yo también te quiero Álex, como uno de mis mejores amigos.  -lo decía de verdad ahora lo veía así, como un pobre chico igual a mi o a cualquiera, enfrentándose a metas que quiere conseguir y siente temor ante ellas.

-No puedo decirte que si por ahora, tengo que solucionar alguna cosa y estudiarme, estar seguro antes de dar un paso tan importante, y que la decisión sea la correcta. Entonces hice lo que no debía, lo besé en los labios y lo sentí estremecido. A la noche recodaría ese breve contacto como un acto muy dulce.

Tomamos el café y un taxi para que me llevara a mi casa, no quiso bajarse del coche y solo me abrazó antes de que abriera la puerta.

Continuará…

(9,20)