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Haciendo de niñera

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Querido lector/a, ante todo quiero aclarar que esta historia es producto de la imaginación del escritor, los hechos aquí narrados son demasiado sorprendentes para ser verdad.

 

Los que les voy a contar ocurrió en una de mis vacaciones de invierno, que por suerte no llegó a parecerme tan fría. Mi nombre es Angelina y de momento asisto a la universidad. Tengo ojos marrones, pelo largo y lacio de color negro. De estatura no soy alta, más bien petisita, pero no me quejo. Siempre me han dicho que tengo rostro de niña, lo cual a diferencia de mi altura sí me molesta, ya que a veces me tratan como si fuese una. Mis atributos femeninos son buenos, mis pechos desfilan orgullosos al frente, al igual que mi cola por detrás.

Cierto día mientras estaba en mi casa recibí un llamado de un matrimonio amigo de mis padres que me conoce desde que era pequeña. Dijeron que tenían que ir a una cena importante y que no regresarían hasta la madrugada, por lo que sí de favor podía cuidar a su hijo. En realidad él no es un chiquilín, pero sucedía que estaba algo enfermo y no podían dejarlo por su cuenta. Ya estaba casi curado de una gripe que había tenido, por lo menos no era contagioso. Yo les dije que no tenía problemas, y aunque me negué ellos dijeron que me pagarían el tiempo que estuviese en su casa.

Cuando cayó la noche me dirigí a su hogar, ellos me dieron un tour para que no me sintiera una extraña, luego se despidieron dejando a Cristian (ese era su nombre) bajo mi tutoría. Ante todo esto ya era hora de que preparara la comida, tenía todas las cosas que necesitaba así que no debía ir de compras. Mientras estaba en la cocina me di cuenta que Cristian se quedaba mirándome de una forma extraña, como atraído a mí. Eso me causaba gracia porque nosotros nos conocíamos desde hacia muchos años, y aunque el siempre estuvo como enamorado de mí yo nunca le di esperanzas. Sin pensar mucho en eso seguí preparando la cena lo mejor que pude, ya que no soy una experta en la cocina. En pocos minutos la comida estuvo lista, así que lo llamé para deleitarse con mi especialidad: salchichas con puré. El refrigerio pasó sin pena ni gloria, algo tranquilo para mi gusto. Cuando terminamos de comer le pedí que me alcanzara los platos y cubiertos que aún estaban en la mesa para lavarlos, en eso me di cuenta de un pequeño detalle, entonces dije en tono meloso

"Dejame darte un consejo Cristian"

"¿Qué?"

"La próxima vez no dejes que una mujer vea tu erección, no es muy de caballero que digamos"

En verdad estaba erecto, excitado, ya saben, durito durito. El enseguida se tapó y se fue hacia el living. Yo me reí por lo bajo, me divertía tener el control y me divertía jugar con él. Luego de terminar de lavar los platos fui hacia el living, en donde estaba mirando televisión, me acerqué a su lado y me senté. Cristian estaba algo nervioso, se notaba a lo lejos.

"Qué calladito te quedaste" comenté.

"Lo que pasa es que..."

"No te preocupes, es lo más normal del mundo, ya pasó"

"¡No todavía no paso!" dijo, destapando con sus manos la erección que aún llevaba consigo.

Yo lo miré algo atontada, y la verdad es que no tuve palabras que decir en ese momento, su erección era virtuosa y porque no, linda. Ver que estaba así de excitado conmigo hacía que yo misma me excitara, parecía una buena oportunidad para hacer algo.

"Mmmm... según creo hay dos cosas que podes hacer para quitarte ese peso de encima"

"¿Ah, si?"

"Por supuesto, podés ir al baño y calmar tus ansias vos mismo, imaginando lo que más te guste, o..."

"¿O?"

"O podes pedirme de favor que te ayude ¿qué preferís?" le dije en un tono bajo y sensual.

El se me quedó mirando, tragando saliva. Finalmente dijo

"La segunda opción"

"¿Qué se dice?"

"¿Por favor?"

"Ese es mi caballero"

¿Cómo negarme? Sentada como estaba desabroché con sutileza su pantalón y bajé lo bajé junto con el calzoncillo. Su miembro me esperaba allí escondido sin razón, sediento de mí, bastaron sólo unas caricias y unas cuantas palabras para que me diera la bienvenida. A simple vista era muy apetitoso, sus testículos me tenían intrigada, mas bien su gran tamaño, yo puse mi mano allí debajo y una oleada de calor llegó hasta mí.

"¿Puedo darles besitos?" pregunté.

"¡Sí!" respondió alegre.

Apoyé mis labios sobre ellos y con gusto comencé a besarlos para mostrarle mi afecto, Cristian cerraba los ojos y acariciaba mis cabellos. Al poco tiempo me vi chupando, aspirando, lamiendo los testículos del que tenía a mi cuidado, alternando uno con el otro para que no se pusieran celosos. Mis manos estaban libres pero enseguida encontraron con que entretenerse, rodeé su pene y comencé a masturbarlo, sin dejar de sorber sus huevos.

"¡Que dura que la tenés! ¿te gusta lo que hago?" le decía.

"Sí, mucho"

"¿Querés que siga?"

"Si"

"¿Si qué?"

"Si, por favor"

De haberme visto mi madre en esa situación me hubiese desheredado de seguro, pero a mi no me importaba, quería sexo. En cierto momento supe que la ropa que traía puesta estaba de más, quería mostrarle a Cristian el cuerpo que había moldeado con cuidado, el cuerpo que tanto le apetecía. Solté su pene para desnudarme, pidiéndole que espero un segundo. Primero me quité las zapatillas, luego mi pantalón, le siguió mi pulóver, mi remera, mi corpiño y por último mis bragas. Tiré toda la ropa en el piso, quedando totalmente desnuda (salvo por las medias blancas, que me daban algo de calor extra).

"Guau" dijo Cristian.

"¿Y, que te parece mi cuerpecito? ¿no es lindo?" pregunte queriendo ser ingenua.

"Es lindo" respondió baboso.

Mis mellizas lo tenían como hipnotizado, su mirada las seguía a donde ellas iban. Sin esperar mucho tiempo me acerqué al sofá nuevamente, me recosté a su lado y le indiqué que se pusiera sobre mí, apuntando su herramienta a mi carita, Cristian de un salto se colocó con las piernas flexionadas arriba mío y acercó su miembro. Mi boca se fue cerrando alrededor de su pene, que de una sola maniobra se estacionó en el fondo de mi garganta.

"Mmmmm" expresó.

Mi galán comenzó a moverse hacia atrás y adelante, como cogiendo mi rostro, yo acariciaba sus testículos y lo tomaba de la cola para controlar sus movimientos, quería que se moviera de una forma lenta. Su glande carnoso se hacía notar, yendo de lado a lado, luchando con mi lengua, empapándose con mi saliva. También su cara tenía una expresión interesante, era puro placer. Cuando supo que iba a acabar se zafó y empezó a masturbarse rápidamente apuntando a mi cara. Yo acerqué mi mano para masturbarlo pero él quería terminarlo por su cuenta. El olor que despedía en ese momento era fuerte y me tenía dominada, sedienta.

"¿Me vas a dar lechita para tomar?" pregunté provocándolo.

"Si, si"

Un gemido me aviso que su orgasmo se avecinaba sin dique que lo detenga. De repente empezó a escupir leche sobre mí, venía en oleadas.

"Todo... dámelo todo... ¡cuánta leche tenés! uhhmm ¡qué caliente!"

La descarga de caliente esperma provocaba en mí un gran deleite, sentir las pegajosas gotas en contacto con mi piel, con mi boca hacían que me transformase en alguien muy diferente. Mi cara quedó cubierta de sus jugos, mi pelo también fue víctima de la tempestad, bastante semen había entrado en mi boca por lo que tuve que escupir para no atragantarme con él. Cuando estuvo más tranquilo tomé su pene empapado de savia y los masturbé un poco, recorriendo toda su longitud, sólo por capricho.

"Parece que tenía muchas ganas de cariño, ¿no?" le dije sonriendo.

"Si"

Cristina se quedó mirando mi rostro sucio, me decía con sus ojos que quería más. Sin decirme nada se acercó a mi estómago y comenzó a besarme dirigiéndose a mi vagina, en ese momento recordé algo y le pedí permiso para levantarme del sillón. Fui a donde estaban mis cosas y saqué un preservativo que tengo preparado para situaciones parecidas a esta.

"Ahora te voy a poner esto, para que no tengamos problemas" dije señalando el condón.

"Esta bien"

Con mis manos y el preservativo fui encubriendo su pene, aunque estaba algo flácido por lo anterior el preservativo entró como un guante, listo para la acción. Lo masturbé un poco para que se le volviera a parar, por suerte no tuve problemas en hacerlo funcionar, la silicona me ayudó bastante. Volví al sillón y me apoyé dejando mi cola bien parada hacia atrás, como una chiquilla dispuesta a jugar al caballito.

"Ahora te doy permiso para que entres, la puerta esta abierta"

El se acercó por detrás y preparado para todo apuntó su palpitante pene hacia mi vagina. Yo pasé una mano hacia atrás y la abrí un poco, para que tuviese más espacio. Con el asta entre sus manos me penetró hasta el fondo, todo lo que pudo.

"Mmmm, así macho, hasta adentro, todita"

Una vez empalada me tomó de la cintura y comenzó el mete saca que tanto deseaba, gracias a que yo estaba bien lubricada su pene no me hizo daño alguno, estaba perfecta. Nuestros cuerpos se chocaban, sudorosos, desvergonzados, ardientes, sentía mariposas en mi interior revoloteando locas de aquí para allá. Nunca pensé en tener sexo con Cristian, pero él me demostró lo equivocada que estaba. Su velocidad aumentó considerablemente de un momento a otro, me empujaba cada vez más violentamente causándome algo de daño. Parecía que iba a acabar en cualquier segundo.

"¡Aaahhh ahhha ahhh!, así mi amor, ahogame con tu lechita"

De la nada lanzó un grito enloquecedor mientras se apoyaba totalmente sobre mí para mantener el equilibrio. En ese momento una electricidad recorrió mi cuerpo y se concentró en mi vagina.

"¡Ooohh! ¡¡siii!! que bueno ¡hasta la última gota!" gritaba desesperada.

Mi vulva explotó entre sensaciones de dolor y placer, llenándome de un orgasmo prolongado y duradero. Quedamos echados en el sillón varios minutos, tomando el aire que habíamos perdido. Su cuerpo sobre el mío me molestaba, ya que era algo pesado, así que le pedí que se levantara para dejarme descansar. El se hizo hacia atrás y yo me senté en el piso, mirándolo. Su pene estaba dormido y el condón rojo le colgaba lleno de semen.

"Pero que sucio... deja que yo me haga cargo de eso" le dije.

Me acerqué hasta él y lo chupé un poco, saboreando mis propios jugos. Quité el preservativo que ya no servía más y comencé a mamar su pene. Tenía el glande muy sensible tanto que no podía resistir mi boca, yo comprendí.

"Vos descansa, yo me voy a dar un baño para quitarme el sudor de encima" le dije.

"La verdad es que estoy muerto"

"Como para no estarlo, te felicito"

Por último besé la punta de su pene y me dirigí al baño. Cuando salí de la ducha el ya se había acostado, el pobre había hecho mucho esfuerzo se merecía el reposo. Después de cambiarme limpié del living cualquier rastro de nuestra jugarreta, luego prendí un cigarrillo y me puse a leer una revista. A las pocas horas volvieron sus padres, un poco más temprano de lo previsto.

"Pensamos que ibas a estar durmiendo" me dijeron al verme levantada.

"No tenía mucho sueño"

"Que suerte ¿cómo les fue?"

"Mejor imposible"

"Que bueno, muchísimas gracias, fuiste de gran ayuda"

"Fue un verdadero placer"

En verdad había sido un verdadero placer. Volví a mi casa muy contenta, esperando otra andanza en breve.

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