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Con uno de mis amigos de la adolescencia (Tercera parte)

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Una vez que dejamos de bailar, fuimos besándonos hasta su dormitorio, él se dirigió al baño en suite a higienizarse. Me dijo que prendiera el aire acondicionado para templar el ambiente, y que prendiera la veladora de una de las mesitas de luz, lo hice, y también se prendió con esa luz tan especial: como la “luz de una vela”. Luego me acosté en su cama del lado del ventanal, de costado y dándole la espalda al baño.

Al salir Edu del baño, me di cuenta que se quedaba parado por unos instantes.

- ¡¡Qué hermosa colita que tenés, Carli!! ¿Usás sunga en verano? Porque tenés bronceadas muy poco las nalgas. Me encantan. Además son bien formaditas, carnosas y redondeadas. ¡¡¡Me dan ganas de comértelas!!!

- Y comémelas, ¿qué esperás, bobo? Estoy deseando que me hagas tuyo –le respondí.

- Pero es que yo quería que me cogieras primero a mí. –me dijo con un tono de voz quejoso y mimoso.

- Después que me cojas a mí, hacemos una cambiadita, o mejor, dicho, vamos a hacer unas cuantas cambiaditas esta noche. –le dije.

En eso siento que se acuesta en la cama y se acuesta detrás de mí en posición de “cucharita”. Lo primero que sentí, por supuesto, fue su grueso, y ya, duro pedazo contra mi cola y lo puso todo a lo largo de la raja de ésta. Luego empezó a besarme la nuca y con su mano derecha me acariciaba mi pierna derecha, mis nalgas mientras sus dedos, pasaban por la raja de mi cola, y cuando llegaba a mi ano, se detenía y jugaba con ellos por su alrededor. Yo moví de inmediato mi cola como tratando de “embocar” no sólo su dedo en mi culito, sino más que nada el caliente pedazo que sentía en mi cola. Pero él muy hábil, se corrió hacia atrás, para hacerme desear.

- Ay, malo. No me hagas desear. Meteme tu pedacito, por favor.

- ¿Pedacito? –me preguntó.

- Nooo, mi amor, era una broma. Es un gran, enorme, y grueso pedazo, que lo estoy sintiendo por mi colita. Y lo estoy deseando con locura. ¿No tiene ganas de entrar en mi culito? –le pregunté.

- Por supuesto que sí. Pero fueron tantos años de añorar esta situación que quiero hacerlo muy despacio –me dijo.

- Tenés razón, mi vida.

Y di vuelta mi cabeza, para buscar su boca y podernos besar. ¡¡Qué beso!! Hacía muchos años que no besaba y no recibía un beso de esa manera, con tanto amor y calentura, por ambas partes. Mientras me besaba sus manos acariciaron mis tetillas, mi ingle, mi pene y él apretó el suyo contra mi colita otra vez.

- Dale por favor, cogeme de una vez. –le pedí.

Dicho eso, me hizo poner boca abajo, y comenzó a besarme toda la espalda y fue bajando y bajando, y al mismo tiempo, yo levanté mis caderas para que mi colita quedara a unos cuantos centímetros por sobre el colchón. Cuando llegó a mi ano, de tan caliente que yo estaba, me parecía que hasta latía. Al llegar al culito, me lo empezó a besar con sus labios primero, para luego pasarle la lengua todo alrededor, hasta que en un momento delicioso, me puso la puntita de su lengua. Empezó con la puntita pero en seguida sentía que ponía todo lo que podía de su lengua dentro de mi culito. La ponía y la sacaba, me lo lamía… ¡¡Qué placer!!

Yo tuve a mi Primo como mentor, y yo me preguntaba: ¿a quién habría tenido él??

Así estuvo unos cuantos minutos besando mi ano y cada lengüetazo mis caderas se movían cadenciosamente hacia los costados y subiendo y bajando. De repente dejó de besarme el ano y empezó a meterme un dedo y siguió y siguió hasta que lo metió todo y comenzó a cogerme con el dedo. En seguida siento que otro dedo quería entrar en mi culito. Hasta que tuve dos dedos adentro. En eso saca los dedos, dejándome moviendo mi cola, sin nada adentro, de la calentura que tenía.

- “Dale. Metémela de una vez!!!” -le dije.

Y entonces empecé a sentir, cómo ponía con sus dedos un poco de saliva en mi culito, para después gozar, al notar que comenzaba a meterme muy, pero muy lentamente, su enorme, delicioso y caliente pedazo. Primero la puntita, la cual la pasaba por alrededor de mi culito. Luego, el glande, tratando de que mi culito lo dejara entrar. Llegaba a sentir el glande abriendo mi culito, y luego sacaba su pedazo. Volvía a metérmelo hasta el glande y otra vez lo sacaba. Así lo hizo unas 3 veces, hasta que en la cuarta vez, sentí el glande que esta vez no paró, sino que siguió entrando más y más. El “dolor” que sentía fue un placer tal, que no lo puedo describir. El que lo ha sentido, sabe perfectamente a qué me refiero.

Entró y entró en mi culito, hasta que sentí todo su tronco dentro de mí hasta “aplastarme” la próstata. “Uff, uau, ay, agghh, sssí, mmm, pff… asssííí… más adentro” fueron algunas de las onomatopeyas y palabras que recuerdo haber emitido, por el placer que me estaba haciendo pasar, mi querido Edu.

Me apretó de tal manera que mis caderas cedieron y quedé apretado entre la cama y él. En ese momento, empezó a besarme mi nuca, mientras movía lateralmente su cadera, por lo que su pedazo se movía dentro mío también de esa forma. Luego metió todo su pedazo hasta el fondo y se quedó absolutamente quieto. Quieto. ¡¡Qué placer, por favor!!

- “¿Te gusta Carli?

- “Mmmm… sssssí… mmm… qué pija, mi amor. Nunca gocé tanto como me estás haciendo gozar. Sos divino. Cogeme. Cogeme, por favor. Llename de tu lechita.”

- “¿No querés seguir jugando un poquito más?”

- “No. Cogeme. CO – JE – ME…!!!! POR FAVOR…”

- “Bueno. Como quieras.”

Y empezó a subir a bajar, subir y bajar, lentamente al principio, para después empezar a cogerme más y más rápido, y más y más fuerte. Cada subida que hacía, llegaba casi hasta dejar el glande al borde de mi culito, y cada bajada era hasta el fondo, y así una y otra, y otra, y otra vez. Yo me encontraba en el espacio. Con mis ojos cerrados trataba de usar mis otros sentidos solamente, para tratar de dejar grabado en mi mente, el placer que me estaba haciendo sentir Eduardo.

Sube y baja, sube y baja, hasta que en un momento me dice:

- ¡¡Ay, Carli… ya voy… Estoy por acabarte”

- “Dale… dale mi amor. Dale…”

- “Ahí voy… ahí voy… ahí… vvvvooyyyy… aaaajjjjhhh.”

Y finalmente Eduardo llegó al orgasmo. Me abrazó fuertemente, y empecé a sentir sus hermosas contracciones rítmicas contra mi colita y espalda, y el tibio elixir que iba inundando de a poco, todo mi culito, hasta que finalmente, se quedó absolutamente quieto y besándome mi cuello. De inmediato, doblé mi cabeza para poder darnos un hermoso beso, donde nuestras lenguas se tocaban muy lentamente y besando nuestros labios, y de vuelta nuestras lenguas. Fue un verdadero beso lleno de amor.

- “Te pasaste, Edu. Te adoro”

- “Yo también. ¡¡De qué nos perdimos todos estos años, mi amor!!”

- “Tenés razón, mi vida”

Y empezó a sacar su pija de dentro de mí.

- “NOOOO… no la saques todavía. Dejala un poquito más adentro, por favor.” –le pedí en forma muy pero muy mimosa.

Y la dejó unos minutos más adentro mío, por lo que sentía, cómo se iba achicando esa preciosura que tenemos los hombres, y que tanto gusta, a mujeres y hombres sin igual.

Una vez que se achicó, la sacó, se tiró al lado mío, nos pusimos de costado, y quedando frente a frente, nos abrazamos y nos seguimos besando una y otra vez, mientras yo le agarraba su pequeña pija (en esos momentos), y la acariciaba, frotaba y de vez en cuando la pajeaba. Y él hacía lo mismo con la mía, pero ésta estaba con erección cada vez más fuerte, por lo que más que nada, me pajeaba y sobaba mis testículos.

Mientras... yo sentía cómo iba resbalando por mi nalga derecha, el elixir que me acababa de dar Edu.

Continúo luego, quizás con la cuarta… y… ¿última parte? Cuando yo lo cogí a él…

(9,25)