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Claudia la ninfómana - 2ª parte

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Acabo de colgar el teléfono y mi doctor me dice que hoy no puede quedar, que me da para mañana a última hora, como siempre. Antes de despedirse, me dice que aunque acabamos de vernos, no puede dejar de pensar en mí, y que se ha pajeado varias veces con mi recuerdo.

-Vaya, doctor, le digo, es Ud. un guarrete.

-Tú eres la culpable. Anda te dejo, que tengo una paciente esperando.

-Pero no se la folle también ¿eh? Se ríe picaron y cuelga.

Al día siguiente, me llama José, para intentar que cambie el turno, le digo la verdad, que no quiero, que no me apetece follar con él y menos quedar con sus amigotes, el tonto y el voz de pito. Se pone un poco borde y me dice que soy una calienta pollas y blablablá, le cuelgo antes de seguir oyéndole.

Como algo y me doy una ducha para estar limpita para el doctor. Cuento las horas que quedan para la cita, y luego los minutos, estoy nerviosa, parece mentira pero así es.

Por fin llega la hora, aun así, estoy en la sala de espera media hora antes. Sale una señora mayor y el doctor me manda pasar. Cierra la puerta y nos quedamos solos. Antes de nada, llama a su secretaria, ni siquiera sabía que tuviera una, nunca la vi, y le dice que puede irse, que ya cierra el.

-¿Qué? ¿No se habrá puesto guarrete con la paciente?

-¿La señora Felisa? Es muy mayor, es el anti morbo hecho persona, jejeje.

-Pues ahora llega la Sra. Morbo.

-Anda, anda, no seas tonta, jeje. ¿Te gustaron los condones del otro día?

-La primera vez, tengo que confesarte que no, pero el segundo polvo fue magnifico.

-Así me gusta. Ahora probaremos otra ración de condones.

Nos desnudamos del todo, el también, se quita su bata y se queda en pelotas y yo le acaricio su barriga. Esa barriga que tiene y que ahora me da ternura, aunque yo no esté enamorada de él.

Follamos en la camilla, un poco incomodos, pero no tiene otro sitio, ni siquiera un sofá grande, solo un par de sillas, así que no puedo quejarme. No sé si vivirá solo o aun con su mujer, por lo que no podremos ir a su piso, ¿quién sabe? La próxima vez, le pediré que vayamos a un hotel, así podremos hacerlo en una cama graaaande, de matrimonio y al terminar, nos abrazaremos. Un momento, estos pensamientos, ¿qué significan? nada de enamorarte de él, ¿eh? no es más que tu médico, bueno, es algo más, es tu follamedico, jaja, follamedico, que palabro me acabo de inventar.

Él está encima de mí, empujando, claro, y me ve esa cara que debo de acabar de poner, de estar pensando en las musarañas o de estar en otra parte. Si supieras que se me acaba de pasar por la cabeza.

-¿Todo bien? Me pregunta.

-Claro, todo bien, estupendo, tu no pares ahora.

El sigue a lo suyo y yo sigo pensando en la tontería que se me acaba de ocurrir. Pero no, no le quiero, no le quiero en el sentido de que le quiero, vamos a ver si me explico. Le quiero, sí, pero le quiero para follar, le quiero dentro de mí y que me lo haga cuando lo desee, y que se corra dentro, muy dentro de mí, con condón extrafino de esos o sin él, pero solo le quiero para que me apague este fuego que me come desde dentro, desde hace unos días. Mucho cuidado con confundir los sentimientos, que los tíos enseguida se enamoran y se hacen ilusiones. En cuanto un tío ha estado dentro de ti, no una, sino más veces, ya se creen que te vas a casar con él. Nada de nada.

Para que no se crea nada, yo le agarro la espalda, le clavo las uñas como una loca y me corro con un grito, que oirán hasta en Guadalajara. Pero la de México, no la de España.

-Joder, casi me estrujas. Te has corrido como una loca.

¿Veis justo lo que decía? Como una loca. Eso no es amor ni es nada, solo sexo. Así me gusta. Y para que siga pensando que no siento nada por él, me levanto y me visto y le digo que tengo que irme.

-¿Adónde vas tan rápido?

-A casa, que tengo cosas que hacer.

-¿No quieres quedarte un ratito conmigo, abrazados juntos?

Otra vez. El tío se ha enamorado de mí.

-No, otro día. Además es que la camilla es un poco incomoda.

-Vale, como quieras.

Me voy de allí directa al trabajo, sin ducharme ni nada. Las horas pasan y aunque me acuerdo de él, ya no me da ternura pensar en su barriga, solo le veo como una tranca, una tranca con piernas, que como os dije, me apaga el fuego que llevo dentro.

Al salir del curro, paso por un sex-shop, sin haberlo planeado la verdad, y me da por entrar. En la caja hay un joven que está leyendo una revista porno, que si no en un sex-shop, y se me queda mirando de arriba abajo. ¿Cuántas mujeres entraran en un sex-shop en proporción a hombres?

Me voy a la zona de vibradores y noto por el rabillo del ojo que el chico sigue mirándome. Al cabo de un rato viene a mí.

-Hola, guapa, ¿puedo ayudarte?

-Pues, bueno, nunca he tenido uno de estos.

-Hay varios modelos, tenemos el clásico masajeador, el vibrador con textura, el vibrador para estimular el punto g, el vibrador con control de temperatura, y luego tenemos varios para estimular el clítoris.

-¿Cuál me aconsejas?

-Bueno, depende.

-¿Depende de qué?

-De que si eres más de orgasmos vaginales o clitorianos.

-Eso es una tontería, he leído hace poco que no existen como tal uno u otro.

El chico se queda un poco alucinado oyendo eso. Entonces se gira y coge uno de la estantería.

-Llévate este, me dice. Estimula el clítoris y eso a todas os funciona ¿no?

-Pues sí, cada vez que me... uy perdona.

-No pasa nada. Mi chica se vuelve loca cuando le chupo el clítoris, no te preocupes.

Le pago y salgo de allí. Llego a casa y me dispongo a probarlo. El aparatito funciona de vicio, y mientras estoy en ello, me vienen a la cabeza las caras de todos los tíos que me he follado estos días, José, su par de amigotes y mi doctor. Al poco rato, me corro, con un orgasmo tremendo, que recorre todo mi cuerpo y que es mejor que el que he tenido hasta ahora con hombres.

Los días pasan y alterno entre masturbarme con el vibrador y follar con mi doctor, pero para mí no es suficiente. Decido darme de alta en una página de contactos. Me hago unas fotos sexys, con un vestidito rojo y otras en ropa interior, que pasan a mi zona privada, donde solo pueden verse con contraseña.

Enseguida empiezo a recibir solicitudes de contacto, pero la mayoría no tienen foto, así que paso de contestar, hasta que recibo una de un chico muy guapo. Enseguida empezamos a hablar y a la semana, decidimos quedar.

Nos citamos en una cafetería que hay al lado de un centro comercial. Yo llevo un vestido precioso, relativamente corto, con lo que al cruzarme de piernas, enseño casi todo.

El chico está buenísimo, más aún en persona. Parece sacado de un programa de esos de “mujeres y hombres” que abundan en la tele. Tras las presentaciones, tomamos un café y al verme lo buena que estoy, ya sabe de qué va la cosa.

Me propone ir al centro comercial y probarme algo de ropa interior. Le pregunto directamente si trae condones y me dice que sí, aunque no pensaba mojar en la primera cita. Tras coger varios conjuntos, nos metemos en el probador y yo me los pruebo. Le pregunto cuál me queda mejor y me dice que un sujetador rojo y unas bragas de rejilla, que parecen de cabaretera.

Le bajo el pantalón y le chupo la polla, una polla de joven, salido como yo, que solo quiere follar, nada de enamorarse, justo lo que yo quiero.

-Glub, que grande, le digo entre arcadas, no me entra más, la tienes muy grande.

-No importa, no te la metas toda. Chúpame solo lo que te entre.

Yo sigo chupando, y el tío está a tope, me dice que pare, que no quiere correrse aún, quiere probarme.

Se desnuda del todo, pero a mí me deja con las bragas y el sujetador puesto. Desliza un poco mis bragas y me come todo el chocho, que bien lo haces tío, pienso. Después se agacha y me chupa el clítoris. Que bien lo come este chico. Ya estoy súper mojada y vamos a follar.

Ahora se pone un condón y se dispone a penetrarme. Supongo que su condón no es muy fino, pero que le vamos a hacer. Vamos, al lío.

Me la mete toda, y a diferencia del tal Luis, entra a la primera.

-Ufff.

-Baja la voz, me dice, que nos van a oír.

Empezamos a follar, y me folla como nunca, con el mete y saca me vuelve loca, no puedo evitar gemir, pero bajito, para que no nos oigan. Él está de pie y yo sentada de culo en el asiento del probador, con las piernas para arriba y sigue dándome bien fuerte.

Me la saca y quiere que me ponga encima de el ahora. Obedezco al momento y le cabalgo con las piernas abiertas dejándole ver mis tetas casi en su cara. No puedo resistir el gusto que me da, y casi no puedo aguantar gemir en alto, pero él me dice que no grite, que lo entiende, que el también gritaría pero nos pueden oír.

Después de un rato, decido cambiar de postura y esta vez me pongo de culo a él, pero igualmente cabalgándole.

Boto sobre su polla bien botada, subo y bajo como una loca, a los poco minutos el ya no puede más. Se sale de mí, se pone de pie y conmigo en cuclillas, se corre en mi cara. Sus chorros de semen llenan mi cara, debe de llevar mucho sin correrse.

Me limpio la cara con unos clínex y él se saca el preservativo, lo envuelve en más clínex y tras vestirnos, salimos de allí, sin haber comprado nada. Colgamos el sujetador y las bragas en una percha y las bragas han debido de quedar para el arrastre.

Nos despedimos y quedamos para otro día. Espero otra sesión de sexo salvaje.

Pasan dos semanas y ya llevo la rutina de masturbarme con el vibrador por la mañana, follar con mi doctor a mediodía y por la tarde con mi chico de la página. Pero esto afecta a mi trabajo, falto algún día que otro y mi jefe amenaza con despedirme. Mi adicción al sexo me va a salir cara.

Un día mi jefe, después de una gran bronca, me cambia el turno y me hace trabajar 12 horas seguidas, haciéndome cerrar la tienda.

Estoy a punto de cerrar ese día la tienda, cuando alguien entra.

-Vamos a cerrar, le digo, sin darme cuenta de quién es. Estaba de espaldas en la caja.

De un salto se pone frente a mí. Es José.

-Guarra, cierra la tienda ya, me dice.

-¿Qué te pasa José?

-¿Qué, que me pasa? Que eres como todas, una calientapollas, y cuando me has calentado, me dejas tirado y no te lo consiento.

Se acerca a mí y me pone una navaja en el cuello.

-Cierra ya la puerta, zorra.

Yo estoy muy asustada y cierro la puerta de la tienda como me dice. Me arrastra y me lleva al almacén.

-Qué recuerdos me trae esto. Aquí pasamos buenos momentos.

Me tira al suelo y me ata las muñecas a una estantería de metal con una cuerda que llevaba.

Se agacha frente a mí y me arranca la blusa y el sujetador, dejándome con los pechos al aire. Me los chupa y me besa la boca, pero yo le rechazo, volviendo la cara. Me da un guantazo que me hace sangrar un poco por la boca y la nariz.

Estoy hecha polvo, ¿por qué actúa así conmigo? Ahora me quita el pantalón y las braguitas y me deja desnuda. Me penetra violentamente, sin protección y no puedo hacer nada para impedírselo, me ha vuelto a poner la navaja en el cuello.

Mientras me viola, no me mira, solo gime como una bestia. Después de un rato, se corre por fin, pero no ha acabado todo. Me pone a cuatro patas y me dice:

-Ahora vas a saber lo que es perder la virginidad de tu culo, guarra.

No, no quiero creerlo, quiere violarme analmente. Nunca pensé ni en mis peores sueños que podría hacerme eso.

Me separa un poco las piernas y siento en el acto su polla dentro de mi culo. Su polla está destrozándome por dentro, no puedo aguantar el dolor y el hijo de puta todavía no se corre. Unos minutos más tarde, que se me hacen eternos, por fin se corre y cuando saca su polla, estoy sangrando.

Me desata, se viste y me coge la llave, sale de la tienda y oigo que echa el cierre, pero no del todo. Mi culo está sangrando mucho, me pongo papel, me visto cómo puedo y salgo a la calle, cerrando la tienda, pero con mucho dolor. Voy a la casa donde tiene consulta mi doctor. Acaba de amanecer y es muy pronto, pero me siento al lado del portal.

Son las 8, cuando una señora me ve sentada en el suelo y le digo que por favor, que me abra, que voy a ver al doctor Ramírez. La señora, muy amable, me abre el portal y me dice que la consulta no empieza hasta dentro de media hora, pero que puedo esperar en el pasillo, hay un sofá allí, es una casa elegante.

A las 8 y 20 aparece el doctor, yo estoy con la cabeza agachada, rota de dolor y al principio no me reconoce.

-Disculpe, señora, me dice. ¿Tenía Ud. cita?

Le miro y entonces me reconoce.

-¡Claudia, eres tú! ¿Qué te ha pasado?

-Me han violado.

-Anda pasa dentro. Abre la consulta y me acompaña adentro.

Se le ve preocupado mientras me examina. Me mira la vagina para ver si hay algún desgarro, pero parece estar todo bien. Mi culo es el peor. Tiene un desgarro y el doctor me lo cura bien, aunque me recomienda denunciar e ir a un hospital.

-No pienso denunciar, le digo. Ese tío está loco y podría hacerme más daño si se entera.

-Como quieras, no puedo obligarte. Pero tengo que decirte una cosa.

-¿El qué?

-Que eres ninfómana. Y deberías saberlo.

-Ya lo sé.

-Necesitas tratamiento.

-Tal vez.

-¿Cómo que tal vez?

-Que me gusta follar y no quiero ir al médico.

-Pues ahora has ido al médico.

-Pero eres tú, es distinto y eso.

La discusión no llevaba a nada, así que me dijo que confiaba en mí para dejarme las llaves de su casa y que podía quedarme unos días, hasta que estuviera mejor. Solo me ponía una condición: Nada de sexo mientras viviera con él.

Recogí lo poco que tenía en mi piso y le dije que a mi casera que me iba por un tiempo. Ella no pareció asombrarse y nos despedimos. En un par de horas ya estaba instalada en casa del doctor. Al parecer ya vivía solo. Tenía una casa bastante acogedora y no demasiado grande para dos personas, supongo que no pensaban tener hijos por el momento. Así que viviría con él por el momento y sin nada de sexo. Lo malo era que no sabía que pronto volvería a caer en la tentación.

Un mes después tenía un nuevo trabajo. Ahora trabajaba con más gente en un almacén y se me había olvidado el daño que me hizo José. Una mañana al levantarme, estaba en el baño y vi en una bolsa el consolador que me había comprado y me quede parada mirándolo. Hacía tiempo que no lo usaba y pensé: ¿por qué no?

Lo puse en marcha y volví a quedarme mirándolo, estaba en sujetador y bragas y tras dejarlo en el baño, me quité las bragas y apunté a mi “zona noble”. Me acariciaba los pechos y los pezones, mientras me masturbaba y estaba a cien. Casi se me había olvidado el placer que me daba el “aparatito” tan pequeño y tan bueno, dispuesto a satisfacer los deseos de una chica salida como yo.

A los cinco minutos me había corrido como una loca y seguí dándole caña, mi coño chorreaba jugos y estaba a punto de irme por segunda vez.

Terminé sentada en el suelo del baño, toda mojada y con dos orgasmos fabulosos. Me apresuré a guardar el aparato, limpiar el suelo, manchado de mis jugos y me di una ducha rápida.

Me fui al trabajo y me olvidé un poco del sexo. Al volver al piso me encontré con que el doctor ya había vuelto. Hablamos y cenamos. Yo dormí en su habitación y él quiso dormir en el sofá, le propuse dormir juntos, sin tocarnos, pero él no se fio.

El nuevo día comenzó normal, él se fue a trabajar y yo me puse a navegar por internet, cuando me acordé de mi chico de la página, hacia un mes que no nos veíamos y decidí escribirle. La calentura volvía a hacer estragos en mí. En cuanto recibió mi mensaje, me contestó. Se había quedado colgado de mí y le extrañaba no haber vuelto a saber nada. Quedamos para vernos en dos días y le propuse ir al centro comercial para recordar la primera vez que nos conocimos.

No tomamos nada y nos fuimos derechos a los probadores. Otras pobres bragas iban a quedar para el arrastre. Lo hicimos en todas las posturas que se nos ocurrieron, yo cabalgándole, el encima mío, a cuatro patas, hasta que llamaron a la puerta del probador, llevábamos como una hora dentro y había gente esperando, mucha gente, a esas horas el centro comercial se había llenado.

Al final tuvimos que comprar el conjunto con el que habíamos follado, para que no se dieran cuenta de nada y volvieran a ver las bragas húmedas.

Nos despedimos y yo me llevé la ropa interior sexy, que escondí como pude en casa del doctor.

Como mi doctor no quería follar conmigo, me faltaba un vértice del triángulo, así que tenía que buscar un tercer ángulo. Lo descubrí en el dependiente del sex-shop.

Una tarde entré y me quedé mirando las pollas de plástico. Al poco le miro a él, y luego a las pollas, a él y a las pollas y el chico se empezaba a extrañar. Me acerco al mostrador y me tumbo sobre el a preguntarle una tontería y le miro directamente al paquete.

-Oye, le pregunto. ¿Cuál de esas pollas crees que se asemeja al tamaño de la tuya?

-¿A la mía? Y se pone a mirar hacia la estantería. ¡Oye tía, no seas guarra!

-De verdad, anda. Dime de que tamaño es la tuya.

Se queda un momento pensando y sale de detrás del mostrador y se va a donde están las pollas colocadas y coge una. La mira, la deja y coge otra más pequeña.

-Más o menos así, me dice.

-¿En serio? ¿Esto que serán, 15 cm?

-Agacha la cabeza y me dice: Que va tía, en realidad es más pequeña.

-Me gustaría verla, le digo.

-No sé si quiero enseñártela, te deprimirías. Mi novia siempre se masturba con un consolador, le parece súper pequeña y no quiere follar conmigo, solo que se lo coma. No sé cómo aún seguimos juntos.

-Anda, venga, enséñamela.

-Vale, está bien, pero luego no me digas que no te lo advertí.

Se va a cerrar la tienda y me dice que pasemos al almacén, aunque nadie pueda vernos con el cierre echado, prefiere que vayamos atrás.

Se desabrocha el pantalón y se lo baja un poco. Se queda parado.

-Vamos hombre, enséñamela.

-Tú lo has querido, mira. Se baja el calzoncillo y veo su pene, es pequeñito y aunque no está erecto, me imagino que cuando la tenga tiesa, no pasara de los 13 cm.

Aun así, me agacho, la cojo con mi mano y la examino. El chico se queda mirándome, pero no dice nada, ni opone resistencia. Entonces me la meto en la boca y empiezo a chupársela.

-Umm, que rico lo haces, me dice.

-Soy una maestra, le contesto. Sigo chupándosela y empieza a crecer un poco.

Al cabo de un momento, veo que su pene no va a crecer más.

-No te compliques la vida, tía, esto no crece más.

-Tranquilo, esto tiene solución. Sigo masturbándole y después de un momento le dejo, y me voy a la sección de condones.

-¿Dónde tienes los condones con texturas?

-Ahí, al lado de las vaginas de goma.

Miro bien y encuentro unos con doble estriado. Para un placer mayor, leo, tanto para hombre como para mujer.

Saco uno y se lo pongo al chico. Él se mira el pene y luego me mira a mí.

-A grandes males, grandes remedios. Le digo.

Yo me bajo el pantalón y las braguitas y me masturbó un poco. Él está algo más duro. Cojo su pene y me lo introduzco. Aunque no tenga 17 o 18 cm, con el condón estriado, le siento bien.

-Ahora verás que el tamaño no es lo todo, tu novia es tonta.

Me apoyo contra la pared y le agarro del culo y le apretó contra mí.

-Fóllame fuerte, machote.

El chico empieza a bombearme con ganas, el condón estriado compensa su tamaño y disfruto como si la tuviera de 20 cm por lo menos. Lo malo que es los dos con los pantalones por los tobillos estamos a punto de caernos al suelo.

Llevamos media hora haciéndolo y yo ya me he corrido dos veces. El aguanta como un campeón y luego pone ojillos, hecha la cabeza para atrás y se corre con un grito.

-Joder tía, ¿te ha gustado? A mi mucho.

-Sí, mucho, ya te lo dije, el tamaño no es lo todo, puedes satisfacer a una tía de muchos modos, aunque no la tengas enorme.

-Gracias, me has subido la autoestima.

-Y otra cosa también.

-Ah, sí, jajaja.

Nos vestimos y nos despedimos, el decide cerrar del todo la tienda e irse a su casa. Me dice que si su chica no quiere volver a follar con él, la dejara y se liará conmigo.

-Tranquilo, sin prisa. Vaya por dios, otro que se va a enamorar de mí, pienso.

De vuelta a la rutina, sigo trabajando y follando, el problema es que mi chico de la página, se empieza a sentir agobiado. Le parece que le estoy pidiendo demasiado sexo, así que deja de escribirme. Yo me sigo masturbando y una tarde decido ir a ver al chico del sex shop, ni siquiera sé cómo se llama y me lo subo al piso.

Cuando estamos casi desnudos con el calentamiento en marcha, se abre la puerta. Es el doctor que nos pilla a los dos encima del sofá.

-Eres una ninfómana, me dice. Te abrí las puertas de mi casa y ¿así me tratas? ¡Largo de aquí! ¡Fuera! ¡Los dos!

Yo cojo las cosas y le empujo al chico para que salgamos de aquí. Me vuelvo a la habitación y rápidamente termino de recoger lo poco que me quedaba y salgo de allí. Antes de salir con un portazo, me fijo en que unas lágrimas asoman por sus ojos.

Ahora vago por la calle, sin casa y sin rumbo...

Continuara...

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