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(14) Reflexiones sin bragas

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Era un bungalow de tantos en el hotel en mitad de la isla de Palma de Mallorca. Ahí pasaba la mañana Ana, con su pareo florado, sus gafas de sol polarizadas y su portátil HP con módem incorporado. Recostada en una hamaca invertía acciones en Forex y hoy la cosa tildaba muy bien.

En ese momento su móvil avisó de una llamada.

En la pantalla ponía Wilson Pacheco.

Ana se puso sin perder detalle de lo que sucedía en la pantalla de su portátil.

-Dime, Wilson. ¿Cómo va nuestro asunto?

-Arreglado.

-Esa noticia me gusta. Llevo esperándola cinco días.

-Los tengo delante.

-¿Cuántos son?

-Tres.

-¿Mexicanos?

-Así es.

-¿Y han confesado?

-Al principio han intentado escurrir el bulto, pero he ido cortando dedos y ya han ido cantando como jilgueros.

-¿Y qué han dicho? Quiero saber dónde está mi puñetera droga.

-Según dicen solo robaron dos cajas empaquetadas.

-¿Han confesado la ubicación?

-Sí, ya están localizados.

-¿Falta?

-No, está todo.

-¿Se sabe quienes son esos tres ladrones?

-Eso es lo que más jode. Trabajaban para usted.

-Pues ya sabes lo que hacer.

-Por supuesto. No lo dude.

-Grábalo en vídeo y me lo envías. Regocíjate un poco. Deseo disfrutar el momento.

-Lo que mande, Kitty.

-Buen trabajo, Wilson. Serás recompensado.

-A sus órdenes siempre.

 

Y Wilson colgó el móvil. Delante tenía tres sillas donde tres hombres se encontraban atados y apaleados como perros. El suelo tenía dedos y uñas arrancadas como si fuesen caramelos esparcidos.

-Bueno, chicos –preparó Wilson la cámara digital enroscada en un trípode-. La cosa pinta muy mal para vosotros y muy bien para mí. Así es la vida. Unos pierden y otros ganan. No debisteis robar a Madame Kitty. Es como cavar vuestra propia tumba. Vale, ya está grabando. Sonreíd a la cámara. ¿Quién quiere ser el primero?

Los tres intentaban hablar y gritar auxilio, pero las mordazas los acallaban muy bien.

Wilson se acercó al primero por la derecha y le partió la mandíbula con un puño americano y cinco puñetazos. El hombre escupió sangre y dientes partidos. Luego amartilleó su pistola y Wilson le voló la tapa de los sesos.

-¡Bravísimo! El siguiente.

Ahora le tocaba al hombre situado en el centro. Wilson se armó con una barra de hierro y así le partió las dos rodillas a base de golpes. A continuación le degolló y por el tajo le sacó la lengua.

-Te toca, buey cabrón –se quedó Wilson frente a frente con el tercer mexicano. Este suplicaba en silencio y con cara de horror.

Con el mismo puñal le rebanó los muslos y los brazos. El mexicano se retorcía de dolor y sufrimiento. Luego se la hundió en el cuello y le arrancó la nuez como si fuese una fruta de árbol.

-Un placer cumplir sus órdenes, Kitty –miró Wilson a la cámara ensangrentado y luego dio por finalizada la grabación.

 

Un camarero la trajo a Ana un cóctel con un pai-pai.

-Gracias.

Ana saboreó el cóctel. Mmmmmm, muy rico.

Justo cuando se disponía a seguir con sus acciones de Forex, sonó el WhatsApp de Wilson. Le enviaba el vídeo de los tres ladrones.

-Ah, genial.

Uno a uno, Ana vio cómo Wilson los torturaba y los remataba. Incluso ella paraba la imagen o lo ponía a cámara lenta. La excitaba de sobremanera.

Al fondo apareció un brasileño musculoso y en tanga que venía de la piscina. Ana se mordió la lengua del gusto. Quitó el volumen del vídeo para evitar curiosos cercanos. Un ojo lo tenía en la tercera tortura y el otro en el brasileño guapetón. No hizo falta que ella se acercara. Él ya se fijó en ella desde la primera vez que la vio y encontró ahora una gran oportunidad para entablar un primer contacto verbal.

-Hola, ¿interrumpo algo?

-No, para nada –quitó Ana el vídeo macabro y centró toda su atención en aquél bombón negro de chocolate.

-¿Puedo invitarte a una copa en el bar?

-¿Y eso? ¿A qué se debe el honor?

-A que eres la chica más hermosa de hotel y quizás de la isla.

-Oh, gracias. ¿Estás aquí de vacaciones?

-Sí, mañana ya vuelvo a Sao Paulo.

-Vaya, qué pena. Yo vengo desde Málaga. Estaré aquí unos días y luego me vuelvo en mi jet.

-¿Tienes jet privado?

-¿Lo dudas? Mi belleza lo paga.

-Ahora sí que me has dejado impresionado. ¿Eres modelo o algo?

-No, estudio medicina.

-¿Eres universitaria?

-Así es.

-Hey, ¿eso del portátil qué es?

-¿Ves esto? Es lo que llevo ganado esta mañana.

-¿Treinta mil euros? ¡Wow! ¿Sabes de eso?

-He hecho un master del tema. Esto requiere estudio y conocimientos.

-Eres una flipada, Ana.

-Vaya, ¿me conoces? Creo que juegas con ventaja.

-Tengo 33 vídeos tuyos en mi móvil.

-Ah, entiendo. Vídeos pornos, ¿no?

-Sí, no hay nadie como tú a la hora de practicar sexo.

-Y supongo que deseas practicarlo conmigo.

-No quiero ser grosero ni atrevido, Ana.

-Pídemelo.

-¿Cómo dices?

-¿En mi cama o en la tuya?

-En la tuya.

-No me lo has pedido aún.

-Vale. Ahí voy. Ana, ¿quieres tener sexo conmigo?

-Así vas mal.

-¿Por qué? ¿He dicho algo mal?

-Debes saber que soy muy guarra y muy sexual. Inténtalo otra vez.

-Vale.

-Venga.

-Oye, zorra, ¿quieres follar conmigo?

-¿Lo ves? Eso me gusta más. La respuesta son cuatro veces sí.

-¿Cómo? ¿Es que quieres follar cuatro veces seguidas?

-Quiero un hombre entre mis piernas, no un niñato de tres al cuarto. ¿Tú qué eres?

-Un hombre.

-¿De cuántos centímetros de valentía?

-24.

-Mmmmmm, esto va mejorando. Mi habitación es la 44. Te espero desnuda en media hora. ¿Lo has comprendido? Si llegas tarde la cagas y te mando a tomar por culo.

-Ahí estaré puntual. Te lo prometo.

-Anda, vete, antes que se te ponga dura.

-Ya lo está.

-Sí, lo veo. El tanga se ha transformado en un paquete de correos –rió Ana.

-Eres de lo que no hay, putón.

-Vaya, aprendes rápido. Me gusta. Ala, vete.

-¿No hay ni un besito?

-Los besitos para los pijos. Nosotros a follar, ¿entendido? Y no sigas por ahí que me cabreo.

-Vale, lo siento.

-El amor es un invento de la Biblia. La promiscuidad es lo que vale y cuenta. Venga, hopo que ya me estás tocando el coño.

-En breve nos vemos.

-Sí, sí, vamos…

Y el hombre se alejó.

“Dotado pero gilipollas”, pensó Ana con sorna. ¿Media hora? Que espera una hora más, por metepata. Y Ana continuó en sus negocios de bolsa.

(9,00)