Nuevos relatos publicados: 0

Escapando hacia el deseo

  • 12
  • 9.943
  • 9,75 (16 Val.)
  • 0

Hacía una semana que no se veían.

Nadia no había podido contactar con Martín, imaginó que tendría el teléfono estropeado, pero esa excusa en estos tiempos que corren carece de valor, existen varios medios para poder comunicarse si uno lo desea.

Nadia no había dejado de pensar en su último encuentro con él. La imagen de su rostro le perseguía allá donde fuera, no podía olvidarse de su mirada peculiar, lasciva a la vez que tierna, él la había matado de placer en cinco ocasiones diferentes y una víctima jamás olvida la cara de su asesino.

Esa noche de sábado Martín salía de fiesta; Nadia sabía de sus actividades porque la publicación en Facebook de uno de los amigos de él, le había revelado su próxima localización, ella sin dudarlo convenció a cuatro amigas para crear un encuentro de lo más casual en la misma orquesta.

Decidió ponerse un mono elegante y atrevido; Destacaba por su pronunciado escote y le acentuaba las marcadas curvas que la definían: sus voluminosos pechos, su cintura pequeña y sus nalgas considerables. Sabía que probablemente provocaría deseo y fascinación en más hombres y le encantaba esa idea, aunque solo estaba dispuesta a seducir y cautivar a Martín, su objetivo inicial era mostrarle sutilmente que era un foco de miradas y ella podía esta con quién quisiera, sin embargo, su meta final era que Martín terminara entre sus sábanas, reflejado en los espejos de su habitación, a la par que le mostrara la puntería de su dardo en la rasurada diana que le había preparado.

Cuando lo encontró entre la multitud le regaló su mirada desafiante, segura y una media sonrisa. Martín sabía que ella iba a acudir a buscarle, pero fingió estar sorprendido con su contacto visual, mostró a través de una gran sonrisa la grata coincidencia.

Se acercó a ella rápidamente y le susurró al oído:

-Estás preciosa.

-Toda la semana he estado así. -Le reprochaba ella, sin prestarle demasiada importancia.

-¿Me has echado de menos? -Le decía buscando su mirada.

-Para nada, ¿Por qué iba a hacerlo? -Le atacaba con desprecio.

-Princesa no engañas a nadie, te ha molestado que tuviera el teléfono apagado toda la semana. -Le sonreía mientras le tocaba la barbilla, esperando que Nadia le dedicara una simple mirada.

-¿Apagado? Pensaba que lo tenías roto. -Se giraba Nadia sorprendida y le observaba fijamente.

-Eres una caprichosa y estás acostumbrada a tener a quién quieres, entonces te cansas y vas a por otro, yo me quiero diferenciar de todos esos pagafantas que te siguen y no quiero aburrirte, por eso decidí apagar el teléfono, para tenerte pensativa e inquieta, justamente lo que he conseguido ¿O me equivoco? -Continuaba con esa sonrisa preciosa congelada.

-Pues claro que te equivocas, ni soy caprichosa, ni me aburro cuando alguien me gusta de verdad, no he pensado en ti, tú no me gustas nada. Que sepas que has hecho el idiota con tu estúpido plan del teléfono porque no has hablado conmigo, ni con nadie.

-Ha valido la pena la desconexión, créeme, jajajaja, tendrías que verte ahora mismo. -Le decía con tono de burla.

-¡Pero que no te rías de mí, imbécil, me has tenido un poco preocupada!-Exclamaba ella, como si tuviera 15 años.

-Mi niña, en cuanto pueda esquivar a mis amigos, te haré un gesto con el cuello y nos veremos en el coche, lo tengo aparcado en el campo de futbol. Me apetece mucho escaparme hacia el vicio delicado, a la vez que salvaje del que me tienes prisionero, espero que lleves las llaves de tu chalet.

Nadia no pronunció ninguna palabra, su ego estaba descolocado, saciado porque su estrategia iba a tener éxito, a la vez que dolido por haber sido víctima de otra, solo bebía, pero asintió con la cabeza la idea de acudir al coche de Martín. Él era para ella algo similar a un veneno y al mismo tiempo el antídoto.

No tardó más de diez minutos en estirar su cuello con motivo de la señal de huida.

Nadia acababa de pedir un cubata y llegó al coche con él, Martín intentaba abrir la puerta, cuando escuchó el ruido de sus tacones, se dio la vuelta y la observó de arriba abajo.

-Te queda muy bien ese mono, pero creo que estarás mejor sin él.

Nadia tomo un trago largo y acerco su cadera a la de él.

-Te has portado muy mal, te mereces un buen castigo. -Manifestaba ella con un tono muy sensual, respirando del hipnótico olor de su cuello.

-Me lo merezco, me lo merezco. -Fue lo último que le dijo.

Empezaron a besarse, Martín la tenía agarrada por los glúteos, la respiración de ambos crecía por segundos, Nadia notó el latir de su entrepierna y como ésta empezaba a endurecerse queriendo salir de aquellos pantalones apretados. Era el momento de escapar hacia el deseo.

Martín condujo hasta el chalet y se detuvo ante la verja para que Nadia la abriese, antes de que bajara del coche le mostró un vibrador rosa con formas circulares y un lubricante anal que había adquirido esa misma mañana.

-¿Eso debe ser para que yo te lo meta a ti? -Preguntaba Nadia confundida.

-No bonita, es para ensanchar tu zona anal que la tienes muy cerradita. -Explicaba él.

-¡Pero bueno! Normal que esté cerrada, la puerta es de salida, no de entrada.

-¿Tenemos más bebida, no?

-Sí, pero si se te ocurre penetrarme con ese cacharro, yo te haré lo mismo, por muy borracha que vaya. -Argumentaba mientras salía del coche.

Se separó del coche y bebió lo que le quedaba en el cubata, colocada desde una postura muy sexi, Martín le estaba mirando con mucho detenimiento.

Los perros les recibían con sus ladridos interminables y la orquesta sonaba de fondo, ellos hacían oídos sordos a la realidad y se trasladaban a ese lugar en el que nada existía, nadie les importaba, solamente estar juntos regalándose lo mejor de ellos mismos.

Nadia abría la puerta del chalet.

Martín se aproximó a ella por detrás y le bajó los tirantes del mono. Ella no utilizaba sujetador por lo que sus pechos quedaron visibles, suspendidos en el aire, presos de la gravedad, él empezó a lamerlos muy lentamente, vacilaba con pequeños mordiscos en sus pezones, endureciéndolos por segundos, ella estaba callada e inmóvil contra la puerta, emitía pequeños gemidos hedonistas. Se le cayeron las llaves al suelo y Martín se agachó para recogerlas, a la vez que le bajaba el mono. Nadia levantó los pies para que se lo pudiera quitar totalmente, Martín desplazó su tanga hacia un lado y se arrodilló para adentrar su lengua en las profundidades vaginales.

-Pero bueno, Martín, si te tengo a mis pies. -Pronunciaba ella.

Él no podía hablar, tenía la lengua muy ocupada.

-Necesito ver tu cuerpo, llevas mucha ropa… Sube que te la quite, vaaa.-Continuaba ella, en modo monólogo.

Él apartaba sus labios de los labios inferiores de ella, ahora insistía con dos dedos. Nadia abría más las piernas y dejaba que sus dedos se desplazaran por todo su interior humedecido.

-Decías antes que no te gustaba nada ¿Sigo sin gustarte? -Pronunciaba Martín mirándola fijamente.

-No, no me gustas nada de nada. -Decía la temblorosa y libidinosa voz de Nadia que no sabía hacia dónde mirar.

Martín se levantó rápidamente y se quitó el botón de su pantalón, Nadia le bajó la cremallera, el pantalón, los calzoncillos y se arrodilló. Empezó a comerle todo su excitado miembro, su lengua subía, bajaba, se entretenía con el glande, después absorbía la corona e intensamente el cuello, rematando en sus testículos, se recreó durante unos seis minutos. Antes de degustarlo de nuevo volvía a mirar con su mirada traviesa e inocente a Martín, quién no perdía ningún detalle de la felación. Volvió a ponerse de pie para buscar otro espacio y Martín no le dejó, atacó a sus senos de nuevo.

-Martín, no seas melón y vayamos a otro sitio. -Le ordenaba ella.

-Si si, pero nos quedaremos aquí fuera. -Obedecía él.

-Pero un momento, espera. -Volvía a desobedecer Martín.

Busco sus labios y empezó a besarla intensamente, sujetándola de la cintura, Nadia le abrazaba fuertemente.

-Besas fatal. -le decía ella sonriendo entre besos.

Martín la fue soltando despacio y buscó un colchón para sacarlo a la intemperie, Nadia preparó dos gin-tonics y los dejó en la mesa, justo al lado del futuro somier que se asomaba ya por la puerta.

Nadia se quitó el tanga y apoyó las manos en el tronco de la higuera, pronunció fuertemente su nombre, se dio la vuelta y agachó medio cuerpo marcando la posición preferida de él, quién no dudó en avanzar rápidamente hacia ella, olvidándose del colchón y este dirigiéndose irremediablemente contra el suelo. Él quería introducirle la dureza de su punta mientras se apoyaba en su voluminoso culo; Le mandó separarse las nalgas, lo hizo, a la vez que exhalaba de placer, estaba dentro de ella, hacía una semana exacta que no practicaban ese juego y Nadia procedió a darle su merecido castigo: contraía fuertemente todos sus músculos vaginales cuando él introducía su pene, adueñándoselo, incautándoselo, luego lo expulsaba con actitud violenta, él apenas podía bombearle. Parecía que mandase Martín, pero no era así.

-No, no me hagas esto, no me quiero ir todavía, sabes que me encanta. -Suplicaba Martín.

Nadia no contesto, intentó levantarse de su pornográfica posición pero Martín no quiso, ella quería copular tumbada, aunque esa noche su comodidad iba a tener que esperar un poco más. Continuaban proporcionándose fricción, el placer de ambos era indescriptible. Martín se perdía dentro de Nadia estableciendo un ritmo constante, sus cuerpos estaban en sintonía, las ramas también se movían, Nadia depositó toda su fuerza en el árbol para mantenerse. Finalmente él paró y Nadia no le quería dar la razón, así que empezó a emular el twerking, a la vez que observaba la erección entrando y saliendo, se sentía su dueña, le pertenecía.

Nadia salió de él y le señaló el colchón, Martín fue a colocarlo al lado de las copas. Tomo un sorbo y se tiró a la piscina, Nadia seguía bebiendo, pues estaba muy seca. Martín le ordenó que le acompañara, Nadia se quitó los tacones y se sentó en la escalera con su copa y apoyó los pies en el primer peldaño. Él acudió hacia ella y le abrió las piernas para empezar a succionarle todo su flujo vaginal, lo saboreaba muy despacio, ella buscaba en su interior algo de calma y autocontrol, pero se sentía impotente, no había nada que pudiese hacer, únicamente agarrarse a la escalera, saborear la ginebra, disfrutar y morir de placer. Quería besarle pero era imposible dada esa posición, sin dudarlo se tiró dentro con él.

Su pelo liso perfecto y sus joyas quedaron mojadas, pero en ese momento le daba exactamente igual, Martín le abrazaba, le besaba y le paseaba por toda la piscina.

-Dime una cosa, ¿Has pensado en mí? -Le dijo de repente Nadia.

-Preciosa, claro que sí, me he acordado mucho de ti, muchísimo, pero no te me vengas arriba, todavía te queda mucho para conquistarme. -Decía él en tono altivo.

-¿Conquistarte? Mira, una cosa te voy a decir, si tú pasas, yo uvas. Aquí nos conquistamos los dos, que sea la última vez que no sé nada de ti en siete días, ¿Entendido? -Le explicaba mientras masturbaba su miembro, ajeno a la presión del agua y endurecido.

-Totalmente.

Brillaba su estado de embriaguez, aunque la poca cordura de Martín sabía que era el momento de llevar a cabo su plan, dejó que Nadia se diera un último baño y entró al chalet a por dos toallas, más ginebra, lubricante y el consolador anal.

Rellenó las dos copas y secó a Nadia, ella lo tumbó bruscamente y se sentó encima de él a modo de cuclillas, con la copa en la mano. Le cabalgaba, paraba y bebía, le volvía a cabalgar, estaba muy excitada, escuchó como él abría el envoltorio de plástico que cubría el lubricante y empezó a restregárselo mientras dibujaba círculos en su orificio anal. Nadia dejó la copa y empezó a saltar encima de él cada vez más rápido, el pene respondía a su dilatación y el consolador anal había empezado a atravesarla, la falta de costumbre intensificaba su agitación, esa nueva sensación la tenía fuera de sí, vibraba toda ella, le temblaba todo el cuerpo y le encantaba, estaba empapada de fluidos varios, el pene rozaba fuertemente las paredes de su sexo, ella se cogía del pelo y miraba el cielo, empezaba a amanecer, escuchaba la orquesta de fondo, tenía el pelo mojado y entre pierna y pierna la esencia de Martín, su amor de verano. Era su momento de gloria, no tardó más de un minuto en explotar de placer.

Martín sintió el final de Nadia y rápidamente lanzó el consolador anal al agua, como si se tratase de un frisbee, para prevenir alguna idea de ella, quien tenía los ojos cerrados.

Debían ser las 7h de la mañana, los primeros rayos de luz se estaban manifestando, junto con los coches que pasaban de cerca por la carretera, a los que probablemente le resultara muy fácil adivinar lo que estaba ocurriendo en ese chalet.

Ellos ya no podían estar allí.

Nadia le dijo que fueran dentro, pero el sexo tenía cegado a Martín, no le contestaba nada, seguía penetrándole.

-Martín, Martín, los vecinos, quita, quítate, a ti te dará igual pero a mí me conocen, o vamos dentro o no quedamos más, te lo juro. -Fue la quinta advertencia de Nadia.

-Pero que sexi estás cuando te enfadas, vamos dentro, va. -Reaccionó Martín.

Subieron a la habitación de Nadia, dónde había un amplio armario con espejos en las puertas, ellos adoraban verse reflejados en él. Martín colocó a Nadia en el centro, ella apoyó todas sus extremidades en la cama, dando lugar a la posición del perrito, ofreciéndole a Martín una visión sin obstáculo de su parte posterior, también controlaba el ritmo de empujes y estimulaba su clítoris, le faltaba muy poco para expulsar todo el semen contenido, cada vez se metía dentro de Nadia más salvajemente, exactamente como lo que era, un salvaje.

Nadia le miró por encima de su hombro y se equilibró para aguantarse con una mano, la otra la necesitaba libre. Empezó lamiéndose los dedos, uno por uno.

-Esto hago cuando tengo tu pene dentro de mi boca. -Especificaba.

Ese símil le encantaba a Martín, le motivaba, luego acarició sus testículos. El calor de su pecho cubría la espalda de Nadia, su temperatura corporal aumentaba por segundos y empezaba a quemarles la piel. Él le daba fuertes palmadas en el culo, ella iba a volver abañarle su honorífico miembro produciendo que él estallara también, jadearon fuertemente, él sacó su pene, derramó todo su semen sobre los senos de Nadia y se tumbó a su lado.

-Joder, que buena estás… ¿Tú eres de verdad? -Suspiraba Martín.

-No será para tanto. -Vacilaba Nadia

-Eres increíble.

-Bueno, sí, no ha estado nada mal, la verdad.

-Ah, vale, gracias supongo… ¿Pero serás vacilona?

-Solo la mitad que tú.

Intentaron calmar la respiración, ni siquiera se limpiaron, carecían de fuerzas.

Nadia se dio la vuelta con una sonrisa satisfactoria, Martín le rodeo con sus brazos, empezó a darle besos pequeños en el cuello y acariciarle todo su cuerpo.

-¿Un último baño? Sugería Nadia.

© 2017, Carolina Gascón.

Instagram: dolcecarolinee_

(9,75)