Nuevos relatos publicados: 10

Mi padre y su amigo

  • 8
  • 36.626
  • 8,47 (17 Val.)
  • 2

Hola a todos! Desde hace un tiempo que vengo leyendo relatos en varias páginas y me he atrevido a contaros mi historia y de paso, poder desahogarme un poco. Mi nombre por cuestiones obvias lo voy a omitir y me llamaré Sara. Pues bien, actualmente tengo 21 años pero esto me pasó tras cumplir los 18. Soy una chica sencilla la verdad, el pelo largo y un poco ondulado, los ojos verdes, un pecho pequeño pero redondito y firme y un culo más sobresaliente. El caso es que tras terminar bachiller, me puse a buscar trabajo para el verano. A mediados de junio me cogieron de camarera en una discoteca (de aprendiz más bien). Yo quería ganar dinero para ahorrar e irme de casa lo antes posible ya que era un descontrol la situación: Mi madre trabajaba muchas horas y a penas la veía, y mi padre es un alcohólico y cuando llegaba así a casa, era inaguantable.

El caso es que un día a eso de las 1 de madrugada llegaron dos señores y se pusieron al fondo de la discoteca en la parte de los sofás. Fui a atenderles y cuanto más cerca estaba de llegar junto a ellos, más conocido se me hacia uno. A escasos metros de tomarles nota, me di cuenta de que estaba mi padre. Y mi corazón comenzó a latir muy fuerte. Él no sabía que yo trabajaba siquiera, y de seguro no le haría pizca de gracia. Pero tampoco podía no atenderle o mi jefe acabaría echándome. Por suerte, llevábamos dos días celebrando una fiesta en la discoteca en la que había que disfrazarse. Las camareras no teníamos necesidad de hacerlo ya que nos impediría hacer bien nuestro trabajo, pero cogí (más bien, robé) una máscara roja con purpurina que tapaba mitad de la cara, esperaba que eso me llegase para que no me reconociera. Por suerte no se había percatado de que era yo, estaba un poco borracho al igual que su amigo. Ellos me pedían cervezas una y otra vez y yo, aunque quería negarme porque sé cómo llegaría a casa, no podía ya que implicaría, seguramente, que me reconociese. Su amigo empezó a verme con ojos de lujuria y cada vez que iba notaba como él se apretaba su polla por fuera del pantalón. Pero la sorpresa fue cuando mi padre empezó a hablar conmigo y a tocarme la pierna (llevaba una falda con volantes un poco por encima de las rodillas y una camiseta blanca cómoda). Él me decía que si no era muy jovencita para trabajar, que cuántos años tenía y demás, mientras me acariciaba la pierna y me la agarraba. Yo respondía mientras trataba de que dejara de agarrarme ya que se me hacía muy violenta la situación. En alguna ocasión llegó a tocarme el culo, y agarrármelo. Así que llegó un punto que no aguantaba tanta rabia y asco y fui junto a mi jefe a decirle que esos dos hombres me tocaban y no quería atenderles más. A lo que él, habló con seguridad y los echó de la discoteca.

Ya al salir del trabajo fui andando hacia casa, cansada y con frío. Por el camino me encontré a mi padre y su amigo, quienes fingían no estar borrachos.

- Hola- dije

-Oye, tú qué haces a estas horas en la calle? No habrás quedado con algún malandro no?- me decía borracho.

- Qué?? No…! vengo de salir de fiesta con mis amigas..

- Y por eso te vistes como una puta?- a este tipo de comentarios me tenía que atener yo continuamente.

- No soy una puta! Tan solo es una falda, papá! Ya está... déjalo.

-Venga ven, nosotros vamos a por el coche.

- Se nota que estáis borrachos, no deberías de conducir siquiera- dije enfadada

- Yaa! Mira que niñita insolente me salió David, rechistando siempre a su padre.- le decía a su amigo mientras me agarraba del brazo fuerte.

- Yaa no pasa nada, conduzco yo - dijo David quien también estaba igual o más borracho que mi padre.

Así que por no discutir más y que mi padre me dejara en paz, le hice caso y fui con ellos en el coche. Yo estaba agotada, no estaba acostumbrada a trabajar, y menos de noche así que me quedé dormida de camino a casa. Cuando me despertaron, no estaba en mi casa, estábamos en la casa de David quien se había confundido ya que, entre el alcohol y el hábito de ir a casa, hizo que se olvidara de dejarme a mí en la mía. Así que le dijo a mi padre que nos quedáramos a dormir allí y que por la mañana ya nos bajaba a casa. Cuando mi padre aceptó yo no pude evitar poner cara de asco y enfado a lo que mi padre me arreó una bofetada tan fuerte que caí al suelo.

-niña insolente, agradece que te deja dormir aquí! Y no pongas esas caras, estúpida!

Yo me limitaba a llorar en el suelo, mientras mi padre se fue y entró en casa, David quedó de pie, mirándome. En cuanto mi padre entró, se agachó y acariciándome la pierna me preguntó si estaba bien. Enfadada me levanté y dije que dormiría en el coche si a él no le importaba a lo que me contestó que no le diera más motivos para que mi padre se enfadara y que entrara en casa.

Ya en la habitación de invitados, me dio una camiseta y un pantalón de él a modo de pijama ya que no tenía nada de chica, pues vivía solo. Le di las gracias y me cambié pero el pantalón me quedaba tan grande que se me caía si andaba así que me quede solo con la camiseta puesta, que me quedaba un poco más corto que la falda, y el tanga. Desde la habitación pude escuchar como mi padre y David hablaban de mí. David le decía que estaba muy crecidita, que hacía años que no me había visto (yo ni me acordaba de él), que si las niñas desarrollamos antes, que era una mujer en un cuerpito de niña, etc. Mi padre afirmaba todo pero no decía mucho más. Y escuchándolos, me quedé dormida.

No me acuerdo que soñaba, pero recuerdo la sensación de placer en mi cuerpo. Poco a poco me fui despertando y empecé a notar cosquillitas en mis pezones. Notaba la respiración de alguien cerca de mí. No supe que hacer, me sentía caliente pero alguien estaba tratando de aprovecharse de mí. Quise esperar un poco por si se cansaba y se iba, mientras tanto yo seguía haciéndome la dormida. Mientras él me tocaba los pezones y jugaba con ellos, notaba su respiración en mi boca. Se atrevió poco a poco a besarme, me daba piquitos. Hasta que sacó su asquerosa lengua y temblorosa y empezó a humedecer mis labios. Yo dormía con la boca un poco abierta y él metía su lengua en mi boca, tratando de abrirla más hasta que encontró la punta de mi lengüita. Era asqueroso, pero me empezaba a gustar la situación. Acabó subiéndome la camiseta y soplando suavemente mis pechos, pasándole la lengua poco a poco. Pude escuchar el movimiento de cómo se tocaba mientras jugaba con mis pequeños pechos. Pero después de escuchar un ruido, se debió de asustar... y se fue. Dejándome con una sensación muy desagradable de odio y asco pero también de placer. No sabía que me pasaba.

A la mañana siguiente, me despertaron para que fuera desayunar y como me tardaba ya que estaba muy cansada, pasé de cambiarme y bajé como estaba (con esa camiseta que hacía de vestido). En cierta forma, supongo que también quería provocar un poco. Pero, buscando en la lacena los cereales que me había dicho David, se me cayó unos cacharros al suelo lo cual hizo mucho ruido. De inmediato mi padre arrastró la silla levantándose y se dirigió hacia mí para darme una bofetada de nuevo. Pero David le frenó. Por un momento le di las gracias en mi cabeza pero todo eso se derrumbó enseguida. Le dijo a mi padre que no era forma de castigarme y que así no aprendería. Que su padre castigaba a su hermana cuando eran pequeños con azotes en el culo. Para que se sintiera humillada y supiera comportarse como una señorita. A continuación le dijo, pruébalo. Y se quedó desafiante mientras miraba a mi padre. Él obedeció, me agarró por el brazo y me llevó a la fuerza al salón. David le explicaba cómo hacerlo. Él debía sentarse y yo tumbarme boca abajo sobre sus piernas.

-Ponte como te está diciendo David niña! - me gritaba

-No... No quiero. Por favor, papá!- le suplicaba con lágrimas en los ojos.

David me empujó la espalda hacia abajo poniéndome el culo hacia él, y el pecho sobre las piernas de mi padre. Me dobló las rodillas para que no estuviese de pie y colgara sobre las piernas de papá. Luego le dijo, "súbele la camiseta y azótale en el culo". Y así lo hizo. Yo temblaba y lloraba. Pero el no paraba. Me decía que no gritase que si no seguiría. Pero me costaba mucho no hacerlo. Le suplicaba que parase. A lo que David le dijo a papá que no era suficiente, que me bajara el tanga. Que yo era su hija y le pertenecía y podía hacer conmigo lo que a él se le antojase. Empecé a notar como sus azotes eran un tanto más suaves y lentos pero que solo se centraban en mi cosita. De un momento a otro dijo que era suficiente. Me ordenó levantarme y vestirme y nos fuimos para casa.

Pensando que todo había terminado, tonta de mi... Me di cuenta que no había hecho nada más que empezar. Si os gusta... os cuento qué pasó después.

(8,47)