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Ana María

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Después de esos días con Betsy, su hermana Ana María, de 18 años, empezó a darse cuenta de que sucedían cosas extrañas entre su hermana y yo, miradas, bromas, roces, etc., así que estuvo más al pendiente de nosotros y no nos daba espacio a quedarnos solos. Hasta parecía que ella era la mayor de las dos y no Betsy, por la forma en que nos cuidaba.

Esto siguió así hasta que una tarde nos quedamos solos Ana María y yo, con lo que me encaró y me preguntó acerca de lo que pasaba entre su hermana y yo, ya que según ella no era normal como nos tratábamos. Entonces le dije que no era su asunto y que me dejara en paz.

Me volteé como para salir, pero ella me detuvo y me hizo voltear nuevamente. Fue cuando me di cuenta que llevaba una falda azul de mezclilla, tan corta que más parecía un cinturón ancho que una falda, blusa a cuadros rosa con blanco y zapatos bajos de tela, sin medias ni nada más.

Ella siguió preguntando acerca de su hermana, y fue tanta su insistencia que terminó cansándome de sus preguntas y la besé en la boca con gran intensidad. Al contrario de la reacción de enojo que yo esperaba respondió con tal calentura, que daba a entender que realmente no buscaba respuestas sino que la tratara igual que a su hermana.

Después de ese beso le pregunté si realmente quería saber lo que pasaba con su hermana, y en voz más baja pero excitada me dijo que sí. Le dije que no le iba a contestar nada pero haría con ella lo mismo que con su hermana.

Entonces seguimos besándonos y la empecé a tocar sobre su ropa, a lo cual mejor decidimos irnos a su cuarto, en donde más tardamos en entrar que en desaparecer la ropa que nos tapaba. De ella, muy poca, ya que no llevaba nada por debajo. ¡Vaya que tenía su plan bien definido la muchacha!

Al verla ya desnuda me sorprendió lo atractivo de su cuerpo: morena, delgada, 1.58, tetas pequeñas y firmes, pezones grandes y duros, cintura muy estrecha y unas nalgas gorditas pero bien duras. Totalmente rasurada del pubis y unos labios que de carnosos se antojaban.

Luego nos estuvimos acariciando desesperadamente por todos lados, hasta que me empujó a la cama, quedando boca arriba y ella se empezó a subir en mí, hasta que su boca estuvo muy cerca de mi pene, mismo que me empezó a chupar con poca destreza, pero mejorando rápidamente.

Luego siguió subiendo hasta casi emparejar su cadera con la mía, mientras ya le acariciaba las nalgas y las tetas por igual, mientras que ella seguía con tal calentura que empezó a acomodar su cadera encima de la mía. Tal parecía que era una experta, ya que ni tarda ni perezosa se empezó a clavar en mí, con un movimiento rítmico de arriba hacia abajo, hasta que llegó al fondo, gritó y se quedó totalmente quieta. En ese momento sentí que algo caliente escurría de su interior. Después vería que era sangre.

Me dijo que no me fijara y que la hiciera pasar un buen rato, ya que no sabíamos si se podría repetir más adelante, así que empecé a mover mi pelvis de abajo hacia arriba, tratando de llevar un solo ritmo con ella.

Así estuvimos un rato hasta que me vacié en su interior, a la vez que ella gemía cada vez más fuerte y nuevamente dejaba escurrir líquido de ella en mí, después de lo cual se recostó sobre mí.

Nos quedamos así brevemente hasta que ella se pasó a un lado mío, con lo que yo me giré y empezamos a besarnos nuevamente con mucha pasión. Aproveché entonces para comerle los pezones, que estaban muy parados y duros.

Me dijo que era su primera vez, pero que su hermana ya le había platicado lo que habíamos estado haciendo días atrás y ella quería experimentar lo mismo conmigo, por lo que había estado buscando desde entonces la ocasión para estar los dos a solas.

Poco tiempo pasó para que nuestras caricias nos volvieran a calentar y entonces yo me monté sobre ella, haciendo a un lado cada una de sus piernas, para poderla penetrar nuevamente, lo cual hice de una manera que ella casi no sintió con lo mojada que ya estaba de todo lo anterior, pero que yo sentía estar muy profundo en su cuerpo.

Con lo que ya le había dejado adentro anteriormente, duré más tiempo, lo cual me permitió que después de estar sobre ella, la volteara para que ella quedara de perrito, apoyada sobre sus piernas y brazos, y seguí dentro de ella en esa nueva postura, que era muy excitante para mí.

Luego de un rato la volví a poner boca arriba, pero esta vez tomando sus piernas para pasarlas por encima de mis hombros, haciendo que casi pegaran con sus tetas. Después de unos minutos así volví a eyacular dentro de ella, y al retirarme nos quedamos dormidos, abrazados uno al otro.

Así hasta que nos despertó el cambio de temperatura, ya que empezaba a oscurecer y nos vestimos para luego irme a mi cuarto, con la promesa de que buscaríamos una nueva oportunidad de continuar disfrutando.

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