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La terapia del doctor Seltzer

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En el ala de comatosos del hospital de Eibar se estaba poniendo en práctica las revolucionarias técnicas del doctor alemán Seltzer en un intento de sacar de un eterno sueño a los pacientes allí internados, al principio no gozó del apoyo de familiares de los enfermos ni de algunos colegas pero el neurólogo de Castro que allí estaba quiso hacer algo por aquellos pobres cuerpo postrados en camas de forma indefinida y como los familiares realmente no pensaban en absoluto en sus propios enfermos pues decidió seguir contra viento y marea para llevarla a la práctica.

Para su ambicioso plan realizó una rigurosa selección entre las que quedaron seleccionados dos auxiliares de clínica, Sonia y Ander, los dos eran jóvenes, bien parecidos pero lo más importante, tenían una gran implicación con los pacientes y lo que parecía más complicado sería explicarles la terapia a aplicar.

El director del hospital a pesar de ser un tipo muy conservador le pudo más el morbo de poder espiar a sus dos empleados realizar las revolucionarias terapias y acepto a regañadientes y con mucho secretismo.

Reunidos por separado con el neurólogo, les explicó que los pacientes serían trasladados una vez a la semana a una habitación habilitada en donde serían lavados cuidadosamente y monitorizados, una vez preparados los dos auxiliares de clínica tendrían que practicarles sexo  oral hasta durante unos 15 minutos o en su caso, en el supuesto de que experimentaran alguna señal en los monitores de control cerebral que demostrase que hay dentro había vida todavía, los dos auxiliares al principio dubitativos preguntaron si los pacientes o mejor dicho sus familiares estaban de acuerdo a lo que les dijo que si y que si tendrían que realizarles sexo oral a personas de su mismo sexo o no a lo que el neurólogo dijo que lo practicarían de forma indistinta con hombres o mujeres, aquello tendrían que tomarlo como una terapia y no como una práctica sexual y las convincentes palabras del neurólogo les empujaron a dar su aprobación.

Habían pasado varias semanas de aquella reunión y parecía que la terapia estaba siendo un fracaso absoluto, el único que parecía disfrutar con todo aquello era el obseso y mirón director del hospital que no se perdía ni una sola de las dos terapias que aplicaba cada auxiliar al día.

Esa mañana Sonia tenía que atender a una joven que había tenido un accidente en moto y Ander al novio de la chica, ambos presentaban una patología muy parecida y consecuencia de viajar en moto sin caso, a pesar de no haber perdido masa encefálica su coma parecía y estaba diagnosticado como irreversible. Los dos jóvenes estaban separados por una pared fina de pladur y en habitaciones separadas, el director llegó a su cuarto de observación incluso de que llegasen los dos jóvenes recién bañados y colocados en las dos camillas de masaje, la joven fue colocada en una camilla que le elevaba las piernas como las que se emplean para los partos, la idea es que el terapeuta pudiese acceder mejor al sexo de la paciente y el joven en una abierta pero que no le elevaba las piernas sino que le elevaba los riñones para que tuviese una altura óptima para realizar las terapias.

Ander y Sonia se encaminaron hacia las dos habitaciones y sin saber que eran espiados por el director del hospital e iban comentando donde irían en sus próximas vacaciones.

- Voy a Ibiza, quiero que me de el sol en el culete, dijo Sonia pinchando a Ander.

- Pero con esa piel te vas a achicharrar, ya te pondrás protector de fuerte que luego no podrás sentarte y la gente especulará con lo que no es, jaja.

- Anda, tu siempre igual, tonto, bueno, te dejo, luego nos vemos en la comida.

Los dos jóvenes pasaron a sus respectivas salas y vieron a los dos jóvenes postrados, habían dejado de hacer comentarios sobre como habían llegado a ese estado pero en el tiempo que pasaban con sus pacientes solían ser tiernos y delicados aunque no sintiesen nada, los dos seguían unas pautas parecidas, los dos levantaban ese ridículo pijama hospitalario hasta la cintura dejando el sexo de los pacientes a la vista pero lo subían acariciándoles suavemente, eso era una terapia pero no tenía porque ser fría y alguna vez se permitían conversar con ellos, no era lo habitual como tampoco era habitual que tuviesen una terapia con dos personas de su mismo sexo y que encima habían sido novios pero ellos no tenían porqué saberlo.

Ander frotó el pene del muchacho con un aceite de sabores, para esas ocasiones solía usar el sabor de frutas que compraba en un sexshop de Bilbao por internet, con su suave masaje conseguía que la zona se irrigara y tomase algo de vida y mientras tomaba algo de tono se metía un caramelo de menta para que el sabor no le echase para atrás y diera contraste al paciente.

Sonia solía besar el interior de los muslos de la paciente con sus bonitos labios mientras hacía que su boca generaba la suficiente humedad para proporcionársela a la paciente y que el masaje fuese más placentero, esa cálida saliva proporcionaba el calor suficiente para que esa terapia fuese más humana.

Hasta ese día el director nunca se había masturbado viendo a sus dos auxiliares trabajando pero la juventud de los pacientes y el morbo de la situación le hicieron que se quedase con la polla al aire mientras miraba lascivamente a los cuatro y comenzó a tocarse, se sentó en una silla metálica y se despatarró para sobarse fieramente.

Ander había conseguido que el pene del joven tomase cierto tamaño y su boca con el caramelo de menta tenía la saliva suficiente para proceder, primero le beso el glande con los labios muy apretados pero húmedos y fue metiéndose el pene poco a poco mojándolo en su totalidad, lo introdujo muy lentamente hasta el final cuando su nariz toco el pubis del muchacho, la práctica había conseguido que pudiese meterse en la boca penes de hasta 18 centímetros sin ningún problema pero este no era tan grande pero si de un gran grosor, aguardó con el mientras su lengua se movía como podía mojándolo y besándolo muy dulcemente y todo ello sin perder de vista el monitor por si se apreciase alguna novedad.

Sonia por su parte comenzaba siempre de fuera hacia dentro, lamía con la punta el perineo de los pacientes y en caso de ser una mujer se entretenía con los labios de la vagina como si se estuviese comiendo una alcachofa, hoja por hoja hasta llegar al corazón; se chupó los dedos para mojar los labios de la joven y comenzó a abrirle los labios para dejar abierta toda la vagina, besó lentamente sus labios y pasó la lengua abriéndolos mientras se ayudaba con sus dedos, veía sin problemas la vagina y el clítoris, apoyó casi su nariz respirando sobre el clítoris mientras metía la punta de su lengua en la vagina, apenas unos centímetros con un movimiento rápido que a ella le gustaba que la hicieran, el calor de su respiración solía despertar al clítoris y permitía dedicarle una atención personalizada más tarde. Esa vagina sonrosada y de tan dulce sabor era deliciosa de lamer y Sonia le ponía verdadera pasión en disfrutar de ese instante.

Ander se sacó el pene del joven de la boca pero sin perder el contacto con su boca, con su dedo corazón comenzó a jugar con el ano dándole suaves círculos hasta que le introdujo la punta muy suavemente, a su vez comenzó a pasear su lengua húmeda por todo el glande mojándole cada rincón, parándose en cada pliegue y que al estar circuncidado le daba un aspecto de limpio y hasta majestuoso, saboreando ese ojo oscuro que apunta desafiante, todo muy lento y suave y muy, muy húmedo. El pene parecía tomar brío con cada pasada de la lengua de Ander y cuando su dedo corazón entró tocándole la próstata comenzó un mete saca léntamente, apretando sus labios sobre el miembro que dejaba asomar unas gotas de semen y que al tener la boca invadida de menta no permitieron a Ander darse cuenta de ese pequeño detalle.

Sonia acariciaba los costados del clítoris de la joven, con una lengua muy húmeda y suave, jugaba con las dos texturas, la suave de debajo y la áspera de encima, apoyaba brevemente su lengua sobre el clítoris y le dejaba vibrar cuando la levantaba, nunca dejaba de perder el contacto y cuando ese botón de placer tomaba color y tamaño metía uno o dos dedos dentro de la vagina de la paciente girándolos y doblándolos para acariciarla por dentro. La humedad de la vagina de la joven aumentaba cada vez pero Sonia no pareció darse cuenta y siguió con sus caricias. Cuando pasaba la lengua por los alrededores del clítoris haciendo pequeñas oes era cuando aumentaba el ritmo de los dedos.

 El director evidentemente no pudo darse cuenta de esos dos pequeños detalles que hacían que esta terapia fuese diferente a las anteriores pero si vio cierta actividad en los monitores pero su mano estaba más centrada en su polla que en los saltos que daba la señal neuronal.

Antes de que Ander pudiese apartarse y habiendo pasado sólo diez minutos, un torrente de semen le inundó la boca casi atragantándolo e instintivamente fijó su vista en los monitores para apreciar cierta actividad cerebral que antes no estaba allí. Sonia por su parte mientras jugaba con el clítoris de la paciente y acariciaba ese extraño punto G que muchos doctores dudaban de su existencia vio para su sorpresa y alegría como daban algunos saltos la línea del escáner cerebral.

El director estaba haciendo casi equilibrios con la silla mientras se masturbaba frenéticamente y cuando su pene explotó en un orgasmo tremendo se cayó de espaldas con tan mala fortuna que la silla aterrizó sobre los cables de los monitores de la habitación que estaban empalmados de mala manera provocando un cortocircuito.

Sonia y Ander sorprendidos por el cortocircuito se incorporaron rápidamente y limpiándose salieron de los cuartos para buscar al neurólogo para darle la buen noticia y averiguar que pasaba con la luz, unos minutos más tarde descubrieron al director en el suelo con los pantalones por los tobillos y sus manos llenas de semen, inconsciente y con algunas quemaduras eléctricas, al ver la imagen y saber que estaba espiándoles, los dos decidieron dejar el hospital pues ninguno de los dos quería tener que aplicarle la terapia a ese director tan poco considerado.

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