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Chico Nuevo

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Tal vez nunca lograré explicarme cómo es que pasé de ser el chico duro del vecindario a convertirme en la puta sumisa del chico nuevo.  Pero así fue.

Mi vida estaba clara.  Tenía mi novia que era la chica más codiciada de la escuela y que además era mi vecina.  Y aunque no era un donjuán la verdad es que no me faltaban fajes con otras nenas.

Para completar, al ser uno de los mayores, ejercía cierta autoridad sobre los otros muchachos del vecindario y eso me garantizaba mucha comodidad.

Pero todo ello se me empezó a derrumbar cuando al vecindario se mudó Jeff con su pinta a lo punk y su muy extraña compañía.  Todo: mi novia, mis amigos y hasta mi libertad y mi dignidad, todo lo perdí gracias al chico nuevo.

Jeff era un chico poco común.  Su abundante cabello peinado en una alta cresta y su atuendo siempre de cuero negro acompasado con unas zapatillas Converse negras y blanco, le daban un aspecto algo extraño.

Su piel bronceada y los rasgos finos de su rostro, además de unas cejas muy marcadas y unos ojos igual de negros a su cabello y de mirada penetrante, lo convertían en un chico muy guapo, sin descontar sus largas y fuertes piernas, su espalda ancha y sus manos grandes, que le conferían un aspecto de fortaleza un tanto inusual a su edad.

Su habitual acompañante no era menos extraño que Jeff.  De nombre Tim, el muchacho parecía seguirlo a todas partes andando un paso atrás de él.  Se veía notoriamente mayor que Jeff y a pesar de ello mostraba una actitud reverente y sumisa hacia el chico nuevo.

Tim iba siempre rapado al uno.  Su atuendo parecía discreto, siempre de polo negro y pantalón entubado de igual color, con unas enormes botas muy pesadas.  Luciendo piercings en todo su rostro y además un par de cadenillas que se enganchaba una en cada lóbulo de sus orejas y se remataban en la comisura de sus labios, dándole el aspecto de un caballo enjaezado con su mascada.

La apariencia de aquellos dos me hubiese movido a risa de no ser por que al verlos me recorría un extraño escalofrío por la espina dorsal.  Además, todos en el vecindario se hacían lenguas sobre aquel par de muchachos y en especial las chicas no dejaban de hablar de lo guapo que se veía Jeff y de lo muy interesante de la facha del chico.

Empecé a mosquearme cuando hasta mi novia alababa la pinta de Jeff en mis narices y mi mosqueo llegó al colmo cuando una tarde, estando en el parque con Lorni, una de las chicas con las que solía fajarme a escondidas de mi novia, se nos acercó Tim y con tono ceremonioso, dirigiéndose a mi amiga le dijo:

—   Dice Jeff que lo visites esta tarde a las cinco en su casa.

Aquello fue como si a Lorni le hubiesen dicho que la habían elegido reina de belleza.  Saltaba, gritaba, se reía y no paraba de tontear.  Hasta que sin siquiera despedirse corrió hacia su casa para, según dijo, ponerse todo lo sexy que pudiera para la visita que le haría al chico nuevo.

Al día siguiente me la volví a encontrar y andaba como boba.  Suspiraba a cada instante y sólo hablaba de lo maravilloso que era Jeff, de lo guapo que era Jeff, de lo fuerte que era Jeff, de lo mucho que adoraba a Jeff, de todo lo que haría por Jeff…

No pasó mucho tiempo hasta que otra de las chicas del vecindario recibiera la misma invitación del chico nuevo, transmitida a través de Tim.  Y así hasta seis chicas del vecindario, las más lindas y provocativas, en un lapso de dos semanas recibieron la invitación de Jeff, de la misma forma en como la había recibido Lorni y al igual que ella, todas quedaban embobadas por aquel chico que parecía tener un raro poder de seducción.

De esa forma todas las chicas del vecindario terminaron congregándose en una especie de club de admiradoras de Jeff, sin querer saber nada de los otros chicos y de paso dejándome a mí sin la posibilidad de mis ocasionales fajes a escondidas de mi novia, lo cual empezó a ponerme de mal humor, al sentir amenazado mi puesto de líder por un chico que al menos sería tres años más joven que yo.

Una tarde me fui al parque con mi novia Cintya y estuvimos hablando de tonterías y discutiendo un poco hasta que en esas apareció Tim para transmitirle la misma invitación que ya habían recibido las otras chicas.

Cintya enloqueció de la misma forma en como habían enloquecido las otras y eso me causó tal furia que me largué de allí a encerrarme en mi casa sin querer saber más de mi novia.  Pero al acercarse la hora de la cita con Jeff, no me resistí a la tentación de espiar por la ventana, sólo para comprobar que mi novia iba más sexy que nunca a su encuentro con el chico nuevo.  En ese instante decidí que tenía que hacer algo para enfrentar a Jeff.

Esa misma noche tuve la oportunidad.  Salí a tomar un poco de aire para distraerme de la furia que me bullía en la sangre por la evidente traición de mi novia y al caminar hacia el parque me encontré de frente con Tim.  Sin pensármelo lo encaré y le dije con hosquedad:

—   Dile  a tu novio Jeff que deje en paz a mi novia Cintya o se las verá conmigo.

—   Le transmitiré a Jeff tu mensaje – me dijo Tim imperturbable.

Todo quedó allí esa noche, pero al día siguiente al llegar de la escuela me encontré en la puerta de mi casa con el propio Tim.  Lo miré con odio y le pregunté groseramente qué quería a esas horas en mi casa.

—   Dice Jeff que te verá esta noche a las once en el bosquecillo del parque… – respondió Tim a mi pregunta –…para que le digas de frente todo lo que tengas que decirle…

—   Pues dile a tu noviecito que allí estaré – le espeté escupiéndole las palabras.

Impaciente por enfrentar al chico nuevo, llegué al bosquecillo mucho antes de la hora prevista.  Tuve que esperar un buen rato, hasta que justo a las once apareció Jeff acompañado de Tim.

—   Así que tú eres Lucas… – me dijo Jeff al tiempo que me miraba de arriba abajo.

—   Él mismo… – le respondí –…el propio Lucas…

—   Pues entonces dime lo que tienes que decirme – me dijo el chico con sequedad.

—   Te advierto que si no dejas en paz a mi novia Cintya…– alcancé a decirle antes de que él me interrumpiera.

—   ¿A caso eres su dueño?

Su pregunta me sorprendió.  No supe qué responderle y empecé a balbucear ininteligiblemente hasta que Jeff volvió a interrumpirme con una afirmación que me derrumbó el ánimo.

—   Pues si no eres su dueño, ella tiene derecho de entregarse a quien quiera…y te aseguro que ha disfrutado al entregárseme.

Abatido por semejante confesión, no tuve fuerzas más que para responderle con un insulto:

—   Mejor púdrete… – le espeté al tiempo que intentaba dar media vuelta para largarme de allí.

—   ¡Detente! – me ordenó Jeff haciéndome parar en seco.

Me volví a verlo con odio e instintivamente crispé los puños, aún a sabiendas que no tenía el coraje suficiente para liarme a golpes con él.

—   Me has ofendido demasiado y no te voy a dejar ir sin que me des una satisfacción.

—   ¿A qué te refieres gilipollas? – le pregunté con odio.

—   Te atreviste a decir que yo soy el novio de Tim…

—   Ja… – dije con sorna – ¿Y es que acaso este idiota no es tu noviecito?

—   ¡No! – me respondió Jeff con arrogancia – Tim es mi esclavo.

—   Estás zafado de la cabeza – le respondí con desprecio.

Y antes de que yo pudiera articular ningún movimiento, Jeff se volvió hacia Tim y le ordenó:

—   ¡Muéstrale!

—   Si Amo – le respondió sumisamente Tim.

Y de inmediato se dejó caer en tierra, pegó sus labios a las zapatillas de Jeff y se dedicó a besárselas con total servilismo, al tiempo que el chico nuevo me observaba con gesto de suficiencia y a mí me sucedía la cosa más extraña que me hubiera podido pasar.

Al ver semejante actitud en ese muchacho tan grande, lambisqueándole las zapatillas a Jeff, la polla se me puso a tope y empecé a temblar sintiendo que el corazón iba a salírseme por la boca.

No sé cuánto tiempo pasó, tal vez fueron unos pocos segundos durante los cuales me quedé hipnotizado contemplando aquella escena que me había resultado tan cachonda.  Vine a despertar de mi letargo cuando oí que Jeff le ordenaba a Tim:

—   ¡Atrápalo!

De inmediato, como si lo hubiera impulsado un mecanismo de resortes, Tim se levantó y se me echó encima agarrándome por los brazos con sus enormes manos.  Me acobardé demasiado y me puse a temblar y a sollozar como un crío.

—   ¿Qué me van a hacer? – pregunté entre lloriqueos.

—   Has que se arrodille – le ordenó Jeff a Tim sin ocuparse de responderme.

El enorme muchacho retorció uno de mis brazos obligándome a ponerme en la posición en que quería tenerme Jeff, quien dio un par de pasos acercándoseme hasta que su entrepierna quedó a centímetros de mi rostro.

Pude ver entonces el enorme bulto que henchía el pantalón del chico nuevo y contemplé con ansiedad la manera parsimoniosa con que empezó a correr el cierre y el cuidado con que liberó su potente verga ya muy erecta y empezando a perlársele con precum.

Sin dejar de lloriquear y suplicando que me dejaran ir, instintivamente abrí la boca y me humedecí los labios, preparándome para lo que pasaría enseguida, sabiendo que sería inevitable no tanto por que Jeff me obligara, como porque yo mismo lo estaba deseando.

Por unos instantes contemplé la poderosa verga del chico nuevo y supe que la tenía más grande que la mía a pesar de que yo le llevaba tres años de edad.  Observé su glande sonrosado y húmedo y me percaté de que la tenía recta y dura como un garrote.

Y cuando me la metió en la boca no opuse ninguna resistencia.  Por el contrario, de forma instintiva oculté los dientes para evitar que fuera a rayársela y sin ninguna dilación le acaricié el glande con la lengua, saboreando su precum e iniciando de inmediato un movimiento de suave succión al que Jeff respondió con un leve vaivén de su vientre.

Había ido a ese bosquecillo con la intención de enfrentar a Jeff para intimidarlo y sacármelo del camino, y ahora yo mismo estaba de rodillas a sus pies mamándole la verga como la más puta entre las putas.  Y lo peor era que lo estaba disfrutando.

Jamás en la vida se me había pasado siquiera por la cabeza que algún día le mamaría la verga a un chico, pero ahí estaba yo, arrodillado ante el chico nuevo, acariciándole la verga con mi lengua como si se tratara del aleteo de una mariposa, chupándosela como si de eso dependiera mi vida, deseando que Jeff me penetrara hasta la garganta con su potente garrote.

Y mis esfuerzos parecían surtir efecto.  Jeff gemía y se contorsionaba de gusto al tiempo que seguía follándome la boca suavemente, su verga vibraba con arrogancia y me colmaba la lengua con su espeso precum, la rigidez y el tamaño de su garrote crecían más con cada embestida de su vientre, mientras mi propia polla se mantenía a tope aunque por tener mis brazos aún apresados por las enormes manos de Tim, yo no podía ni tocármela.

Hacía ya mucho rato yo había dejado de lloriquear y ahora suspiraba en el colmo de la excitación con mi boca colmada con la erección de Jeff y al sentir cómo su potente verga enfilaba hacia mi garganta, cuando él puso su mano sobre mi cabeza, me embistió profundamente y empezó a correrse a chorros entre jadeos y contorsiones.

Sentí cómo su espeso y caliente semen me inundaba la boca y al percatarme de su áspero sabor expandiéndose por mi lengua, no pude resistir tanta excitación y me corrí sin siquiera haberme tocado mi polla.

Y en un último gesto de apasionamiento alcancé a lamerle muy bien la verga a Jeff, antes de que él me la sacara y se dedicara a restregármela en los pelos y sobre el rostro, con la evidente intención de limpiársela de los restos de su corrida y de la baba de mi boca.

Finalmente, antes de que se la guardara entre su pantalón de cuero negro, me incliné un poco y alcancé a besársela en el glande, lo cual le provocó una sonrisa y un comentario que me avergonzó demasiado.

—   Pero vaya si me has resultado más puta que tu novia.

La vergüenza que me causó su comentario me obligó a inclinar mi cabeza para evitar que tal vez fuera a notar mi sonrojo.  Eso fue lo que seguramente le dio la idea de ordenarme lo siguiente:

—   Agradéceme que me haya corrido en tu boca, puta.

No me lo pensé ni un instante, me dejé caer en tierra y pegué mis labios a sus zapatillas, tal como había visto que lo hiciera Tim, y se las besé expresándole algunas palabras de agradecimiento que debieron sonar ininteligibles pero que fueron la primera evidencia de que Jeff había logrado acabar completamente con mi dignidad.

Sin expresar ni una palabra más, el chico nuevo se fue seguido por Tim.  Yo me quedé allí solo, echado en tierra, con mi lengua impregnada del sabor de su semen, con mi rostro pringado con los restos de su corrida, con mi dignidad en jirones, más confundido que una cucaracha en una fiesta de gallinas y aún tan caliente, que no dudé mucho en liberar mi polla para machacármela furiosamente hasta volver a correrme recordando todo lo que había pasado en la última media hora.

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