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Incendiando al muñeco

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Él, parecía no recordar nada; aunque las imágenes que se seguían destilando en sus ojos las sentía ciertamente cercanas y se excito de nuevo. La jaula le recordó, que a su polla no le estaba permitido mostrar todo su viril esplendor, y esa diminuta, poderosa y creciente sensación, lo volvía a templar excitándolo cada vez más al recordarse así mismo en ese proceso de encendido lento y minucioso. Donde cada gesto, cada orden, cada acción producen en él, ese querer sentirse como el exquisito objeto del placer de sus dos jóvenes machitos. Y este deseado objetivo en él sujeto se hace embrión; al tener generosamente limitadas sus zonas de placer; resolviendo así que, la energía que antes él repartía entre sus tres regiones corporales más físicas y sexuales, ahora solo debería de hacerlo con dos. Convirtiendo esas dos zonas en los puntos más calientes de su cuerpo, que bien estimuladas. Se tornan unos engranajes poderosísimos que hacen de él, una autentica e insaciable máquina de placer. Porque si la jaula lo mantiene indefinidamente excitado y sumisamente caliente. Los vapores del líquido inhalado, licuan ideas y encienden hogueras en su cada vez más, torturado cerebro. De donde emanan los deseos más ocultos y primigenios, quienes son los multiplicadores de su sumisa condición. Dotando al castrado, con la capacidad de evolucionar esos dos puntos hasta hacerles adquirir una dimensión infinita, dispuestos a experimentar dulces tormentos como el de la yema de unos dedos, acariciándole la carne de esos labios que construyen la entrada de su ano; mientras los vapores van encendiéndole el cuerpo, van humedeciendo sus rincones más secretos y van dilatándole el agujero. Este momento se prolongó largo rato, todo el que sus dos jóvenes amos encontraron razonable y en ese ingrávido espacio de tiempo, los dos machitos fueron incendiando al muñeco. Queriendo dar una vuelta más ala clavija de su juego, los chicos proveyeron al cuerpo del sumiso de una nueva limitación sensorial. Esta vez, una dura pelota de goma pegada a su boca a modo de mordaza, le impediría cualquier tipo de estimulación bucal a excepción de su propia, abundante y natural secreción salivar. El sujeto tuvo bien claro, que la única opción de entrega y placer hacia sus dos activos cachorros, iba conectada exclusivamente a sus cuartos traseros.

Su recuerdo sigue proyectándolo a él arrodillado entre los muslos del joven pelirrojo, quien sonríe acercando de nuevo la botella a la nariz del sumiso. Otra nueva orden insufló vapor en los pulmones del esclavo y pasados unos segundos su febril nebulosa estalla, resultando ser el fuego dueño de su cuerpo quien lo hizo temblar. Entonces, las manos del pelirrojo le agarran fíeme la cabeza a escasos milímetros de los veintitantos centímetros de su dura y poderosa herramienta. El bombeo de la sangre, daba tamaño y dureza a ese trozo de cuerpo que rabioso latía bajo la fina tela del bañador; golpeando la pelota alojada en la boca del sumiso. El amigo del pelirrojo ya había detectado el botón que debía accionar en el cuerpo del sujeto, y estaba dibujando prolongadas caricias en ese punto de placer e indefensión que el culo de aquel juguete le ofrecía. Las caricias se volvieron táctiles palmadas que golpeaban ese palpitante agujero hambriento, cada vez más dilatado de labios hinchados y nalgas apretadas. El sujeto temblaba, la presión de su encarcelada polla se volvía más aguda y sus acuosos ojos, desde su silencio, parecían implorar por algo que de momento; los dos chicos, no tenían intención de ofrecerle. El pelirrojo de vez en cuando, liberaba al rabioso pollón de su ajustado bañador y lo hacía golpear o restregar su dureza por la cara del sumiso. Esa muestra de poder hizo temblar y babear al esclavo; entonces el joven amo, apoyó la punta de su grueso y curvado rabo sobre la mordaza cilíndrica del sujeto, y dejo que la espesa y blanca saliva del cachorro adulto arrodillado entre sus piernas, se deslizara en hilos cada vez más gruesos resbalando hacia la ardiente piel de su prepucio. Al primer contacto con el espeso y húmedo elemento, la polla del pelirrojo dio un leve respingo de agradecimiento y alivio; luego y con su mano izquierda, el chico empezó a masturbarse sin dejar que la punta de su miembro, perdiera contacto alguno con el trozo de caucho que el esclavo tenia metido en la boca.

En el lado opuesto de ese cada vez más dibujado y moldeado objeto de placer amordazado, unos hábiles dedos sintieron la curiosidad de explorar más profundo dentro de su físico espacio interior. La palpación táctil arranco los primeros gemidos contenidos que quedaron colgando de los labios del esclavo a la bola pegados. Este parecía haberse quedado atrapado ante la imagen oblicua que sus ojos recibían desde su postrada posición; de esa tremenda, joven y descomunal polla masajeada por una mano experta y obediente, que iba untando con la saliva que rebosaba de su boca amordazada; ese apéndice cárnico con firmes y suaves movimientos. En el instante de ojos encontrados, el chico pelirrojo golpeo una mejilla del esclavo con su rotunda y pegajosa polla, acerco de nuevo la pequeña botella a su nariz enrojecida y este inspiro fuerte. Lo siguiente que salió de esa boca sumisamente taponada, fue una especie de distorsionado lamento acompañado de una mayor secreción de saliva, que los dos chicos utilizaron abundantemente; uno, lubricando ahora sí de una forma extremadamente descarada, esa gruesa y arqueada polla de imagen rutilante y de una fuerza visual tremenda; y el más joven untando a su vez; ese palpitante, caliente y dilatado agujero donde podría frotar su abultado paquete lycrado, y por el que su enorme polla quería deslizarse hasta el fondo de ese palpitante y caliente agujero; con embestidas poderosas, largas y profundas.

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