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El del chinito de la esquina

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Volvió a pasarme. Estaba yo de compras en el mercado de abasto y de repente veo a este campesino, blanco, alto como de 1.85, musculoso, en una camiseta sin mangas blanca, jeans rotos y ajustados y todo sucio. Los dientes relucían de blanco, la boquita rosada, lampiño de cara con un corte de cabello casi al rape. Se veía que era un tipo muy rústico, con la mata de pelos saliéndole del sobaco pero esta misma rusticidad era lo que lo hacía sexy y atractivo.

La cara tan aniñada contrastaba con el lugar tan primitivo donde se hallaba. Era domingo en la tarde, lluvioso y el mercado estaba casi vacío. El muchacho, de unos 22 años, tenía cara de aburrido por estar cuidando el localcito. Me puse a preguntarle tonterías y en un momento me dijo que ya iba de salida. Yo, ni corto ni perezoso le pregunté para donde se dirigía y cuando me indicó el lugar le dije que lo esperaría afuera del mercado para darle el aventón. Era obvio y se notaba que yo buscaba algo diferente. Esperé como 20 minutos y cuando casi me iba lo veo caminar rápida y nerviosamente hacia mi auto. Se subió y al rato comencé a sobarle el muslo mientras él se dejaba acariciar mirando hacia adelante. La pinga se le fue parando mientras yo conducía hacia mi apartamento. Este sabía desde el principio a que venía-

Estaba todo sucio y se notaba que era un trabajador, su ropa contrastaba con el brillante lobby de mi edificio pero no me importó subirlo al ascensor ante la mirada incrédula del guardia de seguridad. Apenas llegamos a mi apartamento, le pasé una cerveza, pusimos una porno en la TV y me senté en la sala y comencé a mamarle la verga que era peluda, blanca, como de unas 8 pulgadas y larga, los huevones le colgaban de manera increíble. Le chupé el pico mientras sentía su fuerte olor a sudor, a macho y a trabajador. El me agarro la cabeza y me decía "mama puta, te gusta el huevo? Sigue mamando mami"

Esto me calentó mucho. No había encendido el aire acondicionado así que el sudor bajaba por sus huevones mientras yo se los lamía como una perra en celo.

Ni siquiera esperé hasta que se quitara toda la ropa, me puse en cuatro en el sofá y le embarré la pinga con lubricante. El me punteó con la cabeza de la pinga y me comenzó a restregar el huequito del ano, que estaba caliente y ansioso. Se puso el condón y me zampó el huevo de un solo estocazo, mientras me agarraba las dos nalgas y me decía que tenía un culon bien rico y hambriento. Te gusta que te rompan el culo? Y yo me meneaba atrás y hacia adelante, sintiendo como su verga me rayaba el culo desde adentro. La cabezota era grande, gruesa, redonda, como si fuera una pelota de ping pong en un palo. Tenía los huevos colgando tanto que me golpeaban cuando me daba pinga. Lo más rico era que sudaba y sudaba pero seguía bombeándome como si tuviera varios días sin culear.

Me sacó el condón, se lo quitó y me puso a mamarlo de nuevo, agarrándome el pelo para empujarme hacia sus pelos tan rústicos y con olor a macho sudoroso. Me agarró la nuca y se puso a gemir hasta que comencé a sentir los trallazos de leche en mi garganta. Casi vomitando, me tragué lo que pude y él se reía mientras me atragantaba con su leche. Le dije que se bañara mientras metía su ropa a la lavadora, le regalé un suéter y le serví un sandwichito. Era increíble verle el pecho sin un solo pelo, las piernas y las nalgas lampiñas y la mata de pelo saliendo de su verga y su culito escurrido.

Antes de que se fuera me volví a sentar en su pico y me dio de nalgadas mientras me culeaba salvajemente, con un dedo adicional metido en mi culo mientras su verga me bombeaba, delicioso. Me estiró tanto el ano que me dolía pero no me importaba, el huevo me entraba hasta el fondo y el tipo me arañaba las nalgas con sus uñas sucias. Cuando ya no pude más me arrodillé a pajearlo hasta que se volvió a venir, casi un par de gotitas, pero que me tragué con ganas mientras lo veía llorar del placer.

No puedo esperar hasta el próximo polvo.

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