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Contratada (para coger) II

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Luego de besarla, mi lengua, labios, dedos descendieron por el precioso cuerpito de Natalia. Mientras mi boca se dedicó a sus hermosas tetas y pezones duritos, mi mano derecha bajó hasta su entrepierna. La conchita depilada estaba mojada y caliente, y al rozarle el clítoris erecto dio un brinco, gimió, y exclamó:

- ¡Ay papi! ¡Estoy recaliente!

Hacía mucho tiempo que no sentía la maravilla de la piel de una pendeja. ¡Es lo máximo!

- Nena, voy a chuparte hasta hacerte acabar muchas veces…

- ¡Si! Esta conchita es suya… Soy su putita…

Esas palabras me excitaron totalmente.

Sus fluidos hicieron que la vagina esté resbalosa, por lo que dos dedos entraron sin problemas. Mi lengua pasó por su ombligo y llegó a la rosada flor abierta. Gritó.

Algunas lamidas de arriba abajo y en círculos, mientras ella movió su cadera.

Entonces hice lo que a muchas ex parejas las enloquecía: abrí totalmente mi boca y la puse en toda su concha, tras lo cual aspiré como si fuese una ventosa. Sus labios vaginales entraron en mi abertura bucal. Mis dientes apretaron suavemente los pétalos en tanto la lengua lamió el clítoris.

La nena levantó su cadera, tomó mi cabeza y la empujó contra su vulva.

- ¡Si amor! ¡Comeme la conchita! ¡Voy a acabar como la putita que soy para vos…! Dale, seguí, te voy a empapar…

Escucharla hizo que aumentase mi ritmo. Una de las cosas más lindas de lamer concha es sentir toda mi cara mojada de jugos de hembra. Y encima, con el delicioso papo de la nena.

Natalia se agitó frenéticamente. Uno, dos, tres, cuatro orgasmos seguidos tuvo.

Me dormí sobre sus muslos.

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