Nuevos relatos publicados: 12

Historias de madame Lili (capítulo 3º)

  • 14
  • 33.474
  • 9,54 (24 Val.)
  • 0

En el capítulo anterior Lili, después de estar varios días durmiendo en el parque, conoció a Mr. Adams, un señor amable y con un trato muy familiar, le ofreció su casa y ella aceptó, Lili se fue acostumbrando a su nuevo barrio, cosa que sabía hacer muy bien, sobre todo con Oscar el panadero, un chico muy apuesto, que fue conociendo poco a poco, hasta conocerlo muy profundamente, después de aquella noche él quiso algo más, cosa que a Lili no le hizo mucha gracias, ya que ella solo tuvo con él una aventura sexual, después de aquello se cruzó en su camino Ernesto, Doctor de Mr. Adams, ese hombre a ella le agradó mucho…

 

HISTORIAS DE MADAME LILI

Capítulo 3º

Aquel día, conocí a Ernesto, era mayor que yo veintitantos años pero ¡estaba de muy buen ver!! Era un hombre con apariencia seria, con su bata blanca sentado detrás de aquella mesa mirándome a los ojos, hablándome muy tranquilo, era un médico muy interesante, me preguntó qué es lo que me ocurría, yo, sentada con las piernas cruzadas mirándole con picardía, le contesté que me sentía muy cansada que no podía dormir tenía pesadillas, estaba muy estresada, me recetó unas pastillas para tranquilizar mi estrés y me citó para el mes siguiente.

Llegó el día de ir al médico, yo me preparé, me puse un vestido negro pegado al cuerpo, con un escote que podía apreciarse el canal de mis pechos, entré en la consulta y estaba Ernesto, tan serio, tan interesante, le dije que no me habían hecho efecto las pastillas, cosa que no era cierta, así que Ernesto decidió hacerme unas pruebas psicológicas, me dijo que me echara en su diván para descansar un poco y así relajarme, entré en el despacho de Ernesto y me tumbé en el diván que por cierto era muy cómodo, él salió un momento para buscar un amigo psicólogo para que me ayudara en mi problema, me quedé sola en su despacho.

Mi curiosidad no me dejaba estar tumbada, no me podía quedar por supuesto sin mirar las cosas de Ernesto, comencé a dar vueltas por el despacho mirándolo todo, en el perchero estaba la bata de Ernesto, la cogí y la olí, ¡uhmm! ¡Tenía un olor! Tenía el olor penetrado en la tela, olía a Ernesto, ese perfume tan masculino, cogí la bata y me la llevé conmigo al diván y me tumbé, la bata me la puse encima, comencé a acariciar la bata casi sin darme cuenta, me estaba excitando el olor que desprendía esa bata.

Quería que su dueño estuviera dentro de ella, comencé a tocarme los pechos con la bata paseando la manga de un pecho a otro, subiéndome el vestido para introducir la bata entre mis muslos apretando mis muslos con fuerza imaginando que era el miembro de Ernesto, me mojaba los labios imaginando que ese hombre mordisqueaba mis labios, me quité las braguitas y el vestido, me quedé desnuda, me dijo Ernesto que tardaría un poco, así que aproveche esos instantes para seguir con mi fantasía erótica paseando la bata por todo mi cuerpo tocándome el clítoris con mis dedos, los pezones comenzaron a experimentar la excitación que estaba produciendo en mi cuerpo.

¡La bata me estaba volviendo loca!, ¡paseándola por mis pechos, cintura, mi vientre, muslos, por el clítoris! hasta ya no poder más, ¡tenía que desahogarme! así que con mis dedos me penetraba, mi cuerpo estremecido por el deseo que estaba sintiendo en esos momentos, cuando estaba a punto de llegar al orgasmo veo una sombra enfrente de mi, cual fue mi gran sorpresa cuando vi la sombra de quién era.

¡Ernesto!, había vuelto más pronto de lo previsto, ¡no me lo podía creer!, en ese momento pensé que la mejor solución sería que la tierra se abriese y me tragara, no sabía qué hacer ni cómo actuar, él estaba plantado delante de mí, con los ojos como platos, no le salían las palabras, sólo ceñía las cejas como diciendo, ¡esto no puede estar pasando!, lo cierto es que yo, me quedé igual sin palabras, solo se me ocurrió taparme con su bata, y cómo pude fui recogiendo mi ropa, al final sí que le salieron las palabras, Y dijo,

-"Lili, ¿qué haces, estás desnuda y jugando con mi bata?, ¡pero como te atreves, descarada!"

Aquel hombre estaba exhausto, de ver cómo me había encontrado, y seguía diciendo cosas, pero según iba diciendo, iba disminuyendo sus palabras, y ya decía,

-¿estas desnuda?, ¿pero qué te ocurre Lili?, ¿qué estás haciendo así?, ¿qué pretendes, con este comportamiento?

Yo viendo la situación y conociendo un poco a los hombres, vi en sus ojos que ya no estaba tan enfadado, sus palabras pasaron de ser firmes y tajantes, a preguntas indiscretas, y se humedecía los labios con la lengua, debía de ser que ante el panorama se le secó la boca de golpe, sus ojos cambiaron de impacto a morbo, creo que nunca antes se encontró una chica desnuda en su despacho tirada en su diván con su bata paseándola por todo el cuerpo, no creo.

El dejo de hablar y solo miraba y deseaba ver más aún, ya que su bata tapaba todos mis más grandes íntimos secretos, Ernesto, dio un paso atrás y echó el pestillo a la puerta, se quitó la gabardina y la colgó, dejó la chaqueta también en el perchero, y se aflojó la corbata, se sentó en su sillón y me dijo,

-Lili, ¿que buscas de mí?, sé que lo que te voy a decir es un locura y una irresponsabilidad por mi parte, pero te voy a decir algo que quizás mañana me arrepienta, pero es demasiado para mí, esta situación es difícil de esquivar, y no ver lo que estoy viendo, una mujer bellísima y un cuerpo espectacular, como volver la mirada para otro lado, es imposible contigo en frente de mí.

Todo esto me lo decía desabrochándose la camisa despacio, sin dejar de mirarme los ojos y lo que no son los ojos, Ernesto se armó de valentía y lo soltó.

-Lili, sigue lo que estabas haciendo, me gustaría ver, lo que hacías cuando yo no estaba, me gustará ver cómo juegas con mi bata, anda hazlo para mi...

Así que no me corté, me incliné y le deleité ¡tocándome el clítoris! Por encima de la bata, ¡mirándolo con deseo!, jugaba con su bata en mi entrepierna, a él le estaba gustando mucho, se le notaba nervioso, estaba que no daba crédito a lo que estaba viviendo, ¡claro esto no pasa todos los días!, pero se ha cruzado con Lili, y a Lili le ha gustado, además que podía perder, él estaba separado, no tenía a nadie estaba entregado absolutamente a su trabajo, así que nada me impedía disfrutar de él.

Y pensar que llevaba mucho tiempo sin estar con una mujer, me hacía tener más morbo hacia él, yo seguía jugando con su bata y mis manos, que no dejaban de acariciar mi cuerpo con mucha sensualidad, y muy despacio, no había prisas, yo no tenía ninguna prisa por irme, pero si probar a ese hombre maduro y tan atractivo, así que sin más me dirijo a él y le digo muy bajito.

-Ernesto acércate" mi dedo índice le decía ven, ven, ven...

Él se levantó sin decir nada, se fue acercando muy despacio, pero su voz interrumpió ese momento que tanto esperaba, para decir,

-Lili, yo, desde hace mucho no he estado con ninguna mujer.

-lo sé, no te preocupes, ven acércate un poco más.

Yo estaba sentada en el diván, esperando su llegada, de pie ante mí, su mano acarició mi rostro y mi pelo,

-eres tan hermosa

Sumisamente bajé la mirada, y dejé que siguiera acariciándome como lo estaba haciendo, él estaba excitado, lo vi, no pude evitar mirar cuando bajé la mirada, y estaba excitado, lo pude apreciar en su abultada cremallera, me levantó la cabeza para decirme;

-Desde hace mucho, no he sentido tanta excitación como la que estoy sintiendo en estos instante, no sé si está bien o mal, pero no voy a poder evitar hacerte mía hoy en este mismo instante y en este despacho.

Sin más me levanto y me empezó a besar con mucha fuerza, sus manos las tenía hundidas en mi cabello, soltándolo de una coleta floja que llevaba, dejando caer el pelo por mi espalda desnuda, me besaba por el cuello, me lamía los lóbulos y podía sentir su respiración en mi odio, dejé de besarle para quitarle los botones que le quedaban de la camisa, mirándonos fijamente, acariciaba con las yemas de mis dedos los vellos de su pecho, haciendo espiral con ellos y le dije.

-Ernesto, ven a mi ¡hazme tuya!

Él estaba con los ojos clavados en mi sexo, tragándose la saliva y mordiéndose los labios, Ernesto, se fue desnudando poco a poco, con su mano varonil y fuerte comenzó a tocarse su miembro y acercándose a mí muy despacio, yo me senté ansiosa de que llegara pronto el momento de disfrutar del miembro de Ernesto, cuando llegó a mi Ernesto me abrió las piernas y con su lengua caliente acariciaba mi clítoris, me metía la lengua hasta lo más hondo de mi vagina, sentía su lengua¡ muy adentro! ¡parecía la punta de su pene!, estaba, ¡estaba retorciéndome de placer!, se levantó y se tumbó en el diván, su miembro estaba erecto totalmente, yo me puse encima de él muy despacio, comencé a penetrarme su falo poquito a poco cada vez más profunda ¡sentada encima de él, moviéndome de arriba a abajo!, contemplaba la cara de goce que tenía Ernesto, el miraba como me penetraba su falo en mi vagina, sus manos acariciaban mis pechos dándole pellizquitos ¡ me estaba poniendo muy caliente!

Cada movimiento que hacía más profunda era la penetración, sentía su glande tocar ¡lo más profundo de mi! ¡Me estaba gustando! Las manos de Ernesto dejaron de tocar mis pezones para apretarme en la cintura, con sus manos hacía que su ¡tronco me penetrara más!, me levantó él se puso de pie y me tumbó boca arriba, con su mano cogió su miembro tocándose y comenzó a masturbarse con rapidez, yo tocaba mi clítoris mirando su miembro como ¡iba hinchándose por segundos! comencé a sentir por mi vientre hasta mi pubis ¡un líquido caliente! que me recorría de arriba a abajo, era el semen de Ernesto que quiso echármelo encima, ¡yo también estaba excitadísima!, con mis dedos moviéndose rápidamente, tocándome el clítoris! conseguí llegar al orgasmo.

Ernesto me dio su tarjeta para volver a quedar otro día, la guardé por si acaso...

Aquella aventura no estuvo mal, pero podría haber sido mejor, pero bueno, todos los hombres no son iguales, además el pobre llevaba mucho tiempo sin sentir a una mujer, y claro fue algo rápido.

Después de aquello, pasaron unos días, Ernesto me vino a ver unas cuentas veces, echaba la excusa de ver a Mr. Adams, pero después en cuanto nos quedábamos a solas, me cogía por la cintura y me apretaba contra él me decía muy bajito,

-Lili, quiero verte de nuevo, no dejo de pensar en ese día, recuerdo tu cabalgándome y tus pechos moviéndose en mis manos, dime, ¿cuándo nos vemos?

Mi insistencia era,

-Ernesto, ahora no, tranquilo, un día de estos te voy a visitar a tu despacho.

A la que él me contestaba,

-no, esta vez quiero que sea en mi casa, quiero toda una noche para mí, Lili, no puedo evitar pensar en ti a cada instante.

Todo eso me lo decía apretándome a él, en sus palabras sabía el deseo que sentía en ese instante.

Luego se escuchaban los pasos de Mr. Adams y todo volvía a la normalidad, él en su sitio y yo en el mío.

Una vez recuerdo que el Doctor Ernesto, vino como de costumbre a visitarnos, pero ese día venía dispuesto a otra cosa más, era más bien tarde, casi anocheciendo, aprovechando que Mr. Adams estaba constipado, estábamos en el salón, y Mr. Adams estaba un poco cansado, no quiso ni cenar así que se acostó, cosa que le recomendó el doctor, así que lo llevamos a la cama, mientras Ernesto estaba en la habitación con él, hablando y despidiéndose, yo le subí un vaso de leche y unas galletas para que no se acostara sin nada en el estómago, así que se las subí cosa que al final me agradeció, cuando se lo tomó todo, ya se echó para dormir, Ernesto y yo, nos quedamos solos, así que le ofrecí cenar algo, ya que la cena estaba hecha, él no lo pensó y dijo que sí, así que se acomodó en la mesa del salón mientras yo me dirigí a la cocina para servir los platos.

Estando allí, empecé a pensar en quien estaba en el salón, y que estábamos solos, no me dio tiempo a pensar más, porque de repente, siento por detrás que Ernesto, cogiéndome por la cintura y acercándome a él, estaba rozándose en mi trasero, me abrazó fuertemente y me susurró.

-solo llevas la bata?

-sí, contesté.

-hummm! Me gusta, ven no te gires.

Lo cierto es que yo no tenía ninguna intención de darme la vuelta, y si no llevaba nada es por qué me acababa de dar un baño, y decidí quedarme así, para estar más cómoda, esa situación me estaba llenando de mucho morbo, así que me deje llevar por Ernesto.

Con mucha suavidad y despacio, se bajó la cremallera para dejar su soldadito fuera de la garita, tocándose me la rozaba por mis glúteos, dando golpecitos, yo aún estaba con la bata, pero él seguía rozándose conmigo. Aunque nos interrumpía la suave tela de mi bata, pero aun así podía sentirla cerca de mí, en sus roces, simulaba que me estaba penetrando, me estaba calentando muchísimo, podía sentir su pene duro en cada movimiento que el hacía, se le notaba excitado, le temblaba la voz, imaginaros la situación, de pie, yo atrapada por sus brazos y su cuerpo, de espalda a él, y Ernesto jugando con su miembro en mi culito...

Sus manos comenzaron a subirme la bata poco a poco, hasta dejarla en mi cintura, ahora sí estaba toda desnudita para él, ahora podía sentir su pene en mi piel, cosa que me estaba haciendo desear sentirlo dentro, me inclinó un poco para adelante y pasó de rozarme el clítoris a penetrarme la vagina, ufff! Que sensación más rica, cuando sentí su duro miembro dentro de mi, hummm! Las embestidas no tardaron en llegar, estaba muy excitado, mucho, y yo muy húmeda, vaya con Ernesto, parecía un hombre muy modosito, y aquí me estaba penetrando como un loco, se escuchaba los choques a mis glúteos, sus movimientos eran tan profundos, que de vez en cuando podía sentir sus testículos chocar en mi, se movía muy bien para estar desentrenado.

Después de estar un rato dándome sin parar, paró y me dio media vuelta, al girarme Ernesto dijo.

-Me gustaría que besaras mi pene, quiero sentir tu boca en mi miembro, lo harás Lili?

No le contesté me limité hacer su deseo realidad, bajé besando su piel, y sin quitarle la mirada, quería ver su cara, mis manos acariciaban su pene, despacio, con movimientos suaves, el cerraba sus ojos cada vez que le apretaba el soldadito, sus testículos los tenía en la otra mano, pero al llegar, abrí mi boca y comencé a succionarlo poco a poco, un gemido salido de su boca...

-Lili, que me haces?, como me gusta, hummm!!

Seguía jugando con mi lengua, besaba sus testículos, me metía los metía en la boca, empecé a sentir cómo le temblaba las piernas, empujé con la mano para meterme todo su pene en mi boca, hummm!! como me gustaba escucharlo, susurrar...

-Sigue, sigue, uffff!! Que haces? ufff! Que rico Lili, que boquita tienes, te la estás tragando enterita....

Me levanté y me subí a la encimera, me abrí de piernas para que el jugara conmigo, y así lo hizo, metió su cabeza en mi húmedo sexo para lamerlo sin piedad, Metiendo un dedo, después dos y después tres, me estaba poniendo muy excitada, sentía que estaba empapada, podía oírse como hundía sus dedos en mi cuevecita, mis gemidos reducidos por no hacer ruido, no podía evitarse, no podía dejar de gemir y moverme, sus dedos me estaban volviendo loca, tenía los ojos cerrados y dejé de sentir sus dedos, y de un golpe introdujo su pene, ohhh!!! Que me gustó, que embestida me daba, para su edad estaba muy bien, nada que ver aquel día en su despacho, ahora si me estaba gustando, que situación más sensual, los dos sudorosos y gimiendo en voz baja, pero de vez en cuando se nos escapaba un gemido más alto...

Ernesto no podía aguantar mucho más, se le notaba que ya estaba a punto de venirse, no tardó mucho en sacar su falo y echarme toda su semen en mi pubis, que calentita estaba, me recorría todo mi sexo mezclándose con mis fluidos, pero no, no se quedó a gusto y me cogió las piernas con sus manos para abrirme todo lo que podía, volvió a hundir su cabeza en mi sexo, y no parar de jugar con su lengua en mi clítoris, tanto que me hizo fluir otra vez, esta vez a quién le temblaba las piernas eran a mí.

Que gozada, como me gustó, recompensó absolutamente la anterior vez, sí que me gustó, mucho.

Los dos nos quedamos sin fuerzas abrazados en aquella encimera, el echado encima de mí, con su pene ya flácido, nos fuimos vistiendo, acalorados, nos faltaba el aire, así que nos sentamos un poco en las sillas de la mesa de la cocina , le pregunté si quería un té o algo, me miró y me dijo.

-Lili, yo sé que esto que estamos haciendo es una locura, y que no entra en mi clase vida, yo no soy así, pero tú, no sé qué tienes que no puedo resistirme a ti...

-Ernesto, no te preocupes, no pasa nada, tú lo querías y yo también, nada más, tranquilo, no le des más vuelta.

Él se me quedó mirando, y me dijo.

-Tengo que marcharme es tarde.

Se levantó y me besó en los labios, diciéndome...

-Qué mujer más peligrosa eres, puedes volver loco a un hombre solo con pestañear, me ha gustado muchísimo, eres muy especial Lili.

Cogió su gabardina su sombrero y se marchó...

Cansada me fui para la cama, eso sí, tengo que decir, que Ernesto aún con su edad, y además de ser muy atractivo, me poseyó como un chico joven, no me faltó nada, disfruté como una loca, y su pene estaba muy duro, cosa que me impresionó bastante...

Pasaron unos días, Ernesto no fue a casa en esos días posteriores al momento que vivimos, y yo tampoco fui a verlo, quería darle su tiempo.

Como pasaba el tiempo casi un año desde que me echaron de aquella casa, se me pasó el tiempo volando, pero aún de vez en cuando recordaba a Luis, pensaba que sería de él...

Mr. Adams, tuvo que salir de viaje así que me quedé sola unos días; una noche no podía dormir, de esas noches que no logras coger el sueño, así que me levanté y me senté en el sillón del salón, estaba aburrida, no sabía qué hacer, así que me asomé a la ventana para distraerme un poco, a lo lejos vi la sombra de un hombre, estaba en la esquina, parecía nervioso, por sus movimientos, estaba de un lado para otro.

Justo enfrente de la casa, mirando para hacia ella, pero intranquilo, no podía ver bien, era de noche y solo podía divisar un silueta masculina, en un momento me dio miedo, me asusté, así que cerré la cortina y volví a sentarme, cogí un libro para leer un poco, estaba asustada de pensar en esa silueta, me preguntaba porque estaba mirando hacia la casa, volví a mirar con mucho disimulo, y aún seguía allí plantado, pero esta vez más cerca, ya podía ver un poco más, lo curioso que aquella silueta que fue cogiendo aspecto, me parecía conocida, él se percató de que estaba alguien mirando por la ventana a través de las cortinas, y se marchó, me quedé más tranquila, pero seguía pensando quién sería ese hombre, así que me dispuse a acostarme, y cuando iba a pagar la lámpara del salón, sonó la puerta, ya es cuando el corazón empezó a latir tan fuertemente que parecía que se me iba a salir del pecho, estaba aterrorizada, me preguntaba quién sería…

Continuará...

(9,54)