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El siniestro profesor Leiva. Parte 2

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Flor estaba sentada, con las piernas cruzadas, detrás del escritorio. Habían quedado pocos alumnos dentro del aula, y estaban en el fondo jugando a las cartas, pero aun así, Natalia acercó una silla y se sentó pegada a su amiga, para hablar en susurros.

- Contame ya, qué onda con el profesor Leiva. – dijo, yendo al grano.

- ¿Qué onda de qué? Ninguna onda tengo con ese tipo, pero escúchame que te cuento lo que pasó.

- Dale.

- El tipo desde hace rato que me viene tirando onda…

- No me habías contado nada. – Reprochó Natalia.

- ¿Y qué querés que te cuente? Pero pará, no interrumpas. - Se corrió a un costado un mechón de pelo, y dio una mirada panorámica a todos lados para asegurarse de que no había nadie cerca. – No te conté nada porque no era importante. Al menos no al principio. – Dijo, bajando aún más la voz. Natalia comprendió que lo que se venía era un chisme jugoso, así que se acercó más a su amiga, y sus cabezas quedaron casi pegadas. – Al principio sólo eran piropos. – siguió diciendo Florencia. – Boludeces como “qué bien te levantaste” o “qué suerte que empecé el día viéndote”, pero de apoco fueron subiendo de tono “que bien te queda esa blusa”, me dijo una vez, clavándome la mirada en las tetas.

- Ay, que tarado. – acotó Natalia. – Pero me imagino que pasó algo más grave que eso. Me dijiste que lo viste con una alumna. ¡Dale, contá!

- Bueno, pará que te quiero contar desde el principio. – Dijo, Florencia, y cuando se dio cuenta de que había levantado la voz, miró a todas partes para ver si alguien la estaba escuchando. Pero los chicos seguían jugando al truco en el fondo del aula, y de afuera se oía el ruido de los alumnos yendo y viniendo por los pasillos. – cuando me empezó a decir ese tipo de cosas, yo supuse que como lo trataba con buena onda, él pensaba que le estaba dando cabida para que me levante, así que empecé a esquivarlo, si me lo cruzaba en la sala de profesores, o en el comedor, fingía no verlo, y sólo lo saludaba si no quedaba otra. Pero entonces me empezó a mandar mensajes.

- ¿Y qué te ponía? ¿De dónde sacó el número? -Preguntó Natalia intrigada.

- No sé de dónde lo sacó, no me lo dijo. Y los mensajes eran cada vez más zarpados. Lo que más me molesta del tipo, es que no se haya molestado en conquistarme.

- Ay Flor, vos no cambiás más. – Le recriminó Natalia, que siempre le había parecido un tanto peligrosa esa faceta promiscua que tenía su amiga. Florencia tenía muchos compañeros sexuales, y a la mayoría, los conocía muy poco, y más de una vez se enredó con algún violento. Si el profesor Leiva supiera lo fácil que sería llevársela a la cama, sólo siendo atento y amable, ya se hubiese acostado con ella.

- Y bueno, si ya sabés como soy. – dijo Florencia. – Pero bueno, dejá de interrumpirme. - dijo mirando la hora en la pantalla de su celular.- a veces me escribía a media noche. Me preguntaba cómo me vestía para dormir, si usaba pijama, o ropa interior. Esa vez le contesté, le dije que me parecía que se estaba desubicando, que yo nunca le había dado tanta confianza como para que me dijera esas cosas, y además le mentí de que tenía novio. ¿sabés lo que me contestó cuando le dije eso?

- ¿Qué?

- “Qué vas a tener novio vos, si con semejante cuerpo, una sola pija no te alcanza”. Eso me contestó.

- Ay, no te puedo creer que sea tan hijo de puta.

- Te juro que me puso eso, hasta tengo el mensaje grabado. Yo me quedé tan asombrada esa vez, que no supe qué ponerle. Pero al otro día le dije que ya había sobrepasado todos los límites, y que lo iba a acusar con las autoridades de la universidad por acoso, y bloqueé su celular.

- ¡Pero Flor! ¿cómo no me contaste esto antes?

- Esto pasó hace dos semanas. Y nada, tenía pensado contártelo en un lugar más cómodo. En tu casa o en la mía, pero estas semanas estuve a mil.

- Bueno, está bien hermosa. – le dijo Natalia, apoyando su mano sobre la de su amiga, para consolarla. - ¿Y cómo siguió todo?

- La verdad es que en ese momento no hice ninguna denuncia. Después de que lo bloqueé, no me habló más por un tiempo, y yo empecé a pasar los recreos acá adentro. Casi no nos cruzamos. Cuando lo veo, me pongo bastante nerviosa, pero no había sucedido nada más, decidí dejar las cosas así. Bah, no pasó nada hasta hace una semana, un par de días antes de que ese hijo de puta pasara por acá y nos saludara ¿te acordás?

- Cómo no me voy a acordar si te pusiste re mal cuando lo viste.

- Si, bueno, resulta que me lo había cruzado en el estacionamiento. Yo estaba un poco lejos, pero vi que se subía a su auto con una alumna del curso de ingreso. Me di cuenta de que era del curso de ingreso, porque llevaba puesto el jumper que usan las chicas de la secundaria viste.

- ¡Pero esa piba debe ser menor de edad! – Se escandalizó Natalia.

- Puede ser, aunque también puede ser que ya tenga los dieciocho.

- ¿y viste algo raro, o sólo la llevaba en el auto.

- Sí, vi. – Dijo Florencia, consultando nuevamente la hora. Quedaban cinco minutos para que termine el recreo. – cuando salían del estacionamiento, pasaron al lado mío. Él me miró sonriendo y luego desvío la vista hacia las piernas de la pendeja, y ahí noté que el profesor Leiva tenía una mano encima de ella, y le corría la pollera, y la acariciaba.

- No te puedo creer.

- Creelo. Pero lo que más me indignó, y me enojó, fue que la chica en cuestión, tenía la cara asustada, no disfrutaba lo que le hacía él, pero tampoco hacía nada para evitarlo.

- Dios mío, que tipo turbio. – Acotó Natalia. - Ya de por sí acostare con una alumna es causal de despido, pero si la piba es menor de edad, puede hasta ir en cana. Tenemos que usar eso para que deje de molestarte.

- Si, pero pará. Que no terminé todavía.

- Dale.

- Al otro día vino acá, en el recreo. El aula estaba como ahora, con algunos de los chicos en el fondo, jugando a las cartas. Ellos saben que a mí no me molesta esas boludeces, pero en fin… Se acerca el tipo, con ese olor a desodorante barato que tiene, y me susurra al oído. “¿Qué pasa que estás tan seria conmigo? ¿No me digas que estás celosa de la pendeja con la que me viste el otro día? No te preocupes, es solo un polvo. Para vos tengo leche de sobra”.

- ¡Ay pero el tipo es un psicópata! – Dijo Natalia, furiosa. Algunos de los chicos del fondo habían levantado la vista porque subió la voz.

- Ahí ya no aguanté más. Me levanté y me fui llorando al baño. Después fui a hablar con la profesora Bustamante, que es jefa tuya y de ese trastornado también. Pero ahí me encontré con una decepción.

- ¿por qué? ¿qué te dijo?

- Me dijo que, por llevar a una alumna en el auto, no significaba que el profesor Leiva estuviera haciendo algo malo. – Florencia tragó saliva. Las lágrimas empezaron a salir de sus ojos. – Y me dijo que seguro vi mal, que no estaba tocando a la piba, que el profesor Leiva era intachable, y si se me ocurría denunciarlo con el decano, me iba a ganar la enemistad de ella, y se iba a asegurar de que me saquen de la universidad. No sabés cómo se puso. Además, me dijo que los mensajes que nos mandamos entre nosotros, no son asunto de la universidad.

- No te puedo creer lo que me decís, si Bustamente es recontra buena.

- Sí, ya lo sé Nati, pero ¿sabés qué?, mientras me hablaba tenía la misma expresión de la piba que iba en el auto con él. Esa piba parecía que no quería estar ahí, pero estaba, y la profesora Bustamante parecía no querer decir lo que me decía, pero lo hacía.

Continuará.

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