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Almudena, una brutal violación (2/3)

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“Tráela hasta aquí. Ahora te la va a chupar a ti, amigo. Prepárate que yo te la dejo lista” le dijo Vicente a José.

El chico no había dejado de sujetar a la joven por el pelo, así que solo tuvo que tirar fuerte de él para que la muchacha lo siguiera como buenamente podía, medio gateando medio arrastrada por el suelo.

“Que se siente encima de mí, así” le indicó el viejo frutero a su ayudante.

Colocaron a Almudena sentada encima del tendero, le daba la espalda. Ella tenía las piernas abiertas, con las rodillas puestas a lado y lado de las piernas del anciano, y su culo quedaba puesto justo encima de la polla que acababa de corrérsele en la boca, y que por el momento permanecía deshinchada.

José en cambio, tenía su rabo bien dispuesto para la batalla. Cuando Vicente se lo vio alucinó con él. No lo tenía tan largo como el suyo, pero era ancho como su propia muñeca, que era muy gruesa.

“¡Joder, tío, vas a desgarrarla con ese pollón de elefante que tienes! ¡Jajajajajajaja!”

Almudena no podía verlo, pero imaginaba que el tipo que acaba de abusar de su boca no hablaba por hablar. Si había dicho aquello sería porque el otro violador debía tener una polla descomunal, por lo menos más grande que la suya. Empezó a asustarse. Cuando el segundo hombre le puso su verga pegada a los labios, ella no fue capaz de abrirlos. No por rebeldía, era el pánico el que le hacía actuar así.

El viejo Vicente sabía perfectamente cómo hacer que la muchacha abriese su boca de golpe. Miró a José y le guiñó un ojo en silencio, para que esperara al momento oportuno para embestir. José sonrió también en silencio y asintió con su cabeza. El joven ayudante tenía agarrado su pollón con una mano y apuntaba justo a la boca de Almudena, apretando contra sus labios cerrados. Entonces el viejo sádico metió rápido su mano por debajo del vestido, colándola en sus bragas, pellizcó con dos dedos el clítoris de la muchacha y empezó a estirar de él con muy mala leche.

“¡¡AAAAAAAAAAAHHHHHHMNNNNMMGGGGGG!!” la jovencita abrió los labios para gritar, y un pedazo de carne demasiado enorme para ella le ocupó todo espacio disponible en su boca.

“¡Te dije que si no te portabas bien con nosotros habría consecuencias!” le dijo con voz cabreada el viejo frutero.

José tenía sujeta la cabeza de la chica con sus dos manos, así la obligaba a mantenerse quieta en su sitio mientras él empezó a follarle la boca como un verdadero semental en celo. Si a Almudena le habían parecido insoportables las embestidas que le había dado el viejo con su polla apestosa, ahora realmente pensó que moriría ahogada por tener esa tremenda polla tan enorme penetrándole tan profundo en su garganta. José no se conformaba con meterle solo la mitad, él quería ir más allá y que la zorra se tragara todo su rabo. Así que no paraba de empujar y empujar fuerte, con todas sus ganas, hasta que consiguió al cabo de unos minutos traspasar la barrera del cuello y meterle su enorme glande incrustado en la tráquea. La pobre Almudena tenía la garganta completamente hinchada y deformada por ese vergote que le violaba la boca sin piedad.

Mientras tanto Vicente no había dejado de pellizcarle el coño a la muchacha. De vez en cuando se tocaba el paquete, masturbándose a sí mismo al tiempo que seguía maltratando  la vagina de Almudena. Pronto Vicente empezó a penetrar la oscura cueva con sus falanges rechonchas. A pesar de estar pasándolo terriblemente mal, y de no estar disfrutando de esa violenta follada a su cavidad bucal, el coño de Almudena empezó a soltar jugos. Cuando Vicente lo notó metió un tercer dedo dentro, y luego un cuarto. Lleno de alegría, el viejo tendero comprobó que su polla empezaba a despertar de su letargo. Pero él no podía esperar a que José descargara su corrida para volver a la carga. Quería meterle su polla dura dentro de ese coñito jugoso y lo haría ya mismo.

“Espera compañero, necesito ponerla de otra manera” le dijo Vicente a José.

El joven ayudante estaba a punto de correrse y le entraron ganas de matar al viejo por obligarle a parar. Aunque de esa manera la mamada duraría mucho más, y así se apaciguó su pequeño arranque de ira. El viejo se puso de pie. Almudena se había visto obligada a detenerse en seco, pero con el enorme pollón incrustado en lo más profundo de su garganta. No podía apartarse ni hacer nada. Vicente le agarró del culo y se lo levantó, obligándola a pasar de estar arrodillada sobre el suelo a estar a casi a cuatro patas, como una buena perra caliente. La chica tenía sus piernas completamente estiradas y abiertas, con el culo en pompa, y tenía su boca pegada al pollón del segundo violador, el que no hablaba nunca. Sus manos seguían atadas a su espalda, así que la pobre muchacha se había quedado sin ningún punto de apoyo fiable en el que apoyarse. En cuanto esos dos malvados hombres empezaran a follarla de nuevo por sus dos agujeritos, Almudena no podría frenar los embistes de ninguna de las maneras. Ahora sí que iba a morir asfixiada de verdad.

Vicente se situó tras la chica y rajó el tanga por la mitad, en la zona entra el coño y su culo lindo. El viejo abrió los labios vaginales con sus manos hasta el máximo que dio de sí la suave piel. Almudena tenía el coño completamente depilado, rosadito, húmedo y soltaba un aroma embriagador. El viejo se inclinó para mirar dentro, y allí fue testigo de cómo las paredes vaginales de Almudena palpitaban y empezaban a segregar fluidos.

“¡Joder, zorra, tu coño está pidiendo polla a gritos!” le dijo el frutero a la muchacha.

Pero Almudena no podía responderle, tenía el pollón de José amordazándole la boca. Vicente no esperó más tiempo para probar ese agujero también. Con lo que había disfrutado follándole la boca a la chiquilla, seguro que romperle el coño a pollazos tenía que resultar delicioso y muy excitante.

“¡Allá voy!” anunció el viejo.

Vicente dejó una de sus manazas abriéndole la entrada del coño, y usó su otra mano para guiar a su rabo hacia aquel ansiado orificio. Almudena intentaba quejarse, moviéndose un poco y gritando como podía, pero nada de eso hizo que el viejo pervertido desistiera en su avance. Una vez hubo colocado el abultado glande en la raja de la chica de pelo castaño, empujó con todas sus fuerzas, penetrándola de manera veloz con casi toda la extensión de su polla. Fuera quedaron unos centímetros de carne que terminaron de insertarse dentro de aquel coño joven y húmedo a la segunda embestida.

“¡¡Hmmmmmmmmmmmm!! ¡¡Hhhhhmmmmmmmmmmmmmmm!!” Almudena empezó a gritar y llorar de nuevo. El dolor que sentía en su coño era muy fuerte.

“¡Cállate puta!” vociferó el anciano, soltándole unas cachetadas en el culo. Luego se dirigió a José, que había estado esperando quieto, sujetando del pelo a la chica y sin sacarle el rabote de dentro de la boca y le ordenó muy cabreado “Empecemos a follarla los dos juntos ¡Así se le quitarán las ganas de pelear!”

José, silencioso como siempre, sencillamente actuó. Sacó la mitad de su rabo que tenía metido dentro de la cavidad bucal de Almudena y se la metió de nuevo dentro con todas sus fuerzas. Vicente hizo lo mismo en el coño de la chica. Ambos violadores empezaron a embestir con salvajismo contra el cuerpo maltrecho de su víctima. Almudena sentía que se le iba a desencajar la mandíbula en cualquier momento. El hombre que le estaba follando la boca de aquella manera tan bruta ya había insertado tres cuartos de aquella monstruosidad de rabo entre sus labios, y seguía empujando contra ella. Tenía todo su enorme glande y parte del tronco rozándole una y otra vez por dentro la tráquea. Y el otro que le follaba su coño era un animal y un cromañón que no tenía consideración ninguna. A pesar de estar un poco húmeda por su condición natural, Vicente no había procurado mojarla más o meterle la polla despacio. Todo lo contrario, parecía que buscara ensañarse con ella y hacerle sentir un gran dolor.

Pasaron unos larguísimos minutos, que se volvieron eternos para la muchacha, en los que los dos asaltantes no dejaron de embestir con rudeza contra sus dos orificios, la boca y su coño, cada vez metiéndole dentro sus grandes pollas con más velocidad y profundidad. Llegó un momento en que a la pobre Almudena ya no le quedaban fuerzas para rebelarse contra ellos, solo podía intentar mantener el equilibrio y no caerse de bruces contra aquel rabo que terminaría metiéndosele en el puto estómago de una de las embestidas, por culpa de los fortísimos empujones que le daba por atrás el tipo que le estaba violando el coño.

El primero en correrse fue José. El viejo ya había descargado su primera corrida antes, y por eso ahora podía aguantar un buen rato más follándole la vagina a Almudena. Pero José había permanecido excitado sujetándola sin poder hacer nada demasiado tiempo, y ahora que por fin podía violarle la boca a su placer estaba sintiéndose en la puta gloria. El joven ayudante del frutero empezó a embestir con muchísima más fuerza y velocidad contra los labios de Almudena, que hacía lo posible por no morir atragantada, y finalmente, sin que él se detuviera, de su polla empezó a manar un torrente de ardiente lava blanca y espesa que inundó la tráquea y la boca de Almudena. Había tanta leche que se le salió por la nariz. Su cara, su pelo y el piso quedaron completamente manchados con la corrida de ese tipejo. José jadeaba como un perro mientras no paraba de meter y sacar su rabo enorme de la boca de la chica, y seguía soltando allí su lechecita rica.

Vicente al ver aquello sintió que se excitaba muchísimo. Cuanto más abusaban de aquella joven y hermosa vecina de rostro angelical más cachondo se sentía. José no había llegado a sacar su polla de la boca de Almudena, su rabo empezaba a deshincharse un poco, pero seguía siendo monstruoso, y lo mantenía bien dentro de aquel cálido agujero. El viejo empezó a violarle el coño a su vecina con todas sus fuerzas. Ella sentía que pronto iba a desfallecer si no la dejaban descansar un poco. La pobre Almudena tuvo que soportar de manera estoica una larga media hora más antes de que Vicente, el bruto violador de su coño, llegara a correrse, llenándole la matriz con su asqueroso esperma. Almudena ni si quiera pudo suplicarle que no lo hiciera. Su novio y ella usaban preservativos como método anticonceptivo,  porque ella era alérgica a las pastillas, así que seguro terminaría quedándose embarazada de ese violador bruto que le había destrozado el coño a pollazos.

Entonces los hombres extrajeron sus flácidas herramientas de la boca y el coño de la chica y la empujaron para que quedara medio tumbada en el suelo boca arriba, en el fondo de la habitación, del lado contrario al que estaba la puerta de salida. Ellos se sentaron también en el piso, apoyando sus espaldas en la rugosa pared, y Vicente empezó a liarse un cigarrillo. José le pidió permiso con un gesto y copió a su compadre liándose otro pitillo él también. La visión de Almudena en ese momento era espectacular. Estaba llorando, con los ojos vendados, y el pelo y la cara llenos de la corrida de José. Balbuceaba palabras sueltas entre balbuceos, como:

“No… Dentro… Embarazada… No…”

Las manos de la muchacha seguían atadas a su espalda. Tenía el vestido roto en la parte del pecho, y sus hermosas tetas a la vista. Se le había subido la falda y el tanguita rosa semitransparente de encaje quedaba a la vista de los hombres, como estaba roto por la entrepierna quedaba colgando de la cintura de la chica. Sus piernas, apoyadas una sobre la otra y medio plegadas dejaban al aire su raja rebosante de corrida del viejo frutero, y la raja de su culo virgen.

“Es una buena hembra. Tiene un coño y una boca que apetecería follárselo cada día” comentó Vicente en voz alta.

José solo asintió, sonriendo como un bobo. Había terminado de liarse su pitillo y se lo estaba encendiendo. Ninguno de los hombres daba por finalizada la sesión. Vicente todavía tenía pendiente por probar el culo de la muchacha, y José seguro que querría follarle el coño ahora. Pero antes necesitaban reposar un poco. Para ayudar a que sus pollas de machos se pusieran a tono, el viejo frutero tuvo una genial idea. Agarró el tobillo de Almudena y tiró de ella, dejando cada uno de sus pies tocando cada una de las pollas de sus violadores. El viejo había oído historias de putas que hacían pajas con los pies, y pensó que sería una buena forma de irse animando mientras fumaban.

“Vamos, puta. ¡Esmérate en ponernos las pollas duras o te las meteremos juntos en tu boca de zorra!” le dijo en tono amenazante el más mayor de los hombres.

Almudena estaba ya sin energías, sin ánimo para hacer nada de nada, sumida en la depresión y la humillación, pero si esos brutos intentaban meterle a la fuerza sus dos pollones enormes dentro de la boca le harían daño de verdad, y no podría soportarlo. Mejor hacer lo que le habían dicho, total tener que masturbarles con los pies solo sería algo incómodo, para nada dañino para ella.

Así que la hermosa joven apoyó la planta de sus pies en los troncos flácidos e intentó sujetar ambos rabos con sus deditos. Poco a poco empezó a hacer movimientos hacia arriba y hacia abajo, para estimularles esa zona. Tal como había quedado tumbada sobre el suelo boca arriba, y con cada pierna entre las piernas de sus agresores, su coño quedaba a la vista de ambos, así como sus ricas tetas. La chica no podía apoyarse bien con las manos atadas a la espada, tenía que hacer mucha fuerza con la parte baja de su estómago para poder mantener los pies elevados e irlos moviendo arriba y abajo.

Vicente, pervertido como era, empezó a pronto notar un excitante cosquilleo en su entrepierna. Con la mano que no estaba sosteniendo el cigarro, agarró el empeine del pie que Almudena tenía sobre su polla y lo presionó contra él, masajeándose a su gusto el rabo con aquella extremidad. La muchacha entonces pudo apoyarse un poco poniéndose más de costado, y le resultaba más sencillo masturbar al violador silencioso con el pie que tenía libre. La polla de José también empezó a reaccionar con aquellas curiosas caricias de la muchacha. El joven había pensado que eso de masturbarle con el pie sería una pérdida de tiempo, pero resultaba incluso más excitante que si se lo hiciera con la mano, por lo complicado que parecía ser para la chica.

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