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Entre libros

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Desde que empecé en la universidad, suelo utilizar la biblioteca pública de mi ciudad para preparar los exámenes. Allí encuentro la tranquilidad necesaria para estudiar, y la ausencia de distracciones me facilita también esa tarea. Bueno, a veces sí hay distracciones: unas distracciones altas y delgadas, otras más bajitas pero igual de hermosas, otras que claramente dedican su tiempo para leer la prensa y acudir al gimnasio que está al lado de la biblioteca... En fin, un día que estaba yo peleándome con el derecho administrativo algo me distrajo de repente: era un chico de unos 23 años, como de 1.80 de estatura y delgado. Supongo que por curiosidad se me quedó mirando un rato, también porque yo levanté la vista para verle a él, y difícilmente pude apartarla, por cierto. Además, me quedé con la duda sobre el significado de su mirada. Intenté seguir a lo mío, pero de vez en cuando no podía evitar mirarle, aprovechando que estaba al otro lado de una estantería abierta.

Al rato me levanté para ir al baño; luego de mear, cuando me estaba lavando las manos, entró él, y después de una especie de suspiro, dijo: "joder, necesito lavarme la cara o me duermo encima de los apuntes". "Sí, la verdad es que hay días en que es imposible mantenerse despierto; a mí me funciona muy bien el café", respondí yo sobre todo por ser cordial. "Pues ya está, nos vamos ahora mismo a tomarnos uno tú y yo... vamos, si te apetece". Como iba a rechazar semejante invitación?. Mientras estábamos en una cafetería cercana charlamos sobre nuestros respectivos estudios y Javier (así se llamaba) me dijo que vivía en la ciudad porque estaba cerca de la facultad y sus padres tenían alli un pequeño apartamento donde él pasaba la semana. No hizo falta mucho más para que quedáramos en que esa misma tarde me pasaría por su casa (vivía solo) para que me prestase unos libros, ya que estudiábamos carreras similares.

Llegué puntual a las 4 de la tarde y ya tenía la cafetera al fuego. Me ofrecí a ayudarle con las tazas y en aquella diminuta cocina fueron inevitables algunos roces. A esas alturas ya estaba bastante claro lo que queríamos ambos, así que aproveché uno de esos momentos para abrazarle por detrás y acariciar su pecho por encima de la ropa. Él inclinó su cabeza hacia atrás permitiendo que yo pudiera besarle el cuello y la cara, cubierta por una dura barba de dos días extremadamente sensual. Fui bajando mi mano y la posé sobre su entrepierna, sintiendo entonces un bulto de generosas dimensiones. Se volteó, quedando enfrentados, y acercó su boca a la mía, al principio cerrada, y luego fue abriéndose para dejar paso a su juguetona lengua. Nos besamos durante un largo rato al tiempo que nos acariciábamos lentamente. Luego dijo: "no prefieres que vayamos al dormitorio?". "Lo estoy deseando". Me cogió de la mano y me guió hasta su habitación; al llegar me dejó caer suavemente sobre la cama y se inclinó para besarme de nuevo, me subió la camiseta para acariciar mi pecho lampiño hasta que yo me incliné un poco para permitirle que me la sacase del todo.

Cuando él hizo lo mismo con la suya descubrí algo fascinante: tenía, efectivamente, 23 años, pero su pecho parecía de un chico mayor; estaba cubierto completamente de un vello negro y sus pectorales estaban bastante marcados (se notaba que hacía ejercicio). Babeaba viendo aquello así que me senté en la cama para acariciar aquella selva negra y comencé a chupar sus pezones y a pasar mi lengua por todo su pecho y abdomen. Al llegar al ombligo desabroché su cinturón para poder bajar sus vaqueros. Cuando lo conseguí descubrí una polla de unos 16 cm y bastante gruesa. Era más o menos como la mía; sin circuncidar ambas. Mi boca se abalanzó sobre aquello; bajé el prepucio con la mano y pasé suavemente mi lengua sobre el glande. Luego comencé a chupar aquel sabroso caramelo rosado, con cierta calma al principio y más rápido después. Javi jadeaba sin parar cogiendo mi cabeza entre sus manos para acompañar el vaivén. De repente me pidió que me parase para no correrse tan pronto. No recuerdo en que momento me desprendí de mis pantalones pero cuando caímos en la cama los dos estábamos ya completamente desnudos. Nos besamos y acariciamos durante un rato y entonces le pedí que me follase. Estaba acostado boca arriba y entonces Javi levantó mis piernas sobre sus hombros, estando él de rodillas, y comenzó a tocar mi culo con su pene.

De vez en cuando echaba un poco de saliva en su mano y me untaba mi agujero, que no tardó mucho en dilatarse, aunque no demasiado. Fue relativamente fácil entonces que pudiera empujar suavemente su polla hacia mi interior (en ese momento no vi si se había puesto condón pero luego descubrí que lo había hecho; desde luego, no esperaba otra cosa). Me dolió, para qué negarlo, pero al mismo tiempo sentí un enorme placer cuando su polla estaba completamente dentro de mí. Entonces comenzó un ritmo un poco más acelerado de mete-saca, inclinándose sobre mí al mismo tiempo para besarme y lamer mis pezones. Cuando vio que estaba a punto de acabar, agarró mi polla con su mano y comenzó a masturbarme. Yo me corrí sobre mi pecho enseguida (confieso aquí que no logro aguantar mucho tiempo) y segundos después noté por sus gemidos que también él había terminado. Sacó su verga pero se dejó caer sobre mi cuerpo para besarme, esta vez apasionadamente, como agradeciéndonos mutuamente el enorme placer que nos habíamos proporcionado. Sentí todos sus pelos en mi pecho y ese gusto me llevó a obligarle a permanecer así durante un rato, estremeciendo cada vez que se movía suavemente sobre mí.

Tomamos café aquella tarde y muchas otras después de eso.

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