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De nuevo fui infiel en un boliche

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Hola, hace un par de días escribí un relato identificándome como “Laura”, espero que lo hayan leído porque ahora les quiero contar lo que me sucedió en el mismo boliche que solemos frecuentar con mi esposo. Les recuerdo que soy mendocina y nos conocimos con mi esposo cuando teníamos 18 años, ahora vamos por los 52. Me vuelvo a describir: 1,53 m, cuerpo bien conservado 86-63-95, piel trigueña, mis senos son medianos pero bastante firmes, no tengo rollos ni gorduras y mi cola, piernas y caderas pueden infartar a más de uno. Mi esposo de 1,70 m con algo de barriga, es muy bueno conmigo. En la cama no tengo frenos ya que soy multiorgásmica y muyyyy gritona. Con solo el mínimo pensamiento o mínima insinuación de sexo me excito de inmediato y cuando empiezo a hacer el amor no puedo parar porque siento como una fiebre que me invade haciendo que descargue mis orgasmos uno tras otro. Mi esposo es un amor y por supuesto soy su gran atracción sexual, la mayoría de las locuras que hacemos es porque yo lo arrastro y él se entusiasma y me sigue. Él no es hombre de ver páginas de sexo como éstas, cosa que a mí por el contrario me encanta leer relatos y distintas vivencias que han tenido otras personas. Me siento totalmente confiada y sin prejuicios al escribir mis relatos porque estoy segura que nunca él los verá. Creo que tiene los atributos de todo marido cornudo y yo no puedo dejar de colaborar para que así sea.

Les conté un hecho real que viví en ese boliche de estilo de los años 60 o 70 que a menudo frecuentamos. Tiene sillones para dos personas con mesitas, distribuidos en cuatro salones para ser ocupados, los más ocultos por una pareja, o varias parejas los que están en sectores más abiertos formando grupos. Hay luces muy tenues cuando suena la música lenta en la pista principal rodeada de espejos y juegos de luces al ritmo de la música disco o tropical. Las parejas que concurren son de distintas edades destacándose los hombres maduros con mujeres jóvenes que generalmente van de trampa. Si bien el lugar es bastante conservador, nunca faltan las minifaldas supercortas, o prendas semitransparentes que dejan traslucir los cuerpos de las mujeres cuando bailan.

Eso es lo que más me atrae de ese boliche porque allí puedo cumplir mis deseos de mostrar mi cuerpo con vestidos muy atrevidos y eso me excita de sobremanera. Además los rincones oscuros nos posibilitan hacer nuestras pillerías y siempre nos ingeniamos la manera de practicar el sexo en esos cómodos sillones donde me cubro con algún abrigo, me acomodo de costado dando la espalda a mi esposo, permitiendo que me penetre hasta acabar. Otras veces le hago sexo oral para que termine en mi boca. Desconozco si otras parejas hacen lo mismo pero yo disfruto mucho descargando mis orgasmos mientras observo como los demás bailan o se acarician en los demás sillones.

Quiero recordarles que la vez anterior a esta que voy a contar, fue tan grande mi excitación mientras bailaba perreando con mi esposo en ese lugar, siendo observada por un tipo que bailaba con su pareja, que cuando nos sentamos lo dejé a mi esposo diciéndole que iba al baño. El tipo me siguió y nos fuimos a otro salón donde tuvimos sexo de pie, bailando en un sector oscuro algo escondido.

Esto me dejó muy alterada y con muchas ganas de volver a ese lugar, lo cual se dio al mes siguiente. Para esa oportunidad me compré un vestido con doble tela, la de abajo tipo seda verde claro y sobre ésta una de encaje verde oscuro con grandes estampados dejando entrever la inferior. En mi casa separé ambas y me dejé solo el encaje. Cuando me lo probé en casa mi esposo se quedó encantado viendo como se notaban mis pechos con los pezones turgentes y la pequeña tanga negra que cubría mi pubis depilado. El vestido era muy corto y apenas tapaba mi cola.

Esa noche estaba fresca y me puse un tapado con el que entré al boliche. Mi esposo ni bien nos ubicamos en un sillón algo oculto, me arrancó la tanguita diciéndome que quería verme desnuda y deseada por los hombres que estaban allí. Me excitaba mucho pensar que podía mostrar mis atributos y al salir a bailar con mi vestido de encaje, lo hice con gran soltura. En realidad con la música suave las luces eran tenues y no se percibía en detalle mi desnudez. En los espejos murales podía ver mi silueta con el contraste de las luces. Mi esposo no muy conforme con esta muestra mezquina de mi cuerpo, me tomaba por la cintura haciendo que el vestido se recogiera por encima del pliegue de mis glúteos, haciendo que los tipos desprevenidos al ver la mitad de mi culo se quedaran impávidos mirando. Yo disfrutaba eso y también cuando ponían música disco, bailábamos separados y yo levantaba los brazos para dejar ver mi lindo culo. Un par de mujeres también con sus minifaldas dejaban ver sus tangas cuando levantaban los brazos, el caso es que yo estaba completamente desnuda y eso me calentaba mucho. Mi vagina ya transpiraba ardiente, deseando ser penetrada con urgencia.

Mientras bailábamos apretados los temas lentos, friccionándonos nuestras pelvis con violencia, comencé a descargar mis orgasmos con gritos de goce que se entremezclaban con la música. Al sentarnos, mi esposo estaba al palo, entonces le saqué la pija y se la comencé a masturbar y a chupar, hasta hacer que eyaculara en menos de 5 minutos, tragándome su rico esperma con apetito voraz.

En ese momento sentí que se descosió la tela de mi vestido en la costura de atrás. Me puse de pie para que mi esposo viera y me dijo que tenía todo abierto el vestido hasta la cintura mostrando mi culo en toda su magnitud. En realidad teníamos muchas ganas de seguir bailando pero así sería escandaloso, entonces le pedí que fuera a la barra a ver si conseguía aguja e hilo para coser.

El dueño del boliche, en la barra le dijo que yo me acercara al guardarropas que la chica que lo atendía seguramente tendría algo para solucionar el percance. Mi esposo se quedó en el sillón y yo me puse el tapado y fui hasta el guardarropas. La chica estaba muy ocupada con sus tareas y me dijo que le había entregado una abrochadora con broches metálicos a uno de los mozos llamado Ricardo para que yo pudiera subsanar el problema provisoriamente, hasta que pudiera coser bien el vestido en mi casa.

El mozo, un veterano como de cincuenta y algo estaba en la barra hablando con el dueño un tipo de unos cuarenta. Cuando me acerqué de inmediato me preguntó si yo era la del vestido roto y ante mi afirmación me pidió que lo siguiera. Me hizo entrar a una pequeña habitación que usa el personal para cambiarse la ropa, donde hay un gran sofá de 3 cuerpos. Allí me entregó la abrochadora con gran amabilidad ayudándome a sacarme el tapado. Yo me giré para no mostrarle mi culo desnudo pero él lo podía ver perfectamente en un enorme espejo que había detrás de mí. Yo me percaté de eso y me puse algo nerviosa, tratando de tomar la tela de mi vestido con una mano y con la otra la abrochadora, fracasando en varios intentos. Entonces Ricardo me pidió la abrochadora diciéndome que lo dejara intentar a él. Yo pensé, en mi esposo que estaba esperando mientras yo estaba allí adentro con ese extraño, que por cierto medía como 2 metros. El se arrodilló y metió una de sus manos en mi trasero tomando la tela de mi vestido y con la otra comenzó a colocar con cierta dificultad un par de broches. El tipo se comenzó a dedicar más a mi culo que al vestido y comenzó a acariciármelo con las dos manos y tocarme la vagina desde atrás con sus largos dedos. El abundante flujo que me empapaba era muestra de mi fogosa excitación, lo cual no pasaba desapercibido por el mozo. De inmediato me separé de él diciéndole que no se propasara que yo estaba con mi marido y no era ninguna cualquiera. El me dijo que no me las diera de gran señora, ya que me había visto la vez anterior en el boliche cuando cogí con otro tipo mientras mi esposo estaba esperándome. Luego de eso se aflojó el cinto del pantalón dejándolo caer y se sacó una verga enorme que se descolgó dormida fuera de su calzoncillo, diciéndome –Dale puta estás demasiado rica y sos muy caliente. Ya he visto como bailas con tu esposo moviendo tu culo como una verdadera perra. Así que arrodíllate en ese almohadón y empezá a chupármela que te voy a dar lo que tanto te gusta- No terminaba de decir esto que yo ya estaba con la vergota en mis manos y de inmediato comencé a chupársela haciendo que se pusiera dura como un palo en un par de minutos. Tenía un botón enorme como una ciruela y casi no me cabía en la boca, mi desesperación por ser penetrada por ese grandote ya era incontrolable.

De pronto se abrió la puerta y entró el dueño del boliche y se paró junto al mozo. Ricardo, el mozo, le dijo: -Viste Carlos, te dije que esta mina es una puta insaciable así que le vamos a dar como para que se vaya bien satisfecha. El cornudo de su marido la va a recibir con los brazos abiertos cuando se la mandemos llena de leche. Yo no quería ni hablar pero las palabras de Ricardo me hacían recalentar a full. Carlos, el dueño del boliche, me puso su hermosa pija que no era menos voluminosa que la del mozo, frente a mi rostro. Se la tomé con la otra mano y comencé a chupársela con manifiesta calentura. Mi vagina estaba empapada y el deseo de ser poseída por esos dos tipos era ya desesperante. Entonces el mozo se sentó en el sofá y me hizo montar sobre él arrodillada en los mullidos asientos y me dijo: -Dale puta, comete esta verga que te vas a gozar como una prostituta. Ayyyyy, que placer sentir la penetración de esa cabezota en mi mojada conchita. De inmediato me bajé hasta tragármela hasta los testículos y comencé a perrear como una loca y mientras descargaba mi primer orgasmo. Carlos estaba parado sobre el sofá dándome su hermosa pija por la boca, haciendo que me la tragara, casi hasta los testículos. El mozo le dijo a Carlos que me la diera por el culo y de inmediato se puso detrás de mí con su verga muy dura apoyándome el botón en el esfínter. Yo me metí un dedo en el ano y luego dos y comencé a hacerme masajes para dilatarlo un poco mientras el mozo me bombeaba sin parar haciéndome terminar de nuevo. Le tomé la pija a Carlos y la apoyé en la puerta de mi ano, abriendo mi cachete con una mano. La penetración me hizo sollozar de gozo y le comencé a pedir a gritos que me la mandara hasta el tope. Cuando sentí golpear los testículos en mi culo no pude contener un nuevo orgasmo mientras mis movimientos febriles me mantenían muy bien ensartada en esos dos garrotes.

Después me hicieron dar vuelta de espaldas al mozo que me empaló en su magistral poronga, en una penetración anal que me hizo ver hasta la última estrella del universo. En unos pocos minutos yo estaba moviéndome con un goce infernal con esa enorme pija metida en mi intestino y ofreciéndole mi concha inundada en flujo a Carlos que me la mandó a guardar de un solo envión. En este sándwich sexual pude tener dos o tres orgasmos más hasta que los dos tipos comenzaron a eyacular, primero el mozo me hizo sentir la leche caliente en el fondo de mi recto y luego Carlos me llenó de esperma la vagina. Luego me pusieron sus pijas en la boca para que se las lamiera, lo cual hice con gusto hasta dejárselas bien limpias.

Los tipos finalmente salieron de la habitación y detrás de ellos lo hice yo con mi tapado cubriendo mi vestido que no pude coser totalmente.

Mi esposo esperaba impaciente y me preguntó por la demora, no recuerdo que le dije, seguramente que había intentado arreglar el vestido pero no lo había logrado por lo que luego nos fuimos a casa, yo llena de leche de mi esposo en mi pancita, del mozo en el culo y de Carlos en la vagina.

En casa mi esposo volvió a buscarme y cogimos con desesperación, él recordando mi atrevido vestido en la pista y yo, el formidable combate que había tenido con Carlos y el mozo.

Fue una vivencia maravillosa. En la actualidad cuando pienso en esa noche me excito mucho y si no está mi esposo para satisfacerme, tengo que masturbarme para sacarme la calentura que me produce ese recuerdo.

Espero que les haya gustado este relato que es totalmente verdadero. Creo que soy una mujer incontrolable cuando tengo un pene cerca y he sido varias veces infiel, aunque siempre quiero volver con mi esposo que es quien me da cariño y amor.

En próximos relatos les contaré sobre otras veces que le he sido infiel a mi amorcito, en una comisaría, en la playa de Santa Clara del Mar y con el sodero… estén atentos porque irán mis otras historias que son tan reales como estas y disfruto mucho en hacerlas saber a todos los que se interesan por leer estas historias tan pasionales.

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