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El violador violado

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Hola.

Os cuento en esta ocasión una de las experiencias más bizarras de mi vida sexual. Cuando era yo más joven, mis padres solían ir a la playa los fines de semana incluso durante el curso. Yo allí me aburría bastante, así que me dedicaba a irme con la bicicleta y a leer, sin tener muchas expectativas de tener sexo.

Una noche tuve una discusión con mis padres, ni recuerdo el motivo en realidad, cosas de chavales, así que me fui con la bici a despejarme y a fumarme un cigarro. Acabé finalmente en una vieja casa deshabitada, con un jardín enorme y alejada de casi todo. Por ese jardín paseaba mientras fumaba. Vestía un vaquero corto y una camiseta de tirantes, ya que en mayo en Murcia ya hace bastante calor.

Cuando me senté en los escalones de la entrada con mi cigarro, oí de repente una voz grave que desde el lateral de la casa me pedía fuego. Me giré algo sorprendido y me encontré a un tipo mayor, unos cuarenta o así, vestido con un chándal y camiseta. Era moreno, con barba de días y bastante alto.

Aún sorprendido murmuré que sí y saqué el mechero, pero al ofrecérselo me di cuenta de que el tipo no tenía cigarro.

- Invítame a uno, anda -me dijo, echándole morro.

No me daba buena espina y no estaba de buen humor en ese momento, así que le dije que no tenía y me levanté para irme.

- Eh, tranquilo, no pasa nada, sólo quería un cigarro.

- Bueno, pues suerte, me tengo que ir ya.

- Joder, ¿qué prisa hay?

Recogí mi mochila e hice ademán de irme hacia mi bici, cuando el tío, mirándome fijamente, se echó mano a la polla y se la apretó, remarcando un miembro muy grande. Durante un segundo me sorprendió su tamaño, pero continué girándome hacia mi bicicleta.

El tipo algo debió de ver, o no y simplemente iba muy salido, y de dos veloces pasos se interpuso en mi camino repitiéndome "¿Qué prisa hay?".

No tenía yo humor para nada en ese momento y empezaba a inquietarme, así que intenté rodearlo para ir a la bici murmurando que tenía que irme. Él volvió a interponerse y me dijo que por qué no me relajaba.

Mi inquietud se incrementó y volví a intentar llegar a mi bici, pero él se interpuso de nuevo en mi camino con gesto ya serio:

- ¿Quieres estarte quieto?

Y mientras decía esto, me dio un empujón que me tiró al suelo.

- ¡Pero qué cojones haces, capullo! -le grité yo indignado.

Y de repente, sin que yo pudiera hacer nada, el tío se tiró encima de mí y empezó a sobarme todo el cuerpo. Yo me revolvía y le gritaba que me dejara en paz, pero su peso y su fuerza eran mucho mayores y no podía hacer nada para quitármelo de encima.

- ¡Calla, coño! Estate quieto y será mejor.

Yo ya muy asustado empecé a gritar y a pedir socorro, pero estaba a varios kilómetros de cualquier otra casa así que no valía de mucho. Por si acaso, el tío me tapó la boca con su manaza mientras con la otra empezaba a bajarme los pantalones, y pese a que me retorcía como una culebra, en menos de un minuto me quitó el pantalón y los calzoncillos.

Intenté morderle la mano con la que me impedía gritar y me soltó un bofetón que hizo que me quedara quieto, lo que aprovechó para empezar a lamerme todo el cuerpo quitándome la camiseta. Su lengua me recorría el cuello y el pecho, me mordisqueaba los pezones y con su mano libre me masajeaba el culo.

Cuando vio que me tenía controlado, me giró poniéndome bocabajo, y su mano me entreabrió las piernas, mientras con la otra oía como se quitaba su pantalón. Empecé a revolverme al imaginar lo que venía, pero con sus dos manos en mis hombros me sujetó, sentí su saliva caer sobre mi culo e inmediatamente noté como una polla gigantesca entraba en mi culo, forzando la entrada hasta el fondo sin lubricación ni dilatación, lo que me dolió un montón y me hizo lanzar un grito. Su repuesta fue echarse sobre mí, aplastándome con su peso, y empezar un metesaca cada vez más intenso, profundo y rápido mientras me mordía el cuello y me lamía la espalda.

El dolor era grande, especialmente por la falta de preparación previa, pero el tío no paraba, y me follaba fuertemente, con una polla que sentía como un bate de béisbol, gigantesca y dura, que me llenaba y me topaba con las tripas. Jamás me habían metido una polla tan grande pero el dolor poco a poco empezó a retroceder, gracias a la experiencia que yo ya tenía. Mi resistencia fue cediendo y él al verlo, me cogió por las caderas, poniéndome a cuatro patas sobre los escalones de la casa y siguió follándome hasta el fondo, mientras que comenzó a azotarme el culo con fuerza creciente.

Yo lo oía gemir, gruñir y entre dientes le oía "¡Toma, toma... qué culo tan rico... así aprenderás, puta...!".

Con la cabeza entre mis brazos, sintiendo de vez en cuando como él se agachaba y me mordía en el cuello, la enorme polla que me estaba follando tan a saco, sus azotes y sus insultos, de repente me di cuenta, para mi sorpresa, de que estaba empezando a jadear y no sólo de dolor ante sus embestidas, sino con un placer que iba creciendo.

Intenté disimular, temeroso de que lo que podía hacerme si sospechaba que me empezaba a gustar, mientras él seguía taladrándome con ese pollon que tenía, pero mi disimulo se derrumbó cuando él me dijo:

- ¡Estás moviendo las caderas, estás culeando! -empezó a reírse pero no paró ni un segundo en su follada- Sabía que te iba a gustar.

Yo mismo me di cuenta entonces de que mi culo se acercaba a su polla cada vez que él se alejaba en la follada, buscando seguir sintiendo esa barra de carne que me hacía sentir lleno y que aunque seguía doliendo, me estaba dando un placer enorme. Nunca había sentido una penetración tan intensa, mi culo abierto de par en par. Y yo quería más y más.

- ¡Cállate y sigue, joder! -le dije, con los dientes apretados, y dándolo todo por perdido dejé de disimular mis jadeos y empecé a gemir cada vez más intensamente.

- No te preocupes, que te voy a reventar, puta.

- ¡Tú dame más, cabrón!

Yo ya había hecho algunas locuras con el sexo, y más que he hecho después, pero me sorprendí a mí mismo por el ansia que sentía, necesitaba que esa enorme polla me siguiera follando y que lo hiciera aún más duro, que siguiera violándome a saco, que me azotara, que me insultara.

Aumenté el ritmo, sumando mis vaivenes a la fuerza de sus embestidas, notaba sus huevos chocando con los míos, y sus azotes me hacían gemir aún más. Él se inclinó sobre mi espalda, sentía su aliento en mi nuca y su mano sobre mi cuello, mientras me gruñía e insultaba al oído:

- Toma, puta, traga polla, como gimes... eres una puta muy follada ya, ¿verdad? Te encanta que te den un buen rabo, ¿a qué te gusta mi rabo? ¿Quieres que te llene de leche de mi polla?

Yo solo podía gemir y gritarle mis respuestas entre sus embestidas:

- ¡Sí! Me encantan las pollas, dame toda la leche de ese pollón que tienes, ¡fóllame bien fuerte, maldito cabrón, pero dame ese rabo!

El sudor me empapaba, y a él también, y mientras me mordía en el cuello, noté como sus embestidas arreciaron aún más y su polla se dilataba, por lo que en breve empecé a sentir sus chorros de semen en mis tripas. Él lanzaba estruendosos gritos con cada chorro y yo gemía al estremecerme con cada impacto mientras movía mi culo en círculo para exprimir bien su rabo.

Cuando terminó, se desplomó sobre mí y si sacar su polla de mi culo, que apenas había perdido tamaño, se quedó quieto varios minutos. Yo esperé a que su respiración se tranquilizara pensando en irme en cuanto se relajara, pero me di cuenta de dos cosas: su polla seguía dentro de mi culo y con un tamaño enorme, y, en segundo lugar, joder, seguía cachondo. Mi culo estaba aún con ganas de más, y mi polla palpitaba por una caricia. Así que hice una locura.

Sujetando su polla para que se saliera de mi culo, me giré quedándome boca arriba frente a su cara. Él me miraba, agotado pero expectante por ver lo que iba a hacer. Su aliento olía a alcohol, y cogiéndome de sus hombros con su polla aún dura dentro de mí, subí mis piernas por encima de las suyas y lo empujé hasta sentarlo a él en las escaleras y empecé a cabalgarlo, rápido, profundo y fuerte.

Él comenzó a decirme que parara, que estaba agotado, y que quizás otro día. Yo me volví loco, creo hoy en día, porque aún con las marcas de sus golpes en mi cara y mi cuello, le callé escupiéndole en la cara y cogiendo sus manos para ponerlas en mis nalgas mientras arreciaba la cabalgada sintiendo su enorme polla aún más adentro mientras gemía como una perra.

- ¡Serás hijoputa! ¡Te voy a...! -soltó ante mi escupitajo, pero yo le apreté las manos contra mi culo y lo moví más rápido para que su polla lo sintiera bien.

- Ahora te voy a follar yo -le contesté entre jadeos.

Reconozco que fue un órdago algo loco, porque ese tío me podía matar a golpes si quería, pero cuando me caliento así no pienso muy claramente. Solo quería sentir esa polla en mi culo más tiempo, que siguiera dándome caña y correrme. Y debí convencerlo con mi cara de salido y mi ansia, porque en lugar de mandarme al hospital, me apretó el culo hasta hacerme daño y me escupió a su vez en la cara.

Era lo que me faltaba. Con mis manos ya libres me restregué su saliva por todo mi pecho, dejando caer una buena parte en mi polla, que comencé a masturbar suavemente, mientras me lo follaba cada vez más rápido. Él se quedaba quieto, me estrujaba el culo, y seguía escupiéndome a veces, para que yo me revolviera de gusto con su saliva al restregármela. Era yo el que llevaba la iniciativa, el ritmo de mi follada. A veces lo detenía y él intentaba hacerlo, pero entonces yo le paraba con mis manos en su pecho y un salivazo. Yo llevaba el mando ahora y quería que lo supiera.

Hasta que no me lo pedía o suplicaba, no empezaba a moverme, sin sacarme su polla del culo en ningún momento. En una de esas paradas noté como su semen de la anterior corrida se resbalaba y goteaba hacia sus nuevos, así que con una mano lo recogí y se lo restregué por la cara. Él fue a protestar y paré la follada. Solo cuando se volvió a reclinar sin tocar el semen de su cara, reanudé el movimiento de mi culo, en círculos, haciéndolo gemir de nuevo y murmurando "Así, así...".

Yo aumentaba o bajaba el ritmo a mi conveniencia, lo tenía bajo mi control, el violador ahora estaba bajo mi dominio, y decidí darle una lección. De vez en cuando me dejaba caer entero, me empalaba con ese miembro tan gigantesco que aunque me hacía gozar muchísimo también me dolía un poco. Con mis rodillas a sus costados, mi culo entre sus manos, aceleré el ritmo todo lo que podía, metiéndome su polla hasta el fondo y sacándola casi completamente, girando en círculos para aumentar su placer, y ante esto sus gemidos aumentaban cada vez más, sus jadeos no se interrumpían ya y en pocos minutos comencé a notar su corrida en mi culo, así que lo apreté para sacárselo todo.

Con su leche inundándome y su polla aún dentro, arrecié mi paja, gimiendo yo también sin tapujos, y ante su mirada y con el gustazo que llevaba en mi culo, me levanté de golpe y me acerqué a su cara con mi polla echando lefazos enormes en su cara de asombro mientras yo me estremecía entre escalofríos y le gritaba:

- ¡Toma, cabrón, toma!

Intentó apartarse, pero en esa postura yo lo tenía arrinconado y mi corrida fue intensa pero breve. Sus manos me apretaban el culo para quitarme de encima, así que como último gesto, le di un pollazo en su cara llena de semen y salté hacia atrás.

Él me miraba con incredulidad y algo de vicio, mientras yo, desnudo, con la polla empalmada aún y su corrida bajando por mis piernas, le sostuve la mirada, y antes de que hiciera algo, me envalentoné y le dije:

- Relájate y disfrútalo, que quizás vuelva por aquí en un par de noches a ver qué pasa.

Y guiñándole el ojo, me di la vuelta, recuperé mi ropa y cogiendo mi bici, me fui de allí a escape, aún en pelotas. Hasta que no había recorrido un kilómetro no me atreví a parar y vestirme, limpiándome como pude.

Al volver a montarme en la bici, me di cuenta de que no iba a poder usar el sillín, probablemente por un tiempo. Esa polla era demasiado grande y la follada demasiado profunda. Pero pese a ello, me fui satisfecho, muy bien follado y habiéndole dado la vuelta a una situación que empezó muy mal para mí.

Qué coño, probablemente sí volviera en un par de días. Esa polla era demasiado grande y quería comérmela también.

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