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Sexo VIP 2

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Había enviado currículum por email a todos lados. Necesitaba encontrar trabajo urgentemente, porque ya no tenía para comer. Pero nadie respondía. Decidí entrar a la sección de adultos, porque ya era la única opción que quedaba. Encontré una oferta en la que se solicitaba una "secretaria sexy con mente abierta", y pues envié mi solicitud. Un hombre me respondió a los dos días y me dio cita en una dirección, a la cual acudí puntualmente.

Cuando llegué abrí la puerta y eran un pequeño y discreto burdel para caballeros. No vi a nadie al principio. Envié mensaje de texto, y a los pocos minutos salió por una puerta: un hombre de medio oriente, alto, piel muy morena, robusto y ligeramente pasado de peso, pero con un agradable aroma a loción que me gustó bastante. Me indicó que pasara a su oficina y tomara asiento.

Una vez los dos sentados, me ofreció una bebida, a la cual por temor no acepté. Entonces él procedió a explicarme de qué se trataba. El necesitaba una chica que atendiera a los clientes de manera sexual y erótica, al menos por 20 horas a la semana en ese lugar, era importante que la chica estuviese a tener sexo con distintos hombres, y que nos íbamos a ir al 50% en las ganancias.

Yo estaba un poquito en shock porque era la primera vez en mi vida que estaba en ese tipo de situación, pero necesitaba ganar dinero, y le comenté que estaba dispuesta a ello. Me pidió que para comenzar le diera una prueba de la calidad de mi servicio, y sacó de su cartera dos billetes grandes y los arrojó despóticamente a la mesa. Tímidamente los tomé y los guardé en mi bolso, y entonces pregunté: qué quiere usted que haga?

Y me contestó: quiero que me mames la verga y los huevos, quiero verte sin ropa y jugar con tus tetas y tu conchita por un rato.

Yo estaba muy nerviosa, y me quité la ropa. El tipo ya se había bajado los pantalones y ya estaba en pelotas. Me levantó violentamente (repegandome el camote en la panocha- que ya se derretía), y me arrojó a la mesa de la oficina. Yo quedé boca arriba con las piernas abiertas, y el hombre me las sostuvo de modo que yo no podía cerrarlas. Y frotaba su miembro contra mi clítoris, me gustaba, estaba yo muy excitada, pero tenía mucho miedo. Cada movimiento que él frotaba su verga húmeda, yo me excitaba más. Metía la punta en mi vagina y yo enloquecía de placer y temblaba de miedo, porque no podía forcejear.

De repente decidió meter sus dedos en mí, yo seguía en la misma postura, pero empezó a hacerlo violentamente y mordía mis pezones y yo le pedí que parase, que no lo hiciera más. Me volteó una bofetada y me pidió que me hincara de rodillas, y comenzara a mamársela. Yo estaba llorando, pero lo hice. Comenzó a embestirme agresivamente, y yo no podía respirar, tenía horcajadas terribles, y él sólo se excitaba más y más con ello.

Mi cara estaba enrojecida de los golpes y de mis lágrimas, además de la falta de respiración. Se vino en lo profundo de mi garganta. Se encargó de que yo recibiera su leche y me la tragara sin titubear. No sacó su verga flácida de mi boca, hasta que terminó de eyacular todos sus fluidos en mí.

Temblando de miedo le pregunté por qué lo había hecho, que me había lastimado. Me volteó otra bofetada, me jaló el cabello y me levantó de un tirón golpeándome uno de mis pechos con la otra mano, y me contestó: Has comenzado tu proceso de entrenamiento muy bien. Te pagué muy buena plata para poder usar tu cuerpo a mi antojo. Te pagué mucho para recibir mi semen, y ESE es tu trabajo de ahora en adelante: mamar vergas y dejando que otros usen tu cuerpo a cambio de dinero. Ahora ya eres una PUTA.

Había entendido... era difícil, pero tenía que hacerlo. A partir de ahora mis entrepiernas, mis caderas, mis pezones y mi boca iban a ser los que me sacaran adelante. De algún modo me había gustado que me golpeara ese hombre. Me impuso respeto al someterme. Siempre supe que había nacido para ser puta, pero nunca lo había necesitado.

Me vestí, me calmé, le dije al tipo que me presentaría al día siguiente, y me retiré.

Cuando llegué a casa me desnudé frente al espejo y empecé a jugar con mi clítoris y mis pezones, observaba las marcas que ese hombre me había dejado, y entonces sentí deseo de golpearme a mí misma con la hebilla de un cinturón, y lastimarme de nuevo porque me había gustado que me sometieran, y por dentro mío me decía: bien mis niñas, sabía que algún día ustedes iban a producir dinero para mí...

Y me masturbé varias veces sin culpa ni vergüenza. Estaba lista para comenzar al día siguiente.

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