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La nena del olor a pis

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Ahora tengo 19, pero hace unos meses atrás fue el mejor año de mi vida.

Entré a un colegio nuevo porque mis padres decidieron mudarse a otra ciudad por cuestiones laborales.

No me costó integrarme a un curso en el que se conocían todos.

Lo que más me motivaba era un chico ciego que cursaba quinto año.

No sabía por qué me daba tanta ternura.

Una vez en un recreo me le acerqué y le regalé un alfajor.

Otra vez me senté a su lado y nos pusimos a hablar.

¡Soy Agustina, voy al otro quinto y, nada, quiero darte un beso en la boca! Me dejás?!, le dije sin esperar su respuesta.

Le acerqué mis labios, le pasé la lengua por los suyos y se la introduje en la boca para luego seguir comiéndonos un ratito.

Le toqué la pija, y sentí cómo le crecía. Eso me calentaba más todavía.

Esa vez, recuerdo que de lo tontita que me sentía, y por las cosquillitas raras que tenía en todo el cuerpo me hice un chorrito de pichí.

Cuando fui al salón, tenía la sensación de que todos podían olerme y burlarse de mí. Pero no era cierto.

Al recreo siguiente volví con ese chico, del que todavía no sabía su nombre. Le llevé un chocolate.

Antes de regalárselo le pregunté si le había gustado mi beso.

Dijo que sí, y que nada esperaba más que le vuelva a tocar el pito.

Cuando me pegué a su cuerpo para darle otro beso, tal vez pensando en tomar su pene entre mis manos por debajo de su ropa, lo oigo murmurar:

¡Tenés olor a pichí Agus! Qué le pasó a la chanchita de los besos ricos?!

Me sentí una tarada. Tuve vergüenza y casi salgo corriendo.

Pero él me aprieta la mano para no soltarme y dice:

¡eey, no te pongas mal, que a mí me gustan las nenas con olor a pis, te lo juro! Es más, me encantaría que te hagas pis mientras nos besamos!

Me lo empecé a comer, sin hablarle pero gimiendo suavecito.

Yo notaba que me olía como a una flor, y que sus manos buscaba tocar cosas que en una escuela no se pueden.

Me re calentaba que me diga al oído:

¡Dale chancha, hacete pis, me gusta tu olorcito, quiero tu bombachita por dios!

No sabía qué hacer! Me volvía loca sentir sus manos en mi cola!

Pero en lo mejor sonó el timbre, y hubo que correr a las.

No sé cómo tuve esa ráfaga de lucidez. Antes de que se pare para irse con sus compañeros le pedí que me espere.

Corrí al baño de mujeres, me saqué la bombacha por abajo del jumper, la doblé con prolijidad y regresé hasta donde él me esperaba.

Se la guardé en el bolsillo del vaquero, le di un beso en la mejilla después de lamerle una oreja y me fui al salón.

Esa noche en mi cama no hubo paz. Mis dedos entraron y salieron de mi vagina tantas veces como el insomnio y la calentura lo quisieron. Saber que volví a casa sin bombacha y con olor a pis me daba un placer enorme, y más cuando recordaba que ese chico se había llevado mi fragancia en su pantalón.

Al otro día fui a buscarlo, pero él faltó al colegio.

Lo imaginé tapadito en su cama, con mi bombacha en su nariz y su manito estimulando su pija, la que ya necesitaba conocer de formas más directas.

Durante las clases no podía pensar más que en él.

Por suerte llegó el jueves, y ese día no faltó el dueño de mis locuras.

Esta vez lo tomé por sorpresa.

¡adiviná quién soy?!, le dije cerquita del oído.

Su cara se iluminó y la voz se le quebró de alegría al pronunciar mi nombre.

Como estaba rodeado de pibes lo invité a comer unas galletitas.

Me lo llevé hasta el último banco del pasillo donde por lo general nadie jode, lo besé en la boca, le mordí los labios diciéndole:

¡Te gustó mi olor pendejito?, qué hiciste con mi bombachita? La oliste toda, le acabaste en la cola o en la conchita?!

Matías gemía inocente pero con la pija al palo.

¡Sí amor, la olí toda la noche, me vuelve loco tu olor a nena sucia, quiero tocarte la conchita y meterle deditos!, decía agitado pero consciente.

Le metí la mano por debajo de su joggin, toqué su slip mojado por el vapor de su pene en llamas, entré bajo sus elásticos y aprisioné ese pedazo en mi manito.

Le hice una pajita que no pudo durar mucho tiempo. De hecho, hubo que interrumpirla porque de pronto dos maestras comenzaron a pasearse por el lugar.

El guacho se acabó todo encima justo cuando le saqué la mano, mientras yo le decía al oído:

¡Sos un chancho, pero me re gustás nene, me tenés loquita, y por vos me haría pis a donde quieras!

Antes de irme lo dejé que me toque el culo y que me estire la bombacha, a la vez que otro hilito de pis imposible de frenar caía en la doble tela de mi ropa interior, y el timbre otra vez nos separaba.

Cuando en la hora de matemática, Micaela, que es mi compañera de banco me olía tuve miedo de lo que fuera a decirme. Pero me gustaba eso, y hasta yo misma agachaba mi cabeza un poco para olerme.

Pensaba en Matías y en su calzoncillo lleno de semen junto a sus compañeros, y me ardía la conchita.

En el próximo recreo no fui a buscarlo. Tampoco quería que los pibes lo carguen conmigo, o que piensen que era su novia, o lo que sea.

Pero el lunes no pude más, y lo primero que hice tras escuchar el timbre del segundo recreo fue comprarle una coca para ir a su encuentro.

Esa vez él se había quedado en el salón terminando algo de química.

¡Hola chiquito, te acordás de mí no?, por lo visto no me vas a devolver la bombacha!, le dije, y se puso tan feliz que tiró su bastón y su celular al piso sin querer.

Tranzamos re enloquecidos, y en cuanto se me escapó:

¡Te quiero coger nene, toda meada como te gusta!

Sus manos fueron llevando mi cabeza desde su pecho hasta su bulto. Obvio, yo misma me serví de su pene tras liberarlo de pantalón y calzoncillo.

¡Mati, vos también tenés olor a pis, sabías?, y me parece que a lechita!, hace mucho que no te cambiás el calzoncillo?!, le dije lujuriosa, impura y pensando más con la concha que con el cerebro.

Le lamí la pija, la tomé en mis manos para pegarme en la nariz con ella, le estiré el cuero hacia abajo para mirarle el glande, le di una escupidita y empecé a comérmelo con suavidad, sin olvidarme de gemir como una gatita.

¡Antes de tomarme tu lechita quiero que me hagas pis en la oca. Querés?, le propuse sin ataduras.

Pero Mati había ido al baño hacía unos minutos, por lo que en cuanto paré de mamarlo, solo pudo darme unas gotitas.

Sin embargo, me calenté tanto que subí a su boca para besarlo y entonces volver a petearlo.

No duró nada el cochino.

En cuanto le conté que la n noche anterior me hice pipí en la cama de tanto pajearme pensando en él, un tsunami de leche colapsó mi boquita acostumbrada a oler a chicles y caramelos, y no a semen y a pis de varones alzados.

Me escapé antes de que la directora me pesque en un aula ajena, y me uní a los de mi curso, pensando en que Mati aún no se había subido el pantalón.

Me quedó latente en las ansias aquello de coger con el ciego más lindo de todos los que vi alguna vez.

Pero no sabía cómo llevarlo a cabo.

Al día siguiente, medio con carpa, una vez que estuve a su lado simulando hablar de música, de la abanderada que se embarazó de su hermano según los rumores, y de otras pavadas, le agarré la mano derecha para encerrarla entre mis piernas, la junté todo lo que pude a mi conchita, apretaba los muslos y le daba besitos en el cuello, y él se maravillaba ya que, ese día fui sin bombacha.

¡preparate nene!, le dije, y solté un pequeño chorro de pis, en el segundo exacto que él me decía:

¡Sos hermosa Agus, te quiero comer esa conchita y meterte la pija ahí adentro guachita!

No pude prohibirle que me hundiera un dedo en la vagina, pero le saqué la mano en cuanto vi acercarse a la profe de historia.

Por suerte no era a nosotros, sino a un grupito de pibas que se peleaba por un celular.

De igual modo le dije:

¡olete la manito Mati, y lamete los deditos, que ahora tenés mi olor a pis en tu mano!, mientras le daba cachetaditas, le pellizcaba las piernas y le tiraba mi aliento a caramelo de frutilla en la cara.

Ya no sabía contenerme. Pero estaba segura de que ese día lo dejé más loquito.

Durante la clase de inglés se me ocurrió invitarlo a casa.

Aún no había pensado en cómo presentarlo a mis papis.

Ellos son de lo más anticuado que conozco, y no quería que él pase por un mal trago.

Entretanto, al día siguiente me lo encontré comprando una aguita mineral, y me le colgué de los hombros.

¡Hola Mati, cómo está esa pijita preciosa y muuuuy rica?!, le susurré bajito, y él se dio vuelta para olerme.

¡tocamelá pibita, y dejame olerte toda en mi camita! No sabés cómo me masturbo con tu bombachita!

Entonces lo tomé de la mano y le pedí que camine a mi lado.

Me lo llevé al baño de chicas, me lo comí a besos contra una de las paredes, entramos a uno de los bañitos y lo hice sentarse en el suelo.

Me subí la falda, llevé su cabeza lo más próximo que pude de mi sexo bajo una bombacha blanca y le dije:

¡oleme toda, tocame, haceme lo que quieras, y si querés pedime pichí Mati, que te meo todo!

El pibe se sacudió el paquete con una mano mientras friccionaba su olfato vehemente sobre mi vulva, me colaba un dedito, lo lamía, besaba mis ingles y me olía desencajado, me pegaba en la cola y me mordía la bombacha sin perderse ni un resabio de mi aroma.

Yo no podía aguantar más.

Desde chiquita me pasaba que si algo me excitaba demasiado, no lograba evitar hacerme pis, además de eliminar todos los flujos de mi esencia de hembra.

Ese pendejo me hacía volar y aterrizar al mismo tiempo con su lengua, sus dedos y su nariz morbosa!

Sentí que acababa de a poquito, y en cuanto el orgasmo estaba en su punto cúlmine le dije gimiendo:

¡Tomá mi pichí nenito, abrí la boquitaaa, tomalo todooo, oleme chanchoo!

Me hice pis en su cara mientras él me juraba que se eyaculó entero bajo su ropa, y yo lo vi relamerse saboreando mi acabadita.

No dudé en sacarme la bombachita, estrujarla todo lo que pude en una pileta y regalársela para que sus pajas tengas buenos argumentos para liberar mucho semen.

Esa mañana sí que mi olor era estruendoso y aturdidor en el aula.

Tenía la faldita mojada al igual que las medias.

Pero no me importaba nada!

Matías era excelente en literatura, y yo tenía que hacer un práctico para el infumable del profe Ballejos.

A partir de ahí, ya no necesitaba excusas para llevarlo a mi casa y meterlo a mi pieza.

Mis padres verían con buenos ojos que él me ayude y, en cuanto hablen un poco con él, quizás hasta lo invitaban a cenar por lo dulce que es.

Cuando me acerqué a decirle que esa tarde lo esperaba en mi casa, que se tome un taxi y que yo se lo pagaba, se quedó tieso.

Pero yo le saqué otra carita lujuriosa cuando, me hice la boluda como para levantar algo del piso y le apoyé la cara en el bulto, cosa que no fue difícil porque él estaba parado.

Hasta se la mordí encima de la ropa!

Cuando me incorporé para seguir hablándole, me dijo al oído que no soportaba más y que no deseaba que lo tomara a mal, pero que todas las noches se acaba en la camita más de cuatro veces.

Yo me acerqué al oído y le dije:

¡Hoy te cojo todo guacho, y pellízcame la cola, ahora que no hay ningún profe!

El atrevido me lo hizo pero por debajo de la falda, cosa que me puso más loca, porque, otra vez no tenía bombacha.

Aquella tarde Matías tocó el portero de mi casa a las 17 en punto.

Le abrí, le presenté a mi madre y a mi abuela, le di un vaso de jugo y fuimos enseguida a mi pieza ni bien logré hacerle comprender a mi madre que había mucho por hacer.

La verdad, el práctico me importaba un cuerno.

Yo quería desnudar a ese pendejo, y que me haga lo que quiera.

Encima su nariz parecía admirarme en silencio, ya que una hora antes de su llegada me masturbé y me hice pichí con la bombacha puesta.

Apenas entramos a mi cuarto, lo senté en la cama, le saqué las zapatillas y las medias, lo empujé para que quede acostadito, le saqué el pantalón y le subí la remera.

Enseguida me puse en cuatro patas a su lado, con mis pies junto a su cabeza para que mis manos me toquen la cola por adentro de la pollerita.

¡No Mati, no me saques la bombacha todavía, esperá un poquito así jugamos!

Tuve que calmarlo cuando lo noté ansioso por querer hacerlo.

Le escupí el calzoncillo, le lamí los huevos, le comí el ombligo y las tetillas, le mordí la puntita del pito sobre la tela y lo saqué a la luz para mamarlo con una urgencia que me sacaba de quicio.

¡meame la cara nena, así, con la bombacha puesta, y después te la pongo en la conchita!

Dijo sin pudores cuando mi boca se comía toda esa pija pegajosa por la cantidad de acabaditas que seguro no le previno a su calzoncillo.

¡Hagamos una cosa mejor… haceme pis en la boca vos primero, y yo después te meo enterito!

No tuve que repetirlo.

Paré de chupársela para que sus estímulos sexuales retrocedan hasta darle paso a lo que hubiera en su vejiga, y luego de exclamar:

¡Ahí va chanchita de mierda!

Mi lengua se convirtió en un salitral amarillo, espumoso y cálido.

Le sacudía la pija mientras su pis fluía adentro y afuera de mi boca, y hasta le lamí el slip totalmente fuera de todo control que pueda respetar.

Me animé y lo besé en la boca con sus manos palpando mi vulva, y como no se resistió, aquel beso fue una guerra de lenguas asquerosas y presas de una calentura inimaginable.

Tenía al cieguito meado en mi cama, cuando la vagina me latía clamando por querer comerle esa pija.

Pero, antes me senté en su pecho con mi sexo apuntando a su boca, le puse una mano adentro de mi bombacha para que me revuelva la conchita con dos dedos, y en medio de mis propias palabras empecé a acabar como una perra, con solo sus dedos y la fricción de mi cola en su tórax.

¡¿Por qué te gusta mi olor a pis nene?, qué te calienta de eso?, te gustan las bombachitas de tu hermana mayor? Vos te meás también pajerito?, te gusta tocar una bombachita meadita? Conmigo se te re para la pija nenito!

Le decía cuando mi conchita no pudo retenerlo más.

Le hice pichí, y me re calentó ver su lengua relamiéndose con cada chorro que le caía en el cuerpo. Tanto que hasta le puse la concha en la cara con calzón y todo para que me la chupe.

Cómo gemía ese cieguito pijón!

Así como estaba, me subí endemoniada a sus caderas para que mi concha se alimente de su pija preciosa, y entonces nuestra cogida comenzó a hacerse escuchar en las paredes de mi pieza.

Se oían los líquidos incesantes, mi pichí y el suyo más mis flujos y su presemen, y como ninguno se había quitado la ropa interior, esa humedad nos calentaba más todavía.

¡Dame la lechona nene, o solo sabés hacerte pis con ese pitito?, cógeme toda, dale que siempre voy a ser tu nena meona siquerés, pero dame pija guacho!

Le pedían mis hormonas y el fuego de mi clítoris.

Realmente, no pudo aguantar mucho, y me soltó toda la leche mientras me decía que quería cogerme en el baño de mujeres del colegio.

Cuando todo terminó nos re chuponeamos por todos el cuerpo, y antes de que se vista le pedí que me mee la cama, que moje mis sábanas con lo que tuviera guardadito para mí.

Esa vez también se ganó mi bombachita!

Después de unos días, el tonto de dio cuenta de que no podíamos seguir viéndonos, porque se me estaba enamorando.

Aun así no he vuelto a encontrar a otro chico que satisfaga mis ganas de jugar a ser tan cochina como lo fui con él.

Hace poco lo vi en la parada del colectivo solito con su bastón.

No pude con mi impaciencia y me le acerqué:

¡Hola Mati… te acordás de mí?, soy tu nena, la del olor a pichí de la escuela!

Pero enseguida una chica rubia hermosa apareció con un paquete de cigarrillos para él y con unos chicles.

Le dio un beso en la boca y me saludó medio por compromiso.

Matías dijo que no se acordaba de mí, aunque estoy segura de que fue para zafar.

Quizás esa chica fuera su novia!

Me sentí tan estúpida que, todo lo que me nació en ese momento fue hacerme pipí de la calentura y de la bronca.

Tuve que volver a casa para cambiarme!

Espero que en algún lugar del mundo haya un chico o chica que se enamore de mi olor a pis como ese pibito! fin

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