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Tia Luci en manos de la mafia

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Mi nombre es Pedro y escribo esta historia, totalmente real, en boca de su protagonista, que vivió esta situación hace tiempo.

Soy Jose Manuel, tengo 18 años y esta es mi historia.

Cuando aprobé mi ingreso a la universidad, tuve que trasladarme a vivir a la capital. Mi familia quería internarme en un colegio mayor, pero mi tio Fran, hermano menor de mi padre, se negó a que su sobrino estuviera en una residencia, teniendo una casa enorme, una vivienda unifamiliar en las afueras de la ciudad, eso si, alejada del resto de las casas, y no demasiado bien comunicada con el centro.

Mi tío Fran, siempre había sido el más independiente de la familia. Todos sospechábamos que estaba metido en negocios poco claros, pero salvo algún pequeño incidente, de joven con la policía, pasaba por un ciudadano ejemplar.

Mi tía Luci, es una auténtica preciosidad. Lleva casada con mi tío 15 años. En la actualidad, tiene 40, pero muy bien llevados. Rubia, ojos verdes, más bien de baja estatura, pecho abundante, en fin, un bombón maduro.

Si algo me ha sorprendido en el tiempo que llevo viviendo con ellos, es el amor que se tienen. Siempre se hablan con palabras bonitas, las miradas, los besos que se dan a escondidas, pensando que no los miro, aunque más de una vez, me masturbaba pensando en ella cuando me iba a la cama.

Luci, fue educada en un colegio religioso. La moral, la fidelidad y la decencia, formaban parte de su vida cotidiana.

Me gustaba mucho mi tía. Creo que era la mujer perfecta para Fran. Supera en más del doble mi edad, pero tenía algo especial. Si por una mujer, hubiera puesto la mano en el fuego, en mi seguridad que jamás sería infiel, sería ella.

Aquel viernes por la tarde, yo estaba de exámenes, y me quedé en casa para estudiar. Fran, había llamado para decirle a Luci que pasaría a recogerla sobre las 9,30 para ir a cenar, y celebrar de esta forma su aniversario de bodas. Estaba realmente guapa con aquel vestido corto negro, a la altura de los muslos, mientras sus piernas eran cubiertas por unas tupidas mallas. Yo estaba en pijama, puesto que pensaba quedarme en casa y estudiar hasta tarde.

Oí el timbre de la puerta, y mi tía gritó diciendo, voy yo, será tu tío. No oí más. A los pocos segundos, dos hombres armados entraron en mi habitación. Me sacaron a empujones y me bajaron al salón de la casa.

Cuando llegué, vi que había dos hombres más. Mi tío Fran tambien estaba abajo. Supongo que le habrían secuestrado cuando iba a entrar a casa.

La escena era escalofriante, ambos estaban atados de pies y manos, sentados en el sofá. Su bocas tambien estaban tapadas con cinta de embalar, la misma que habían utilizado para inmovilizar el resto de sus cuerpos.

Me llevaron en volandas, de malos modos, hasta el sofá y nos quedamos los tres sentados. Me ataron, aunque a mi no me sellaron la boca, ni los pies. Como te llamas?, preguntó el que parecía el jefe. Jose Manuel, respondí, yo Leo respondió él. En esos primeros momentos, parecía hasta humano.

Pensaba que eran unos ladrones, buscarían dinero y joyas, pero cuando los empecé a oir hablar, me di cuenta que tal vez Fran, estaba implicado en algo poco claro, y, por supuesto, no era el robo el motivo por el que habían invadido la casa.

Se dirigieron a mi tío. Le empezaron a increpar. Le llamaban traidor, cerdo, confidente, membrillo, cabrón, y demás insultos.

Todos estábamos aterrados. Imagino que tan sólo Fran sabía lo que estaba sucediendo y los motivos por los que esos matones estaban en casa.

De un fuerte tirón, le arrancaron la cinta de la boca, para que pudiera hablar. En ese momento, todo tipo de improperios salieron de su boca. Os mataré a todos, no sabeis lo que os espera, todo ello, regado con las palabras más fuertes que podían salir de su boca. Y tú, Leo, refiriéndose al jefe, serás por quien empiece.

Un fuerte puñetazo en la cara y otro en la boca del estómago, dio al traste con todas las frases altivas de mi tío. Su cabeza se movió como un tentetieso, volviendo de nuevo a su sitio.

Los cuatro hombres eran auténticos gorilas. Tremendamente altos y fuertes. Mi tío era de complexión más bien delgada, algo que yo había heredado, y al igual que Luci, no demasiado alto.

Matadme a mi, pero dejad a mi mujer y mi sobrino que se vayan..........., expuso ahora, esta vez con un tono mucho más sumiso.

Unas risas rompieron sus palabras. Si quisiéramos eliminaros, ya lo habríamos hecho. Sólo queremos darte un escarmiento, que jamás olvides, y que sepas a quien no debes traicionar. Nunca has oído que no se debe morder la mano que te da de comer?

Fran, Fran, Fran. Qué vamos a hacer contigo?

Dejadnos marchar, por favor, y no volvereis a tener noticias mías. Nos marcharemos de aquí y no volvereis a saber de nosotros, suplicaba mi tío.

El problema, querido Fran, es que tenemos que darte un escarmiento, para que nadie vuelva a traicionarnos, tal y como has hecho tú. Vamos a darte una lección.

Traed a la mujer¡¡, dijo Fran. Cuando estuvo junto a él, pidió que le quitaren la cinta de la boca y que la desatasen.

A pesar del susto, y del agobio por la situación que estaba viviendo, tía Luci estaba realmente preciosa.

De nuevo, volvieron a tapar la boca de Fran. Atado a una silla enorme, no podía moverse, ni tan siquiera hablar.

Luci, vas a ser buena con nosotros, verdad? Mientras decía esto, una pistola apuntaba a la sien de Fran, y un cuchillo de grandes dimensiones, hacía lo propio, al cuello de mi tía. La tenía agarrada por la cintura con una mano, mientras que con la otra mantenía el cuchillo, la agarraba por los hombros.

Le dio un beso en la mejilla, y se apartó un poco de ella. Vamos a pasar un rato divertido. Somos 4 hombres, y un muchacho. No cuento al maricón de tu marido, que imagino que te tiene muy vista.

Queremos ver carne. Comienza quitándote esas medias tan castas que cubren tus piernas.

Mi tía, tiene unas piernas preciosas. Sino usaba ya minifalda en público, era por vergüenza, y por su edad, que no hacía que fuese lo más apropiado. De vez en cuando, en casa se ponía un pantalón corto, con los cuales, se mostraba realmente atractiva.

No me has oído? Quiero que te quites las medias. Ahora el tono no era socarrón, sino un puro grito, tremendamente violento.

Mi tía comenzó a llorar. Por Dios, están mi marido, mi sobrino, soy una mujer casada y pretenden que me quite la ropa, por favor, se lo suplico, márchense y déjennos solos.

Luci, que esté tu marido, da lo mismo, porque no te va a follar hoy. Que esté tu sobrino, será bueno para su educación como hombre, y que eres mujer, es algo que quiero comprobar en primera persona, así que comienza quitándote las medias.

Cuando vi que introducía sus manos por debajo del vestido, para comenzar a bajarse las medias, mi polla comenzó a hincharse. Tantas veces había pensado en como sería desnuda, cuando estábamos en la piscina, cuando me acostaba, que ahora, aunque en una situación forzaba, iba a desnudarse.

Aún haciendo tan despacio como podía, no tardó nada en tener las medias en sus manos.

Entre dos hombres sentaron a mi tía encima de la mesa. Se la veía totalmente avergonzada, humillada, y muy seria. Con sus manos, intentó cerrar la falda del vestido por debajo de las piernas, ya que era era muy corto, ideado para ser llevado con un pantalón o una tupida media como la que ella se había puesto.

Los otros dos hombres se acercaron tambien a Luci. Tocaban su pelo, le acariciaban la cara, y pasaban sus manos de forma descarada por encima de su vestido, de sus pecho y por sus piernas.

A pesar de tu madurez, he de reconocer que eres una mujer preciosa, dijo el jefe de los asaltantes. Todos ellos sonreían jocosamente, mientras que en mi, la situación provocaba sentimientos contrapuestos, ya que cada vez me sentía más excitado, al tiempo que me daba cuenta de la gravedad de la situación puesto que mi tía no paraba de llorar.

Luci, súbete a la mesa, ordenó Leo. Ella, que estaba sentada sobre la misma, se giró, subiendo las rodillas para subirse, momento que aprovencharon dos de los hombres para darle unas cachetadas en el culo, lo que ruborizó a la mujer.

Cuando estaba de pie, Leo le ordenó que se quitase su vestido, algo que comenzó a hacer sin dudar demasiado, por el terror que le producían los asaltantes, aunque tambien de forma muy lenta, lo que aún hacía más exctante el ver como se despojaba de su ropa y dejaba al descubierto sus bragas blancas de algodón primero, no demasiado pequeñas, tipo semitanga y su sujetador del mismo color, que hacía su función tapando y sujetando dos enormes senos.

En mi vida había visto un espectáculo de strepper, tan sólo en alguna película. Me odiaba a mi mismo, por sentir la excitación que provocaba su erotismo. Era mi tía, aunque bien parecida, no dejaba de tener 40 años. Por otro lado, yo la había visto muchas veces en bikini, cuando íbamos a la piscina, pero la situación no era la misma.

Ella estaba de pie, con las rodillas un poco flexionadas, humillada, llorando y suplicando que parasen.

Que te pasa, Luci?, preguntó irónicamente Leo. Por favor, no me hagan quitarme más ropa, replicó mi tía.

Las carcajadas se sucedieron entre todos los asaltantes. La pobrecilla continuaba llorando. En ese momento, Leo respondió.........

Está bien. No te obligaremos a que te sigas desnudando. Sé que es muy duro para ti hacer esto. Realmente el responsable de esto es tu marido y no tú, así que puedes bajar de la mesa.

Una expresión de alivio se reflejó en su cara e imagino que tambien en la de mi tío y en la mía propia.

Se colocó de pie, ya en el suelo, frente a los hombres. Leo secó sus lágrimas con su pañuelo. Parecía de nuevo tener sentimientos. No quieres seguir desnudándote, verdad? Preguntó el jefe.

Ella, aún sofocada, giraba la cabeza, negando.

No te preocupes, dijo Leo. En ese momento vi que uno de los hombres le ponía las manos detrás y con unas pequeñas esposas, que eran atadas por los pulgares, dejaron a Luci inmovilizada, con las pulgares atados a la espalda.

Ya ves Lucía, tus deseos los cumplo. Ya no tendrás que seguir desnudándote, puesto que lo haremos nosotros De nuevo sacó su enorme cuchillo amenazando a mi tía. Entre bromas y comentarios que intentaban divertir a sus hombres y humillar a la mujer, acariciaba su cara y su cuello con la punta del cuchillo. Acarició los pechos de abajo hacia arriba, de manera suave pero bajó hacia los hombros y cortó cada una de las cintas que sujetaban por arriba el sostén.

Leo no paraba de sonreir. La agarró con la cintura mientras la besaba por el cuello. Las cintas del sujetador, caían simétricamente por encima de sus pechos, mientras que la otra parte se desplomaba por la espalda. Ella seguía implorando piedad, y que parase aquella tortura, aunque con poca convicción, despues de todo lo que estaba viviendo.

Aunque hubiera sido sencillo desabrochar el sujetador por detrás y sacarlo, optó por cortarlo por la zona del canalillo, de una forma brusca. Por el tamaño de las tetas, el sujetador no cayó por si mismo, por lo que fue el propio Leo quien lo retiró.

Sus pechos se mantenían firmes. En esos momentos ya me encontraba muy excitado, totalmente empalmado, aunque la situación que vivían mis tíos era delicada.

Dos de los hombres se acercaron para ver más de cerca a la mujer. Le acariciaban los pechos, los besaban, tambien besaban su cara, la manoseaban por todos lados.En un par de ocasiones, desplazaban la prenda hacia adelante para verle su sexo desde arriba.

Uno de ellos se fijó en que yo no quitaba los ojos del cuerpo de mi tía e hizo el comentario en público. Todos rieron y Leo me preguntó, te gusta, verdad? A nosotros tambien. Mi vergüenza era enorme y agaché la cabeza..

Te gustaría verle el coño a tu tía? A que si?, preguntó uno de los hombres. No hablé ,por lo que me limité a mover cabeza, negando. Quien fue más explícita fue Luci, quien respondió por mi, exclamando no, por favor, no.

Seguro que si, respondió Leo por mi. Acto seguido tiró de la braga de Luci hacia abajo, muy poco, como un palmo, quedando al descubierto la mitad de su sexo.

Su vello púbico, sin era negro, lo que hacía ver que su cabellera de color rubio, era fruto del trabajo de peluquería. Estaba realmente bien depilado, muy cuidado, como todo su cuerpo.

No hubo necesidad de bajarle más sus bragas. Con el cuchillo, la cortó por el lateral derecho primero, y despues por el izquierdo. Despues, tiró hacia atrás, desde su culo, el trapo en el que se había convertido la prenda íntima, dejando totalmente al descubierto su coño.

Todos los hombres observábamos la desnudez de mi tía. Tenía las manos en la espalda, por lo que no podía tapar su cuerpo.

Leo tiró del pelo de mi tía quedando tumbada encima de la mesa. Dos de los esbirros, le agarraron las piernas, como si hubieran ensayado ciento de veces y se las separaron, quedando su sexo totalmente abierto a las miradas de todos.

Comenzó a acariciarle las piernas, la parte interior de sus muslos, lo que provocó que mi tía gritase de forma desesperada como si sufriese un tremendo dolor, aunque sólo sufría por la humillación a la que estaba siendo sometida.

Jose, te gustaría comerle el coño a tu tía? Seguro que lo has imaginado mil veces. Soy tu genio y te concedo el deseo. A la vez que hablaba, ahora ya tocaba la raja de Luci de una forma clara, lo que provocaba que ella aún gritase más. Por último, metió su dedo en la vagina de la mujer, de forma muy lenta, disfrutando de la situación y creo que aumentando su excitación con los gritos desgarradores de Luci.

Me quedé quieto, sin hacer, ni decir nada, pero el hombre que quedaba libre puso la pistola que había estado encima de la sien de mi tío, sobre mi cabeza, a la vez que me ordenaba que obedeciese.

Me levanté y me acerqué hacia la mesa. Mis manos tambien estaban atadas a las espalda. Empujaron mi nuca y mi boca quedó frente a la raja de mi tía. Comencé a lamer su rajita. Al estar sus piernas totalmente separadas favorecía la exposición de su clítolis.

Mis sensaciones eran contrapuestas. Estaba violando a mi tía y por otro lado mi excitación era notable. Movía la lengua de forma compulsiva, hasta el punto que me dolían los músculos en la boca. Ella no paraba de gritar y llorar, con fuertes alaridos y súplicas.

Leo rio, y me dijo, chaval, que te vas a empachar. Me levantaron y volvieron a sentarme, no sin antes bajarme mi pantalón del pijama hasta las rodillas, quedando mi miembro erecto al descubierto.

Agarraron a Luci de los brazos, y la pusieron de rodillas delante de mi. Mis peores temores se hicieron realidad, al obligarla a hacerme una felación. Estaba avergonzado, por mi excitación. De nuevo, sus súplicas cayeron en saco roto, y metió mi pene en su boca. Yo intentaba pensar en otra cosa y evitar correrme en su boca, pero inconscientemente, al mirarla, y verla desnuda frente a mi, hizo que descargase todo mi semen dentro de su paladar.

Ella se apartó, mostrando los restos de mi corrida en sus labios. Me miró con odio, ante lo cual, yo sólo pude bajar la cabeza implorando su perdón.

Todos rieron. Esta zorra la chupa bien. La hicieron moverse un poco, y salvo Leo, los demás sacaron sus pollas y las acercaron a su cara. El primero metió su miembro en su boca mientras que la agarraba del pelo. Comenzó a moverla de forma rápida y compulsiva, a la vez que no paraba de gemir, diciendo, sigue zorra, chupa, qué bueno¡¡¡ me vas a sacar hasta las entrañas¡¡¡

Uno tras otro introdujeron sus tiesas pollas en la boca de mi tía. Cuando terminaron, yo había vuelto a excitarme. El ver como se movían sus tetas, como la tocaban los hombres, como ella se resistía, hacía más morbosa la situación.

Te gusta mucho tu tía, verdad? Preguntó Leo. Yo no sabía donde meterme, no podría volver a mirar a la cara a mis tíos, pero llevaba razón, me excitaba mucho.

Te la vas a follar ahora. Mi tía comenzó a chillar y negar con la cabeza con fuertes gritos. Yo tambien pedí, por favor, no hacerlo. De nuevo, y por enésima vez, no sirvieron de nada nuestras negativas.

Aún ella estaba con las manos atadas en la espalda. La subieron de nuevo a la mesa, y le volvieron a separar las piernas, pero esta vez, dejando la espalda más hacia fuera, dejando hueco entre sus piernas para una penetración. De nuevo le volvieron a separar las piernas todo lo que era posible.

Me destaron ahora las manos. Me hicieron ir hacia ella y Leo me ordenó que antes de penetrarla, pasase durante unos momentos la mano sobre su coño para que nunca olvidara su tacto. Nunca en mi vida había visto a nadie gritar de una forma tan desesperada, pero no sirvió de nada, puesto que mi polla se introdujo en su coño.

Comencé a bombearla. Como anteriormente la había mojado con mi lengua, no me costó trabajo introducirme dentro de ella. La veía totalmente a mi disposición, y ahora no sabía si debía continuar excitándome y terminar cuanto antes, o parar.

Los tocamientos, su desnudez, hicieron que me volviese a correr, no sin antes salir de ella, justo un segundo antes de que volviera a explotar mi polla, llenando la parte alta de su conejo, y su pelo, llena de leche.

En todo momento me extrañó que con el disfrute que estaba viviendo Leo, no hubiera tenido un orgasmo en esa noche, pero al ver que despojaba de sus pantalones, supe que la humillación no había terminado aún.

Como si fuese un pacto no hablado, agarraron a mi tía por los brazos y la hicieron ponerse de rodillas, mientra la sujetaban por los brazos. Leo metió su dedo en el culo, y de nuevo, sus gritos me volvieron a afectar los tímpanos. Separó su culo, y la penetración hizo que los chillidos fuesen aún más contínuo.

Por fin terminaron. Soltaron a mi tío, que estaba exhausto y hundido. Soltaron a Luci, que seguía tumbada y por último a mi. Se marcharon, no sin advertirles que se marcharan de la ciudad.

Mi tío, sin mrarme, subió con su mujer a su habitación, muy despacio.

Al día siguiente, me dijo que debía irme de la casa, que iban a vender la casa y marcharse de nuevo al pueblo. Me pidieron que no contase esto nunca, y lo he cumplido. Los nombres y lugares son ficticios aunque los hechos sean reales.

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