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Roxana enloquecida por un gran bulto

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Mi nombre es Roxana y a pesar de tener solo 24 años me considero, en lo sexual, toda una mujer ya que he vivido muchas cosas que otras, aunque ya en la última etapa de su vida, aún no han vivido.

Siempre, desde muy pequeña, fui muy bonita y me desarrolle muy joven pues ya antes de menstruar por primera vez, tenía un cuerpo bien formado pues si bien mis tetitas eran chicas, comparadas con las que tengo ahora, eran grandes para esa edad y ya tenían un culito bien paradito.

A mis 17 años tuve un hijo, pero como era de un hombre casado mi madre consideró que lo mejor para mí y mi hijo era que yo me trasladase a Buenos Aires, desde mi provincia de nacimiento, ya que allí, viviendo con su hermana, yo podría salir adelante.

Ella se quedó con mi pequeño al que hizo pasar por su hijo e hizo que yo lo llamara hermano.

Hoy a mis 24 años yo ya tengo muchos KPR, es decir Kilómetros de Pija Recorridos, pues mi tía resultó ser una furcia que decía en el pueblo, que aquí le iba bien en un trabajo que había conseguido, sin aclarar que el trabajo era de prostituta, de tal suerte que no bien me encontré con ella me puso a trabajar.

A los 18 años conocí a un señor mucho mayor que yo; él murió cuando yo recién había cumplido los 20 y como no tenía familia, me dejó todos sus bienes gracias a lo bien que lo había atendido cada vez que solicitaba una mujer, que si bien no eran muchos, comparado con lo escaso, mi ropa, que yo tenía ¡Era mucho!

Este señor, Armando, me dejó una casa en Moreno y un coche Ford Sierra modelo 1990.

Mi tía, quiso quedarse con lo que yo había ganado con el sudor de mi culo, ya que Armando fue el que me desvirgo por ahí, pero no la dejé y me fui de su casa.

Quise cambiar de vida, ya que no me veía como puta, pues habiendo visto como envejecía mi tía no quise repetir su camino.

Me fui a vivir a Moreno y como yo no sabía manejar, vendí el coche y con esa plata fui tirando hasta que conseguí un trabajo en un negocio de ropa, en el Once.

Todos los días viajaba desde Moreno hasta Once, en el ferrocarril Sarmiento y allí caminaba 7 cuadras hasta el negocio en el que había comenzado a trabajar como vendedora.

Un día en Merlo se bajó una señora, dejando libre el asiento que estaba delante de mí por lo que me abalancé sobre él. Al sentarme, ocupó el lugar en que yo estaba un hombre, al que no le veía la cara porque estaba leyendo un libro, pero que por sus manos debería andar por los 60 años.

Lo que más me llamó la atención fue el gran bulto que tenía en la entrepierna, bulto que quedaba a la altura de mis ojos, y al que para no demostrar que me calentaba, miraba de reojo.

¡Que pedazo de bulto!, si realmente era su pija sería una maravilla. Yo ya había visto muchas pero ninguna que hiciese tanto bulto. Comencé a imaginarme como sería y esto llevó a que me mojase y decidiese tenerla ¡Pero como hacerlo! ¡No podía tirar los cuatro años en que había intentado mostrarme como una dama a la basura!

Se me ocurrió hacerlo calentar sutilmente, a fin que me siguiese y propusiese algo, pues no es lo mismo acepta una invitación que proponerla, por lo que me hice la dormida e hice que mi cabeza se balancease a cada sacudida del tren, pero acercando cada vez más mi cara a su pija, hasta que la misma hizo contacto. ¡Que pedazo! Me hubiese gustado continuar así, pero para disimular no lo hice sino que continué haciendo oscilar mi cabeza, aunque eran cada vez menos los balanceos y más el tiempo que mi cara continuaba en contacto con su trozo. No me animé a mirarlo para que nadie se diese cuenta que no estaba dormida, pero si bien yo me calentaba cada vez que mi cara hacía contacto con su aparato, él parecía inmutable pues su pija no solo no se paró sino que ni siquiera palpitó.

Cuando el tren estaba por llegar a Caballito, se preparó para bajar, por lo cual me quedé con las ganas de continuar sintiendo esa tranca contra mi cara.

Era tal la calentura que había alcanzado que mi concha estaba totalmente mojada. Llegó el tren a Once e hice casi corriendo las cuadras que me separaban del negocio en que trabajaba; no bien llegué a él me fui al baño y me masturbé para poder estar en condiciones de trabajar.

Pasó casi un mes hasta que lo volví a ver en el tren. Esta vez no tuve la suerte de la ocasión anterior por lo cual me tuve que conformar viéndolo a tres o cuatro personas de mí, pero sabiendo donde bajaba, cuando el tren salió de Flores me fui acercando hasta la puerta de forma tal que cuando el tren paró en Caballito, viendo que bajaba por una puerta, yo bajé por la otra.

Lo seguí, dos cuadras y vi que abrió un negocio, ¡Bravo! ya sabía donde ubicarlo.

Volví hasta la estación de tren y continué el camino hasta mi empleo. Ese día se me hizo de goma. Cuando llegó la hora de salida me fui a su negocio a ver si lo encontraba pero al llegar ya estaba cerrado, no obstante me sirvió para ver el horario en que funcionaba, ¡Era el mismo que el mío!, me fui rumiando y como subí en Caballito viaje parada hasta Merlo, una cagada pero lo bueno es que un par de personas, un viejo y un pendejo, me sobaron un rato el culo; por cierto el que más me calentó fue el viejo pues ¡Me pueden los jovatos!. Debe ser que por la violación siento repulsión por los de mi edad, y que por lo que Armando hizo por mí, no desvirgarme por el orto, sino dejarme sus pertenencias, inclinan la balanza hacia el lado de los veteranos.

Al otro día, viernes, no lo ví, pero igual avisé en mi negocio que el lunes llegaría más tarde. El lunes, aunque no lo crucé en el tren, bajé en Caballito y fui hasta su negocio. Cuando llegué ya estaba abierto por lo cual entré, pero para mi sorpresa no estaba él sino otro veterano; al verme entrar me preguntó que necesitaba y le inventé que necesitaba algo que otro señor me había mostrado, él me dijo que Daniel, ¡Por lo menos me enteré de su nombre! ese día llegaría más tarde, puesto que como eran socios se turnaban para que no siempre fuese el mismo el que madrugaba ni el que cerraba, pero que si le indicaba que era él me lo podría mostrar; le dije que prefería que fuese Daniel ya que con él había más confianza; entre mí pensé “La que da sentir mi cara apoyada en su verga”, entonces me dijo que Daniel llegaría al mediodía, por lo que pasase más tarde; le dije que no podría y le pedí el número de teléfono del negocio; me lo dio diciéndome que lástima que no quieras el mío” y yo riéndome le dije “En otro momento tal vez” y me fui a mi trabajo.

Esa tarde llamé y pregunté por Daniel ¡¿Cómo olvidarme de su nombre?! Me dijo que era él por lo que le pregunté que día abriría él porque quería comprarle, a él, lo que el otro día me había mostrado pero que solo podía hacerlo a la hora en que se abría, me dijo “Mañana”, yo no podía llegar tarde dos día seguidos por lo que le pregunte ¿Y que otro día?, me dijo “El jueves”, entonces le agradecí y corte.

El jueves nuevamente pedí llegar más tarde y repetí lo que había hecho el lunes y al llegar y ver el negocio abierto ya me empecé a mojar. Entré y lo vi, mejor dicho vi el diario que estaba leyendo, me acerque a él y viendo que cerraba el diario lo miré a los ojos y le sonreí.

Él se paró y se acercó hasta donde yo estaba, como, nos separaba un mostrador no le vi nada pero le pedí ver un artículo que estaba de mi lado, por lo cual para poder tomarlo y mostrármelo tuvo que pasar al lado del mostrador en que yo estaba, y al hacerlo volví a verle el bulto que se le formaba en la entrepierna; me mostro el artículo, me dijo el precio y cuando le pregunté si al otro día abriría él, así se lo iba a comprar a él, me dijo que ¡No!, que el que abriría al otro día sería Rubén, me enteré así del nombre del otro veterano, pero que él me lo podría vender, que no había problemas ya que eran socios, pero como yo insistí en que quería que él me lo vendiese, me confirmó que él abriría el lunes.

Ese lunes fui temprano, no había avisado que llegaría más tarde, pero no me importó. Al llegar vi que Daniel y su gran paquete, no estaban, quien estaba era Rubén, que era quien había abierto, me dijo que Daniel esa semana no abriría pues tenía que hacer unos trámites. Por lo que me fui y a fin de no llegar atrasada tomé un taxi, me estaba saliendo caro el viejo pero no podía dejar de pensar en su bulto, de tal suerte que en mis últimas masturbaciones siempre estaba presente.

El viernes salí más temprano de mi trabajo a fin de llegar antes que cerrase, me imaginé que lo haría Daniel, ya que Rubén estaba abriendo, no obstante a quien encontré fue ¡nuevamente! a Rubén que me dijo que Daniel ese día no fue porque no se sentía bien. Me asusté y le pregunté que le estaba pasando, me dijo que nada malo que le dolía mucho el estómago y que lo más probable era que le hubiese caído mal algo que comió.

Le dije que si se comunicaba con él le dijese que se mejorase y me di vuelta para salir, Rubén debió darse cuenta de mi interés por Daniel porque me dijo: “Mañana iré a su casa, si quiere nos encontramos en algún sitio y vamos juntos”. Yo no pude creer que estuviese pasando eso ya que era mucho mejor ir a su casa que verlo en el negocio, por lo cual, casi sin pensarlo, le dije que bueno y arreglamos encontrarnos en la estación Paso del Rey a las 10 de la mañana.

Ese sábado yo estaba en la estación cuando llegó el tren y vi bajar a Rubén quien después de saludarme me indicó que subiésemos al colectivo 501 ramal 2; yo le indiqué que subiese él primero ya que de esa forma vería de cuanto sacaba el boleto y yo haría lo mismo, pero galantemente, me dijo que subiese yo y me sentase que él sacaría pasaje para ambos; lo hice y cuando Rubén se sentó a mi lado comenzó la siguiente conversación:

· Bueno, en 10 minutos llegamos.

· Que suerte, espero que este mejor.

· Sí estará bien, ya anoche cuando hablamos me dijo que estaba bien.

· ¿Le comentó que yo vendría?

· Sí y se extrañó porque dice que no la conoce.

· Es cierto no nos conocemos, solo lo he visto en el tren pero me parece simpático.

Y riéndose me pregunta:

· ¿Te parece simpático o que tiene un gran paquete?

Los colores debieron subirme a la cara al verme descubierta, por lo que riendo agregó:

· Tiene una verga monstruosa, pero no te entrará a pesar que vos tenes un cuerpo maravilloso y tu corta y ajustada pollera deja poco para la imaginación.

Tuve deseos de bajarme pero al recordar su paquete me contuve y riendo le pregunté si tanto se notaba que quería verla y, de ser posible, usar esa pija que me imaginaba tendría, a lo que me contestó con un escueto ¡Sí! Ahí terminó nuestra charla porque ya debíamos bajar.

Su casa estaba justo en la parada del colectivo por lo que no volvimos a intercambiar palabras.

Cuando Daniel abrió, mis ojos no pudieron no ir a ver su entrepierna y toparse con ese gran paquete que allí había. Daniel hizo como que no se dio cuenta pero Rubén, acercándose a mi oído me dijo: “Viste que grande, no te va a entrar”, para luego dirigiéndose a Daniel, decirle: “Bueno ya llegamos, ella es Roxana”, y riéndose agregó: “Me acompañó porque estaba preocupada por tu salud, ¿pasamos?”

Daniel se hizo a un costado y nos hizo ademan de pasar. Su casa era linda y por lo que se veía de afuera amplia. Entramos y nos encontramos en un living, nos hizo sentar y nos ofreció beber algo. Acepté un café igual que Rubén; Daniel lo hizo, lo trajo y luego que lo tomamos Rubén le dijo: “Bueno Daniel, déjate de joder dando vueltas que Roxana no vino a tomar café u otra boludez, vino a ver ese monstruo deforme que tenes entre las piernas, mostraselo así sabe porque le digo que no le va a entrar”.

Daniel me miró y al ver la cara de felicidad que puse al oírlo hablar así a Rubén, se paró y comenzó a bajarse los pantalones que, quedaron en sus tobillos, y luego se bajó el calzoncillo, mi vista en ningún momento se apartó del bulto que claramente se le veía debajo del calzoncillo, y no bien vi lo que tenía comprendí el porqué de semejante bulto.

Yo había visto pijas de todos los colores y tamaños, rectas y curvadas hacia la derecha o la izquierda, hacia arriba o hacia abajo pero nunca una que fuese como la suya. ¡Que vergón distinto tenía el vejete! Parecía que lo tuviese cruzado porque, dormido como estaba, tenía unos 10 centímetros de largo por unos 12 de ancho. Carajo, ¡Era más grueso que largo!

Como hipnotizada me acerque y, pidiéndole permiso con la mirada, se la agarré. Estaba caliente parecía un leño recién sacado de la hoguera y necesité de ambas manos para rodear su contorno.

Nunca me imaginé que pudiese existir una pija tan gruesa. Es más jamás se me hubiese ocurrido pensar en una poronga más gruesa que larga, pero la vida te da sorpresa y ahí, delante de mis ojos y en mis manos estaba ese prodigio de la naturaleza.

Levanté la vista y mis ojos se cruzaron con los suyos, me di cuenta lo que quería por lo que acercando mis labios a su pija comencé a besársela, ni aunque pegase el grito de terror más extremo mi boca se abriría lo suficiente como para albergar tamaño pedazo. Al hacerlo sentí como me subían la pollerita hasta mi cintura, di vuelta mi cabeza y vi que quien lo hacía era Rubén, que dedicándome una sonrisa, procedió a bajarme la tanga que llevaba puesta.

No me importó que comenzase a chuparme la concha, yo quería seguir besando la verga de Daniel. Eso hice, al tiempo que mis manos se deslizaban sobre ella ¡Quería que se le parase! ¡Quería ver esa maravillosa poronga dura!

Rubén no se conformó con chuparme la vagina, su lengua recorrió desde mi clítoris hasta mi ano, lugares, estos dos últimos, en los cuales se entretuvo haciendo que su lengua hiciese jueguitos. ¡Que bien que jugaba ese bastardo! No sé si fueron esos juegos o la monstruosa verga que tenía en mis manos, pero llegué a un orgasmo impresionante en un tiempo record.

Volví a darme vuelta, cuando Rubén dejo de chuparme, y vi que se había parado y, con su pija en la mano, me la estaba por meter.

Comenzó a frotarme la verga contra los labios, para separarlos lo suficiente para que me entrase; no era cosa del otro mundo, era normal, unos 15 centímetros de largo por 7 de ancho, me banqué porongos mucho más largos y gruesos, por lo que volví mi atención a la de Daniel.

Estaba besando sus testículos, testículos que más de una mujer quisiese que fuesen sus pechos, cada uno pesaba, casi, medio kilo y parecía una teta. Me enloquecía apreciar eso que tanto bulto le marcaba.

Estaba en eso cuando siento que Rubén me la metió, sin más preámbulos, en la vagina de una sola estocada y comenzó un mete saca espectacular, no sé si sería mejor que otros, pero siendo de un veterano, ¡Que me encantan! me enloqueció, por lo cual comencé a hacer círculos con mi culo, de forma de sentir aún más su verga.

Entre su pija en mi concha, los movimientos de mi culo, los besos que le daba a la pija de Daniel, la masturbación que le estaba dando a su monstruosa pija y sus inmensos huevos golpeando mi barbilla, en el momento en que sentí que Rubén echaba su semen en mi concha, tuve un orgasmo tan fuerte que lo acompañé con una chorro largo y caliente de orina. Rubén al verlo, le dijo a Daniel, mirá como acabó esta puta, y yo, lejos de enojarme, le dije: “Y esto recién empieza”, a lo que Rubén me respondió, mientras hurgaba con algo duro y caliente en mi culo, “Así es, vas a ver lo que te hace este jovato” y sin más me ensartó, eso con lo que estaba hurgando, en mi culo. Me doy vuelta y veo que es su pija, la que está entrando y saliendo, como pancho por su casa, de mi agujero posterior.

Le pregunté: ¿Cómo es posible que ya me la estés ensartando, si hace escasos momentos acabaste en mi cajeta’”, y él me dice: “Viste el poder de la pastillita azul. Cuando salí de casa tomé una y ya vez” y continuó entrando y saliendo cada vez más rápido.

Di vuelta la cabeza y vi que por más que lo intentaba la pija de Daniel seguía como cuando se bajó el calzoncillo. Por lo cual aumenté la velocidad con que la recorría con las manos.

A los pocos momentos sentí como me llegó un nuevo orgasmo, provocado por la verga de Rubén que no dejaba de taladrar mi ojete.

Al sentir mis gritos Daniel me agarró la cabeza e hizo que mi cara se enterrase entre sus huevos, al tiempo que Rubén se agarró más fuerte de mi cintura y comenzó a entrar y salir a la máxima velocidad; llegué nuevamente al sentir como golpeaba su leche en mis entrañas y él se derrumbaba sobre mi espalda, al tiempo que exhalaba un grito estridente.

Quise volver a besar la poronga de Daniel, pero sus manos no dejaban de apretarme la cabeza hundiéndomela en sus testículos. Me estaba ahogando cuando sentí que algo húmedo y caliente corrió por mis manos, me di cuenta que era semen y no orina, y cuando soltó mi cabeza y sus ojos se cruzaron con los míos me dijo ¡Gracias!

No supe que responderle y él, viendo la cara de perplejidad con la que lo miré, me dijo: “Gracias por hacerme llegar. Hace muchos años que no lo disfrutaba tanto” y continuó diciéndome: “Tengo un problema en mi pene, de allí que su tamaño sea tan grande, cuando Rubén me dijo que vendrías me emocioné y esta mañana cuando me levanté me tomé dos pastillas azules, pero no sirvieron, mi pene no se despertó a pesar de ellas, de tus besos y caricias”.

Rubén sacó en ese momento de mi culo su pija y sentándose al lado de Daniel, me sonrió viendo como mi pelo estaba lleno de la leche de su socio. Entonces yo le pregunté a Daniel: “¿Cómo llegaste si no se te paró?” Y él me contestó: “Me calenté tanto que eyaculé. ¡No pude contenerme!” y Rubén agregó: “¿Entendes por qué te dije que no te iba a entrar? Tiene una verga hermosa, y como no lo puede negar tu cabeza, en sus huevos hay muuuucha leche, pero no se le para. Mirá él tomó dos pastillas azules y la sigue teniendo dormida, yo tomé una, te acabe dos veces y si queres lo hacemos otra vez”

Yo solté la pija de Daniel y me pasé las manos por la cara chupándome los dedos para sentir el sabor de la leche de ese vejete y mirándolos alternativamente les dije: No eso lo contaré en otra historia.

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