Nuevos relatos publicados: 14

Historia del Chip 013 - Adaptación - Daphne 005

  • 12
  • 7.307
  • 9,83 (12 Val.)
  • 0

Fue llegar al vestuario y la transformación de Jennifer en A1 resultó instantánea.

—¿Recuerdas todo? — preguntó A1.

H4 respondió con presteza.

—Cambiarme a mis H4. Ducha estándar. Y esperarte mirando al hueco de la puerta. Ciclos de treinta-quince. Ojos cerrados.

Jennifer pareció satisfecha.

—Esta es mi chica. ¿Ves? Disciplina.

Daphne agradeció la ducha, pero no los zapatos. El ardor no ayudaba o mostrarse desnuda a todas las chicas en su estado de permanente galvanización. Ni por asomo creía que su condición pasara desapercibida.

Jennifer no tardó demasiado. Llevaba un estupendo bañador rojo de cuerpo completo. Brazos, piernas y espalda al descubierto. Se notaba cómodo, de los que no acumulaban agua. Daphne se excitó sólo de ver las piernas alargadas y suaves. Jennifer sonrió.

—A mí también me apetece, pero hay que trabajar.

Había una enorme diferencia entre la saciedad insatisfecha de una y la relajación de la otra. Daphne no olvidó mientras tanto su ciclo de airear las plantas de los pies. No podía permitirse olvidarlo. El dolor en todo el cuerpo había aparecido. No sólo los pies se quejaban, los pechos los sentía literalmente destrozados. El culo y la vagina también. Al menos, el hecho de estar desnuda y excitada delante de Jennifer calmaba un poco su padecer.

Jennifer sacó de la taquilla de Daphne un trapo amarillo y elástico, lo que resultó una suerte o no le hubiera entrado a Daphne en el cuerpo. Introdujo primero las piernas y A1 le ayudó a ajustarse la parte de arriba que necesariamente tenía que atravesar la cabeza quedando el bañador tirante. Cuando lo consiguieron, -gracias sobre todo a la elasticidad del material-, Daphne sintió todo el cuerpo apretado. Lo que estaba cubierto. Dio un vistazo rápido al espejo. El culo quedaba completamente al descubierto. Las piernas se veían en toda su dimensión, incluyendo las caderas. El bañador apenas tapaba el pubis y de ahí se convertía en una sucinta tira que sólo se ensanchaba al final de la raja de su culo. Allí un pequeño triángulo hacía creer a los ojos del observador que su trasero estaba todavía más carente de protección. La tela estaba demasiado alta. Recorría toda la espalda casi hasta los hombros. No se caía porque apretaba el cuerpo. Por delante, los pechos quedaban comprimidos, realzados y diferenciados. No había que realizar esfuerzos para apreciarlos. La tela parecía vinilo y era lo suficientemente fina como para que Daphne la sintiese como una segunda piel. Al menos no era tan sofocante como el vestido del día anterior.

—H4, antes de mirarte en el espejo debes girarte: una vez a la derecha y otra a la izquierda. Para la inspección. Agradecerme que haya escogido un atuendo para ti e indicarme lo que más te agrada del vestido. Luego me lo dirás o incumpliremos la regla del minuto.

Daphne asintió. ¡Qué remedio! Dio los giros ofreciendo el culo y las piernas.

Salieron del vestuario y se atrevió a preguntar.

—¿Cómo se sostiene por detrás? No lo entiendo.

Jennifer le acarició la parte desnuda de la espalda en los omóplatos, como si quisiera complementar la explicación.

—Es ajustado de por sí. Y cuando se moje más pues se encogerá un tres o un cinco por ciento. No lo sé exactamente. Te queda muy bien.

Daphne no quería ser una hipócrita, pero sabía lo que Jennifer quería escuchar.

—Siempre he querido tener algo así. ¿Realza mi culo y mis piernas? — preguntó sabiendo la respuesta.

—Sí, te queda perfecto. Quizás lo notes más apretado por la cintura. Allí encogerá un veinte por ciento—. le comentó Jennifer. —Te ira bien para la barriga.

Daphne no tenía nada de barriga y ya sentía el bañador lo bastante apretado. A medida que iba andando el ínfimo cordón que tenía entre las piernas le resultaba más pequeño y molesto. Cada vez le dolían más partes de su cuerpo. Al menos caminaban, lo que a estas alturas le sentía como gloria para sus pies siempre ardiendo.

El comedor estaba lleno y Jennifer la dejó haciendo cola. Eso suponía culo al aire, piernas expuestas y el ciclo treinta-quince lo que elevaba más todavía las nalgas. La cosa fue rápida y cogió todo lo que le habían pedido. La chica, quizás todavía más guapa que la del día anterior, si acaso era posible, la reconoció.

—Tú debes ser H4. Encantada de conocerte. Supongo que esto es para ti—. Colocó una fuente de fruta, dos tostadas con una minúscula porción de mantequilla y unos frutos secos. —El café te lo serviré en la mesa para que te lo puedas tomar caliente.

Daphne le dio la mejor de sus sonrisas, la procesión iba por dentro. Se hubiera comido un venado entero. Para colmo, saber lo que comería Jennifer todavía la molestaba más. Dos tostadas con queso cremoso, otras dos con mantequilla y mermelada. Muesli. Un zumo de naranja y un café americano.

Llevó la bandeja a la mesa de Jennifer que estaba llena, así que sacó las cosas de A1. Recordó que debía estar alerta. En este caso, supuso que querría le dejase todo bien colocado. Aplicadamente depositó cada plato con esmero, envidiando lo que no se le permitía comer.

Se llevó su bandeja a una mesa que tenía una chica y un chico algo acaramelados, esperando que no se molestasen demasiado. El chico se levantó amablemente para ayudarla. Daphne agradeció el gesto de corazón y se sentó ofreciéndole su mejor sonrisa y sus ojos más alegres y chispeantes. El cordel entre las piernas notó el cambio de postura. Cerró los muslos, lo que casi ayudaba a observarlos mejor. La chica no fue tan efusiva, pero le sonrió de vuelta.

Fue entonces cuando Daphne notó que llevaba un bañador como el suyo. Se notaba que estaba más cómoda con él. Debía tener más costumbre o acaso no se ajustaba tanto, pero Daphne sintió que el chico debía estar muy contento de tener los dos pares de piernas más las caderas y el culo de ambas enteramente disponibles. O acaso le frustraba el hecho de que sentadas no podían exhibirse con igual detenimiento.

—Gracias, me llamo Daphne—. Sólo ante el silencio recordó que faltaba algo. —Daphne, H4.

Su humillación fue mucho mayor al pronunciar su rango en la escuela, peor que llevar el culo desnudo o las tetas apretadas.

—Yo soy Lars y ella Bárbara— dijo él.

—Bárbara, F2— complementó ella.

—Nosotros estamos acabando de desayunar. Aunque veo que desayunas poco, te queda poco tiempo. Si te parece bien, hablaremos en otro momento. Te felicito. Eres la primera natural en la escuela en mucho tiempo. Y tienes un cuerpo espectacular.

Daphne no sabía si reír o llorar. El piropo parecía sincero. Lo malo era que todas las chicas eran tan bellas que seguro que fabricaba esperma por toneladas. Y ella no podía competir con el entorno.

—Gracias, eres muy amable. Te felicito por tu gusto. F2 está para comérsela— afirmó Daphne mientras asaltaba una tostada. El sabor en su lengua no cambió mucho. Seguía sintiendo el esperma entre sus papilas desde la sesión con Jennifer. Lars y Bárbara se levantaron. Daphne pudo comprobar lo que ella misma mostraría al estar de pie y moviéndose. Básicamente las caderas iban de un lado a otro, llevando la mirada al culo prieto. Daphne sabía que sus H4 eran unos tacones más altos y sus caderas se moverían más y su culo se realzaría en mayor medida. No podía dejar de admitir que F2 estaba espléndida.

Su café expreso, doble y amargo, llegó traído por el divino ángel femenino. Debía ser la última junto con Jennifer que se había quedado sola en la otra mesa. Intuyendo que iba a ser mejor tomárselo deprisa lo engulló en dos sorbos amargos y repugnantes. El regusto en su boca no mejoró a pesar de su inquietante sensación interna a esperma.

Se apresuraron en ir a la piscina. H4 en sus divinos tacones y desnudo culo. A1 con sus divinas piernas mostradas esplendorosamente. Faltaban un par de minutos, que Jennifer aprovechó para hablar con Daphne.

—¿Estás bien?

Daphne asintió.

—Acalorada.

—Así debe ser. ¿Podrás estar así los próximos tres años? — preguntó nuevamente Jennifer.

—No sé si puedo elegir, dadas las circunstancias, pero sí. Deseo estar así los próximos tres años.

 Hizo la declaración sabiendo que se arrepentiría en unas horas.

—Mientes muy mal— aunque le acarició el culo como disculpándola y entraron al recinto de la piscina.

Le indicó que dejara los H4 en el casillero correspondiente. El de Daphne era el primero junto a la puerta. Iba por orden ascendente de jerarquía por lo que Jennifer tuvo que caminar un rato. A la vuelta, parecía contenta.

—Me encanta este suelo— dijo mientras le señalaba el borde de la piscina.

A Daphne le daba cosquillas. Después de tanta quemazón en los pies y la necesidad de elevarlos a cada rato era un cambio muy agradable. Sintió desasosiego y hasta algún escalofrío. Demasiado placer. La vagina se estaba humedeciendo. Siguiendo a A1 observó un cambio de color en el suelo. Del marrón al negro. Al pisarlo sintió miles de agujas penetrando en cada pie. Dio un pequeño chillido. Todo el mundo se giró a mirarla. Jennifer riéndose dijo en voz muy alta para que la escuchase todo el mundo.

 —La falta de costumbre.

Ya en tono normal le dijo que era un suelo H1, solo que con ribetes metálicos. El complemento ideal para estimular la planta de los pies de todas. Cuando saliesen del agua se secarían mucho antes y evitaba los hongos.

—Miss Slim es muy puntillosa. En esta zona, puedes estar en dos posiciones distintas. O pisando el suelo con los dos pies o elevados al máximo. No hay límite de tiempo. No se te ocurra abrir las piernas. Deben estar muy juntas.

Daphne las elevó inmediatamente. Quizás para las otras chicas la cosa no era tan mala o resultaba estimulante. Ella sintió que había agujas ardientes en los pies. No es que con los talones levantados le gustase mucho más, los dedos también sentían el estímulo incordiando, pero eran las plantas las que peor soportaban el tacto metálico.

Ahora el ardor estaba entre sus piernas. El cordón era insidioso y cerrar los muslos fuertemente no ayudaba en nada a calmar su calentura. Y las piernas se le estaban quedando flojas. Cada vez que pegaba las plantas notaba las fibras de las pantorrillas protestar. Se había acostumbrado a los tacones de vértigo. El sistema era ingenioso, la obligaba a ejercitar los músculos complementarios. Recordó que gran parte de las chicas no tenían los mismo problemas y casi seguro tenían hecho alguna operación que les permitía estar en tacones el tiempo que querían y disfrutar de la postura. En su caso, todo parecía pasar por la incomodidad y el dolor.

Tuvo que hacer una presentación a toda la clase y Miss Slim le obligó a encaramarse a un pequeño trampolín, saltar y nadar un largo para observar su estilo. Su bañador se reajustó en cuanto absorbió agua y se arrepintió de haber desayunado. La compresión en su cintura la dejó sin respiración, lo que no era bueno para nadar. Tampoco para continuar viviendo.

Creyó que estaba nadando con un corsé. El agua fría estimuló los pezones. Nunca había sentido su cintura tan estrecha. Salió elevándose con los brazos. No había ni una sola escalerilla en la piscina. Agachada como estaba, el culo ofrecido a toda la clase. Se puso de pie y notó como los pechos se sentían obligados a proyectarse hacia delante para compensar el cierre del talle. El culo lanzaba sus globos hacia atrás. Lo sentía como un tambor, lo que terminó siendo una premonición muy lejana en el futuro.

Miss Slim le indicó que volviera despacio, por la zona marrón. Cada paso debía ser una zancada corta y el apoyo del pie completo para un mejor secado del pie.

—Es importante cumplir con las ordenanzas y evitar posibles infecciones. La felicito por su técnica. Espero que podamos corregir algunos pequeños fallos y mejorar su estilo. También admiró su dedicación. Tenemos pocas naturales en este colegio. Las demás deberían aprender de usted.

Daphne no quería adulación sino unas míseras chanclas. Estaba literalmente entre agujas y su bañador encogido obligaba a respirar casi por los hombros mientras que su pecho peleaba con el vinilo y su cintura resolvía no luchar negándose a expandirse por pura supervivencia. El cordón entre sus piernas le parecía un cuchillo sesgando sus partes vitales. Lo peor es que su postura orgullosa podría ser considerada altanera. No era su intención, se sentía inferior a todas esas mujeres. Cuando llegó junto a A1 y pudo por fin elevar los talones sintió un enorme alivio. Jennifer le golpeó la nalga izquierda. Igual que hacen los futbolistas cuando quieren animar a un compañero. Aquí no pareció igual con su nalga expuesta y todavía más levantada supuestamente por voluntad propia. Escuchó a Jennifer susurrar: “muslos cerrados”.

De mala gana, H4 cerró fuertemente las piernas. No fue algo que ayudase a facilitar la vida de su labios verticales, maltratados y sollozantes. Ya estaba arrepentida de todo., salvo del golpeteo de Jennifer en su culo. Se había sentido estimada y aprobada. Lo necesitaba. Jennifer nunca llegó a saber que ese gesto hizo que H4 se quedase en la escuela.

Al finalizar la clase, con los músculos doloridos, pero con la estima alta por haber podido aguantar, Daphne se colocó los H4. Hasta entonces no hubiera creído que le pudiera resultar placentero.

Después de pasar por el vestuario se reunió con Jennifer en el comedor. Le había ordenado que recogiese una falda de la taquilla. Consistía en un trozo corto y ancho del mismo vinilo del bañador. Corto y ancho. Con cualquier movimiento rápido se elevaba, no por su peso, -no era ligero-, sino por su forma. Los movimientos de las caderas eran obligados. Unos exiguos trozos de sus globos aparecían sin cubrir. A Daphne ya no le importaba en absoluto. Jennifer estaba sentada en su mesa. Le indicó que le trajese su comida y luego fuese a por la suya.

—Perdona por lo del bañador. En la medida de lo posible, debes llevar el mismo uniforme cada día. Pero tu culo al aire durante todo el día me hubiera excitado demasiado.

H4 sintió la perenne humillación bordeando su cara.

(9,83)