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(7) Reflexiones sin bragas

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Enredado entre las sábanas, Diego se despertó más temprano de lo habitual. Al principio no supo de dónde procedió ese pitido que le sacó del estado de sueño, pero al recobrar los sentidos averiguo que fue un WhatsApp de su móvil. ¿Quién sería a estas horas? Soñoliento pero intrigado comprobó que era Lidia Ortiz. ¿Qué querría la pelmaza esa? Seguramente sería con sus carteles ñoños de buenos días con corazones. Diego no necesitaba eso ahora, pero le extrañó ver que tan solo envió un vídeo casero. Por curiosidad, lo descargó a ver qué gilipollez grabó.

Lo primero que apareció era Lidia desnudita y tumbada en su cama enfocada desde un lado.

-Joder…

Esto mejoraba.

Y más cuando Lidia empezó a masturbarse con los dedos.

-Pero, ¿qué coño…?

Los gemidos no tardaron en escucharse.

La luz solar de la mañana se filtraba a través de la persiana bajada, dando un halo enigmático a la habitación.

Diego se reincorporó en la cama para prestar mejor atención.

Lidia empezó a retorcerse en la cama de placer y gusto. Los gimoteos subieron de volumen, dando pie a pensar que el clímax andaba cerca. Los dedos de Lidia se apresuraron en el frotamiento, más, más, y más, dándose en el clítoris con vehemencia. Un minuto más y Lidia gritó una vez anunciando un buen orgasmo. Luego se quedó quieta, jadeosa y muy sexi. Se irguió mostrando mejor su desnudez y miró a la cámara.

-Hola, Dieguito mío. Muy buenos días. ¿Te ha gustado mi paja? Te la dedico con mucho cariño. Me he corrido pensando en ti, y solo en ti. Nos vemos en clase. Besitos. Muuuuak.

Y el vídeo se cortó.

-Me cago en la puta… -Diego no pudo decir nada más. Se quedó sin habla. Vaya con Lidia. Había cambiado y para bien. Diego se puso duro y calentorro visualizando el vídeo hasta tres veces más. A continuación eyaculó en su mano y chorreando el semen a lo largo de las sábanas.

-Mierda…

3

Nada más llegar al instituto, Diego no tardó ni un minuto en enseñarle el vídeo a sus amigos Teo y Jordi. Se quedaron embelesados viendo cómo se la machaba Lidia.

-Joder qué pasada. ¿Esa es Lidia de verdad? No la reconozco –reconoció Teo.

-Es su número de móvil. Debe ser ella –aclaró Diego.

-Está para ocho horas de sexo –bufó Jordi-. Qué cambiazo ha dado la muy puta. Mira, mira, se va a correr.

-Sí, pega un grito… ahora es… y se corre. No finge. Se pajea de verdad –lo dijo Diego con orgullo.

-Yo la daría los buenos días con mi polla en su boca –soñó Teo.

-Pásamelo, Diego. Lo colgaré a mi muro de facebook –se lo pidió Jordi.

-Y yo también, Diego. Este vídeo me dará centenares de followers nuevos.

-Esta zorra promete. Como siga así va a necesitar una secretaria para llevar su agencia sexual –rió Jordi.

-Hey, tíos, por ahí viene –avisó Diego con emoción. En efecto, por el pasillo se aproximaba una Lidia con el look cambiado, el vestuario más sexi y un estilazo que abría bocas de la impresión.

-Madre del amor hermoso… -es lo único que pudo articular Teo.

Con andares de modelo, Lidia pasó delante de Diego y sus dos amigos. Ella sonrió a los tres mascando chicle y siguió el paso por el pasillo.

-Me ha sonreído –creyó Teo.

-¿Qué dices? Me ha sonreído a mí –increpó Jordi.

-Y una mierda. ¿No la has visto? Ha sido a mí.

-Tú deliras, gilipollas.

-¿Me has llamado gilipollas?

-Eso mismo has escuchado.

-Repítelo y te muelo a palos.

-Gilipollas al cubo, ¿te vale?

Y ambos se enzarzaron en una pelea, pero Diego los ignoró. Sólo tenía cuerpo, mente y polla para Lidia.

4

Antes de entrar en clase, Lidia se pasó por el baño de chicas. Dentro las cinco chicas que se retocaban en el espejo cuchichearon al verla.

-Hola, zorras –las saludó Lidia con simpatía. Entró en uno de los habitáculos con váter, pero no tardó en colarse una chica detrás de ella.

-¿Qué coño haces? Está ocupado, ¿no lo ves?

-Tú eres Lidia Ortiz, ¿verdad?

-No tengo una gemela, que yo sepa.

-Hija, estás de hermosa que te mueres. ¿Follamos cinco minutos?

-Yo por menos de 300 euros no follo.

-¿Cómo? ¿Es que eres puta oficial?

-Si quieres sexo conmigo habla antes con mi Madame. Toma. Esta es su tarjeta personal. ¿Quieres follarme? Trata con ella y concertad un precio.

-Yo flipo.

-Pues más vas a flipar cuando me folles.

-Te cotizas alto, ¿no crees?

-Porque mi coño lo vale. Antes de pasar por mi potorro debes pasar por el móvil que aparece en la tarjeta. Esto funciona así. ¿Que hay acuerdo? Mi Madame te dará la dirección y la hora del servicio, yo voy, follamos y me largo. ¿Te queda claro?

-Esto es lo que hacía falta en el insti. Una puta con las ideas muy claras y muy hembra. ¿Puedo hacer una foto a tu chumino? Es para divulgarlo y así tendrás más clientes.

-Espero que lo consulte.

-¿Con tu Madame?

-Sí, ella decide por mí de ombligo a muslos. Un minuto. –Lidia sacó su móvil e hizo una llamada-. Hola, mami, soy yo. Mira, que tengo aquí a una bollera calentona y me pide fotos de mi potorro… Sí, para anunciarme… Vale… Muy bien… Yo se lo digo… Sí, sí, no te preocupes… Te quiero, putón muuuak. –Y colgó.

-¿Qué te ha dicho?

-Una sola foto, así que hazla bien.

-Genial. Bájate las bragas.

-No llevo.

-Serás guarra. Cada vez me gustas más –rió la chica.

Lidia se subió la minifalda por encima de la cadera y enseñando su belleza púbica.

-¡Coño! –se sorprendió la chica.

-¿Qué pasa? ¿No te gusta lo que ves?

-Al contrario, me encanta. ¿Quién es tu estilista vaginal? ¿Tu Madame?

-La misma. Me saca todo el potencial coñal que tengo.

-Me estoy poniendo mala buffff…

-Haz la foto rápido antes de que te corras sola.

La chica se arrodilló con su móvil en mano.

-Joder, qué ganas me entran de meterte la lengua.

-Pues ya sabes, eso lo negocias con mi mami. Ella cobra y yo follo.

La chica se relamía ante aquel manjar genital tan cerca y apetitoso.

-Venga, haz la puta foto.

Pero a la chica le temblaba el pulso del nerviosismo.

-Yo no quiero hacerte una foto. Lo que quiero es follarte ahora mismo.

-Me estoy meando viva. O haces esa dichosa foto o te largas.

Pese a todo, la chica sujetó el móvil sin meneos y pudo hacer la foto.

-¿Ya? Pues venga, a tomar por culo.

-Pero…

-Que te den, puta bollera –la sacó a empujones. Una vez sola, Lidia rió en silencio. Esto le encantaba. Se sentó en el váter y echó la meada con alivio. Luego se limpió los bajos. Nada más salir, se sorprendió al encontrarse a doce chicas esperándola. Lidia se pavoneó delante de ellas.

-Vaya chasis…

-Ahí va una mojabragas profesional…

-Adivina lo que deseo… -sacó la lengua de modo obsceno.

-Me largo, chicas, que aquí hay mucho flujo suelto –abandonó Lidia los baños con una satisfacción egocéntrica indescriptible.

... continuará.

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