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Familia sin tabúes (Hernesto se folla a Pablo)

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Allí estaba Pablo, arrodillado como un perro entre mis piernas, y chupándome la polla sin parar... Pero antes me gustaría contaros como hemos llegado a esta situación.

Me llamo Hernesto, tengo 39 años y estoy casado. Tengo dos hijos, Luis de 19 años y Tamara de 18 años. Mi mujer, María, y yo tenemos una relación de matrimonio muy abierta, no tenemos secretos entre nosotros con respecto al sexo, y tenemos muy claro los gustos de cada uno. Lo digo porque ella sabe desde siempre que soy bisexual, y que me encanta follar con un buen tío de vez en cuando. De hecho, nos gusta hacer orgías, intercambios de pareja, juegos eróticos con disfraces, y sobre todo mi mujer disfruta viéndome como me envergan una buena polla por el culo, mirarme el boquete bien punteado, y que me corra en su boca mientras me chupa el cipote. Aparte cada uno tiene sus aventuras, si surge un buen polvo con alguien no lo desaprovechamos, pero siempre nos lo contamos todo libremente y sin prejuicios. Creo que nuestro matrimonio ha durado tanto por esta fórmula que tenemos.

Con respecto a nuestros hijos, jamás les hemos ocultado nada, siempre se ha hablado libremente de todo y sin tabúes. Tampoco es que le contemos con pelos y señales como nos follamos a la gente, o como nos meten la polla... pero si saben desde pequeños, que la orientación sexual de cada uno hay que respetarla, y que cada persona elige lo que más le gusta. De hecho mi hijo Luis, ha tenido pareja tanto de chica como de chico, y cuando nos pide consejo sobre el ligue del momento, lo hace sin ningún problema.

Pablo, es el hijo de mi amigo y compañero de trabajo German. Los dos somos abogados y socios de un buffete desde hace varios años. Sin ir más lejos German es el padrino de mi hija Tamara, ya os podéis imaginar la amistad que une a las dos familias... y como su hijo Pablo es de la misma edad que el mío, se han criado juntos como si fueran hermanos. Cuando Pablo fue creciendo, cumpliendo edad y formándose el cuerpo, a mí me empezó a atraerme sexualmente, y fantaseaba con él mientras me follaba a mi esposa en la cama. Me imaginaba como me envergaba el culo con su cipote, al mismo tiempo que yo me tiraba a mi mujer por el coño... y como me gustaría sentir su leche caliente inundándome el ano, mientras se corría retorciéndose de placer.

Me gustaba pensar, que una de tantas veces que se quedaba a dormir con mi hijo Luis en su dormitorio, entraba en mitad de la noche y los pillaba haciendo un 69, comiéndose cada uno la polla del otro. Tan solo imaginarme ese culito bien abierto, encima de la cara de mi hijo punteándole la boca con la polla, posando sus huevos sobre la frente de Luis, y poder envergárselo con mi cipote al mismo tiempo... ¡Uffff!... colegas, me ponía calentón perdido. Os digo lo del culo por que el niñato lo tenía de vicio, parecía que se lo había esculpido Miguel Ángel de lo hermoso que era... prieto, respingón, redondeado, y totalmente acorde con su buenísimo cuerpo de gimnasio.

He intentado muchas veces, y sin ningún éxito, averiguar si mi hijo y él habían follado. No se lo preguntaba directamente, pero sí muy sutilmente a ver si soltaba prenda, pero Luis nunca me lo confirmó y siempre cambiaba de tema. Pero aunque Pablo tenía esos aires de niñato machito, y de tío folla coños... en lo más hondo de mí sabía e intuía, que el hijo de mi amigo había probado más de una vez las habilidades sexuales de Luis. Y ahora volvamos al principio de la historia, y de cómo mi polla se encontraba dentro de la boca de Pablo recibiendo una buena mamada.

Era sábado por la noche, había tenido un par de reuniones con clientes bastante tediosas, y decidí tomarme una copa en "Machos" un pub de chicos de compañía que conozco, y que de vez en cuando me gusta ir de caza. Cuando estoy estresado con algún caso me gusta hablar con alguien, y si de camino cae un polvo, mejor que mejor. Me pedí un ron cola y me senté en la barra, para echar un vistazo a ver quién había conocido. El pub en sí no es muy grande, conforme entras te encuentras con la barra, hay una pequeña pista de baile en medio que nadie usa, y al fondo varios reservados con poca luz para tener más intimidad. Después de unos minutos a que se acostumbrara mis ojos a la luz tenue del local, pude observar con grata sorpresa, que el chaval que estaba sentado en el reservado del fondo a la izquierda era mi deseado Pablo. Estaba hablando con un señor mayor de pelo canoso, y se podía apreciar desde donde yo estaba que lo hacían muy cariñosamente.

¿Era verdad... o mis ojos me estaban engañando y veían lo que yo quería ver?... Me acerqué despacio, disimuladamente como si me fuera a sentar en el reservado vacío que estaba al lado del de ellos, y cuanto más me acercaba, más rápido y fuerte me latía el corazón al descubrir que era él... mi Pablo. En esos instantes mi mente era un hervidero de preguntas, y todas sin respuestas, pero aun así me las hacía sin remedio. ¿Por qué estaba en un pub de chaperos con aquél viejo?... ¿Lo conocía y tan solo se estaban tomando una copa?... ¿O era verdad lo que tanto había imaginado en mi mente, y le iban los tíos?... ¿Habría quedado allí con aquél hombre para follarselo?... ¿Era Pablo un chapero que follaba por dinero?... Aunque jamás lo había visto por allí, pero también habría podido ir antes... o después... o los días que yo no iba... ¡Joder!... Me estaba matando todas esas dudas.

Me senté a un metro escaso de él, y me quedé fijamente mirando todo lo que hacía. Pablo estaba con la espalda apoyada en el sillón, con sus piernas fibrosas bien abiertas, regalándole a los ojos del viejo una panorámica de todo su protuberante paquete, el cual no dejaba de sobarse y agarrarse con la mano. La mano del hombre canoso paseaba lentamente por su muslo derecho, hasta llegar a tocar levemente sus ingles, rozando sutilmente con las yemas de los dedos los pliegues del vaquero sobre su bulto, mientras él reía y le provocaba al viejo un buen calentón. La verdad es que el calentón me lo estaba provocando a mí, tan solo verlo espatarrado marcando paquete ya me ponía todo burro el cabrón, la polla se me había empinado en cuestión de segundos, y me sacaba la calentura por todos los poros de mi cuerpo en forma de sudor.

Quería que me viera, y que se diera cuenta que yo estaba allí. Y la verdad, es que no tardó mucho en sorprenderse y en advertir mi presencia. No creáis que se levantó de inmediato y se acercó a mí para darme una explicación... ni mucho menos... el muy cabrón siguió calentándole la verga al viejo, sin dejar de mirarme fijamente a los ojos, mordiéndose el labio inferior con los dientes, y abriéndose de piernas aún más, dejándole al viejo agarrarle el paquete con total libertad. Pablo siguió con su jueguecito morboso conmigo, y se desabrochó el vaquero sacándose a fuera el cipote todo empalmado. Le acarició con la mano la cabeza al viejo, metiendo sus dedos entre los pelos canosos hasta cogérselos, y tirando fuerte de ellos hacía abajo, hasta ponerle la boca pegada al tronco de su polla. El niñato se retorcía en el sillón, moviendo su pelvis mientras se pajeaba el cipote contra los labios del viejo... el cual no paraba de salivarle el pollón venoso y totalmente duro.

Sin lugar a dudas, el viejo podía verme a pocos centímetros de ellos, y como yo no podía quitarle el ojo de encima a ese pollón joven y viril. Observando como aquél rico cipote, entraba en su boca y se perdía por completo en lo más profundo de su cavidad. Pablo lo agarraba de la cabeza con sus manos mientras le follaba la boca lentamente, metiéndole el pollón entero hasta que sus huevos tocaban la barbilla del hombre, hasta que le provocaba una arcada, para luego sacárselo totalmente mojado de saliva y a los pocos segundos volvérsela a envergar. Así estuvo varios minutos, follándole la boca suavemente, sin dejar de provocarme con la mirada en todo momento, hasta que fue acelerando las embestidas poco a poco... y entonces aquello dejó de ser delicado y suave, y se convirtió en una brutal y acelerada jodida al viejo.

Me tenía todo mojado el cabronazo, sentía como el pre-cum se me escapaba sin control por la rajita del capullo, y se me humedecían los calzoncillos por la bragueta. El viejo se había sacado su reducida y no muy grande verga, y se masturbaba el glande con sus dedos mientras Pablo no paraba de follarle el boquino a un ritmo bárbaro, como si quisiera correrse y llenarle la boca de semen cuanto antes. Cuando le llegó el gustillo al viejo en la polla, y estaba a punto de correrse, se tragó el cipote del niñato hasta el fondo, atrapándolo por completo en su boca y notando como el chaval le regaba de esperma toda la garganta. Mi deseado Pablo se estaba corriendo de gusto en la boca del viejo, le veía la cara de placer mientras le apretaba con fuerza la cabeza contra su pelvis, sin dejarlo apenas respirar, y asegurándose de que no se escapara ni la más minima gota de rica leche.

Cuando terminó con el viejo canoso y comprobó que le había dejado la polla bien limpia, se la guardó dentro del vaquero, y recogió el dinero que el hombre le había dejado encima de la mesa. Se levantó del sillón sin apartar la mirada de mí, y se dirigió hacia donde yo estaba. Me tendió la mano indicándome que me levantara y que le siguiera. Fuimos hasta la barra, y se acercó al barman diciéndole algo en el oído, y éste al momento le entregó unas llaves. Sin dejar de soltarme la mano, me condujo hasta entrar en el almacén del pub... y en un sofá que había pegado a la pared del fondo, me empujó hasta sentarme. No articulamos palabra alguna ninguno de los dos, creo que sabíamos perfectamente lo que queríamos el uno del otro, que todo estaba dicho y que no hacía falta decir nada. Pablo se quedó de pie frente a mí, agarrándome de la corbata y acercando mi boca a la suya para comérmela a besos. Me sentía en el paraíso, era como un sueño que por fin se había hecho realidad, y que todavía no podía creerme. Ese muchacho que había visto crecer y que se había convertido en todo un hombre... y que hombre joder... ahora estaba comiéndome la boca, y notando su lengua retorciéndose con la mía.

Se sentó encima de mí mientras nos besábamos ardientemente, desnudándome al mismo tiempo el pecho, apretándome fuerte los pezones con los dedos, y sin dejar de llenarme la boca con su saliva. Yo le magreaba las nalgas, atrapándolas en su totalidad con mis manazas, y disfrutando de ese momento... ¡Por fin ese culito iba a ser mío!... Quería que gozara, que se estremeciera de gusto, y que no olvidara nunca en su vida, que su tito Hernesto (como él me llamaba) lo volvió loco de placer. Sentado encima de mí movía su pelvis sin parar, restregando su paquete contra el mío, notando su polla empalmada y dura, rozarse con mi polla también sólida y rígida. Incluso se me escapó un gemido de gusto, al notar que me la estaba pajeando con su cuerpo, y que mi Pablo lo estaba disfrutando. Su cuerpo entero temblaba de ardor, besándome los labios, chupándome la lengua, lamiendo mi cara, mi cuello, las axilas una detrás de la otra, percibiendo intensamente mi olor y sabor en cada lametada que me daba.

La verdad es que el niñato era todo un maestro, no sabía realmente si se movía así porque estaba harto de hacerlo, o porque yo le provocaba tal excitación y fogosidad. El caso es que yo estaba ardiendo de lujuria, encantado con lo que me hacía sentir, y deseando comerme su cuerpo enterito. Pablo no perdía el tiempo, y sin darme apenas cuenta ya me había sacado la polla fuera del pantalón, y me la jaleaba alegremente con la mano. Se arrodilló delante de mi cipote con la mirada clavada en él, examinándolo palmo a palmo, como si estuviera adorándolo y esperando el momento justo para zampárselo. Primero lo lamió despacito haciendo hincapié en mi redondeado, regordete y rosado capullo. Metía la lengua por la rajita separándome el glande en dos, ahondaba con fuerza recogiendo con ella cada gota de pre-cum que yo segregaba, para luego restregarlo por el cabezón mezclada con su saliva. Yo no apartaba la mirada de su cara, mientras me lamía el pollón como si fuera un helado... ¡Que guapo era joder!... con esa barba desaliñada de dos días, esos ojos azules grandes que no le cabían en la cara, con ese pelo negro azabache, y esos labios gruesos y carnosos... que ya habían apresado fuertemente el tronco de mi polla, y bajaban y subían a un ritmo frenético.

¡Que placer!... Que mamada me estaba haciendo en la polla mi Pablo... mi niño. Se la tragaba entera hasta que su nariz tocaba los pelillos de mi pubis, notando como aspiraba el olor de mi sexo, y sintiendo su barbilla presionando fuerte mis huevos. Me tenía loco de placer el niñato, me sacaba los gemidos de la boca sin control alguno, y de vez en cuando tenía que pararle la cabeza, y llevar su boca hasta la mía para besarle por miedo a correrme enseguida.

Sacó un condón de uno de los bolsillos del vaquero, que ya se había quitado anteriormente y que estaban tirados en el suelo, y me lo puso con la boca en la polla, mientras resbalaba el látex con los dientes por todo mi venoso tronco. Se subió al sofá poniendo los pies a cada lado de mis caderas, tocándose la polla con la mano a dos palmos de mi cara, regalándole a mis ojos una maravillosa visión, y escuchando sutilmente el sonido que hacía su piel cada vez que cubría el capullo. Pensaba que me iba a dar esa polla, quería chupársela entera, deseaba sentirla dentro de mi boca, saborearla, catar su saborcillo tan rico y poder degustarla de una puta vez. Pero no... Ese no era su plan... mi niño me dejó muy claro sin palabras que él decidía, y que llevaría en todo momento la iniciativa. Así que, cuando se cansó de enviciarme el cuerpo y de provocarme un calentón a más no poder, se fue inclinando muy despacio, poco a poco hasta que se ensartó mi pollón dentro del boquete de su culo.

¡Joder, que gustazo de culo!... Entró todo el tronco, entero, hasta que me hizo notar sus nalgas pegadas a mi escroto, rozando la bolsa de mis huevazos, que para entonces estaban gordotes, y repletos de esperma locos por salir. Comenzó a cabalgarme el cipote como un animal, mientras se aferraba con sus brazos a mi cuello y no dejaba de comerme la boca a besos. Era tanto el placer que me hacía sentir, que yo sabía que no iba a tardar mucho en correrme. Sentía en mi polla como le latía el ojete, mientras se la clavaba hasta el fondo del ano, al mismo tiempo que Pablo gemía y pegaba saltitos descontrolados. Qué fuerza imprimía el cabrón desde abajo, alzando el culo hermoso y los muslos metiéndole una clavada tras otra. Mientras tanto, el roce de la polla de Pablo contra mis abdominales, le estaban proporcionando un nutritivo y suave pajote, que acabó con un final inesperado e impactante para su tito. El cabrón se echó para atrás con todo mi pollón enterrado en su ano, y sin agarrarse la empinada polla comenzó a soltar chicates de semen a diestro y siniestro. Era un volcán imparable en erupción, los chorros de leche le llegaron hasta el pecho, la boca y los ojos.

Cuando le ví esa cara tan guapa, llena de goterones de semen, con esa expresión de infinito placer, no pude aguantar más... y con la polla borracha de su culito, me vacié sin remedio, notando como le llenaba de leche caliente todo el orificio anal. No pude contener los gritos de gozo, de placer, de disfrute, e incluso se me escapó un "te quiero Pablo", en el frenesí de la corrida... a lo cual escuché al mismo tiempo un "igualmente tito", y... "estaba deseando escuchártelo decir, de una puta vez". Me quedé muerto al escucharlo, pero a la vez satisfecho porque era verdad lo que sentíamos el uno por el otro... y a partir de ahora esta nueva relación con Pablo, prometía cosas muy buenas.

Ya más tranquilos y relajados en el sofá, le pregunté varias cosas, y entre ellas le pregunté si había follado con mi hijo Luis alguna vez. Simplemente me dijo poniendo cara de pícaro, que eso me lo contaría tranquilamente en mi casa, delante de un buen cubata, desnudos y relajados encima de la cama.

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