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Una tarde por un café

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-¿Te vienes a mi casa esta tarde y tomamos un café o algo?

Así empezó todo. Aquella mañana en la que el novio de una amiga me saludó desde la calle al pasar por el lugar donde yo trabajaba. Estaba revisando unas facturas cuando tocó con los nudillos en el gran ventanal del escaparate. Apenas lo reconocí debido a toda la publicidad que tenemos expuesta, aunque sus rasgos se me hacían familiares. Me levanté mientras él se dirigía a la puerta. Era Juan, el novio de mi amiga Bea.

Había quedado con Bea algunas semanas atrás. Me estuvo contando que tenían problemas y que las cosas no estaban saliéndoles muy bien. Me sorprendió bastante pues se les veía felices durante los casi tres años que llevaban. Ninguno sabíamos sus planes a corto plazo, pero estaban muy ilusionados amueblando un piso que les había costado mucho esfuerzo comprar.

-Así son las cosas -me dijo- se ve que ha perdido la ilusión y dice que ya solo me ve como una amiga.

Yo no supe que decir porque me había dejado bastante perpleja. Habían decidido romper justo en el momento más inesperado para todos. A partir de aquel día me interesé un poco más por cómo se encontraba y estuvimos un poco más en contacto que antes, aunque no podía sacarla de una resignación que se acomodó a los pocos días en una normalidad disfrazada. Fue Bea la que me dijo que buscara unas cosas para Juan que necesitaba. Yo accedí y se las imprimí para que viniera a recogerlas cuando pudiera. Y vino aquella mañana sobre la hora del almuerzo.

Juan no es un hombre que te gane por su físico. Es una persona normal pero muy simpático. Yo diría que más bien demasiado alocado. Tiene "un no sé qué" que suele gustarnos bastante a las mujeres. Físicamente es muy fibroso y delgado, y medirá alrededor de 1'80... ya digo que bastante normal.

Accedí a ese café. En un primer momento pensé que era una invitación "a tres": es decir que también era por parte de Bea y quedamos para esa misma tarde sobre las 7. Su piso es precioso. Todo huele a nuevo. Tal y como están las cosas actualmente todavía faltaba mucho por amueblar. Apenas tienen varias cosas en la cocina, un sofá-cama en el salón donde hay un pequeño televisor y un mueble donde está el equipo de música, y en la habitación de matrimonio la cama es simplemente un colchón. Me sorprendió no encontrarme con Bea, aunque no le di importancia cuando Juan dijo que ella no iba a venir porque estaba trabajando. Me recibió vestido sólo con un pantalón corto deportivo y me hizo pasar a la cocina donde la cafetera comenzaba a expulsar el café inundando toda la estancia con el penetrante olor del café recién hecho. Mientras me servía la taza le observaba. No pude no fantasear con aquella escena (Es lo que tiene ser asidua lectora de esta página, a veces cualquier situación ha sido ya relatada y la cabeza no siempre piensa en lo que debe). Aquel pensamiento me inquietó y me hizo perder el hilo de la conversación que basaba sobre si me había enterado de su ruptura y diversas razones que él me daba.

- eh?... sí, sí: ya lo sabía -fue lo único que acerté a decir mientras recogía la taza que me entregaba. Su mano acarició la mía en el intercambio. Fue un gesto accidental pero que me produjo un cosquilleo especial. Mi cuerpo reaccionó y retiré mi mano de golpe haciendo que se derramara el café que cayó al suelo y sobre mi pantalón. No fue muy agradable la sensación de la caída del café recién hecho sobre la piel, aunque como siempre pasa cuando ocurre algo así fue motivo de risa por parte de los dos.

Me invitó a pasar a la habitación principal que era donde tenían el baño mejor acondicionado, aunque ni siquiera tenía puerta puesto que estaban cambiando todas las de la casa. Me quité el pantalón mientras oía a Juan por la cocina. Abrí el grifo y mojé la toalla para intentar quitar la gran mancha marrón. Me escocía ligeramente la parte de la pierna donde me había caído el café, así que también me di con la toalla. Me alivió la sensación del agua fresca sobre la piel. De repente escuché a Juan tras de mí. Se acercó y comenzó hablar con naturalidad. Me incomodé un poco por estar desnuda de cintura para abajo, aunque sólo me comentó que le gustaban mucho las braguitas que llevaba mientras soltaba una carcajada observando que me hacía juego con la mancha rojiza que había salido en mi muslo. Yo también reí mientras volvía a mojar la esquina de la toalla.

-aaaay! pobrecilla niña que se ha quemado, vamos a darle un besito que se lo cure.

Puso una vocecilla estúpida que me hizo sonreír mientras se arrodillaba delante de mí. Aparté la toalla enseñándole el muslo y mostrándoselo como suelen ponerse las modelos. Sus labios se acercaron y me besaron repetidamente continuando con las risas de ambos. Su risa cesó y sentí su lengua recorrer mi piel. Me estremecí mientras apoyaba mi mano en su cabeza. Una de sus manos acarició la otra pierna por la parte de atrás ascendiendo hasta mis nalgas. Su lengua ascendió hasta mi entrepierna, aunque todavía no llegó a su propósito.

-Juan... no creo que sea lo correcto -dije entrecortadamente mientras el al oírme se incorporó. Se acercó a mí y me dijo que no iba a hacer nada que no quisiera mientras su lengua se apoyaba sobre la piel de mi cuello y ascendía hacia mi oreja. Me susurró que había deseado follarme desde el día que me conoció, aunque ya sabía que me iba a decir aquellas palabras porque la situación las hacía previsibles y yo no las necesitaba ya para acceder: En aquel instante perdí la sensación "de lo incorrecto" y me deje llevar. Pasó sus manos recorriendo mi espalda mientras su lengua iba al encuentro de mi boca que entreabrí ligeramente para permitir el contacto de la mía. Sus manos abarcaron mi culo apretándome contra él. Sentí que el bulto de sus pantalones había aumentado considerablemente y luchaba por salir. Sus manos penetraron debajo de mis bragas mientras me separaba las nalgas y recorría. Se debió mojar los dedos con mi flujo al llegar a mi vagina. Me hizo gemir y me provocó una descarga de sensaciones que me excitaron todavía más de lo que estaba. Dejó de besarme y de la mano me condujo a la cama.

Se tumbó mientras me pedía que me desnudara. Me quedé de pie delante de él observando cómo se acariciaba el pene por encima del pantalón.

-Quítatelo tu primero -le dije. Me sonrió e incorporándose levemente se lo bajo tirándolo hacia una esquina de la habitación. No sé donde cayó porque mis ojos sólo se fijaron en el objeto recién liberado que ya había alcanzado toda su longitud. No era muy gruesa, pero si tenía una buena dimensión: "vaya, vaya lo que tenemos por aquí" dije mientras él se reía. Dirigí mis manos por debajo de mi camiseta hasta mi espalda, mientras me desabrochaba el sujetador localicé donde había ido a parar su pantalón y lancé mi sujetador en la misma dirección. A continuación, lentamente subí la camiseta mientras me acercaba hacia él. Antes de terminar de quitármela sentí su boca recorriendo la zona entre mis pechos. Se desvió hacia uno de ellos mientras que acariciaba el otro con la mano. Mis dos pezones reaccionaron de inmediato, uno por la saliva y otro por el contacto de su piel. Volví a gemir. Hubiera dejado que me los acariciara toda la tarde pero ambos queríamos más.

Me separé para quitarme la braguita, que dejé detrás de mí cuando me volví a acercar a la cama. Ahora el escozor del muslo había pasado a otro lado. Me arrodillé entre sus piernas mientras él seguía acariciándose el pene, casi en forma de masturbación. Llevé mi mano hacia sus testículos mientras él continuaba, para casi inmediatamente cambiar su mano por la mía. Me excitó sentir el calor de su polla entre la palma de mi mano. Me mojó el flujo que salía de ella. Apenas la acaricié: solo la sentí. Cerró las piernas mientras yo me colocaba dejándolas entre las mías. Me agaché hacia su pecho sin soltar su pene, que sujetaba por debajo del glande acariciándolo levemente hacia arriba.

Mi lengua recorrió uno de sus pezones que también reaccionó como antes lo habían hecho los míos. Bajé por su vientre haciéndole gemir y retorcerse ante un espasmo y por fin mi lengua llegó a su destino. La apoyé sobre la punta, rodeándola mientras iba introduciéndomela. Mis labios la acariciaron mientras entraba dentro de mi boca. Abrí un poco más para alcanzar la piel que cubría el glande y comencé suavemente a sacarla. Repetí un poco más deprisa, intentando meterla un poco más adentro, aunque sin poder conseguirlo. Su olor se convirtió en el olor de mi saliva. Sin sacar su polla de mi boca me giré y ahora dejé su cabeza entre mis piernas. Rápidamente entendió mi gesto y sentí su lengua en la parte baja de mis nalgas: casi en la entrada de mi vagina. Esa sensación me hizo incrementar un poco el ritmo. Apoyé mis brazos sobre el colchón y comencé a masturbarlo sólo con mis labios. Mientras sus dedos abrían mis labios vaginales y su lengua se llenaba de mi sabor, yo sacaba su polla y la lamía hasta los testículos mientras nuestros gemidos se cruzaban. Mi boca lo volvía a acoger mientras su lengua me recorría el ano. Ahí se detuvo lamiendo mientras sus dedos me penetraban velozmente. Yo no aguantaba más y también aceleré mi ritmo. Mi orgasmo llegó al instante mientras me ayudaba con la mano para masturbarle. Así, con sus dedos dentro de mi apoyé todo mi peso sobre él mientras mi lengua chupaba la punta de su pene que parecía engordar por instantes. Juan se retorcía y se tensó jadeando. Yo me eché hacia delante sacando sus dedos de mi vagina, dejando mis pechos acariciando esa punta que comenzó a lanzar calientes chorros de semen sobre ellos. Jugueteé con uno de mis pezones que termino de recoger las últimas descargas mientras dejé de masturbarle con la mano.

Me incorporé y me tumbé mientras él se levantaba y me lanzaba desde el baño una toalla. Limpié mi pecho de su esperma mientras me recostaba sobre la almohada cerrando los ojos y dejando caer la toalla por un lado del colchón. Mi respiración estaba levemente agitada. Pude reflexionar sobre lo que había pasado, pero no sentí nada. Quizás un poco de decepción por no saber cómo tratar el tema con Bea. Al rato regresó Juan con las dos tazas de café.

-Ten cuidado que todavía quema -me dijo riendo mientras me daba de nuevo la taza. La traía en una bandeja donde también traía un preservativo. "bueno... todavía quemamos" me dijo mientras me besaba en la mejilla. Entonces observé que su pene volvía a estar en semierección. Bebí un sorbo de café mientras sus manos acariciaban de nuevo mis pechos. Mi cuerpo volvió a reaccionar al igual que el suyo, ya que su pene se endureció un poco más. Dejé la taza en el suelo mientras sus dedos acogían a mi pezón y me recosté. Abrí las piernas invitándole a tumbarse sobre mi. Sin quitar sus manos se introdujo entre mis piernas. Antes de dejarse caer bajó con la palma de sus manos por mi vientre y se cogió de nuevo su polla erecta que situó sobre mi clítoris. Bajó hacia abajo recorriendo todos mis labios y volvió a ascender. Me miró sonriendo al tiempo que se colocaba el preservativo. "¿Te gusta?" "mmmh me encanta" acerté a decir.

En una segunda bajada por fin se dejó caer sobre mí. Su boca quedo frente a la mía. Mi lengua recorrió sus labios y la suya salió al encuentro. Sentí la mitad de su polla dentro de mí. Movió su cadera mientras mi vagina terminaba por acogerla. Apoyó las palmas de sus manos en mis orejas agarrándome la cara y me miró a los ojos mientras sentía como su pene salió de mí. Con fuerza volvió a penetrarme, comencé a gemir mientras ahora era su lengua la que me acariciaba los labios. Otro jadeo más intenso ante una nueva penetración. Sacaba por completo su polla y me la volvía a meter con furia mientras que mis manos sólo podían apretar sus nalgas hacia mí para sentirlo todo lo posible. Cerré mis piernas sobre las suyas mientras sus movimientos se hacían menos intensos. Bombeaba más rápido pero sacando menos su miembro de mí. En un instante determinado se incorporó. Cogió mis pies y los puso sobre sus hombros para de nuevo volver a dejarse caer sobre mí. De nuevo me penetraba muy profundo dejándome sentir toda aquella longitud que me volvía loca y me hacía respirar muy aceleradamente.

Cuando se incorporó de nuevo me hizo poner boca abajo girando mis piernas desde los tobillos. Sentí su lengua recorrer mi espalda hasta la nuca. Su polla se detuvo entre mis nalgas. Ladeé mi cabeza mientras su lengua recorría mi cuello "estuve a punto de correrme, quiero que te pongas de rodillas" me susurró mientras se encaminaba de nuevo hacia mi espalda. La caricia de su lengua me estremeció. Tuve la sensación que me volvía a lamer sobre mi sexo. Me fui levantando poco a poco. Lo sentí detrás: acariciando mi ano con la punta de su polla y bajar hasta la entrada de mi vagina. Volvió a penetrarme con fuerza, sus embestidas llegaban a conseguir que sus testículos acariciasen mi clítoris provocándome casi el orgasmo al poco rato de estar así. Elevé mi tronco mientras sus manos me sujetaban por el vientre. Giré mi cara para encontrar su lengua mientras entre mis jadeos pude decirle que estaba a punto de terminar. Apoyé mis manos sobre el colchón y una de las suyas me masajeaba el clítoris mientras seguía penetrándome y con la otra acariciaba mi ano. Exploté tensando mi cuerpo cuando la yema de su dedo intentó penetrarme por detrás. Sentí sus embestidas furiosas al tiempo que el orgasmo sacudía todo mi cuerpo y me hacía temblar. Deje caer mi cabeza entre mis brazos. Dejó de moverse dentro de mi mientras oía que se quitaba el preservativo sintiendo, entre sus jadeos, como su semen caía sobre mi espalda y sobre mi ano, mientras su dedo se encargaba de introducirlo superficialmente en su interior.

Me acosté en la cama mientras ahora era yo quien le entregaba la toalla para que me limpiase la espalda. Se sentó a mi lado mientras me miraba..."¿ahora qué?" le pregunte... "ahora nada" me dijo "no te preocupes por Bea, ella sabe de qué iba este café, sólo ha sido eso: un café al que puedes venir siempre que quieras"... mientras me decía esto sonó la música de su teléfono móvil. Era Bea que terminaba de trabajar. Con gran naturalidad Juan le dijo que estábamos esperándola en el piso y que si iba a pasarse por aquí.

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