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El diario de Claudia: cómo mamar una verga

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Muchos (¡y muchas!) me hacen esa misma pregunta: ¿qué se siente tener una verga dentro de tu boca? – me refiero, en tu boca, o más adentro, hasta la garganta. Déjenme decirle chicas que no hay experiencia alguna que se le pueda comparar! Tener un pene durísimo y grandote a tu disposición es la cosa más rica del mundo.

La primera verga que tuve frente a mi pertenecía a Frank, un moreno que conocí en un bar de Houston, Texas. Frank era un negro fornido, de quizá 1.75 m, bien parecido – de otro modo no hubiese terminado en su cama. Lo conocí una noche de sábado, en un night-club gay que había en la ciudad; yo, como siempre, vestía de puta, aunque en esos tiempos no la “ejercía” y era solo para llamar la atención (¡y sí que la llamaba en los bares!). Recuerdo que eran más de la 1 AM y ya tenía varios tragos encima; me recosté sobre una baranda y de pronto sentí unas manos rodeando mi cintura. Ya estaba acostumbrada a que completos extraños me abrazaran o presionaran sus vergas contra mi minifalda cuando estaba en bares como ese… era realmente una chica fácil.

En todo caso, Frank me convenció que lo acompañara a su departamento; obviamente yo ya sabía que significaba eso… estaba nerviosa pero al mismo tiempo emocionada y con todas las ganas de coger. Una vez en su dormitorio, él se quitó toda la ropa y yo me quedé en portaligas, tacos y brasier. Se sentó al borde de la cama, abriendo las piernas y así ofreciéndome una verga negra, dura y rolliza. Yo, de pie, la miraba: la boca se me hacía agua, los deseos me daban mareos, solo la vista de ese hermoso pedazo de carne era embriagante. Estaba a punto de gozar plenamente de una verga en carne y hueso. Como buena chica (o buena puta) me puse de rodillas entre sus piernas; no lo miraba a él, solo a su hermoso pene negro de casi 25 centímetros. Puse algo de saliva en la palma de mis manos y con ternura y delicadeza tomé ese mazo entre ellas. ¡Oh, oh, mil veces oh! La piel suave se sentía tan rica y tersa; su verga estaba completamente afeitada, al ras, resaltando más aún su exquisitez; además estaba circunciso, resaltando más aún la cabeza gorda del pene. Empecé a masajearla, frotarla, manosearla de cien formas; luego me la froté por las mejillas, como si fuese un oso de peluche… cada minuto que pasaba con ella me drogaba más y más. Era como estar en el nirvana, no podía aguantarlo más; con solo la punta de mi lengua empecé a lamer la punta de ese pene; lo lamía suavemente, como si fuese un caramelo, moviendo mi lengua en círculos alrededor de la cabeza; del orificio brotó una gota de líquido preseminal (“precum”), lo tomé de inmediato con mis labios. Era delicioso.

Quizá pensando que alguna vez estaría en esa situación yo ya había “practicado” en casa a mamar vergas desde mucho antes, con mi colección de dildos; incluso tenía uno súper realista que medía casi 30 centímetros. Con algo de “ayuda de google” había aprendido las técnicas y trucos para un “deepthroat” sin problemas (¡ni nauseas!); para ser sincera, me había vuelto una experta, logrando meterme el dildo de 30 cm por completo hasta el fondo de mi garganta y mantenerlo allí por hasta casi 15 segundos. Una hazaña que ahora sería de gran ayuda.

Ahora que esa cabeza dura está suficientemente húmeda había llegado el momento de saborearla por completo. Miré a Frank directamente en los ojos, le di una sonrisa, abrí mi boca al máximo y sin pensarlo dos veces me lo tragué de un solo tiro: los 25 centímetros de carne negra y dura desaparecieron en el fondo de mi garganta. Mi mentón chocaba con sus bolas hinchadas de semen; cerré los ojos, aguanté la respiración y por caso 10 eternos segundos lo mantuve protegido dentro de mi boca. Me quedé sin aire así que tuve que dejarlo ir; al hacerlo, esa verga tan deliciosa quedó completamente bañada en una capa densa de mi saliva…ahora sí que estaba bien lubricada. Lo tomé con ambas manos, formando un anillo alrededor de la base, casi ahorcando ese delicioso pedazo de carne; dirigí mi mirada, muy sumisa, hacía Frank y empecé a mamarlo como si fuese la única verga en todo el puto universo:

“¡Chupa y chupa, chúpalo más perra, mama como una verdadera puta maldita zorra…!”

Su verga no dejaba de entrar y salir de mi boca…el movimiento se volvió casi rítmico: cuatro o cinco mamadas solo hasta la mitad del pene y luego, como un pájaro que se zambulle al agua, una chupada bien hasta el fondo, hasta que lastime mi garganta. De vez en cuando, mi lengua jugaba con su pieza: trataba de enrollarla como una serpiente, o la sobaba contra las venas hinchadas de sangre o alrededor de la cabeza dura de su pene. Todo este tiempo no dejaba de mirar sumisamente a Frank a los ojos. Él se retorcía de placer, gimiendo, diciéndome todo tipo de cosas “sucias”: “¡chupa perra! ¡mámalo más puta de mierda! Eso como que me alocaba más aún, quién sabe por qué. De pronto tomó mi cabeza con sus manos gigantes y él mismo empezó a hacerme mamar más rápido y profundo: me sentía como su mi boca fuese un martillo eléctrico – se movía de arriba abajo con frenesí, sin parar, ¡era simplemente alucinante! Si alguien hubiese filmado ese momento (¡oh sí por favor!) solo se vería ese pene negro apareciendo y desapareciendo en mi boca; Frank me empujaba tanto que ahora eran solo gargantas profundas unas tras otras – mi barbilla golpeaba con frenesí sus bolas duras… ¡no me había preparado para esto! Dejé de agarrar su verga (ahora completamente bañada en saliva espesa) y estiré mis brazos sobre su abdomen…cerré mis ojos y simplemente me dejé usar…mi boca era casi una vagina que estaba siendo violada brutalmente. Pero aún así, yo gozaba cada minuto de esa violación.

En medio de esa “violación” pensé: “seguro en cualquier minuto sus bolsas de esperma van a explotar… ¿qué hago? ¿me la trago?” No sabía qué hacer, y en realidad ni siquiera me había puesto a pensar en eso cuando me puse de rodillas entre sus piernas. Frank seguía cogiendo mi cabeza (¡y mi garganta!) y pensé que necesitaba un minuto más para decidir qué hacer…en realidad prefería un baño facial de semen… Pero, ¡muy tarde! En un abrir un cerrar de ojos, mi cachero, quien respiraba cada vez más agitadamente, puso una de sus manos en la parte trasera de mi cabeza, la empujó hacia abajo, metiendo hasta el fondo de mi garganta toda ese pedazo duro de carne y entonces, hizo una pausa, manteniéndome, con la fuerza de su mano, con su verga adentro de mi boca y entonces… ¡una increíble explosión de esperma inundaba mi garganta! ¡Mierda! ¡Me está llenando la boca de semen!… Ya no había mucho que hacer o decidir. Sentía que casi me asfixiaba pero la sensación era sublime por ese saborcito entre agrio y saladito que tiene el semen (al que, años después me he vuelto adicta). Sentía el interior de mi boca como lubricada… resbalosa.

A medida que su verga me daba su leche, Frank iba relajando la fuerza de su mano; no sé cuánta esperma me hizo tragar, pero fue un montón…al cabo de unos minutos, finalmente sacó su carne de mi garganta y al hacerlo, borbotones de semen rico salían por las comisuras de mis labios. Como buena chica mala, abrí toda mi boca para mostrarle todo el semen que aún reposaba sobre mi lengua; entonces, con una sonrisa de perversa me tragué toda la leche lentamente. Había sido una noche inolvidable.

Eso fue hace muchos años atrás. Desde entonces no he dejado de meterme vergas a la boca: simplemente adoro la sensación; me aloca, me arrecha. Las he probado de todos los tamaños, colores y formas. Mis favoritas son esas que tienen una cabeza anchota, como en forma de hongo: ¡oh cómo me encantan esas! Por mi me pasaría toda la noche con una en mi boca mientras duermo.

Y tú ¿ya mamaste una verga?

En la próxima les cuento cómo es ser penetrada por un pene duro y gordo.

Besos,

Claudia, tu puta

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