Nuevos relatos publicados: 13

Patricia cuenta su historia II

  • 10
  • 60.278
  • 9,48 (21 Val.)
  • 0

Continúo contando mi historia, la que empecé relatando en Patricia cuenta su historia.

Mario, mi hermano, después de interrumpir y evitar que Eduardo, el chico que me gustaba, me desvirgase, me desvirgó y estábamos bañándonos, cuando llegó mi mamá y me gritó que donde estoy y donde estaba Mario.

Le dije que Mario se acostó, pues me dijo que estaba cansado de estudiar, y que yo me estaba bañando.

Ella me dijo entonces que cuando terminase de bañarme fuese a darle una mano con la cena, pues estaba muy cansada y quería acostarse temprano. Le dije que “Sí” y dándole un beso a Mario, mientras le apretaba la pija, me dispuse a salir de la ducha. Él respondió mi beso y me dijo que le había gustado mucho lo que habíamos hecho y que era una lástima que ya hubiese llegado nuestra madre. Yo le dije que “Sí”, que yo también lo había disfrutado y que me hubiese gustado que me cogiese bajo la ducha, pero que en ese momento no podíamos y, dándole un beso en la verga, salí de la ducha.

Él me dijo “Sí, mejor andá a ayudarle a la vieja que yo me voy a mi cuarto y dentro de un rato voy”.

Eso hice, pero como estaba muy caliente, cuando la salude a mamá me apreté fuerte a ella para sentir como nuestras tetas se apretaban. Ella no se dio cuenta que lo que yo quise y me dijo “¡Que afectuosa estas! Y yo le respondí que era porque la quería mucho, aunque en realidad le debí haber dicho que era porque estaba caliente y quería sentir el calor que emanaba de su cuerpo.

Estábamos preparando la cena, cuando llegó mi padre y viéndonos prepararla, después de darle un pequeño beso en los labios a mi madre, le preguntó porque ya estábamos preparando la cena. Ella le dijo que era porque estaba cansada y quería acostarse temprano.

El entonces vino a saludarme a mí, y yo simulando que no lo vi, me acaché a buscar algo en la alacena inferior, de forma tal que mi culo, de casualidad obvio, se apoyó en su entrepierna; él pego un salto hacia atrás asustado, pero el tiempo que demoró en hacerlo fue suficiente para que yo me diese cuenta que tenía una buena pija. Dándome vuelta le pedí perdón porque no me había dado cuenta que él estaba allí y, parándome, le di un beso en la punta de la nariz. Él, sonriendo, se fue a cambiar y después se puso a ver televisión.

Mario, salió de su cuarto y nos saludó a todos desde la distancia, como hacia siempre, y también se sentó en un sillón para ver la televisión.

Terminamos de cocinar y, como ellos pusieron la mesa, llevamos la comida y nos sentamos a cenar. Durante ese tiempo, nos contamos como fue nuestro día, obvio que ni Mario ni yo contamos que él me había desvirgado. Terminada la cena, nos fuimos a acostar, mamá y papá a su habitación, juntos, y Mario y yo a la nuestra, cada uno a la suya obvio.

No bien me acosté me empecé a masturbar pensando en lo que había pasado y haciéndolo me quedé dormida. Cuando me desperté, ya era hora de prepararme para ir a la escuela y al agarrar mi mochila vi una nota de Mario, en la que me decía que era muy dulce, que le había gustado lo que hicimos, que le gustaría repetirlo y que ese día regresaría a las 5 de la tarde.

Con solo leer eso ya tenía deseos de que fuesen las 5, por lo que estuve todo el día pensando en eso.

Regresé del colegio a la una y veinte, comí algo, me masturbe, pensando en lo que pasaría, y después de bañarme, me puse un pequeño shortcito y una remera que dejaba a la vista mi ombligo, no me puse ni corpiño ni bombacha y me puse a esperarlo mientras hacia los deberes, aunque debo reconocer que era más el tiempo en que pensaba en su pija entrando y saliendo de mi argolla que el que usaba en hacer los ejercicios que me habían dado.

Cuando Mario llegó, me prendí de su cuello al tiempo que le daba un profundo beso en la boca, él me levantó y me llevó a mi habitación sin dejar de besarme, y recién cuando llegamos a ella, dejó de hacerlo para depositarme suavemente en mi cama. Luego se acostó a mi lado y volvió a unir sus labios con los míos, mientras sus manos acariciaban mis pechos, primero por sobre la remera y luego, al darse cuenta que no llevaba corpiño, directamente, haciéndome suspirar cada vez que apretaba mis pezones.

Por mi parte yo le restregaba la verga, y no veía la hora de sacarle el pantalón y tenerla a mi disposición sin nada entre mi piel y la suya. Esto no se hizo esperar mucho pues él, tentado por mis pechos, bajo sus pantalones y se colocó a horcajadas mías depositando su poronga entre mis pechos, y luego apretándome los mismos, para que rodeasen su instrumento, empezó a masturbarse con ellos.

Cada vez que su verga asomaba entre mis tetas, mi boca golosa lo recibía. Debí hacerlo muy bien, porque a los pocos minutos, recibí una andanada de leche que emanó de su verga, en mi cara. Creí que ahí terminaría la cosa pero, para mi sorpresa, su verga no dio señales de ablandarse y mientras me desabrochaba el shortcito me la introdujo en la boca.

Bajo mi short y bajo él, y al tiempo que su boca fue besando el camino que había entre mis pechos, que fue a lo primero que se prendió, y mi concha, la cual chupó con fruición, pasó su mano por mi cara, y juntando la leche que había derramado en ella, me la dio para beber.

Bebí su leche y chupe, todos y cada uno de los pliegue de su mano y de sus dedos, para no perder ni una gota de su esperma, mientras él se deleitaba con hacer lo propio con mi concha. Su lengua recorrió mi raja de cabo a rabo, circunvalando mi clítoris para luego volver a recorrer mis labios vaginales. Su lengua se introducía cada vez más en el interior de mi concha y en un tiempo que considero muy corto estuve próxima a acabar, cosa que hice cuando sus labios aprisionaron mi clítoris e hicieron presión en él. Mi cuerpo comenzó a vibrar, como si convulsionase, y emanó de mi boca un estridente grito, que se convirtió, al terminar el mismo, primero en un profundo jadeo y después en una gran paz que hizo que mis ojos se llenasen de lágrimas.

Giró hasta quedar a mi lado y dándome un beso me preguntó si me había gustado. Le dije que “Sí” y me preguntó porque lloraba entonces, no supe que decirle, pero para no quedarme callada le dije “Porque soy feliz” él me dijo que también lo era y lejos de dejarme descansar, creo que porque sabía que teníamos poco tiempo antes que llegara nuestra madre, me ensartó su poronga y teniéndome así me llevó hasta el baño.

Dándome cuenta de su intención, me saqué la remera y le saqué la suya

Al llegar a la ducha, se recostó contra una de las paredes y, mientras yo me movía de forma tal que su verga entrase y saliese de mi interior, abrió el agua. Esta cayó sobre nuestros cuerpos y, fría como inicialmente estaba, hizo que mis pezones se pusiesen más duros, como aún más dura me parece que se puso su verga.

Él me tomo de la cintura y aceleró mi movimiento, lo que hizo que cuando comenzase a salir el agua tibia, yo emitiese un grito al tiempo que mi cuerpo se arqueaba por el gran orgasmo que experimente.

Luego me pegué a él y manteniendo su verga en mi interior le dije: “Podes llenarme de leche porque estoy menstruando”, me pegó más a su cuerpo y me dijo “Gracias”.

Pensé que ahí se vendría dentro de mi concha pero, en lugar de hacer eso, me puso en el piso y haciéndome girar hizo que apoyase las manos en la otra pared. Quedé dándole la espalda y, desde atrás, ensartó su pene en mi vagina. Creo que fue, porque para mí era muy morboso estar en la ducha teniendo a mi hermano a mis espaldas metiendo y sacando su instrumento de mi argolla, lo que hizo que moviese circularmente mis caderas, de forma tal que mi concha circunvalase su estaca; lo cierto es que al poco tiempo, después me di cuenta que habían pasado dos horas y media desde su llegada hasta que acabamos, nuestras bocas exhalaron un grito casi único y él se recostó sobre mi espalda jadeando como si le faltase el aire.

En el momento en que mis piernas se recobraron, y su pene salió, por haber perdido su dureza, de mi interior, sentí como se abría la puerta de calle, indicando que mi madre había llegado y que casi eran las 8 de la noche.

Dándome vuelta le di un beso y le dije, déjame que me bañe rápido así mamá no sospecha y me empecé a bañarme rápido.

Él quiso seguir jugando, por lo que no paró de tocarme el culo, las tetas o la concha a cada momento, pero yo no deseaba que nuestra madre nos descubriese, no porque eso me molestase, sino porque me daba más morbo saber que nuestros encuentros eran secretos.

Terminé de bañarme y, haciéndome la que no sabía que ella había llegado, fui a la cocina. Ahí la vi a ella, que ya se había cambiado y estaba preparándola cena, mientras tarareaba una canción.

Cuando mi padre llegó y mi hermano salió de su cuarto intercambiamos unas palabras entre los cuatro, mientras ellos acomodaban la mesa para cenar. Luego con mamá servimos la cena y mientras mirábamos una película, cenamos y conversamos. Como terminamos de cenar y a la película le faltaba un rato, nos sentamos en un sillón a terminar de verla.

Vi como mis padres se fundieron en un largo beso y quise darle uno a Mario, pero como sería mal visto por ellos me contuve.

Terminada la película nos fuimos a dormir, me hubiese gustado hacerlo con mi hermano pero no debíamos tentar al demonio, por lo que dándole un beso en la mejilla a cada uno me fui a mi cuarto.

Este ritual, su llegada, nuestra cogida, la cena e irnos a dormir, lo repetimos con Mario durante veinte días; ya sentíamos que éramos pareja y que él mismo continuaría por años, pero mi madre, se cayó en un pozo, al ir a supervisar una obra, ella es arquitecta, y se quebró ambas piernas por lo que tuvo que permanecer un mes enyesada en casa, lo que abortó nuestros encuentros, pero no hay mal que por bien no venga y… eso continuará en otra historia.

(9,48)