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El camionero me penetró

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Deseaba hacer un viaje a la aventura hasta Holanda, nada de avión, lo deseaba haciendo autoestop. Encontré un camionero maduro, que no solo me llevó gratis en su camión, sino que también me penetró como el mejor de los amantes; nunca lo olvidaré.

Al atracar el barco en la península hice autoestop con mi mochila a las espaldas, tuve que prescindir de la minifalda, mi madre se empeñó; me dijo antes de salir:

—Hija, si haces dedo con la minifalda te puede recoger un pervertido; si estás tan decidida, al menos ponte unos vaqueros.

La verdad es que cuando lo pensé vi que tenía razón.

Mi sueño de ir a Holanda "a dedo", había comenzado al salir de Mallorca. Me puse en un área de descanso a la salida de Elche con mi melena pelirroja al viento y tras media hora haciendo dedo "la suerte vino a verme". Un camionero que se montó en su camión tras almorzar, acercó después el camión a donde yo estaba y me dijo desde la ventanilla:

—¿Dónde vas, joven?, ¿vas sola?, o hay alguien en el área que vendrá corriendo.

—Voy sola señor, no tema; no tengo al novio "escondido" en la gasolinera. Voy lejos, a Holanda; pero con que me acerque a la frontera se lo agradecería a usted un montón.

—Has tenido suerte pelirroja, yo voy hasta Suecia, así que si quieres te llevo hasta tu destino; pero solo si eres mayor de edad y llevas el carnet de identidad.

—Yo me llamo Margarita y tengo 23 años, este es mi carnet.

—Perfecto guapa, yo me llamo Joaquín.

—Muchas gracias Joaquín.

Me costó subir a aquel enorme camión, Joaquín se bajó por el otro lado para ayudarme a subir, me agarró de la cintura mientras yo subía esos inclinados escalones. Desde allá arriba los coches parecían de juguete, ¡que chulo era eso!

El camionero, además de ser respetuoso, era un hombre maduro muy atractivo para su edad, unos cincuenta años. Joaquín, venía cargado desde Huelva y según su ruta me dejaría a unos doscientos kilómetros de Ámsterdam, mi destino. El camionero tenía ganas de hablar, la soledad supongo, me preguntó:

—De dónde eres chica.

—De Mallorca.

—Tiene que ser bonita la isla, yo no la he visto. Yo soy de Sevilla, allí está mi mujer; solo nos vemos cada dos semanas, pero si no hiciera viajes por Europa no encontraría trabajo por aquí, tu qué haces, estudias.

—Si, yo estudio en la universidad, pero me he tomado unos días "por mi cuenta", y no trabajo.

—Estudia, que eso es bueno; así podrás trabajar en lo que te guste. Sabes, has tenido suerte al dar conmigo, soy casado y formal, ¿no te da susto viajar con extraños?

—Un poco, pero deseo ser decidida y si me tiene que pasar algo me puede pasar incluso en casa; ¡sabes Joaquín!, el otro día se cayó una alacena de la cocina en mi casa y casi me aplasta; nunca se sabe dónde le tocará a una.

—Chica lista, muy lista; y permíteme decirte que muy guapa, tus ojos verdes y tu melena pelirroja habrán roto muchos corazones, ¿verdad?

—Alguno que otro he partido Joaquín —dije y me eché a reír.

Después de más de cuatro horas, por fin paró Joaquín; estábamos en un sitio junto a la frontera con Francia. Mientras el repostaba yo salí corriendo al aseo, "estaba que me meaba". Luego me llevó a un sitio donde por un euro cada uno nos pudimos duchar. Estaba tan cansada de llevar vaqueros y me sentía tan confiada con Joaquín que al coger las braguitas limpias de mi mochila también cogí una minifalda celeste. Cenamos y no me dejó pagar y tampoco dejó de mirar mis muslos blancos con disimulo (tengo unos muslos preciosos y... lo sé); lo miré con mis ojos verdes y lo pillé en uno de "sus repasos", a mis muslos, me dijo Joaquín:

—Perdona Margarita, te miro sin maldad, de verdad, es que se me van los ojos solos; llevo más de una semana sin ver a mi mujer y solo ver tus muslos me pongo malo; no temas.

El camión estaba aparcado en batería junto a otros camiones, se veían pocos camioneros.

Dormimos en el camión, cada uno en una litera, yo en la de arriba. Me dijo antes de dormir:

—Si tocan a la puerta no respondas, ya no se puede dormir en los camiones, solo en un hotel; pero un amigo mío, de un hotel, me da recibos "y listo". Si tienes ganas de orinar, sal y orina debajo del camión, solo abre aquí; si no puedes abrir la puerta despiértame. Buenas noches chica.

Allí se dormía muy bien, Joaquín tenía todo muy limpio, olía a ambientador de pino. Mi litera tenía las sábanas planchadas, seguro que por su mujer; me excitó desnudarme y sentir aquellas sábanas rozando mi piel. Saqué mi cabeza por la cortinilla y le pregunté:

—Joaquín, ¿sabe tu mujer que me llevas en el camión?

—No, no por nada; solo que no suelo contarle nada más lo que la haga feliz, "mujer contenta mujer mejor".

—Chico listo —le dije y los dos nos echamos a reír.

Yo estaba cómoda allí, Joaquín estaba roncando suave y soñaba; según me dijo, llevaba conduciendo desde Huelva. Me sentía excitada oliendo su desodorante, desde que se había duchado; pero ahora, sintiendo sus leves ronquidos de cansancio bajo mi litera, mi sexo desnudo estaba mojado. Asomé mi cabeza por la cortinilla mirando para abajo y me quedé observando su cara. Era encantador verlo dormido, con la expresión de "un niño grande"; mientras con el cuello estirado lo miraba, bajo la luz de emergencia del camión, con la otra mano me masturbé, manchando aquellas limpias sábanas.

De madrugada y, poniéndome mi pijama, salí a orinar. Olía a gasoil debajo del camión mientras hacía pis junto una rueda delantera, me limpié el chocho con un clínex y volví arriba a dormir.

—No tardes tanto cuando bajes a orinar, que me preocupo —dijo Joaquín y me sentí protegida y de nuevo excitada.

Por la mañana entramos en Francia, la carretera estaba llena de camiones y a la derecha se veía el mar. Tras más de cuatro horas de carretera paramos en un área de servicio y desayunamos (esta vez invité yo).

Otras cuatro horas o más estuvimos en carretera, el paisaje cada vez era más frondoso conforme nos introducíamos en el centro de Francia. Que diferencia con la península, donde las zonas poco verdes y resecas abundan.

Joaquín conducía de forma muy tranquila, era un hombre con mucho nervio pero bien llevado. Joaquín aparcó el camión a las afueras de París, cerca de un parque de atracciones.

Las duchas de esa área estaban muy limpias, pero los camioneros que hacían cola para ducharse miraban mi cortita minifalda y mis muslos claros como si los devoraran con la mirada. Escuchaba murmullos, alguno que otro me dijo, ¡guapa!, y otros rieron después. Joaquín, que estaba a mi lado, me cogió por la cintura y me besó en la frente. Todo se quedó en silencio, Joaquín, sin ser muy grande, se veía serio y robusto; ¡incluso nos dejaron ducharnos antes de que nos tocara!, ya en la cabina, tras darle un ticket de hotel un amigo a Joaquín en la cafetería, nos metimos en la cabina, le dije:

—Joaquín, gracias por pararles los pies a "tus compis".

—No es nada, son buena gente; lo que pasa es que estamos todos muy faltos de hembra y los nervios están a flor de piel; yo solo les he mandado el mensaje de que eres mía, que cuidado con las bromas.

—Gracias.

—Margarita, guapetona; hasta que lleguemos a Holanda en las duchas mejor lleva los pantalones guapa, no quisiera tener una pelea.

—Eso haré Joaquín, ya me lo dijo mi madre, que mejor vaqueros; gracias Joaquín, buenas noches.

Nos metimos a dormir en las literas. Yo estaba muy excitada, mi camionero, que me había protegido, era tan correcto que no intentaba nada conmigo y eso me ponía irascible. Al subir a mi litera dejé abierta la cortina, no quería taparme y me desnudé como todas las noches. Al quitarme las bragas las lancé desde arriba sobre el salpicadero del vehículo, "de coraje", por no poder follar teniendo ganas, muchas ganas. Al cabo de dos horas desperté al sentir un leve movimiento de mi litera. Agudicé el oído y comprobé que provenía de la litera inferior; ese sonido era inconfundible, ya lo había escuchado antes… ¡Joaquín se estaba masturbando! Asomé la cabeza descolgándola un poco de mi litera, sin hacer ruido: Joaquín tenía su mirada fija en dirección al salpicadero; miré en esa dirección y vi mis bragas rosas de encaje desparramadas sobre la nevera pequeña en el centro de la cabina, ¡se estaba masturbando mientras miraba mis bragas!

Subí de nuevo mi cabeza si hacer ruido y saqué los pies apoyándolos en la escalerilla portátil. Bajé de golpe sin esperar a que se corriera y permanecí de pie, mi cabeza estaba a la altura de mi litera y mirando a esta, con lo cual yo no lo veía a él y él tampoco veía mi rostro; pero si veía mi coño frente a su cara.

Como si no me hubiera dado cuenta. Picara, como solo soy yo, me agaché desnuda y abrí la neverita para beber agua, exponiendo mi blanco y pecoso culo a la mirada de Joaquín, que detrás de mí, seguro que me estaba mirando. Me di la vuelta como estaba, desnuda y en cuclillas, y al mirar a mi camionero le vi los ojos cerrados. Sus párpados se veían apretados y sin relajación; ¡se estaba haciendo el dormido!, incluso simulando respirar entre sueños, pero se le notaba. Sin pedirle permiso abrí la ropa de cama de su litera y me tendí junto a él. La tenue luz de emergencia de la cabina descubrió ante mis ojos un pene totalmente erecto, no era de los más grandes que había visto, tendría unos dieciocho cm, pero la punta era gorda como el culo de un vaso mediano. Ese pene, algo ladeado hacia la derecha, me gustaba: la piel tensa de ese miembro era de un hombre maduro y tenía el grosor y el aspecto de una polla "curtida en mil batallas". Mi camionero simuló que no se despertó al meterme en su litera, "sin estar realmente dormido". Le seguí el juego, poseída de un deseo repentino de ser suya como su conquista, como su amante y como su putita pelirroja.

Mi cuerpo echado sobre el de Joaquín sentía su calor, el vello de su pecho rozaba mis senos blanditos y generosos. Mi mano derecha buscó "su porra" y la encontré fuera de sus calzoncillos (no le había dado tiempo a guardarla). La acaricié con mi mano, muy suavemente, para que el creyera que yo lo creía dormido y no quería despertarlo. Subí y baje el pellejo de aquel robusto miembro con dulzura, varias veces. Luego agarré, sin apretarlos, sus dos grandes testículos, que estaban rodeados de una piel rasurada de vello y áspera.

Me senté en el centro de la litera y, poniendo mi boca junto a su pene, comencé a darle lengüetazos como si chupara un helado. Joaquín no siguió su farsa, pero tampoco dijo ni una palabra; solamente sentí como su mano derecha acariciaba mi larga melena pelirroja como si yo fuera una gatita que su hubiera colado en su camión. No pude meterme su polla en la boca, la punta era demasiado gruesa, así que le di pequeños bocados a lo largo del miembro y, después engullí uno a uno sus dos grandes huevos, "por turnos", los dos no cabían de golpe entre mis blancos dientes.

—Apóyate en el salpicadero Margarita, por favor —dijo él en un suspiro excitado.

No dije nada, solo me saqué de la boca uno de sus huevos muy caliente y, dejándolo caer contra su muslo me levanté y me puse de rodillas y extendí mis brazos sobre el salpicadero, agachando mi espalda para que mi culo "ganará altura".

—Que culazo pelirroja, que ganas tenía de ponerte en pompa, me tenías resabiado guapa —dijo Joaquín con un tono de voz desconocido por mí y algo imperioso que me excitó muchísimo.

Le respondí con voz de putita:

—Pues aprovecha ahora, mi camionero, y házmelo; penétrame bien.

Aprovechó muy bien mi cuerpo:

Sentí como, a mis espaldas, el me daba bocados en el culo sin clavar los dientes, después rebañó mi sexo, el cual me asomaba por detrás, como un vicioso sorbiendo y haciendo ruidos con su boca, se estaba tragando la humedad de mi excitación… un buen rato estuvo comiendo mi coño, con ganas; se veía que me deseaba con un gran fuego interior, disimulado estos días por su cortesía y amabilidad.

Sentí como la punta de aquella polla gruesa y adiestrada arrastraba mis labios menores plegándolos dentro de mi vagina, como su mi coño fuera la puerta de un salón del viejo oeste y su polla un pistolero que hubiera entrado a "comerse el mundo".

Que sensación, sentir como ese pene se me había metido entero en el chocho, su movimiento se aceleró, el camión se zarandeaba como si estuviéramos en un columpio de la feria. Me dolía y me gustaba, Joaquín me llenaba, unnnn me corrí dando un grito y una fuerte contracción, por el placer, sacudió mi vientre. Él lo notó, aceleró como si me quisiera hacer daño, y dando un fuerte gemido "como si cantara" se corrió en mis entrañas.

Sentí su semen caliente inundar mi vagina hasta el fondo, estaba tan espeso y tan caliente que no recordaba nada igual; me dio varios topetazos finales como un conejo haciendo el amor, "súper rápido" y otro chorro inundó mi ser. Joaquín se retiró de mí y mi sexo comenzó "a manar" semen como si yo fuera una yogurtera adúltera y vital; ¡qué barbaridad!, su semen descendía por mis muslos espeso como la miel hasta la tapicería del suelo del camión; junto a mis rodillas. Me puse en pie sintiendo vergüenza al cruzarse nuestras miradas, él me abrazó y me besó en la boca mordiéndome los labios.

Antes de dejarme en Holanda hicimos el amor tres veces más, también dentro del camión; una de esas veces conseguí tragarme su porra entera y, en esa ocasión, su semen se deslizó por mi traviesa garganta sintiendo yo su sabor y su calor; fui muy feliz.

(C) {Margaryt}

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