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Cuando nos conocimos

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Nadia continuaba de vacaciones, su amiga Carmen le propuso pasar un fin de semana en el apartamento de la playa. Una idea que le fascinó porque quería broncearse y tenía algo muy importante que revelarle. Por WhatsApp no le había enunciado ninguno de los seis encuentros con Martín.

El sexo para muchas mujeres es un lugar oscuro donde tienen miedo a resbalarse, Nadia y Carmen poseían unas linternas de gran alcance y potencia, como buenas soberanas convertían en vasallo a cualquier hombre que quisiera entrar en sus dominios vaginales.

Se encontraban tumbadas en una cala nudista de Jávea, únicamente cubrían sus cuerpos por sus largas melenas y las miradas de los transeúntes, quienes continuaban su camino con una gran satisfacción.

— Bueno cuéntame ¿Quién es el responsable de esa sonrisa y esos despistes que me llevas últimamente? –Interrogaba Carmen.

— ¡Cari, como me conoces! ¡Tenía muchas ganas de verte para contártelo todo! – Exclamaba Nadia entusiasmada.

— Si ya me lo recelaba yo ¿No será de tu pueblo? -Continuaba con sus investigaciones.

— No no… Del pueblo al lado. Se llama Martín. –Descubría Nadia.

— Mal empezamos ¿Una de nuestras reglas no es que haya tierra de por medio? Luego toca verlos por la calle y menudo rollo. –Recapacitaba Carmen.

— Si si, yo la primera vez que quedé con él pensaba que solo sería para tomar algo. –Se excusaba Nadia.

— Claro y te tomaste su fiambre ¿Con tostadas, pan o solo? ¿Estaba fresco?

— Jajajajaja, que tonta eres, pues la verdad que la primera vez que probé su esencia varonil fue acompañada de ron, coca cola y hielos de cereza.

— ¿Hielos de cereza?

— Si si, hielos caseros, por lo visto rellena cada cuadradito de la cubitera con agua y cerezas para que cuando lo eche al cubata quede mejor.

— Madre mía que personaje, me gusta como empieza la historia, entonces ¿Lo conoces de siempre? ¿Antes por qué no te gustaba? ¿Qué hace con su vida? Cuéntamelo todo desde el principio.

— Vale, pero ahora solo te contaré nuestra primera noche, anda rellénate el mojito y atiende que te va a gustar.

Uno de los elementos que convierte el título de amiga en el de mejor amiga es la confesión del sexo explícito con su nueva víctima, Carmen sabía que Nadia no le iba a hablar de la marca de ropa que utilizaba Martín, las discotecas que frecuentaba o las dimensiones de su casa. Era consciente que después de aquella confidencia recurriría a la masturbación para saldar su excitación, Nadia era muy detallista con sus aventuras:

— El sábado 16 de julio había quedado con mis amigas de la quinta para salir por el único pub del pueblo, pero justo cuando cerré la puerta de casa mi teléfono vibró. La semana anterior había agregado a Martín al Facebook, lo vi en una foto etiquetado y me sorprendió lo guapo y fornido que estaba, yo le conocía de los pasillos del instituto, antes era bastante más voluminoso.

Él aceptó mi petición y empezamos a mandarnos mensajes por el chat, pero nada del otro mundo, las preguntas típicas: ¿Qué has hecho estos años? ¿Dónde vives? ¿Tienes novia?

Ese día sobre las 00h me dijo que había pasado el día en Denia y no tardaría en acostarse, cuando leí esas letras impresas en la pantalla de mi teléfono, mi mundo se detuvo por unos instantes. Reflexioné durante unos segundos y le respondí solicitándole la dirección de su casa, mi noche iba a dar un giro de 180 grados.

Martín accedió velozmente, de hecho, me dijo que tenía dos botellas de vino muy fresco en la nevera. Me gustó la idea de embriagarnos para causarnos algún tipo de enajenación y así romper el hielo –aunque este terminaría rompiéndose en su pene dirigido por mi lengua.

Por el camino, hablaba conmigo misma constantemente: ¿Qué hago? ¿Pero dónde voy? ¿Qué interés tengo en este hombre? Bueno te tomas el vino y te vas a casa. Me respondía mi conciencia.

Todavía no había pedido las lentillas, pero no quería que Martín me viera con gafas y la que no me veía mientras conducía era yo. Él estaba en la puerta de su casa esperándome con dos copas y no me di ni cuenta, pasé de largo. Me escribió inmediatamente diciéndome que él había cambiado algo físicamente, pero no tanto para no reconocerle, que me pusiera las gafas y volviera a la calle por la que había pasado.

¡Ufff qué vergüenza estaré cegata! Pensé. Pero un momento, si sabía que utilizo gafas es porque había investigado mis fotos de Facebook más antiguas, por tanto, le interesaba mi persona. Mi positivismo se volvió a retroalimentar.

Aparqué cerca de su casa y le sorprendí por la calle de atrás. Me recibió con una sonrisa preciosa mostrándome sus dientes perfectamente alineados y blancos, lo primero que me dijo es que estaba súper guapa, le di dos besos y me invitó a pasar.

Nos actualizamos, recordamos tiempos pasados, reímos, se notaba que estábamos conectando, pero no era una conexión cualquiera, sino una capaz de hacer saltar las alarmas de cualquier corazón oxidado. Nos terminamos la segunda botella de vino y se levantó del sofá para sacar el ron con coca cola y los famosos cubitos, le puse la zancadilla para que tropezase y terminase entre mis brazos. Conseguido.

Apoyó sus manos en los reposabrazos del sillón para no caer íntegramente encima de mí, sonrió y acercó sus labios junto a los míos. Se le aceleró el pulso de puro deseo desde el mismo momento en que le miré con mis ojos grandes y expresivos, nuestras lenguas nerviosas, inquietas y excitadas empezaron a codearse, yo estaba inmóvil, Martín acaparaba todo mi espacio. Prometo que no esperaba terminar penetrada, solo quería una primera toma de contacto.

Disfrazado el deseo en forma de lista de reproducción musical de Karen Souza se apoderó de nosotros, todavía no lo sabíamos, pero íbamos a ser adictos a nuestros cuerpos desnudos. No tardó más de cinco minutos en quitarme mi precioso vestido mostaza, sin dejar de besarme, nuestra temperatura corporal aumentaba cada segundo más.

Su postura debía de ser bastante incómoda, yo me sentía una reina en aquel sillón, él se incorporó y me dijo que iba a preparar un cubata, no tardaría nada.

Observé su bicicleta y me apoyé en la escalera -que conduciría a las habitaciones- para impulsarme y montarme encima de ella, si Martín quería perforarme, yo debía empezar a abrirme con un calentamiento vaginal:

—¿Pero qué haces ahí? -Me preguntaba Martín desde la cocina, extrañado por mi colocación.

—Para cualquier deporte es importante calentar y nosotros creo que vamos a practicar algún ejercicio ¿no? –Le aclaraba.

— Jajajaja, muchos, muchos ejercicios, pero ¿Cómo estás tan loca?

— Loca estará dentro de un momento tu miembro en mi boca. Jajajaja. Nunca inviertas el tiempo con una chica cuerda, cuentan que esas atan, mejor quédate con una loca que seguramente te querrá con locura.

— Ostia no lo había pensado, pero sí que tienes razón, ven aquí, ven. -Me decía mientras me bajaba del sillín, yo rodeaba su cuello con mis brazos y apoyaba mi cabeza en su pecho.

Me depositó en el amplio sofá y me acosté, derramó un poco del cubata sobre mi pecho, yo empezaba a sentirme muy fogosa, mis pezones notaron la acuosidad y respondieron fortaleciéndose, Martín limpió con su suave lengua toda la mezcla del ron y fue recorriendo mi cuello hasta llegar de nuevo a mis labios, dando lugar a besos ardientes e irresistibles.

Le desabroché cada botón de la camisa sin mirar lo que estaba haciendo, continué con el cinturón, el botón y la cremallera de los pantalones, él se apartó de mí para lanzar la ropa y quedarse desvestido, aproveché para ponerme de rodillas simulando súplicas.

—¿Notaré el aparato, me va a doler? –Me decía fijándose en los brackets que decoraban la estética de mis dientes.

—Te va a encantar. –Le puntualicé.

Metí la mano en el cubata y saqué un hielo prácticamente deshecho con la famosa cereza incrustada, lo deslicé por sus testículos mientras cogía con actitud su rígido miembro y lo degustaba hasta donde mi boca me permitía, no dudé en frotarle mi aparato por su glande, actitud que le gustó y deseaba mi reincidencia. Deseo concedido.

Era un pene precioso con muy buen sabor y olor, Martín debió notar mi ilusión desmedida, mi risa nerviosa y mi mirada morbosa porque no pude ocultar nada, la sensación de ser dueña de su cuerpo me tenía extasiada. Lamí sus bolas gemelas, finalizando el recorrido del hielo en su tiesura varonil, la cual estaba en el límite.

Me comí la cereza y le di el hueso, volví a su dureza y me daba golpes con aquella arma blanca en la cara, sin dejar de mirarle. Me encantaba ser desgarradamente sexi, ardiente, desafiante, perturbadora, exquisita, capaz de hacerle sacar el peor de sus vicios fingiendo ser una niña inocente de tímida sonrisa.

— No pensaba que fueras tan mala. –Interrumpía él.

— ¿Yo? Venga ya, si soy un ángel. –Me reía yo.

— Pues hoy has quemado tus alas. –Reconocía.

Él se acomodó para poder contemplarme mejor, aunque no aguantaría demasiado, pues estaba muy excitado. Me levantó del suelo para colocarme encima de la mesa camilla y proceder a succionarme toda mi esencia, su lengua estaba dentro de mí recorriendo lo más hondo de mi vagina, aquello era más que perfecto, sublime, se escapaba de los límites de la racionalidad.

Ambos necesitábamos penetración, que nuestras partes íntimas se conocieran y de paso se saludaran. Martín bebió parte de la copa y el resto me la ofreció a mí, tal cual me la terminé recogió mi cuerpo desnudo de la mesa y me llevó en brazos a su habitación.

Nuestras lenguas continuaban bailando, nos acomodamos mirando nuestros cuerpos, Martín elevó mis piernas y las juntó, como buen soldado listo, rompió filas. Sentí como introdujo cada centímetro viril, mi vagina estaba muy dilatada y su pene muy duro. Esa manera intensa y frenética de hacer el amor solo podía considerarse follar. De repente me puso hacia un lado, le gustaba tener el mando, yo le dejé que trabajara ya que ofrecía tanto interés, solo disfrutaba de aquella velada. Su miembro salía, entraba, salía, entraba, salía, Martín sudaba muchísimo, yo estaba súper mojada por mis propios flujos, la bebida y el sudor de ambos.

Me levantó de la cama y me empotró contra el armario, nos miramos en el espejo mientras me embestía como una bestia indomable, un bárbaro, un vikingo. Posaba las manos sobre mi culo carnoso para introducirse dentro de mí, más, más, fuertemente, yo no perdía detalle de la escena en el espejo, pero no me gustaba demasiado esa posición porque no me permitía tocarle y yo iba muy ciega, por lo que necesitaba tocar su cuerpo fingiendo que estaba escrito en braille; Esa situación me excitaba, aunque no quería correrme así.

Logré salir de su cuerpo y le empujé hacia la cama dándole tres golpes en el pecho, cayó en el colchón desplomado, como si fuera un bloque, yo me tumbé encima de él, le agarré por el cuello introduciéndome su verga con intensidad, rocé la posible introducción de sus testículos. Estaba tan cachonda que con pocos movimientos iba a llegar al orgasmo. Dentro, fuera, dentro, fuera, le miré fijamente, exhalé, gemí y noté como mi excitación se convertía en líquido ligero. Me encantó mirarle mientras mi vagina manifestaba su felicidad.

Martín seguía excitado, su piel se estaba erizando, no iba a tardar en reventar. Alejé mi cuerpo de él y atrapé su pene fuertemente para masturbarle, a la vez apoyé mis labios y entretuve a mi lengua con su frenillo, Martín no paraba de gemir, yo me retiré hacia atrás, él esparció una cantidad considerable de semen denso y ardiente sobre mis pechos, yo me lo restregué como si fuera jabón.

Permanecimos inmóviles el uno al lado del otro, yo cogí un poco del semen de mis senos y moví mis dedos lentamente sobre él orientando esa especie de crema. Martín sonreía, parecía tranquilo y feliz le debí transmitir ternura y dulzura. Su débil respiración era lo único que podía percibir mientras tocaba su espalda con la yema de mis dedos.

Mantuvimos este ambiente hasta que se dio la vuelta y me atravesó sin previo aviso, pero este segundo espectáculo ya te lo cuento luego, ¿A qué pinta bien? –Le decía Nadia a una complaciente y atenta Carmen.

—¿Tú solo querías una primera toma de contacto, no? –Preguntaba pasmada.

—Si si, oye, y la conseguí. –Se sinceraba ella.

—No ya, si contacto hubo mucho, con tacto y sin él. –Se burlaba.- Bueno yo necesito calmarme, creo que voy a meterme un dedo, o toda la mano, o igual encuentro a alguien interesante dentro del mar, espérame Nadia. –Declaraba Carmen.

Continuará…

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