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En la playa

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Creo que lo primero es presentarnos, somos una pareja con la cincuentena recién estrenada, de cuerpos normales para nuestra edad, quizás un poco llenitos, yo 1:80, rasurado y poco más que reseñar ella 1:65, buenos pechos algo caídos lógicamente por la edad pero hermosos y coronados por unos pezones pequeños y receptivos y un culo amplio y muy muy apetecible según sus muchos admiradores. Vivimos en una ciudad del sur de España y disfrutamos de una climatología espléndida así como de unas playas espectaculares. Ambos disfrutamos del nudismo y de las situaciones morbosas que algunas veces eso provoca. Para seguir poniéndoos en situación os comento que hace ya unos 10 años, ella comenzó a no encontrarse bien con sus cuerpo y a no sentirse atractiva, yo le decía que todo lo contrario y que muchos hombres la miraban sin recato, intentando seguir animándola la convencí (no me costó mucho esfuerzo la verdad) de publicar alguna de las muchas fotos que le había hecho para que viera los "admiradores" que tenía en una página de esas en las que participan, hombres, mujeres y parejas para compartir morbo y experiencias. Como no sé si aquí se puede, no diré su nombre. El caso es que abrí un hilo con un cierto éxito entre amantes de las mujeres “reales” y donde empecé a charlar vía chat con algún admirador de ella.

Una tarde de ese verano, ya casi al final del mismo, habíamos acudido a nuestra playa, así la llamamos por lo que su recuerdo siempre nos evoca, y pasamos un día espléndido. Habíamos tomado el sol, disfrutado de un agua deliciosa de temperatura, habíamos hecho alguna foto, y estaba acabándose la jornada. Llevábamos todo el día excitados como siempre en esa playa y ya casi no había gente, la pareja más cercana estaba a más de 80m de nosotros, una cosa llevó a la otra y tras una buena sesión de caricias mutuas, comenzó a hacerme una mamada de las que sólo ella es capaz. Estábamos solos en mitad de la playa y aquello era genial. Naturalmente, yo no podía ser menos y comencé a hacerle una comida de coño que por sus movimientos parecía que ella también disfrutaba. Cuando vi que estaba a punto cambiamos de posición y me puse encima, nuestros juegos eran bastante evidentes y no era cuestión de alargar demasiado el momento y que alguien pudiera pasar e interrumpirnos. Ya casi al final y cuando yo estaba encima de ella y ya pasando el “punto sin retorno” me percaté que en las dunas detrás nuestras había dos cabezas separadas entre ellas unos 15 metros y a unos 10 metros de nosotros. Le dije a mi mujer que teníamos mirones (algo habitual en esa playa) y ella, lejos de cortarse o quitarse de debajo, me dijo que mejor para ellos, que disfrutasen, mientras incrementaba el ritmo y hacia que yo explotase en su interior de una forma abundante y jadeando mientras ella llegaba con ganas gritando y sin cortarse lo más mínimo. Siempre habíamos sido un tanto exhibicionistas pero nunca con la certeza de que nos estaban viendo tan de cerca como en ese momento. Terminamos como siempre con un beso largo y húmedo y me retiré de ella, quedando los dos abrazados y exhaustos con mi polla aun goteando y su sexo soltando borbotones de semen. Permanecimos aún unos minutos así y sin mirar a las dunas (yo si disimuladamente) y nos acercamos a la orilla a lavarnos un poco. En eso estábamos cuando uno de nuestros espectadores (lo había visto saliendo de las dunas unos 50m. más allá) pasó por la orilla a nuestro lado mientras ella, de espaldas con el agua por encima de las rodillas, se lavaba el sexo quitándose los últimos vestigios del sexo que acabábamos de disfrutar los dos (bueno los tres). Al pasar a mi lado me miró e hizo una ligera inclinación de cabeza, como agradeciéndome el espectáculo, no pude por menos que mirar su polla que aún morcillona, mostraba claros signos de haber disfrutado hacía breves momentos, me sonrió y siguió su camino. Cuando se alejaba y ya con mi mujer a mi lado le comenté quien era el “paseante” y se rio, nos quedamos abrazados en la orilla mirando hacia el mar y poco después comenzamos a recoger y nos marchamos de la playa. Esa experiencia nos sirvió de estímulo muchas noches después recordando nuestro mirón y nuestra playa.

Un día, alguna semana después, publiqué unas fotos de ella desnuda en la playa, hechas la tarde de nuestra historia y cual no fue mi sorpresa cuando uno de sus seguidores reconoció la playa, a ella y hasta el momento en que le había hecho las fotos. Era de nuestra misma zona y también frecuentaba nuestra playa y recordaba cómo mientras paseaba se había fijado en una pareja en la que él hacía fotos a una madurita con un gran culo y que no solo no le importaba si no que posaba coqueta para la cámara. Esa casualidad me dio muchísimo morbo, ya que había estado a nuestro lado sin saberlo ambos y también había disfrutado de las fotos que habíamos publicado, muchas de ella con imágenes muy explicitas. Sin embargo en ningún momento podía imaginar que ese admirador de mi mujer había visto nada más. Había pasado casi un mes y el verano ya era un recuerdo cuando coincidí en el chat con ese amigo, Chano le llamaré, como siempre mi mujer era el centro de la conversación y las fotos de la playa de esa tarde un morbo añadido ya que sin saberlo habíamos estado a escasos metros unos de otros. Chano era un mirón dunero, no de los molestos y pesados, pero si de los que disfrutaban observando situaciones más o menos morbosas. Llevábamos casi una hora chateando cuando le pregunte como habían ido sus pilladas veraniegas en la playa, me dijo que el verano había sido tranquilo y que sólo la final había sido testigo de un polvo playero por parte de una pareja, naturalmente y acordándome del mío le dije que me contara como había sido. Según iba contando me iba poniendo cada vez más nervioso ya que estaba describiendo “ce por be” mi polvo con mi mujer, yo me callaba y él seguía relatando desde su punto de vista:

”…Tenías que verla, una cuarentona de rodillas con un culo espectacular en pompa haciéndole una mamada la marido que parecía disfrutar como un loco, luego cambiaron las posturas y ella tumbada con las piernas abiertas recibía una comida de coño como pocas veces había visto, después de varios minutos con esta escenita el marido con la polla como un palo se puso encima de ella y empezó a bombearla a buen ritmo, en un determinado momento creí que me habían visto, a mi y al otro habitual que estaba a unos 20 metros de mi en las dunas, pero no debía ser así ya que aceleraron el ritmo y terminaron llegando casi a la vez, bueno a la vez los tres porque yo también me corrí con el pajote que me estaba haciendo a su salud. Después ellos fueron a la orilla a lavarse y yo pase a su lado saludando con la cabeza al marido mientras al mujer de espaldas a mí se aseaba un poco”

Yo no me lo podía creer, estaba asustado, confundido, nuestro polvo anónimo en la playa tenía un testigo que nos tenía más ubicados a raíz de la página que frecuentábamos. No sabía que decir, el me preguntaba si seguía ahí y yo no sabía qué hacer. Le dije que sí que estaba pero que no podía seguir. Antes de cortar el me pidió dos minutos y me dijo:

“Juan, no te preocupes, sé que la pareja erais vosotros, lo sospeche cuando os vi en la playa por las fotos que había visto de ella en el hilo, pero al ver más tarde aquellas fotos en la playa, pude confirmar que mi pareja habíais sido vosotros. Pensé si debía decíroslo o no, pero creo que os lo merecíais por lo bien que me lo hicisteis pasar. No te preocupes y no me digas nada, esa es “nuestra playa” y sólo quedará entre nosotros”. Con estas palabras en la pantalla cortó la comunicación y me dejó a mí dándole vueltas a lo que acababa de pasar.

Pasaban los días y no sabía si decírselo o no a mi mujer (la verdad es que de estos temas lo hablamos todo y no me encontraba cómodo ocultándoselo pero quizás eso cortará definitivamente nuestros juegos playeros y nuestras sesiones de fotos y sobre todo su subida de autoestima. Opté por esperar un poco antes de contárselo y pasaron algunos meses antes de decírselo durante uno de nuestros juegos recordando el verano. Su reacción y como hemos continuado no sé si dará para otro relato, pero quien sabe.

(9,50)