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(6) Reflexiones sin bragas

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Ni siquiera sabía cuántas horas llevaba estudiando. Joder, es que no sabía ni qué hora era. Encerrada en su cuarto y con la luz del flexo era complicado adivinar si era tarde o ya de noche. Lidia Ortiz decidió hacer un alto y tomar un respiro. Puta selectividad. Iba a acabar con ella. “Necesito otro café”, pensó. Hoy llevaba ya cinco, y la necesidad de un principio pasó a la adicción.

Estiró los brazos, bostezó y salió de su cuarto.

Justo en el pasillo empezaron las sorpresas.

Un bellezón sin igual cruzó al fondo desnuda y con movimientos muy femeninos y sensuales. Era tan hermosa que Lidia quedó paralizada. ¿Fue una visión debido a tanta cafeína o era real? No había palabras para describir esa belleza nata.

Lidia reaccionó y fue detrás buscando a esa maravilla hecha cuerpo. La encontró en la cocina asaltando el frigorífico. Ahora pudo recrearse mejor y comprobar que la belleza de al comienzo se triplicó viendo los detalles y los contornos sexis de aquella jovencita. Lidia se quedó en la entrada de la cocina embelesada con Ana Etxeberría. Ella se apropió de un zumo de piña y embutidos. Todo para su estómago abdominal y dura como una tabla.

-Hola, linda –sonrió Ana al ver que tenía compañía. “Madre mía”, pensó Lidia al ver sus hoyuelos marcados en las mejillas al sonreír-. ¿Quieres?

-No, gracias.

-El sexo me abre las piernas y también el estómago.

-¿Eres amiga de mi hermano?

-Sí, me lo acabo de follar en su cama.

-¿Eres puta?

-Todas somos putas, querida.

-Yo no lo soy.

-Pues tienes un tipazo. Tu podrías ganar mucha pasta jodiendo.

-¿Tipazo? ¿Yo? No me regales el oído.

-¿Crees que te miento? Yo soy una experta en el tema y tú tienes una follada de primera.

-Debes ser la primera en pensarlo.

-¿A qué vienen tantas dudas? Una mujer debe valorarse para entregarse al máximo.

-Díselo a Diego. Llevo detrás de él dos años y pasa de mí.

-Quizás no has usado los métodos apropiados.

-¿Y qué métodos debo usar?

-Para empezar vas vestida ahora como una mojigata de 18 años. Ese chándal sobra. ¿Desde cuándo no lo lavas? Está descolorido y ni siquiera es de marca.

-Es cómodo. Me lo pongo para andar por casa.

-Para andar por casa debes ir en pelotas.

-¿Desnuda? Mi madre me mataría.

-¿Y quién manda en tu vida? ¿Tú o tu mamaíta?

-Yo.

-¿Lo ves? Vamos progresando. A los tíos les encanta que seamos unas zorras. Lo llevan en sus genes. Nos ven como yeguas que deben domar y montar. Es instinto masculino. Para ellos, es un hobby llamarnos putas o calientapollas. Y te hablo de chicos de instituto, maridos con hijos u hombres que van a misa los domingos. Así son todos. Y nosotras debemos adaptarnos a sus condiciones. La polla manda y nosotras de rodillas.

-¿En serio? Wow.

-¿Quieres conquistar a Diego?

-Por supuesto. Haré lo que me digas.

-Lo primero es cambiar de vestuario. Ese chándal haraposo a la basura. ¿Tienes un top que te marque las tetas?

-Sí, claro.

-Vamos bien. ¿Y una falda que sea muy corta? Para enseñar muslera y caderas.

-Sí, pero hace tiempo que no me la pongo. Mi madre no me deja.

-Joder con tu madre. Seguro que se educó en un colegio de monjas.

-¿Cómo lo sabes?

-Yo lo sé todo, querida. ¿Me dejas que te haga un pequeño corte en el pelo?

-¿Qué le pasa a mi pelo?

-Necesita nutrientes y cortar las puntas. Parece que tienes un cacho de estropajo en la cabeza.

-¿Eres peluquera o qué?

-Yo sé hacer de todo. Soy una autodidacta. Yo aprendo sola. No necesito cursos ni másters. Además, tengo memoria fotográfica.

-Eres alucinante, Ana.

-Para ti Ani.

-Vale. Ani. ¿Y qué más me recomiendas?

-Anda hasta mí, vamos.

Lidia no preguntó y lo hizo.

-¿Así andas? Eso es un pato mareado.

-Así ando siempre.

-Hay que pavonearse. Zorrear en el paso. Mira.

Ana soltó las caderas y anduvo por la cocina.

-Joder… -Lidia se sorprendió de su clase y elegancia.

-¿Lo ves? De este modo te follan diez veces por la calle. La clave está en la insinuación. Cortejar con el lenguaje corporal. Primero son los ojos y luego el coño, no lo olvides.

-Vale.

-¿Te estás quedando con todo? No me gusta dar consejos en vano.

-Sí, Ani, lo tengo todo en la cabeza.

-No. Lo debes tener todo aquí –se agarró ella misma su entremuslo-. Aquí está el meollo del asunto. Si eres una buenorra pero follas de pena, no sirve de nada. Todo es un conjunto. Belleza. Sexo. Y estilo.

-Genial.

-No llevarás bragas de Hello Kitty, ¿no?

-No, que va.

-No te creo. Bájate los pantalones –la puso Ana a prueba.

Lidia sonrió y se fue desprendiendo de la ropa hasta quedarse únicamente en bragas.

Ana aplaudió satisfecha.

-Tienes madera de puta, ¿lo ves? Te lo dije, Lidia.

-Gracias.

Ana se aproximó y se fijó en las bragas de Lidia.

-Debes saber que una mujer puede definirse por su lencería. No hacen falta estudios ni perfiles. Ves sus bragas y ya conoces todo sobre ella.

-¿Y qué te dicen mis bragas?

-Autoestima muy baja. Tanto que has dejado de cuidarte hace mucho tiempo. Tus bragas son de dos euros en el mercadillo. Un chico ve esto y sale espantado.

-Otra vez aciertas en todo.

-Pero estás muy tonificada pese a no hacer gimnasia. Tu depilación es aceptable. Tus tetas firmes y bien puestas. Tripa recta y sexi. Aquí hay sexo para rato. Quítate las bragas. ¡Ahora!

Lidia obedeció y quedándose del todo desnuda.

Ana dio círculos a su alrededor examinándola.

-Ninguna estría. Ni grasa sobrante. Ni piel de naranja. Eres un diamante pero sin pulir. Solo necesitas unos arreglos y tendrás el mundo a tus pies. Además, tienes un potorrito precioso.

-¿De verdad?

-Mal depilado, pero tienes un tesoro escondido entre muslo y muslo.

Ana palmeó su culo con la mano.

-¡Au! ¿Qué haces?

-Tienes el culo duro. Es increíble. Tus nalgas ni se mueven.

-¿Y eso es bueno?

-Muy bueno. No lo tienes caído ni fofo. Me tienes sorprendida, Lidia.

-Gracias, Ani.

-Veamos –se colocó Ana frente a frente con ella y la agarró del coño.

-Ahhhh… ¿Qué coño haces?

-Tú misma lo has dicho. Coño.

Los dedos de Ana encontraron el clítoris y empezaron a frotar.

-Ahhhhhh, joder… ¿Esto es necesario?

-Quiero ver cómo te comportas en el sexo.

Lidia separó los muslos instintivamente.

-Apóyate en mis hombros.

-¿Así?

-Así. ¿Mejor?

-Sí, mejor.

-Mírame a los ojos. Nunca bajes la cabeza. Eso es. Buena chica.

-Uuuuuy, qué bien lo haces.

-Suelo hacerlo ocho o nueves veces al día.

-¿Cobrando?

-A mi me sobra el dinero. Yo solo quiero pasarlo bien y exprimir la vida a tope. Voy a acelerar el frotamiento, ¿preparada?

-Sí, dale ahí.

Y Ana así lo hizo.

-Ahhhhh, coño… -gemía Lidia como una cachorrilla.

-No te preocupes si encharcas el suelo. Yo lo limpio con la fregona.

-MMMMMMM… No me dejes nunca, Ani… Te quiero en mi vida. Quiero esto y más.

Ana sonreía enternecida.

-Ahhhh… ohhhhhh, joder… esto es una pasada…

-Pues esto es solo el principio. ¿Quieres que sea tu Madame? Yo te busco clientes y tu follas para mí. Las ganancias serían tuyas en un cien por cien. Mi única condición es grabarlo todo en vídeo. ¿Aceptas?

-S… s…. buffff… sí, sí…

-Bueno, preciosa, llegó el momento de correrse.

-Espera, espera, quiero disfrutar un poco más.

Ana la complació con eso y un beso lésbico. A Lidia le encantó y buscó su lengua, la encontró y la chupó.

-Ani… buuuuufff…

-Dime, mi zorra.

-Hay… ayyyyy… un… mmmmm… problemaaaaaaaah…

-¿Cuál?

-Me he eeeeeh enamorado de tiiiiiiii…

-Lo sé, gimes como una enamorada –volvió Ana a besarla.

Los dedos de Ana frotaban frenéticamente. Agilizó la mano para que llegara el clímax. Y lo logró en un minuto.

-Ya ya ya ya YA YA YAAAAAAAHHHHHH… -gritó Lidia como una puta de instituto.

Ana rió encantada.

Un chorro de flujo cayó sobre el suelo como una pequeña cascada de agua.

-Uuuuuy… mmmmm… no muevas la mano, porfi…

Ambos cuerpos quedaron pegados y sintiendo el latir del corazón la una de la otra.

-Uy… uy… uy… -daba Lidia saltitos espasmódicos.

-Bravo. Te has corrido de arriba abajo.

-Ha sido la paja de mi vida.

-¿Te ha gustado?

-Vamos, bestial.

-Tienes un clítoris muy bonito y suave.

-Quiero follarme a Diego.

-Así me gusta. Te lo vas a follar y cobrándole.

-¿Cómo dices?

-Te va a encontrar tan bella y puta que te pagará por sexo.

-¿Tú crees?

-¿Has terminado de correrte? Hay mucho que hacer.

-Me pongo en tus manos, bueno, o en tu coño –rió Lidia.

-¡Choca! –puso Ana el culo y Lidia lo cacheteó-. ¡Yeah!

-¡Uuuh!

-¡Ani! ¿Dónde coño estás? ¡La tengo dura otra vez! –se escuchó lejanamente una voz masculina.

-Vaya, mi hermano te llama.

-Tranquila, me lo follo en un minuto y hablamos, ¿vale?

-Vale. Te espero en mi cuarto. No tardes –recogió Lidia su ropa y enfiló el pasillo.

-Ahora voy y no olvides que eres mi zorrita –la palmeó en las nalgas.

-Toda tuya.

-Ven aquí –la volvió a besar antes de encerrarse con su hermano en el cuarto.

Allí le esperaba el hermano tirado en la cama.

-¿Dónde te habías metido, joder?

-Lo siento, cariño, estaba soltando un zurullo más grande que mi culo. Creí que tendría que ir a urgencias a que me pusieran puntos, pero ya estoy lista para tu polla.

-Pues venga, sube arriba y a saltar que para eso te pago.

-Tienes una hermana encantadora.

-No creas nada de lo que te diga. Es una palurda con útero.

-Ya veremos mañana.

-¿Cómo dices?

-Que te voy a follar enterito.

-A ver si es verdad. Ya tardas y se me baja.

Y el coño de Ana atacó como un tanque blindado.

... continuará.

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