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Mi vecino Germán

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Hola lectores, primeramente, gracias por los comentarios recibidos de mis anteriores relatos. En esta ocasión les hablaré de cuando un vecino me folló sin mi consentimiento durante una celebración fallida de mi aniversario de bodas. Me describo para ustedes: soy una mujer de 40 años, morena clara, linda, ojos cafés y cabello largo color negro hasta media espalda, de complexión delgada, pero con un trasero firme y redondeado.

En octubre del año pasado estaba por celebrar con mi pareja nuestro sexto aniversario. Mi esposo suele laborar media jornada los sábados por lo que habíamos quedado festejarlo sábado por la noche, esto porque tenía la entrega de un importante proyecto que seguramente le llevaría buena parte del día. Desde que me levanté por la mañana me dediqué a los preparativos: conseguir los ingredientes para cocinarle la cena favorita a mi hombre, botellas de vino tinto, velas aromáticas, mesa elegante para dos, hasta nuestra cama adorné con pétalos de rosa sobre las sábanas de seda.

La cita era a las 9:00 pm así que poco después de las siete me serví una copa de vino y me zambullí en la tina de baño que ya tenía preparada con esencias de menta y jazmín. Me relajé por media hora mientras pensaba en cómo montaría a mi marido (mi posición preferida), además de dejarle usar mi anito es anoche como regalo especial. Esos pensamientos ya me estaban emocionando bastante, alcancé el envase alargado del champú que uso y comencé a frotarme con él por encima de mi clítoris, una sensación muy deliciosa tocarse bajo el agua. Antes de salirme me depilé el coño, sé que eso le fascina y lo pone como loco y le da por comerme el coño (rara vez lo hace) así que obvio me convenía jejeje.

Al salir de bañarme junté algunas cosas que usaríamos esa noche: lubricante, una venda para los ojos, mi diadema con orejas de gatita jajajaja, medias de encaje y unas gafas de utilería que uso cuando se la mamo (le gusta que las lleve puestas para mirarle a los ojos). Todo estaba preparado para el festejo, me comencé a poner la única prenda que llevaría esa noche: constaba de un sensual mini vestido negro (sin nada de ropa interior abajo, se los juro) que dejaba mi espalda descubierta y mis pechos asomándose por un escote fenomenal, acompañado de un par de sandalias muy lindas, seguro con eso lo volvería loco.

Me preocupé cuando se dieron las 9:00 y mi nene no llegaba a casa. Le envié un mensaje de texto a su móvil y me respondió al cabo de un rato:

- ¿Dónde estás amor? Ya estoy muy excitada pensando en vos.

- Hola cariño, aún estoy en la oficina. Tardaré un poco más en llegar.

Refunfuñé un poco, no me quedaba más que esperarlo bebiendo vino para matar el tiempo. Durante el transcurso de esa noche seguí recibiendo mensajes suyos aplazando su arribo de 30 en 30 minutos, así hasta casi media noche. De nuevo le envié un texto diciendo:

- ¿Por qué aún no llegas aún nene?

- Hemos tenido que retrabajar el proyecto por culpa del idiota del Contador Benítez, estamos muy demorados, no podemos dejarlo para el lunes.

- Me haces esto y en nuestro aniversario!! – le repliqué.

- Perdóname querida, espero reponértelo, ¿Te parece si lo posponemos para mañana domingo?

Molesta y decepcionada puse el móvil sobre la mesa en modo silencio y tomé lo que quedaba de tinto en la botella hasta que la dejé vacía. Decidí irme a dormir, me sentía ya mareada, aunque la calentura no me disminuyó en lo absoluto jajajaja. Camino a la recámara recordé: ¡mi gata! Durante el día la gata se sale a los jardines de alrededor, pero en la noche la hago pasar, así que salí presurosa a buscarle. Afuera hacía frío y solo llevaba el vestidito que les mencioné, mis pezones de inmediato se erizaron y se notaban duros. En eso andaba con lo de la gata cuando me topé al vecino Germán que iba llegando a su casa de junto.

Para que se den una idea es un hombre de 45 años aproximadamente, con brazos grandes y fuertes, tez clara y su pelo castaño que siempre lleva recortado tipo militar. De sus facciones resaltan sus ojos color almendra y su sonrisa pícara, su estatura andará en el metro ochenta, no está nada mal el tipo. Es propietario de la carnicería que está a tres cuadras de distancia, por cierto, siempre muy coqueto con su clientela femenina, más de una vez me soltó piropos. Según supe su esposa lo dejó hace dos años y es usual que meta a su casa mujeres jóvenes.

En fin, el caso es que me saludó con las buenas noches y me miró de inmediato los pechos, seguro notó mis pezones. En eso se llegó mi gata corriendo a mis pies y me agaché a levantarle, dándole la espalda al vecino, como el vestido era corto (a medio muslo) nunca recordé que no llevaba bragas así que Germán se dio todo en espectáculo con mi depilado coñito. La gata no se dejó atrapar y corrió adentro de la casa antes de que pudiera sujetarle, corrí detrás de ella y me metí enseguida. Por las malditas prisas de andar persiguiendo a mi gata olvidé poner cerradura a la puerta principal. Una vez dentro tomé el móvil y decidí llamar al patán de mi marido.

Mientras tanto allá afuera seguía Germán. No daba crédito a lo que sus ojos acababan de mirar, su polla quedó inquieta por aquella escena que seguía en su mente. Vio que el coche de mi marido no estaba y sigilosamente caminó hasta la entrada de mi casa, pegando su oreja en la puerta principal para poder oír lo que pasaba dentro. Escuchó como discutíamos por teléfono, estaba furiosa y por tanto vino le insulté al decirle que era un pedazo de bestia y que me iría a dormir. Apagué todas las luces de la casa, abrí mi habitación y caí rendida bocabajo sobre la cama como una tabla.

El vecino esperó un par de minutos más y por inercia giró la perilla de la puerta principal de la casa solo para darse cuenta que efectivamente estaba sin cerradura, entró sigilosamente. De inmediato se percató que una pequeña luz parpadeaba sobre la mesa del comedor. Era mi móvil que tenía mensajes de texto de mi esposo, los cuales el vecino revisó y leyó, enterándose que mi marido llegaría casi al amanecer porque no terminaba aún sus deberes.

Germán se deslizó silenciosamente a la habitación y me encontró recostada bocabajo, ni siquiera tuve tiempo de ponerme el piyama. Estaba ahí tendida con el vestido un poco subido, se me alcanzaban a ver perfectamente mis redondas nalgas. Tenía mis piernas ligeramente abiertas y el vecino se comenzó a excitar tanto que se desnudó completamente en un parpadeo. Su polla ya estaba tiesa y con la punta humedecida, quería meterla en mi coño que esa noche no llevaba ni un solo vello. Se fue reptando sobre la cama, casi como una serpiente, besando mis pantorrillas, luego mis muslos. Perdida en mi embriaguez reaccioné un poco, atinando a emitir solo un suspiro. El vecino continuó subiendo con su lengua y boca hasta mis nalgas, las besaba y acariciaba. Comencé a medio despertar cuando sentí una lengua haciendo movimientos interesantes en la entrada de mi anito:

- Hmmmm amor- ronroneé - Tienes que hacerlo mejor que eso si en verdad quieres que te perdone. Por supuesto pensé que se trataba de mi cónyuge, ni siquiera hacía falta abrir los ojos para cerciorarme.

Germán tomó la venda que había puesto junto a una de las almohadas y me la colocó sobre los ojos para asegurarse de que no descubriera el engaño. Enseguida regresó a esmerarse más en sus movimientos de lengua, introdujo de repente un dedo en mi coñito. Solté otro suspiro y mordí ligeramente mi labio inferior. Él seguía en lo suyo, ahora tenía dos dedos en mi coño. Comencé a reaccionar a sus movimientos meneando un poco el trasero de un lado a otro mientras abrías más mis piernas. El hombre aceleró sus movimientos súbitamente, metía y sacaba los dedos de mi conchita a una velocidad asombrosa: ahí llegó mi primer orgasmo. Enseguida que me recuperé un poco le comenté:

- Ahhh nene, ya dame tu verguita que me has puesto recaliente!

Germán se levantó, enfiló su polla a mi entrada y la comenzó a hundir muy lentamente en mi coño, al tiempo que yo empujaba mi pelvis hacia él como urgida de que entrara toda de una buena vez.

- Ohhh papi, qué dura la tienes esta noche y qué gorda la siento, sí que andas inspirado, deeeeli.

Las dimensiones de su tranca superaban a la de mi marido, sí que lo noté, aún no sabía que se trataba de otro hombre, así que no le di mayor importancia.

Me comenzó a bombear con ritmo y yo me mojaba cada vez más. Sentía mi vagina raramente más sensible, como que se abría más de lo normal - ese vino tinto me hace sentir cosas raras – pensé. Yo le gritaba en esos momentos cosas como:

- Dámelo todo nene, así ¡Fóllame!

El vecino aceleró sus metidas, se escuchaba como sus bolas chocaban fuertemente contra mis nalgas

- Que bien lo haces cariño! Algo tienes hoy que me está encantando como me follas.

El hombre se notaba agitado y resoplando, noté cómo se esforzaba en contener su orgasmo y la verdad no deseaba que se terminara tan pronto la diversión.

- ¡De correrse ahora nada! ¡Así no te perdonaré lo de esta noche! – le grité con tono exigente.

Rápidamente sacó su polla de mi interior para no venirse y yo enseguida abrí mis glúteos al máximo con ambas manos, alzando mi colita para mostrarle más de cerca mis agujeritos:

- Ven aquí cabronazo y cómeme el ano como se debe! Tienes que hacerme feliz si buscas el perdón pedazo de idiota.

Germán se inclinó y nuevamente hundió su cara entre mis cachetes. Se concentró en mi estrecho agujerito y aplicó todas sus técnicas en él. Para mi fortuna a su exesposa le gustaba enormemente disfrutar del sexo anal así que sin duda el vecino tenía vasta experiencia en cómo tratar un agujerito así.

Yo me retorcía del placer que me hacía sentir con su lengua, era como un torbellino, una delicia.

- Ohhh querido, estoy a punto de perdonarte. Pero pensándolo bien, ¡No te lo mereces! Mira que tantos años juntos y nunca haberme comido el anito de esa forma.

La verga del vecino ya había descansado un poco y su eminente orgasmo se había disipado. Mis comentarios y palabrotas lo encendieron de nuevo, su palo se puso erecto otra vez, le brotaban las venotas a lo largo de ese pedazo de carne, en la punta su cabeza estaba muy hinchada. En eso fue cuando dejó de lamerme y se hincó sobre la cama. Me tomó de las caderas para alzar mi trasero a modo de quedar empinada con la cabeza en la almohada y el culo casi apuntando al techo. Germán propinó un escupitajo en la entrada de mi ojete, otro más en la punta de su tronco. Fue ensartando lentamente su pito, no me podía mover, sentí que lo largo de su pene no tenía fin, como si fueran metros y metros. La realidad metía milímetro a milímetro, sabía muy bien cómo tratar un agujerito entallado. Finalmente la había metido solo hasta la mitad y comenzó el vaivén, muuuuy lento, retrocedía justo para que la cabeza de su pene no se saliera de mí, luego volvía a empujar. Unas olas de sensaciones agradables me llegaron a través de ese orificio poco explorado (aunque mi esposo insiste en follarme por ahí no suelo acceder) y poco a poco la molestia se fue convirtiendo en gusto. Al cabo de un rato mi recto ya se había acostumbrado al grosor del miembro del vecino, éste movía su palo dentro de mí con mayor soltura y facilidad, sin embargo, guardaba lo mejor para el final. Así estuvo taladrando mi anito mientras me propinaba tremendas nalgadas, creo que me dejó el trasero rojo de tanto que me castigó. Eso a mí me excita muchísimo, no pude contener gritarle:

- ¡Así perrazo, rómpeme el ojete! Que rico me llenas ese agujero con tu pija mi amor. Tenía mi anito esperándote desde hace rato, sigue follándome el culo.

Mis palabras fueron combustible para aquel hombre, sentí un repentino empujón violento de su pelvis y recibí su leño completo dentro de mí. Solté un grito de placer cuando me aventó toda su carne dentro, me cogía bestialmente aferrándose con ambas manos a mi cintura para poder controlar la fuerza de sus estocadas. Me llevó al cielo, nunca me habían culeado de esa forma, ni siquiera mi marido. Claro que yo aún no me enteraba que era otro macho el que enculaba de esa manera, mis expresiones no se hicieron esperar:

- Que delicia nene, nunca me habías culeado así. Me cojes como un verdadero macho, no pares de darme pija amor.

Creo que mis gemidos se escucharon hasta tres casas de distancia, no me importaba. Me estaban dando por el culo como si no hubiera un mañana y mi segundo orgasmo se aproximaba como una locomotora a toda máquina. A pesar de que la verga de aquel sujeto parecía incansable, por fin parecía vencerse pues nuevamente escuché sus resoplidos y quejidos, supe que era el momento esperado:

- ¡Ni se te ocurra venirte en mis nalgas! Lléname las entrañas con tu semen, quiero ordeñar tu verga con mi ano.

Fue como si estuviera esperando mi orden porque justo al terminar esa frase me hundió su pito hasta el fondo y comenzó a expulsar leche hirviendo en mi interior, chorros y chorros llenaron mi agujero, incluso se comenzó a escurrir hacía afuera de tanto líquido que ese hombre tenía en sus huevos. Recibir ese semen caliente detonó mi clímax, explotando en un intenso y prolongado orgasmo. Nunca pensé que un orgasmo provocado vía anal me pudiera hacer vibrar de esa manera. Al vecino se le fueron todas las fuerzas en esa corrida, cayendo rendido a mi costado. Mi cuerpo también se colapsó y caí de igual forma a su lado:

- Has estado genial esta noche mi amor, ya hasta te he perdonado tu canallada – le suspiré con voz baja. Llevé mi mano a su rostro para acariciarle y respingué al tocar su piel: ¡no llevaba barba! (mi marido siempre se deja la barba). Enseguida me removí la venda, encendí la lámpara del buró y por fin lo miré: ¡era el vecino Germán el que yacía en mi cama! Quedé muda y quise gritar, pero me sujetó súbitamente y tapó mi boca con una de sus manos.

- Shhhhhh tranquila vecina. No hay por qué hacer lío, sé muy bien que tu marido tardará en llegar. Descuida, no te haré dañó. Será mejor que me retire, ya tuve suficiente con romperte el ojete como regalo de aniversario de bodas.

Ahí estaba yo con el culo recién roto por un hombre que no era mi marido, aun goteando leche de mis entrañas y sin saber qué decir ni hacer. Germán se vistió y me dijo que cuando quisiera irle a visitar a la carnicería, que en la parte de atrás tiene un apartado donde con mucho gusto me volvía a encular, luego se marchó.

Mi marido llegó como a las 5:00 am directo a dormir en el sofá de la sala. Menos mal que no se le ocurrió llegar a la cama, hubiera notado la deslechada que había por doquier. Me levanté temprano y luego de ducharme limpié la recámara para borrar evidencias. Mi marido despertó mucho muy tarde, pidiéndome perdón y esas cosas. Me hice la enojada por varios días, ganado un poco de tiempo en lo que mi ano volvía a la normalidad, lo sentía muy sensible e irritado. Gracias a esa experiencia las relaciones anales con mi esposo mejoraron notablemente, lo malo es que pienso mucho en que Germán me vuelva a romper el culo.

No duden en enviarme sus comentarios.

(9,10)